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miércoles, 12 de enero de 2022

Duelo entre Sanadoras Capítulo IV Noche con luna de tormenta

 

Mientras caía el sol, en una de nuestras tantas pláticas a finales de junio, siendo noche de luna llena, nombrada para esa fecha como “luna de tormenta” por coincidir con el inicio de las lluvias o solsticio de verano y por ser el día más largo del año, considerado mágico pues según creencias ocultista hace visible lo invisible, resultando en mi caso ser cierto pues sorpresivamente Karla ofrece hacerme una sanación. 


    Noche con luna de tormenta. Fotografía de JAO

La había visto algo inquieta, observaba que apretaba los labios como queriendo decirme algo que no se atrevía o no hallaba el momento de encajar dentro de mis temas de conversación científicas. Habiéndose despedido, estando de pié y a punto de irse, repentinamente estalla como el Big Bang, la explosión que dio origen al universo, ocasionando un fenómeno conocido como “Singularidad” en el cual la matemática falla y debe dar paso a la filosofía para descifrarlo, abrirse a nuevos puntos de vista.

¡Quede anonadada ante semejante proposición, desorientada por lo intempestivo de su oferta, lo que rara vez me sucedía!, jamás me pasó por la mente que realmente fuera una sanadora, su revelación de serlo la había interpretado como algo dicho en broma, una especie de juego, tu eres médico, yo soy sanadora, pero por lo visto era en serio y además aspiraba que fuera su paciente. Seguidamente me expondría en qué consistía su propuesta, vendría a mi casa donde me aplicaría sus dones, una imposición de manos para lo cual necesitaba disponer de una mañana completa. Mientras más me explicaba mi asombro aumentaba. Perpleja pienso, ¿Tan mal estoy o me ve?.  

No le contesté en ese momento, ni después, no aclarándole mi decisión, dejándolo en el aire, pendiente de una respuesta. No por no creer en la sinceridad de ella sino que en aquel momento me parecía demasiado confuso por desconocer en qué se basaba su ofrecimiento, Karla me impresionaba como una persona respetable, y alejada de lo que podría ser un charlatán pero entonces ignoraba la asombrosa y compleja técnica sanadora utilizada por ella; estaba ante una “Singularidad” que tardaría cierto tiempo en descifrar.

 Durante mi experiencia hospitalaria había tenido la oportunidad de presenciar mejorías sorprendentes para la ciencia médica, una de ellas era un caso de cáncer de tiroides terminal, con diagnóstico realizado exhaustivamente, incluyendo biopsia del tumor. La paciente, familiar de una médico compañera de trabajo y amiga mía, quien un día me pide permiso para llevar al hospital, después de la hora de visita, a una sanadora cuyas manos escarchaban al realizar curaciones. En vista que medicamente no había nada más que hacer, le digo que sí. Ese día ocurrió un hecho desconocido para nosotros los científicos. El tumor comenzó a reducirse de tamaño hasta desaparecer totalmente. La paciente fue dada de alta totalmente sana en varios días.

A pesar de esta y otras buenas vivencias, incluso con dos familiares muy allegados con diagnósticos de cáncer, en los cuales pude ver sanaciones inexplicables, sin embargo no quería que fuera mi sanadora pues simplemente no estaba preparada para ser paciente, por varias razones, la primera por un juramento hecho en mi última cirugía de un injerto de fémur de nunca más serlo.  La otra del natural rechazo del médico a pasar al otro lado del sillón, pero la última y la más importante era por esa regla ética de no entablar una conexión emocional entre médico y paciente, presumiendo que en su caso era igual, lo cual impediría tener una bonita amistad, que era mi objetivo en aquel momento de carencias, ese vínculo que le da un valor agregado a la vida, un lazo que se establece por la afinidad, llenando esa necesidad de los seres humanos de sentirse integrado con el entorno más cercano, que está allí, de tener alguien a quien contarle esas cosas que te producen estrés y lo callas para no molestar a tus familiares. La presencia de un amigo o amiga que te escuche, te comprenda, que comparta contigo, que te haga sentir valorado, querido, es una de las sensaciones más relajantes que hay, mejor que cualquier fármaco ansiolítico o analgésico para los dolores o heridas emocionales. Que además te dé apoyo y que te acompañe cuando viajas a conectarte con lo más profundo de tu alma, con tus demonios, sin juzgarte, solo sentir esa sensación de aceptación incondicional, permitiéndote ser tú mismo, real, tanto a nivel cognitivo como emocional, con tus cualidades, sí, pero también con tus defectos, eso  no tiene precio. Hoy día establecer estos vínculos se hace muy difícil debido a las características de volatilidad, inconstancia y de cambios bruscos de la sociedad moderna que implica menores disponibilidades de socializar en nuevos grupos.

Ante la oportunidad presentada con la presencia de Karla en mi entorno inmediato, cercano, lo cual prácticamente era un milagro, me planteaba el propósito de establecer una nueva amistad de esas con profunda calidez humana, sin embargo la oferta de ella para una sanación me colocaba en una disyuntiva, por un lado estaba el hecho de que si aceptaba cerraba esta posibilidad y por otro me inquietaba que su objetivo fuera meramente sanador sin establecer ninguna relación afectiva.

Karla decidió esperar que la polvareda levantada por su revelación se asentara y en su lugar surgiera la luz.


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