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lunes, 20 de diciembre de 2021

Duelo entre Sanadoras Capítulo II El globo del deseo

 

Un día, específicamente un 31 de diciembre, mi yerno junto a mi hija y nietos armaban un globo del deseo, un farol de papel que lleva dentro un mechurrio que se enciende para convertirlo en una linterna aérea, al estar finalmente listo, antes de lanzar al cielo, se le piden tres deseos, me indican que realice los mío. Al principio me resisto un poco debido a mi incredulidad pero finalmente decido cumplir con los requisitos del ritual para darle gusto a los niños, así lo hago, luego de buscar en mi mente algunos anhelos ansiados, me dirijo al espíritu de mi madre para pedirle que alejara a la muchacha que nos trabajaba en labores de limpieza, siempre y cuando fuera lo mejor para nuestra familia, ya que se había convertido en un elemento desarmonizador dentro de mi núcleo familiar, intrigante y maltratadora hacia mi persona. Mi segunda petición fue para que le otorgará a mi nieta su deseo de conocer un chico que le gustaba. Luego finalmente le ruego, si es posible, conociéndome ella como nadie más y sabiendo lo difícil que era para mí relacionarme, no solo por las razones expuestas sino por mi personalidad irreverente, me concediera el traer hasta mi puerta a una nueva persona con quien alternar, de manera que pudiéramos ser amigas, esas con las cuales bastaba una sola tarde de charlas y risas, para hacerte sentir que encajas en este mundo.  Almas fuera de lo común con quien tenía años no socializaba, que extrañaba enormemente, grupo de filósofos, músicos, científicos y hasta bohemios que había tenido oportunidad de conocer en lugares reservados en la ciudad, frecuentados por quienes no encajan en otros espacios, fuera de lo mediático y mercantil de nuestra sociedad, oasis para los espíritu sedientos que buscan algo más, seres difíciles de encontrar.

Resultó que el globo del deseo fue arrastrado por el viento hacia el poste de electricidad, enredándose en los cables, todos los allí presentes gritábamos, creyendo que por su culpa nos quedaríamos sin luz, finalmente después de lanzarle piedras y con una larga vara se logró tumbar sin haber volado hacia el infinito, razón por la cual pensábamos que nuestros deseos no serían otorgados. No fue así, el conjuro estaba hecho.

                                        El globo del deseo. Dibujo de NAMC.

Un atardecer veo que se acerca a mi jardín alguien que me era familiar a saludar a Sagrario, una vecina con quien conversaba, de repente la reconozco, era Karla, pareciéndome un hecho increíble, ya que esta mutua conocida me informaría que ella se había ido a los EEUU donde vivía su  hijo, presumiendo que su retorno al país no era posible, ¿Acaso sería la amiga que pedí? ¿El poder del globo del deseo era verdad, mi madre me había escuchado? Si esto era así, ¿Entonces existía un más allá, otras dimensiones, seres angelicales capaces de oírte, una vida después de la muerte, eran cierto los fenómenos paranormales?. Interrogantes que me hacía por culpa de aquel artilugio proveniente de las tradiciones del lejano oriente, el globo que según las creencias es capaz de otorgarte tus sueños, en lo cual no creía, pero sin embargo me enviaba una señal.

martes, 14 de diciembre de 2021

Duelo entre Sanadoras Capítulo I Tekila y Zuka

 

Trotaba todas las tardes, acompañada por su mascota, una dócil golden retriever dorada llamada Tekila, a pesar de su gran tamaño pasaba desapercibida por su comportamiento silencioso y disciplinado. Al llegar a la altura de mi casa, la mía, una pincher miniatura negra, quien no tenía conciencia de su pequeñísimo tamaño, antipática como su dueña, se pegaba tras ella ladrando insistente y escandalosamente, llegando hasta al atrevimiento de morder sus tobillos. Zuka parecía decirle que ese era su territorio y que no tenía salvoconducto para transitar por esa calle, nuestra calle, permiso que solo otorgaba a quien le caía en gracia y por lo visto la corredora no estaba en su lista. Sentía una vergüenza increíble ante el proceder de la loca de mi perrita, pero no podía ni quería ponerle freno, la había criado libre, nunca le coloqué cadena, ni le cerré las puertas para impedirle el paso, solo trataba de educarla pero resultó ser rebelde, no obedecía mis órdenes de venir a mi lado y dejar a la gente en paz.

En fin, pensaba yo con mi habitual indiferencia, ante el agrado o desagrado que sintieran los demás, al que no le guste que no pase por aquí, sin considerar el rechazo hacia mí persona originada por mi proceder. 

                                    Trotaba todas las tardes. Fotografía de EEMD.

A pesar de los intentos de Zuka, la corredora no se sometía a sus deseos, ni a los míos expresados en la ausencia de control sobre mi perra, muy al contrario seguía usando nuestra calle estoicamente a pesar de la guerra entablada por ambas, nosotras dos, dueña y mascota en un dúo acoplado para detectar malas vibras en ciertos individuos y Zuka había demostrado ser buena para espantarlos.  Esta actitud agresiva no era con todo el mundo, solo con unas pocas personas, en las cuales estaba Karla. Comencé a preguntarme ¿Por qué se comportaba así?, ¿Por qué con ella? Se dice que los animales ven cosas que los humanos no tienen capacidad de hacer. 

Notaba la conducta de Tekila contrapuesta a la de Zuka y meditaba sobre la creencia popular de que las mascotas se parecen a sus dueños, viendo que la armonía entre ellas era evidente, lo cual me señalaba que allí había otra cosa.

Advertía que el lenguaje corporal de la trotadora se expresaba de una forma peculiar que me era familiar, una mezcla de estar consciente, de pertenecer a algún tipo de misteriosa realeza, una firmeza de carácter y de tener el control de los elementos a su alrededor que me intrigaban, ¿Cuáles elementos?.

Todo iba desarrollándose como siempre hasta que un día note que la corredora comenzó a detenerse a hablar con ella, diciéndole algo en voz baja que no lograba escuchar. ¿La regañaba  o trataba de ganársela?, no sabía.  De repente observo un cambio de actitud en Zuka que me sorprendió e inicié una búsqueda de una explicación, en ese momento no sospechaba cuanto me maravillarían las respuestas.

Mi curiosidad propia de los del signo Leo fue creciendo debido a que parecía ser un personaje interesante, algo misterioso, ¿Acaso estaba equivocada?, al principio me hice la desatendida sin embargo el magnetismo que surgía de ella era poderoso, nada común, ¿Cómo averiguar de qué se trataba?, esta inquietud me llevaría al siguiente nivel. 

Iniciar cierto grado de amistad con los vecinos de mi cuadra me era relativamente fácil debido a la proximidad, pero ella no vivía tan cerca, estaba residenciada en mi urbanización pero en una zona más alejada, necesitaba contactarla y no me era fácil. Analizando sobre una estrategia a implementar para establecer una comunicación del tercer tipo o sea una amistad cercana y así desentrañar sobre si lo que percibía era cierto o solo era producto de mi prolífica imaginación propia de los escritores, repentinamente dejó de trotar desapareciendo durante casi dos años, pero el destino o la Divinidad, dispondría otra cosa, entonces yo no lo sabía.  

Finalmente lograría descifrar aquel misterio o mejor dicho aquella cadeneta de misterios, cada vez más complejos y que representarían un reto para mí intelecto, a mis paradigmas y la visión de ciertos temas, descubriría el sorprendente árbol que no es un árbol.

  

                                                   El árbol que no es un árbol. Creado por AEC.

   

viernes, 10 de diciembre de 2021

Duelo entre Sanadoras Prólogo

 

La sanadora estaba consciente de su carisma, sentada a su lado mientras hablaba de sus dones, percibía que manaba una fuerza desconocida exacerbando mi curiosidad, hacía tiempo que no se presentaba un reto a mi mente, fascinada intentaba descifrar aquel enigma, nunca había estado en vivo y directo con los misterios sagrados del ocultismo, un océano inmenso de conocimientos gnósticos que llamamos magia o brujería, muy diferente al mundo donde me movía, la tercera dimensión, ciencia pura y dura. A pesar de nuestra cercanía, al mirarnos mutuamente no podíamos vernos pues una máscara ocultaba la esencia de cada una de nosotras. 

                 

                                                                     Senderos del destino. Fotografía de JAO

 

La existencia de algo nos separaba abismalmente, infranqueable, conectado a nuestros respectivos campos del conocimiento, a pesar de esto, paradójicamente nos reconocíamos, las simbologías del sanador en nosotras era evidente. Un inesperado sendero del destino se abría a mi vida.


      Habiendo  indagado sobre el tema al escribir sobre un personaje del siglo XIX, Bartola, mi bisabuela liberal, tropera, conspiradora política, sanadora, chaman, profundamente mariana, conduciéndome por múltiples caminos para desentrañar sus secretos, el último de ellos el más controversial y difícil, pues eran ignorados por mí, por estar contrapuesto a la formación científica de la profesión de médico que detento, sin embargo la esencia de la ciencia obliga a tener una mente abierta a lo novedoso, a ser objetiva, a no tener prejuicios, dispuesta a aceptar los cambios que se presenten, facilitándome entrar en el sorpresivo mundo de esta polifacética antepasada de origen sefardita, cuyos conocimientos masónicos y su compleja práctica rosacruz me asombraron. Pero no es igual un análisis de alguien que ya no existe físicamente, que estar compartiendo con una de carne y hueso que está allí, en tu entorno íntimo.

  Descanso del guerrero. Fotografía de NAMC

                                                    

Esta historia comenzó inesperadamente un día en que esta persona apareció frente a mi casa donde paso las tardes disfrutando del paisaje de la urbanización donde resido, en lo que llamo el descanso del guerrero por estar jubilada, haber llegado a la tercera o cuarta edad, además minusválida de cuerpo, con el alma devastada por la desaparición física de mi madre, paralizándome para escribir desde hacía largo tiempo, conocido como bloqueo del escritor, un quehacer que me satisfacía enormemente, alcanzando cierto reconocimiento al lograr que un diario local de gran circulación y prestigio, publicará varios de mis artículos, llenando mi espíritu con una nueva motivación, posterior al vacío que sentía al retirarme como médico, arrastrando una añoranza enorme, pues no solo era dejar de sentir esa sensación de dominio sobre la vida y la muerte, que es adictivo, sino igualmente perder ese contacto entre colegas unidos a través de algo especial, el compartir un idioma irreconocible, no entendible para el vulgo, que permite hablar públicamente, decir hasta chistes que nadie más comprende, de sentido de pertenencia a un clan especial con un vínculo sagrado, una conexión única, de estar por encima de los cánones del bien y del mal, ajenos al mundo del cual sentimos no pertenecer, por ser casi una divinidad, cuyos actos nadie juzga ni discute:  El paciente no decide, lo hago yo que soy el médico, ¡Ah, que poder!.

Los temas censurados, el puritanismo, las fruslerías no tienen cabida en nosotros, el privilegio de hablar a calzón quitado es una condición sine quanon del ejercicio profesional. Hasta este momento pensaba que eran prerrogativas exclusivas del médico.

En mi niñez había padecido de polio y con la bendición de contar con mi madre, un gran soporte en mi existencia, no solo por el apoyo que me dio físicamente supliendo mis carencias sino también por esa forma positiva de ser, impulsándome a lograr metas imposibles de alcanzar, catalogadas de esta manera por la sociedad. Mi madre Helena, cuyo nombre significa en griego ”la antorcha que brilla”, me enseñó que en esta vida solo la muerte no tenía solución, había fallecido apenas un año atrás, contaba con 98 años de edad, debido a un deterioro físico profundo producto de la vejez que me absorbió por completo, sentir la impotencia ante mi incapacidad profesional para evitar su sufrimiento, me produjo un choque con la realidad, enfrentar que no podía hacer nada para frenar el desenlace al que conducía ese camino, sin lograr esconderme tras un mecanismo de negación, pues esa ruta la conocía muy bien, la había visto antes en mi trabajo, solo quedaba brindarle compañía y amor. Aun a costa de mi misma, decidí no darle soporte vital en la hora final, fue duro.

Releía mis escritos que me parecían de otra persona, totalmente ajenos a mí, inentendibles e inalcanzables nuevamente. ¿Cómo había sido posible que hubiera plasmado tantos sentimientos en esos artículos y ahora no pudiera? Esto me producía una gran decepción debido a las expectativas que coloque en esta actividad de mi vida actual, limitada no tanto por mis discapacidades motoras, las cuales había logrado superar, ¡Vaya que sí!, sino que además, un nuevo elemento, inapelable, producto del correr del tiempo, había hecho su aparición en mi horizonte, la llamada vejez y el aislamiento social que conlleva, no solo por la falta o poca movilidad en círculos de trabajo como también en los sociales, la conocida soledad generacional del anciano.

                                     La soledad generacional del anciano.  Fotografía de JAO

Poco a poco el viejo se convierte en un producto desechable, en una carga, pasado de moda, cuyas opiniones no valen, no sirven, que lo mejor es darle una pastillita tranquilizante para que duerma, nadie se da cuenta si lo hace por 24 horas, mejor, así no molesta.  Por supuesto la sociedad busca excusas, los familiares del anciano se dicen así mismo que es necesario sedarlo para poder trabajar y llevar la comida a la casa, a veces este autoengaño llega hasta el nivel de afirmar que es para su bien, lo mejor para él, tenerlo así, apagado.  Estando en estas negras elucubraciones, luchando para evitar desdibujarme, dejar de ser alguien y caer en esta categoría de algo prescindible, fastidioso, combatiendo a mis monstruos, emprendo otros caminos para sustituir mi afán de comunicarme emocionalmente a través de mis apuntes terminando todos en algo efímero; el hado parecía señalarme que debía retomar mi senda original, que esa era la vía, cuando un día, no se precisar en qué momento, veo aparecer a alguien nuevo en mi pequeño y muy limitado mundo. Una rica experiencia me esperaba, conduciéndome a sentarme ante el teclado y escribir nuevamente.  El dique se rompería finalmente.

                                                Una rica experiencia. Dibujo de SAM.

 

miércoles, 24 de noviembre de 2021

Las Clarisas Capítulo X Ruinas Conventuales

 

De Santa Ángelus Dominius solo quedaría como recuerdo la puerta de su capilla, en ese devastado paisaje, aquellas mujeres se arrancarían sus hábitos dejándolos desparramados por doquier, luego irreverentemente lanzarían lejos de si los velos negros y blancos, como un  grito de libertad, contemplándolos mientras alzaban vuelo arrastrados por el viento cual hojas secas desterradas de aquel funesto destino, el último acto realizado que certificaba la muerte de Dominius y de su  alargada sombra de autoridad controladora, omnipresente, que supervisaba y criticaba por cualquier motivo o causa, con el único fin de quebrantar paulatinamente la dignidad humana hasta llegar a convertir a la persona en un ser inseguro, dependiente de la opinión o la aprobación de la Abadesa, tan superior incluso por encima del bien y del mal, hasta ese día que finalmente se realizaría el vuelo de los velos.  

                                         Ruinas conventuales. Fotografía de JAO

Después de ocurrida aquella última singularidad, cada quien tomaría un sendero diferente, esa noche brillaría la luna de sanación para aquellas prisioneras.

David, impactado al enterarse de que Marco a quien admiraba, era su verdadero padre, que para complicar más el asunto, estaban ambos enamorados de la misma mujer, el verdadero motivo de la cruel actitud mostrada los últimos días hacia su persona, sin embargo paradójicamente debido a las revelaciones y la tragedia sucedida, se reencontraría con su vocación, despejando sus tormentosas dudas acerca de su fe que lo perseguían desde que intimara con Alicia. Se iría a un monasterio de la Compañía de Jesús en otro pueblo lejano, antes de abandonar Santa Ángelus, va al cementerio a visitar la tumba de Marco para despedirse, una lápida identificada con un corto epitafio “Aquí descansa cristianamente MR”, un gato negro está sentado allí y al verlo sale corriendo, repentinamente observa que al lado esta otra muy parecida que dice “Aquí descansa Anónimo G”, se queda meditando como era posible que siendo el capellán del Convento no se enteró de ese sepelio, lo cual era extraño. ¿Quién realizó la ceremonia? Algo no está bien, las dos lápidas resaltan por su sencillez, ambas tienen solo iniciales, no los nombre completo. Repite para sí, G…, G… ¿A quién conoce cuyo nombre empiece por G?. Entonces llega José el sepulturero y lo interroga.

              Señor José, ¿Quién está sepultado aquí?.

              Ay, Padre le confesaré la verdad a usted no le puedo mentir. ¡Esa es la tumba de  Gastón!

              ¿Gastón? ¿Acaso se trata del perro?

              Si, Padre, es una larga historia, pero le aseguro que se trató de una buena obra que le hice a las novicias pues no soportaban la idea de que su amado perro se lo comieran los zamuros.

Aquel joven sacerdote se recoge hacia atrás el cabello que cae sobre sus ojos al agacharse para rezarle una oración a Marco, le coloca sobre su tumba el anillo que desato aquel fatídico torbellino mientras medita en los inesperados caminos de la vida y del orgullo.   

David con los años llegaría a ser un destacado jesuita por su benevolencia y gran don reconciliador, con el correr del tiempo también transitaría por un sorpresivo sendero, finalmente su padre materializaría sus deseos para él.

Milagro había logrado reunir un importante capital producto de la sustracción clandestina de la limosna administrada por ella. Gracias a su amistad con Angélica la retiraría subrepticiamente de Santa Ángelus, mediante salidas que le facilitaba la dueña de las llaves a cambio de una pequeña dádiva que con el tiempo la ayudaría igualmente a reunir su propio capital. Esta previsión protegió este dinero del saqueo de los piratas, al estar fuera del Convento, enterrado a los pies de un árbol en un lugar del bosque.

Al abandonar los hábitos, con esta fortuna emprendería su negocio de dulces y galletas, situado en la calle principal del pueblo, también adquiriría una solariega casa frente a la plaza. Se uniría con una de las jóvenes novicias que sería su asistente y su pareja.

Isabel que había sido encerrada en el claustro de castigo por los maltratos dado a la anciana Abadesa, lugar donde se encontraba cuando ocurre la llegada de los piratas, quienes rompen la puerta para entrar y revisar el claustro, al irse la dejan libre, escapa en medio del caos del incendio sin que nadie se entere.

Se une en concubinato con Don Luis hasta que ocurre la muerte de la esposa de este por la tristeza de la separación de su única hija Alicia, realizando finalmente su sueño de casarse con el hombre más poderoso del pueblo. En el último suspiro de su edad reproductiva, para su desgracia, se embarazaría y daría a luz el único hijo varón de ambos, apodado Ponciano, un alcohólico que andaba por el pueblo semidesnudo, vagabundo y alimentándose de lo que la gente le regalaba. En las noches se veía a Isabel recorriendo las frías calles de Villafranca buscándolo, llamándolo con una lastimera voz. Meditando por qué no había muerto en el incendio que acabó con Santa Angelus, se daba cuenta que hubiese sido un premio y no un castigo como aquel que estaba recibiendo por culpa de su ambición desmedida, dispuesta a hacer cualquier cosa por lograr sus deseos.

 Raquel se quedaría en el pueblo, casándose con el carnicero que le garantizaba no tener hambre nunca más, no volvería a destacarse como conocedora de leyes pues su nueva vida no se prestaba para tal actividad, su carácter traicionero no le permitiría tener amigos leales ni ser feliz, ni siquiera sus tres hijos se quedarían con ella, se irían a otro país, lejos de aquella asfixiante relación de sutiles maltratos.

Cristina después del incendio del Convento, acudiría a Raquel en busca de ayuda para solicitarle alojamiento en su casa por un tiempo, pues estaba insolvente y no tenía donde vivir, inesperadamente ella le comunicaría que no podía porque no poseía un lugar para albergarla en ese momento pues le habían llegado unos familiares a hospedarse. Le aparenta solidaridad en su desamparo, se conduele  y le ofrece su apoyo, procediendo a darle las direcciones de varias personas que conocía que alquilaban habitaciones.

Al facilitárselas, Cristina se percata que son las mismas que ya había obtenido pues eran bastantes conocidas por todo el pueblo debido a que vivían de ese negocio. Algo no estaba bien, pero lo deja así.

La futura escritora se dirige a uno de los sitios para rentar, encontrando que la dueña era una señora algo mayor cuya familia había sido asesinada durante la invasión de los piratas, quedando sola en el mundo. Esta noble mujer le daría acogida, llegando a ser como una madre, incluso la dejaría como heredera de sus bienes.

Un día Cristina caminando por Villafranca se topa con Milagro, se detienen a conversar y ocurre la siguiente plática:

              Hola Milagro, ¿Cómo te ha ido después del incendio?

              Muy bien, gracias a Dios, y también gracias a Raquel que me cedió un anexo en la casa de su marido, el cual estaba  desocupado, allí estoy viviendo por ahora mientras consigo una casa para comprarla.

Cristina no puede creer lo que está escuchando, entonces eso implicaba que Raquel le había negado su ayuda. Pero ¿Por qué?. Al continuar la conversación lo descubriría…

              Nos hemos convertido en buenas amigas, tanto que me asesoró gratis en la solicitud a las autoridades eclesiásticas para que nos reintegraran nuestras dotes.   Explica la locuaz pelirroja.

              Tú sabes que Raquel conoce las reglas conventuales al dedillo, resulta que si uno se retira de monja, tiene derecho que le devuelvan el aporte de la dote que no se utilizó en la manutención.  Y mi hermano, que es el nuevo Obispo, nos ayudó ante la sede cardenalicia para conseguir su reintegro. Bueno, en agradecimiento por la asesoría legal que me estuvo dando, le pedí que la incluyera a ella también en la solicitud. Continúa revelando.

              Ya nos devolvieron el dinero. Pasa por allá para que Raquel te asesore también. Adiós. Termina diciendo la parlanchina con aquellos expresivos ojos.     

Algún tiempo después se encuentra nuevamente en la calle con Milagro quien ya se había mudado para su nueva casa, enterándose que ya no era amiga de Raquel, incluso no le hablaba, ni quería saber nada de ella pues había descubierto que era una hipócrita.

              ¿Fuiste a preguntarle cómo recuperar la dote?. — Pregunta Milagro.

              No. Contesta secamente Cristina.

No lo había hecho pues no lo consideraba necesario, Raquel conocía hartamente su precaria situación económica y además ya había probado su “solidaridad” con la lista de inquilinos que le dio cuando le pidió  asilo temporal.

              Gracias a Dios que no fuiste, pues esa interesada no da ni su sombra a nadie sino sabe antes lo que va a obtener de beneficio.  Imagínate que le escuche una inverosímil conversación sin que ella lo supiera, al regresar a la casa antes de tiempo, la encontré casualmente diciéndole a su perico, si así como lo escuchas, estaba hablando sola con aquella loca ave, la única a la que le puede abrir su negra alma,  explicándole que me había dado alojamiento para conseguir la dote gracias a la ayuda de mi influyente hermano.

Cristina se queda pensativa, ya sabía desde hacía tiempo que aquella delgada ex  Hermana no era el dechado de virtudes que aparentaba ser, pero nunca lo diría. También estaba consciente que, lo que realmente le molestaba a Milagro, había sido descubrir que Raquel era una depredadora y calculadora que no daba nada gratis, peor que ella pues había logrado engañarla. Que cuando le pidió alojamiento, lo cual no era por no poder pagar un alquiler, sino por tacaña, hecho contradictorio ante el aparente despilfarro que demostraba cuando algo le interesaba, sin embargo la verdad era otra, ahorraba todo lo que podía, y eso lo conocía Raquel, quien aprovechando la debilidad de la mujer le aparenta hacerle el favor de darle cobijo, pero ya tenía previsto recuperar el dinero de la dote a través del poderoso nuevo Obispo, su hermano. Para Milagro deducir que había sido descifrada sin que lo detectara, engañada por alguien más refinado en el arte de la manipulación que ella, era imperdonable para su ego.   

Cristina sigue su camino, dejando atrás aquellas miserias, con el tiempo se convertiría en una galardonada escritora, viajaría por el mundo entero, en uno de esos destinos tendría una revelación.

Juana y Lucas, el proveedor, se mudarían a otro poblado ante la posibilidad de ser inculpado en la muerte de Monseñor por aquel cuchillo que fatídicamente había dejado olvidado en el altar. Allí vivieron felices y tuvieron 18 hijos. Hoy día todavía se escucha su cantarina risa.

Consuelo, viviría con Don Pedro, el Jefe Civil, a quien había conocido las veces que invadió el Convento, cuando debido a su cargo como Discreta, le correspondió intervenir para proteger el claustro. A partir de entonces lo visitaría clandestinamente, saliendo por la secreta puerta del cementerio, con ayuda de Juana. Este hombre se convertiría en un honorable empresario al contar con el apoyo de aquella emprendedora mujer. Tendrían un hijo que los llenaría de nietos, ella se dedicaría a colaborar en el orfelinato y sería una persona satisfecha y feliz.

Ángela, se uniría con el cuidador de la cárcel, serían muy felices, nunca más toco ningún instrumento que produjera un timbre de llamado, ni siquiera un pequeño silbato.

Berta terminaría por reunirse con las cinco hijas que había dado a luz, en esas ruidosas noches del Convento de supuestos espantos, bajo el amparo solidario del pecado en común. Eran de diferentes padres, quienes nunca se identificaron. Su manutención la realizaba con los préstamos que le facilitaba Milagro a cambio de los secretos compartidos del Convento y de su discreción sobre la novicia que visitaba de noche. Compraría una pequeña casa con lo sustraído del depósito de Santa Ángelus, que comercializaba en el pueblo con ayuda de Juana y su verdulero. En estas salidas escondidas, regresaba embarazada. Trabajaría cuidando enfermos a domicilio.

Las novicias jóvenes junto al grupo de frailes que habían sido sus acompañantes durante las correrías en las noches de brujas en Villafranca, se fugarían  de aquel imperio del odio.

Al concluir el apurado acto del entierro, el cementerio queda abrumadoramente vacío, un frio viento lo recorre mientras los asistentes abandonan rápidamente el lugar llevando en sus rostros la carga de sus miedos ante lo nuevo que se avecinaba, la incertidumbre se enseñoreaba en el Convento.

Las novicias se dan cuenta que están desamparadas, la autoridad se ha desvanecido, ni Isabel, ni el Provincial ni su mentora la Hermana Raquel están más. Entonces asimilan que después de haber sido la manzana de la discordia, el origen de la debacle ocurrida o por lo menos así lo percibían, pues desconocían lo del anillo de la pasión, ahora resultaba que eran seres invisibles, nadie las determinaba, las desechaban como algo inservible, sin ningún valor para aquella congregación. Se miran entre sí, casi estuvieron a punto de dividirse por aquella escogencia de algunas de ellas para ingresar a Santa Ángelus. Una verdad cruelmente abrumadora, al entender que realmente eso no tenía importancia para las poderosas Velos Negros, solo habían sido una pieza en un juego de poder, una realidad que las asaltaba mostrando el duro rostro de la hipocresía.

              Ahora, ¿Qué somos? —Pregunta una.

              ¡Aves libres! —Responde otra.

En ese momento no eran ni novicias ni Velos Negros, la razón de permanecer allí ya no existía, se abrazan entre si llorando, un llanto liberador y deciden huir, conocen el bosque como si fuera un amigo entrañable, entran rápidamente al Convento para cambiarse los negros hábitos por sus antiguos trajes de vibrantes colores florales, al salir se topan con los jóvenes frailes envueltos en sus marrones sotanas, que las están esperando, llevan algunas teas encendidas para alumbrar el camino de la independencia. Se marcharían de aquel fatídico lugar poco antes de que ocurriera la invasión de los piratas. En medio de aquella trifulca nadie se daría cuenta de su ausencia, solo revelada por una nota dejada para sus padres: “Nos fuimos a ejercer la sinceridad, a conocer el amor verdadero” 

Fundarían una compañía itinerante de teatro, recorrerían el mundo presentando sus obras inspiradas en aquellas realizadas los locos viernes en el bosque, sus experiencias personales las ayudarían a organizar la primera comunidad sin prejuicios desde el punto de vista de la sexualidad y la libertad de vestirse sin acatar normas sobre el género, ni de sentir de acuerdo a lo  establecido socialmente como aceptado.

A la abadesa nueva le donarían una vieja casona donde junto a las Hermanas con vocación que no renunciaron a sus hábitos, fundarían un modesto Convento, por un tiempo sería clandestino debido a las prohibiciones imperantes del entonces gobierno, hasta que llegaría al poder otro Presidente y un nuevo Papa quienes les darían los permisos y sus bendiciones para abrir la congregación.

Aquella abandonada casona ostentaba una leyenda de amor, había sido erigida por un hombre locamente enamorado de una bailarina a quien quería convencer de quedarse a vivir con él, en esa majestuosa mansión edificada al mejor estilo francés, con muchas habitaciones y salones para recibir invitados y hacer grandes festejos para deleite de su amor, según contaban los lugareños, la bailarina no acepto el obsequio pues implicaba perder su libertad, marchándose y dejando al hombre abandonado quien termino muriendo de amor, un mal común en aquellos  tiempos.  

El pueblo tenía la esperanza que aquel pequeño y humilde Convento, en comparación con Santa Ángelus, se convirtiera en un faro de moral y religiosidad, pero las pasiones humanas siempre son las mismas en cualquier época, lugar o circunstancia, las aguas inexorablemente buscan el río.  

Gabriel, el mulato amor imposible de Alicia apareció misteriosamente muerto, según se comentaba, había resbalado y caído accidentalmente por un precipicio. Alicia siempre sospecho que fue su padre, debido a que este fatídico suceso ocurriría convenientemente justo días antes de su traslado de Catollica a Santa Ángelus. Previo a su embarque él se lo confesaría, era falso lo del accidente y ella notaba el placer que sentía en decírselo.

Gabriel estaba casado con una buena mujer que era infértil y criaría al  hijo de Alicia como suyo, al quedar viuda conocería a un vendedor de mercancías que casualmente pasaría por Villafranca, al irse se la llevaría a la capital junto al niño a quien adoptaría, dándole su apellido y educación, sería Fernando Carvajal, el primer hombre de color y de origen humilde en ser Presidente de su país.

El destino marcaba nuevamente una jugada, un recién electo Presidente se entrevista con el Cardenal para despedirlo antes de su importante viaje al Vaticano, donde su presencia había sido requerida para la elección del nuevo Papa, ya que el anterior había fallecido, sin imaginarse que el escogido sería precisamente su persona para ocupar tan relevante cargo, en la conversación ambos descubrirían que eran de Villafranca, al enterarse Fernando que había sido franciscano del monasterio de su pueblo, le preguntaría si por casualidad había conocido a la Hermana Alicia, en confesión le revela que era su madre y deseaba encontrarla.

David se queda observando al hombre pensando que Dios escribe derecho en renglones torcidos y sus caminos siempre conducían a él y allí estaba dándole la oportunidad de retribuirle a aquella mujer los momentos de felicidad recibidos de ella, su primer y único amor terrenal, además la posibilidad de rescatar su alma.

Disponía de la dirección donde residía Alicia gracias a Cristina, quien en los viajes de presentación de sus libros, iniciando una nueva investigación para escribir sobre una famosa Maison de Plaisir, donde todos los pecados eran permitidos, regentada por una bella mujer cuya fama traspasaba fronteras, de nombre Allegra, conocida así por su risa espontánea y cantarina, la localizaría por casualidad.

Todo había sucedido al ubicar el lugar en cuestión, al cual se dirigía para entrevistar a su dueña, repentinamente al acercarse distinguiría en una cercana calle a una conocida que camina apresuradamente, entonces la sigue y ve que sorpresivamente ingresa en la famosa casa de placeres, al preguntar a un vendedor ambulante parado enfrente, quien era aquella mujer, le daría una respuesta que la dejaría pasmada, Alicia y Allegra eran una misma persona.

Estando de regreso en su país, la famosa escritora se encuentra con el Cardenal, con quien mantenía la única amistad conservada de Santa Ángelus, ambos se identificaban por sus valores, afinidad que conduciría a una estrecha confianza incluso de conocer el secreto de la pasión sucedida entre David y Alicia. A pesar de los años y la distancia, se escribían frecuentemente pues ella colaboraba en una organización de ayuda al necesitado que coordinaba su amigo religioso.

Al verse nuevamente le indicaría la dirección de la  rubia mujer sin entrar en detalles de la inocultable vida que llevaba. Sin embargo al Cardenal no le fue difícil enterarse de cuál era la profesión que ejercía, la Iglesia todo lo conocía, sus redes de información abarcaban el mundo.

El Prelado siente que tiene una deuda pendiente con ella que debe saldar, aquel perdón que no logro darle años atrás por dudar momentáneamente entre su papel de hijo y el de sacerdote, cuando se lo fue a dar, ella se había marchado, ahora su deber cristiano se lo dicta y lo haría.

Ese día sentado frente a frente los dos amores de Alicia, David le revelaría a Fernando el lugar donde residía su madre, contándole toda la verdad de su sufrida vida que conocía muy bien y las causas de su separación. También le detallaría la profesión que ejercía y del porque había tomado ese camino. Le pide que no la juzgue, que la perdone.  

Un día llegaría un coche a la casa de la Madame, traía una encomienda, un sobre con el membrete de la casa de gobierno de su país, contiene una invitación a asistir a la toma de posesión del nuevo Presidente, habían trascurrido cuarenta años de aquel otro día que Alicia se fuera de Villafranca.

Al bajar del avión que la traía de vuelta al mismo punto del que había partido años atrás, siglos atrás, una eternidad atrás, como por arte de magia finalmente la vida dejaría su ironía, todo desaparecería, ya no habían más palabras que decir, más daño que hacer.

Bajo el inclemente sol ambarino que relumbraba en aquel cielo azul, ocurriría un prodigio que nadie a su alrededor notaba, la capacidad más maravillosa del ser humano, la de cambiar para renacer, finalmente había despertado de un largo sueño. La mitad de su vida había sufrido por no haber podido ser como su padre quería y la otra mitad se la paso castigándose por no haberlo logrado. A partir de ese momento comenzaría a conocerse realmente, a ser auténticamente ella.

Alicia no tenía más razones para seguir siendo la persona casquivana en la cual había devenido, al salir de la aduana del aeropuerto la esperaba su familia con quien conocería el amor verdadero, incondicional, sin manipulaciones. Como un impetuoso río, descubriría que lo importante no era la naciente ni el sinuoso trayecto, sino la desembocadura, el ancho mar donde todo tiene cabida.

   Rodeada de su hijo, su nuera y sus nietos viviría feliz los últimos años de su existencia, estaba lejos de imaginarse que otra sorpresiva misiva le llegaría, la invitación a otra toma de posesión.

En aquella majestuosa capilla cuya imponente bóveda pintada con los más famosos frescos del mundo, bajo aquel gigantesco mural donde resaltaba el índice omnipotente alargándose generosamente hasta alcanzar aquel otro dedo humano para otorgarle el don más preciado, el de la vida, Alicia se inclinaría respetuosamente para besar el anillo papal, buscando recibir un milagro similar, el del perdón. No se atreve a verlo, tal vez la delataría su intensa emoción.

              ¡Absuélvame, Su Santidad, se lo suplico, deme su perdón! — Pide la mujer con voz trémula y cabizbaja.

              ¡Siempre lo tuviste!. En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, te absuelvo! — Responde el Santo Padre.

Alicia levanta la cabeza, topándose con su luciente coronilla debido a la instalación de una dominante calvicie, el cabello que caía sobre sus ojos no estaba, un blanco solideo cubre la cúspide de aquel dorado desierto. Él tropieza con una diáfana mirada que se asoma como un tranquilo remanso de paz, el turbulento remolino que arrastraba hacia un tormento deseado había desaparecido del verdoso fondo de sus ojos. A su vez, ella nota en los de él un intenso amor, no como aquel del Presbiterio, sino otra clase de sentimiento, despojado del deseo carnal pero más grande, celestial, irradiando una deslumbrante pureza, tan intensa que cegaba.

              ¡Ve en paz, ve con Dios, hija!

El círculo se cerraba, Marco había logrado su deseo de que David llegara a donde no hubiera podido hacerlo él y además obtendría su perdón a través del perdón dado a Alicia.

FIN