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domingo, 26 de octubre de 2014

Capitulo 22 Los Sefarditas.

Bartola regresaría con sus tres hijos a Parapara en 1879, un año con una grave crisis económica, en el cual repentinamente fallece el recién electo presidente, siendo convocadas nuevas elecciones presidenciales, detonante de otro caos político. Todo había comenzado por la inexperiencia en el manejo de la nación por parte del presidente Alcántara, cargo al que había llegado por el apoyo de Guzmán Blanco, quien lo había propuesto para ser su sucesor, a quien desde París, donde se encontraba residenciado el llamado Divino Ausente, por las largas temporadas que pasaba fuera, le enviaba los lineamientos para el manejo del país, el cual en la práctica seguía siendo el Presidente en ejercicio, pero Alcántara se subleva, no acata sus órdenes, traicionándolo, tenía apenas un año en el poder, cuando ocurre el deceso.
Ante la sospechosa y oportuna muerte, se desatan los rumores señalando al gobierno como culpable. Al no emitirse una aclaratoria oficial sobre las causas de la muerte, una ola de temor cubre la ciudad de los techos rojos, Caracas guarda silencio. No sucede lo mismo en el poderoso interior del país, la Venezuela indómita, reacciona bravíamente ante el vacío de poder, su líder, el general disidente León Colina, opositor al dictador, lanza su candidatura en medio de este clima de tensión. Pero los grandes comerciantes, afectados en sus intereses por la crisis originada por el extinto Alcantara, ante el temor de agravarse con este candidato rebelde al régimen, se unen al círculo del poder militar conformado alrededor del autócrata, quienes lo llaman de regreso al país, surge así la Revolución Reivindicadora, excusa para que las elecciones no se realicen.
Ante el descalabro político, el militar anti-guzmancista decide irse a las armas contra el gobierno considerándolo de facto por no provenir de unas elecciones tal como establecía la constitución. León Colina atrincherado en Coro, se entera que un contingente de 4.000 hombres proveniente de Barquisimeto al mando del General Fabricio Jacinto Lara, habían llegado a Siquisique luego de pasar por Carora y Río Tocuyo reclutando hombres, allí venía Antonio Perozo, el objetivo era recuperar la ciudad portuaria, destino al que se dirigen. Ante la abrumadora presencia del ejército, el General León Colina decide rendirse, entregándose al General Sulpicio Gutiérrez, Jefe Civil y Militar de Siquisique, encargado de llamar a la reconciliación y la paz, por tener gran arrastre dentro de los pobladores por ser oriundo del lugar.
Al terminar este conflicto, Antonio regresa a su hogar, un segundo mandato de Guzmán se había iniciado el 25 de febrero de ese año, conocido como el quinquenio, pues duraría hasta 1884. Finalmente la pareja se reencontraría, nacería su cuarto hijo, el 20 de diciembre, sería Cosme Antonio, completando los dos nombre de los hermanos gemelos sanadores, santos mártires, tomados por su madre Bartola, el niño es bautizado en la Iglesia parroquial del pueblo, donde está asentado dicho registro, figurando de padrino Francisco Brizuela y de madrina, una nueva parienta, Manuela Santéliz, ambos parientes.
Guzmán Blanco llega de Europa con ideas novedosa en materia internacional, posicionando los productos agrícolas del país en los mercados externos, obteniendo grandes ganancias, dándole un impulso a la economía para sacarlo de la crisis, por primera vez se usarían mecanismos amedrentadores nunca vistos en diplomacia, con el fin de doblegar al mercado internacional, mediante el cierre de embajadas, consulados y otros establecimientos diplomáticos, además confrontaría a España, Estados Unidos, Inglaterra y Holanda. La razón de la disputa con esta última nación se debió a que las Antillas Holandesas de Aruba, Curazao y Bonaire eran refugios de los opositores exiliados donde recibían apoyo internacional en pertrechos, de allí salieron varios golpes de estado, entre los más famosos estaba el de Bolívar y el del mismo Guzmán, con esta experiencia les exige no otorgar más asilo político a los Venezolanos.
Así llegaría el año de 1883 el país está en calma, nuevamente prosperando, pero simultáneamente se daría una corrupción sin precedentes que empaña el desempeño del gobierno de Guzmán. Bartola, se debate internamente por el desencanto del guzmancismo, daría a luz su último hijo, sería una mujer. Su pariente y amigo, quien los había protegido en Siquisique en 1876, cuando el alzamiento de Los Castro, el General Juan Bautista Salazar es nombrado padrino de bautizo. Este militar estaba vinculado con los Santeliz a través de su familiar, Ildefonso Salazar, casado con Rosa Crespo Sambrano, oriunda del poblado de Aregue, descendiente del segundo matrimonio de María Pinto de Cárdenas, originando a los Salazar-Crespo, enlazados con las familias Santeliz, Nieto e incluso Perozo. Uno de estos hijos, llamado Pío Salazar Crespo se casaría con una prima doble, igualmente descendiente de los Salazar-Crespo, se trata de Manuela Santeliz Salazar de Salazar, parienta de Bartola por ambos lados, madrina de bautizo de sus dos últimos hijos, Cosme y Juliana del Carmen e igualmente de algunos Carmona Oliveros. En el registro parroquial de Juliana, por primera vez en los descendientes de Bartola se observa el uso de la letra “y” para enlazar los dos apellidos, escribiendo Perozo y Castro, costumbre reservada exclusivamente a los mantuanos, un reconocimiento social a la pareja para entonces, que denota la desaparición del estigma de ser de sangre manchada.
El nombre de esta hija es seleccionado por Bartola por el de Juliana de Nicomedia, una santa de origen griego, a la que se le atribuye haber vencido a Satanás manteniéndolo encadenado, historia muy conocida en la Iglesia Medieval y en el mundo católico. La razón de esta escogencia es la existencia de temas que habían llegado a su vida, atormentándola al cuestionar lo que ella creía sobre lo el pecado o el Diablo y Dios, controversias prohibidas por la Iglesia Católica, repentinamente siente que fuerzas misteriosas la están tentando a través del libro de la Kabbala que guardaba en su baúl, el cual había comenzado a leer, despertando una conciencia de la existencia de otras verdades que la sacuden, iniciando una lucha interna con respeto a sus creencias católicas, le ruega a la Santa que la ayude a apartarse del mal, ofrendándola con su nombre dado a su hija para la protección de ella y su familia, ante el pecado que cree cometer.
Este dilema comenzó un día estando de compras en Carora, una de las tiendas que siempre visitaba era la botica de su amigo el Señor Curiel, como rutinariamente había hecho muchas veces para abastecerse de las pócimas, linimentos, tónicos y demás componentes para las mezclas usadas en su actividad de curandera. Al terminar de seleccionar lo que necesita mientras esperaba que le envolviera en papel los artículos comprados, aprovecha para intercambiar conocimientos médicos con el boticario, con el cual mantenía una empatía profesional, repentinamente este le dice: “Señora Bartola, espere un momento, le voy a entregar un obsequio dejado aquí de parte de su socio, el Sr Mordehay Henríquez, me pidió que le dijera que era con el mayor respeto hacia ud, si me lo permite, es un manuscrito que no se consigue en librerías, nunca ha sido publicado, es de uso exclusivo de algunas familias caroreñas, quienes lo poseen secretamente, no hay ningún compromiso de su parte en leerlo, allí encontrara las respuestas que busca a sus orígenes”.
Al llegar a su casa, estando los niños dormidos, bajo la luz de una lámpara de querosén, en medio de una noche de tormenta, comienza a leer, su curiosidad la domina. Repentinamente ante sus ojos se revelan secretos guardados que van más allá de la conspiración política, de los asuntos carnales o de la sangre manchada al ser descendiente indígena. Descubre que hay otro estigma que tiene que ser borrado, ocultado, era el origen judío de la población caroreña, explicando las marcadas devociones como la de los santos y ángeles característico de sus pobladores, no faltaba en las casas de casi todas las familia, el cuarto de los santos o una vitrina repleta de imágenes, colocada en un lugar preponderante para ser visto por las visitas, con el fin de simular sus orígenes, sus verdaderos antepasados, amparándose en un catolicismo exagerado, evitando ser descubierto, no levantar sospecha, incluso hasta asumir la tradición de que uno de los hijos de toda familia debía ser sacerdote o monja. Las razones estaban allí: la persecución de la Iglesia Católica contra este grupo humano a nivel mundial que incluso alcanzó a Venezuela y Carora, dando origen a los judíos conversos o “marranos”.
Su alma se acongoja al enterarse que su amada iglesia, acosada por Guzmán Blanco, lo cual la había alejado de la participación activa en su gobierno, paradójicamente la iglesia también había sido un cruel perseguidor, condenando a muerte a miles de personas por sus creencias religiosas. Cruza un relámpago iluminando el negro horizonte, sobresaltándola en el momento que estaba leyendo sobre la Inquisición en Europa, enterándose que España era la cuna de los judíos sefardí, vocablo hebreo que significa español, así conocidos por estar identificados con esta cultura hispánica, sin embargo mantenían sus creencias secretamente, originando el criptojudaismo. Al emigrar de Sefarad a Carora, surgiría uno de los secretos mejor guardado, al denominarse como ciudad levítica, resaltando su gran religiosidad por la gran cantidad de sacerdotes católicos surgidos de ellos, sin embargo es contradictorio al ver la vida poco ortodoxa de estos clérigos, uno de estos ejemplos era el del irreverente cura de Aregue. La palabra levítico o leví tiene un origen hebreo, Carora, la ciudad levítica publicaba crípticamente así su origen sefardita.  
Continua su lectura que la lleva a revelar que su existencia en Venezuela era tan antigua como el descubrimiento de América, en las tres calaveras venían “marranos” expulsados por los reyes de España mediante un edicto que los obligaba a abandonar el territorio español después del 30 de junio de 1492 coincidiendo con el viaje de Cristóbal Colón, no podían quedarse si no se convertían al catolicismo, lo que los impulsa a embarcarse como marinos en esta peligrosa aventura, incluso, Colón al regresar del primer viaje fue acusado por la Inquisición de ser judío por una referencia que hace al comparar una luz avistada la noche antes del descubrimiento con el menorá, candelabro judío, revelando sus orígenes.
La segunda referencia, que dejaría pasmada a Bartola, sería enterarse que los manchegos llegados a la ciudad de El Tocuyo, en el siglo XVI desertores de las filas del buscador del tesoro de El Dorado, Pedro Maraver de Silva, eran judíos sefardíes quienes también huían de España, los cuales participarían en las refundaciones y poblamiento de la naciente Carora, ellos traían consigo grandes conocimientos en diversos ámbitos, principalmente en construcción gracias a los cuales se daría el vertiginoso desarrollo de la ciudad. Forjarían una nueva raza de venezolanos: el Caroreño, muy devotos, cultos, pero sobretodo unidos entre sí, apegados a su tierra como nadie más, poco ortodoxos en temas religiosos, permitiéndoles adaptarse al nuevo mundo, hasta el mestizaje era aceptado como una necesidad, el mejor representante de estos convulsos tiempos es Pedro Gordon, sepultado en la Iglesia San Juan Bautista, al igual que su irreverente descendencia.
Por otro lado, debido a la terrible persecución del Inquisidor Torquemada, los judíos sefarditas se dispersaron por toda Europa, llegando a Holanda, de aquí a través de sus barcos viajarían a sus colonias, las islas del Caribe, donde se establecen iniciando un intenso comercio con Coro desde antes del siglo XVIII, identificándose con los pobladores originarios al compartir un mismo origen, reconocidos por señales crípticas, estableciendo una rápida conexión entre ellos, así florece un comercio ilegal que nutre la economía local, surge la desconocida época de oro de esta región.
Ellos trajeron la Kabbala con sus misterios, el poderoso sello de Salomón, un talismán frecuente encontrado en algunas construcciones cristianas medievales, como es el que está en la fachada de Santa María de la catedral de Burgos, usado con diversos fines protectores contra los malos espíritus y también  de incendios. Otro símbolo cabalístico es el árbol de la vida, uno de los más importantes del judaísmo sefardita representado en su menorá, candelabro de siete brazos que recuerda el arbusto en llamas que vio Moisés en el monte Sinaí, igualmente este símbolo es común a culturas como las indígenas representado en el árbol madre o árbol del mundo y en la religión católica descrito en el edén como el árbol del bien y del mal. Los Sefarditas también introducen la masonería y una orden cabalística, la de los rosacruces, dedicada al estudio de antiguas tradiciones secretas y de la alquimia.
Luego en el primer tercio del siglo XIX llega una tercera generación de judíos holandeses a Coro, son dueños de naves, firmas mercantiles receptoras de productos importados producto del contrabando, manejan toda la cadena de comercialización. Se ramifican a Carora, que les abre sus puertas, existen lazos familiares, comparten el idioma español, en el manuscrito están sus identidades. El secreto es fundamental, existía una poderosa razón, no querían perder su nueva Sefarad. 
Bartola, ansiosa desliza sus dedos por la lista de los nombres, son los sefarditas llegados a estas tierras, súbitamente un rayo cae sobre un árbol cercano incendiándolo, instante en que finalmente entendería, simultáneamente su mente estalla en llamas de luz, como aquel árbol, allí está el apellido Castro.










domingo, 19 de octubre de 2014

Capitulo 21 El despertar del tercer ojo.

“Bartola, que te pasa? te veo pensativa, preocupada!" Comenta Antonio quitándose las botas sentado en el borde de la cama. Su esposa, vestida con un camisón largo de lino usado para dormir, lo mira a través del espejo que sostiene con una mano, mientras se cepilla su cabello que cae sobre su espalda y piensa que bien la conocía su marido, era cierto, estaba atormentada con el rumbo tomado por Guzmán Blanco en el acontecer político.    
El gobierno, el cual había impulsado grandes avances en el país en materia de construcción de obras, vías férreas, redes de telégrafo y los inicios de la telefonía, estaba ensombrecido por la persecución a la Iglesia Católica, cada día era mas dictatorial y militarista, sumado a la gigantesca corrupción, sembraba la semilla de su propia destrucción. 
Luego de un proceso llamado de pacificación, mediante el acorralamiento o la compra de los líderes más poderosos con el fin de anularlos, con la única excepción de la poderosa Iglesia Católica, de gran influencia sobre el pueblo desde la colonia. Al no arrodillarse ante el autócrata, éste reacciona vengativamente con el cierre de claustros, seminarios, iglesias y confiscación de bienes. Otro paso fundamental para su aniquilación fue el traspaso de las funciones de los registros parroquiales hacia el estado creando el Registro Civil obligatorio, estableciendo el matrimonio civil previo al eclesiástico, introduce el concepto del divorcio rechazado por la Iglesia Católica, instala la educación pública, inicia el culto a los héroes militares de la guerra de independencia colocando sus estatuas en plazas, sustituyendo la de civiles prominentes y santos. Bartola acababa de enterarse de cómo algunas imágenes tuvieron que ser trasladadas a lugares remotos para preservarlas, como el caso del Santo Niño de La Cuchilla, llevado por las monjas Clarisas en su huida, dejado en Bailadores como un obsequio en agradecimiento por ocultarlas al ser expulsadas violentamente de su claustro por el gobierno, esto le parece imperdonable, atacar de esa manera a las mujeres de Dios. 
No concebía que el objetivo por parte de Guzmán Blanco, de acabar con el poder de los conservadores enquistados en la Iglesia, era para no cometer el error de Juan Crisóstomo Falcón, quien se había conformado con el triunfo militar sin llegar a consolidar el político, conduciéndolo a su rápido derrocamiento, sus planes eran morir ejerciendo el poder, tal como ocurrió, Bartola, no aceptaba la política llevada a esos extremos. 
Su marido le pregunta: ¿Sabes que Guzmán Blanco pertenece a las logias masónicas? Construyó un templo para ellos en Caracas. Bartola sorprendida le responde: ese culto, traído por los vecinos sefarditas? Como es posible? Y su alma inmortal? Recuerdas que la última vez que fuimos a Carora, entre al negocio del Sr Curiel buscando hierbas medicinales, cuando nos íbamos me regalo un libro sobre la Kabbala? Aun no lo he leído por temor a pecar, el padre Juan Nepomuceno me dijo que eran conocimientos apócrifos, diabólicos para acabar con la Iglesia de Cristo.
“Querida, vas a tener que destruir el cuadro del santo con el rostro de Guzmán, nos meteríamos en un problema muy serio si lo descubren! Guarda el texto de la francmasonería en un lugar visible, nos ayudaría en caso de una requisa". Ella responde: nunca lo haría, pues no es el, eres tú. Prefiero encubrir mi autoría, buscar la forma de preservarlo junto a las otras pinturas y santos.
Así comienza secretamente a desencantarse de Guzmán e inicia el ocultamiento de la colección de las imágenes sagradas de la Iglesia, incluido los cuadros, con ayuda de los curas de Aregue y Río Tocuyo, pintar santos se había convertido en un delito político, ¿Quién se lo hubiera imaginado? Agravado por pertenecer al guzmancismo, al igual que su marido, su actividad artística los exponía a ser catalogados como traidores al régimen, por algún enemigo que quisiera perjudicarlos, siempre existía alguno.  
“Antonio, eso no es lo más grave! Esta mañana se presentó mi pariente Silverio, a visitarnos e invitarnos a participar en la conspiración que está organizando el general Arce para derrocar a tu jefe, el general Juan Agustín Pérez”.
Al acercarse el final del septenio del gobierno de Guzmán, en 1876 se emprendería un proceso electoral con motivo de la supuesta sucesión del mando. Así los Generales Francisco Linares Alcántara y Hermenegildo  Zavarce, protagonistas de la Revolución de Abril y actores del sofocamiento a la rebelión de León Colina, se disputarían la presidencia de la república por el siguiente período de dos años.
Lo que el pueblo no se percataba era que ambos hombres estaban bajo las ordenes del Presidente, siéndole indiferente quien ganara, a pesar de esto la contienda se transformaría en un suceso violento, al tomar partido los grupos locales, por uno de los dos bandos, comandados por los caudillos regionales quienes poseían ejércitos particulares o montoneras, aislados en sus comarcas debido a la casi virtual ausencia de una comunicación expedita hacia el interior rural del país, el correo y el telégrafo eran destruidos en las guerras que asolaban el país.
Estos caudillos regionales seguían a nivel nacional a su líder Guzmán Blanco, sin embargo adversaban a su homologo regional por razones personales, subyacían los intereses de los grandes negocios mercantiles conseguidos a través del poder militar, siendo la verdadera razón por la que se daban estos levantamientos armados. Estas hostilidades generalmente eran a muerte a pesar de pertenecer al mismo partido político.
Carora y Río Tocuyo no escapan de esta situación, ocurriendo una confrontación sangrienta entre zavarcistas y alcantaristas locales en marzo de 1876, ambos nuevamente enfrentados por razones políticas, económicas y raciales.
El General Juan Arce, alcantarista, enemigo del General Juan Agustín Pérez, zavarcista, para ese momento Jefe Civil y Militar de Carora, inicia una confabulación política para derrocarlo de su cargo, se traslada a Río Tocuyo, poblado alcantaristas, con el objetivo de soliviantar al grupo de lugareños de los Castro, el más destacado era Silverio Castro, un cacique de sangre mestiza que ejercía una dominación en la región junto a sus familiares debido al prestigio de ser valientes y bravos, hombres muy peligrosos por lo que eran reconocidos por los indígenas como Jefes de Tribus.
En su contra estaban lo más rancio de las godarrias caroreña como eran el General Vicente Sosa y Don José Manuel Perera, otros como Antonio María y Agustín Zubillaga, Andrés María Montesdeoca, Andrés Riera Silva, Flavio Herrera. Nuevamente están caroreños y riotocuyenses en bandos opuestos.
Las cosas le eran favorables a los conspiradores pues en Barquisimeto la situación era igualmente delicada debido a que el Presidente del Estado Lara, Toribio Silva estaba pasando por una  ingobernabilidad política con fines de derrocarlo, beneficiando a Juan Arce en la conjura, puesto que el gobierno regional no podía disponer de sus fuerzas militares para sofocar una revuelta local. Sacando provecho del momento, este general quien ejercía una gran influencia sobre ellos, fácilmente los convence de atacar a Carora. Enterándose el General Juan Agustín Pérez decide anticiparse, saliendo acompañado de 10 hombres que logra reclutar, mayoritariamente caroreños, todos liberales amarillos pero igualmente eran godos, conformados por Rafael Silva Riera, Ramón Perera Montesdeoca, Julián Montesdeoca, Nicanor Pérez, Manuel Antonio Fernández, Leandro Arroyo, Juancho Álvarez Arroyo, los andinos Francisco Saavedra y Juan de Dios Aponte, van a galope fuertemente armados con máuseres y lanzas de caballería, rumbo al poblado de Aregue que era el sitio habitual de reunión de este grupo de 60 hombres, al no encontrarlos allí continúan camino hacia Río Tocuyo. En el trayecto,  debido a la desigualdad numérica de los bandos, el General Pérez decide la estrategia militar de simular una huida retirándose hacia un terreno que le era favorable, allí prepara una emboscada logrando sorprender a los Castro, dos son asesinados, otro herido, un cuarto es hecho prisionero, huyendo los demás. Los del gobierno salen ilesos.
Uno de los Castro, al caer herido del caballo cuando trataba de huir, fue lanceado por Francisco Saavedra hasta rematarlo vilmente en el suelo, presenciándolo Julián Montesdeoca quien lo instó a lavar la lanza manchada de sangre en el río, ocultando la cobardía del acto cometido. Años después Saavedra sería asesinado por Segundo Verde, entonces Jefe Civil de Carora. En este suceso sangriento estaba subyacente el odio por la disputas de las tierras en posesión de este grupo, venida de décadas antes.
Bartola, quien nominalmente pertenecía a este grupo familiar pero como su marido era un militar adscrito a las fuerzas de Guzmán Blanco, se debatía en un choque de intereses entre sus familiares de sangre, Los Castro, alzados contra un gobierno en ese momento de gran apogeo, lo que crea un conflicto en Bartola, alcantarista al igual que sus familiares maternos pero su esposo debía acatar las órdenes de sus superiores, el zavarcista Juan A. Pérez.
Esto la obliga a emigrar de Parapara, para darle tiempo al tiempo y que la situación local vuelva a calmarse, va embarazada de su tercer hijo.
Como la ruta de ataque del gobierno es desde Carora a Aregue siguiendo hacia Río Tocuyo, la única vía de escape es la contraria, hacia Siquisique y sus montañas aledañas, Antonio Perozo contaba con compañeros de armas, amigos de dinero, con grandes influencias residenciados en este lugar, dentro de los cuales estaba el General Juan Bautista Salazar de origen siquisiqueño con negocios en este poblado, les daría protección en su hacienda situada en San Pedro. Una mañana muy temprano, saldría Bartola de su casa en Parapara, va con un arreo de varios burros y caballos, lleva además de sus dos hijas a sus pinturas, una litografía, sus más apreciados libros y el corazón roto: su gran amigo el cura en propiedad de Río Tocuyo había muerto.   
Esta estadía se alargaría por casi medio año, debido a que por las elecciones se constituyeron en todo el país las juntas de inscripciones de los candidatos, efectuándose con extrema violencia hasta el de cometerse algunos crímenes por el radicalismo de ambos grupos, uno de estos asesinados sería el hijo de Julián Castro.
Bajo estas circunstancias daría a luz su hijo, bautizado en Baragua por su amigo Vicente Domingo Oropeza que se encontraba aquí, único del matrimonio que no lo haría en Río Tocuyo, escoge llamarlo Damián Francisco debido a los escritos en griego leídos por ella, sobre los Santos mártires San Cosme y San Damián, patronos de los médicos católicos, no cobradores porque ejercían la medicina gratuitamente con los pobres, al considerar el arte de la curación como un don divino. Estos dos hermanos gemelos de origen árabe, vivieron en el siglo III después de Cristo, eran médicos de la Escuela de Pérgamo del Imperio Bizantino, del mundo helénico griego y egipcio, decapitados por sus creencias religiosas, a cuyo sepulcro peregrinaban los devotos por las curaciones milagrosas realizadas.
Bartola seguía fielmente a estos dos santos católicos, cuyos nombres no eran comunes en Río Tocuyo, usándolos para sus dos hijos varones procreados en su matrimonio.
Esta estancia le serviría a Bartola para conocer estas montañas, sus caseríos, su gente, sus diferentes caminos que la atravesaban, la riqueza de su fauna silvestre, los afluentes de aguas naturales y lo escarpado de sus  laderas la convertían en sitio estratégico para esconderse, principalmente el caserío llamado San Pedro, ubicado en el Páramo de Las Rosas, donde apareció misteriosamente una litografía de una Virgen de origen checoslovaco, a finales del siglo XIX, para calmar los enfrentamientos violentos entre los Castro que se residenciaron aquí. La imagen llamada Virgen de Monserrat pudo tratarse de un obsequio anónimo de Bartola, a este remoto caserío montañoso que la acogió y también a sus hijos cuando necesitaron ocultarse, similar a la historia de Bailadores.
Posterior a la pantomima de proceso electoral, en la cual gana Linares Alcántara, Guzmán se retiraría a vivir en París, en una lujosa mansión producto de la escandalosa corrupción, desde allí gobernaría a través del telégrafo por los dos años siguientes, hasta 1879 que regresaría ante el caos del país debido a la inexperiencia de los sucesores.
El despertar de la conciencia de Bartola había comenzado, era admiradora de Guzmán desde que pasara junto a Juan Crisóstomo Falcón por Río Tocuyo, la había hecho feliz cuando nombró a Churuguara capital de Venezuela en 1875 para gobernar desde allí, creyó que por fin el interior del país tendría relevancia, el movimiento liberal era su vida, pero no estaba dispuesta a soportar la persecución realizada a la Iglesia, a los santos, saber que Guzmán era un pecador seguidor de los masones y ahora darse cuenta de lo poco que realmente le interesaba el bienestar del pueblo.
Ella le había prometido a Antonio, el día de su matrimonio, dedicarse a su familia, retirarse de la actividad política, pero esta la rondaba insistentemente. 
Joven soldado



sábado, 11 de octubre de 2014

Capitulo 19 Entre guerras: la vida cotidiana.

Comandante Antonio, lo buscan de su casa, la señora Bartola está dando a luz! Es un 27 de diciembre de 1872 apenas habían transcurrido 6 meses del casamiento, para el momento Bartola estaba embarazada de casi tres meses, nadie lo había notado gracias al cura Juan Nepomuceno, quien acortó los trámites del matrimonio en apenas 10 días, realizando la ultima amonestación el día anterior a la boda, logrando pasar desapercibido su vientre, por lo menos aparentemente, ahora este suceso despertaba suspicacias, colocaba en entredicho su reputación de mujer honesta.
Bartola escogería de primer nombre para la niña, María por su suegra y ella, el cual había heredado de María Pinto de Cárdenas a través de su bisabuela María Bartola Nieto. El segundo Agustina, debido al remordimiento que la atormentaba por el placer carnal, considerado como un pecado capital, disfrutado antes de casarse, concibiendo a esta hija. Le ruega al santo su intermediación para ser perdonada por compartir la misma debilidad lujuriosa, al ser conocedora del libro “Confesiones” el manual más leído de la vida espiritual de todos los tiempos, donde San Agustín contaba la etapa en la cual se había dejado arrastrar por la pasión sexual hacia una mujer con quien procreo un hijo, al encontrar la fe se convertiría al cristianismo bautizándose, superando lo que consideraba hedonismo y condenándolo.     
Pocos meses después, en los inicio de 1873 estando con los preparativos del bautizo de su primogénita, estallaría un conflicto que había estado gestándose entre los Díiztas, al no estar de acuerdo con la disposición de Guzmán con la elección del Presidente del Estado Lara, alzándose en una revolución encabezada por el General aguadense Fernando Adames en Siquisique, en sincronía con el General Eusebio Díaz junto a los habitantes de Duaca, atacando simultáneamente la ciudad de Barquisimeto defendida por el General Aquilino Juárez, nominado como presidente estadal. En las fuerzas de Adames viene el General oriundo de Baragua, Reyes García, quien obtiene la victoria en las calles de Barquisimeto, en el barrio denominado “Cuesta Lara”, el 24 de febrero de 1873, apresando al electo al cargo. Debido a estos acontecimientos el presidente Guzmán Blanco, le ordena la residencia forzosa en el Distrito Federal al General Adames, dentro de la tropa encargada de someterlo iría Antonio Perozo. El general Adames considerado no fiable, pues venía de combatir con los azules junto a Buenaventura Fréitez para luego cambiarse al lado de Guzmán e inmediatamente después apoyar al General Eusebio Díaz. Este decreto de ciudad por cárcel motivaría la separación de León Colina de las filas del guzmancismo, pues el alzado era su amigo incondicional. Guzmán Blanco después de haber usado a León Colina para obtener la victoria contra los Azules, posteriormente lo anularía como hiciera también con Eusebio Díaz y José Ignacio Pulido.
Regresando a tiempo para el bautizo que se realizaría el 13 de abril de ese año, asistiendo como padrinos Francisco Brizuela y Paula Nieto con quien se había criado. Era costumbre por parte de los hijos ilegítimos nombrar de padrinos de bautizo al padre biológico y así establecer un vínculo de parentesco entre ellos que era imposible por otras vías ya que el reconocimiento legal de los hijos fuera del matrimonio no existía. Este parentesco era espiritual pero en esta época era un vínculo sagrado, indisoluble que conllevaba obligaciones, así se los hacía saber el cura durante la ceremonia, de tanto peso como el consanguíneo, debido a la preponderancia de la Iglesia Católica en la sociedad. De esta manera Francisco Brizuela pasaría a ser un padre para Bartola al ser su padrino de bodas y ser un abuelo para sus hijos al ser el padrino de varios de sus hijos.  
Para Bartola este simple hecho de asistir ellos como padrinos de bautizo le producía una gran satisfacción, implícitamente era un reconocimiento de su familia, la misma sensación sentía al notar como el cura rector al bautizar a su hija María Agustina con 3 meses de edad, se había interesado en no llamar la atención en el registro parroquial sobre la fecha de nacimiento de la niña, al no hacer la aclaratoria de que este había ocurrido el 27 de diciembre del año anterior, acostumbrándose a especificar en los registros los hechos del año anterior con las iníciales pp, que significaban próximo pasado, como dato curioso no se aclara en este documento, evitando así dejar en evidencia franca el hecho de que se había casado embarazada. 
En otros registros parroquiales tanto anteriores como posteriores se hacen estas aclaraciones e incluso se anota el origen indígena, obviado en este documento, muy diferente al suyo y su madre Juana Bautista. 
Esto no era una casualidad, sino producto del poder político del movimiento liberal amarillo representado en su marido y de la amistad existente entre Bartola y el cura parroquial, no era de extrañar pues, además de ser una gran colaboradora con la iglesia, era ahijada de la hermana de Juan Nepomuceno, quien le había abierto las puertas a un mundo nuevo, la pintura. 






jueves, 2 de octubre de 2014

Capitulo 18 El Comandante Antonio Perozo.

Bartola se pasa una mano por el rostro, sin darse cuenta se mancha con pintura su mejilla, da un paso hacia atrás colocando el pincel en un recipiente, observa con detenimiento el cuadro que acaba de terminar de pintar, se sonríe ligeramente al ver el rostro del santo metamorfoseado en el de su amante. El cura Juan Nepomuceno, único en ver su trabajo, cree que se trata del Presidente Guzmán, no detalla la diferencia de la barba, ella deja pasar la confusión que la deleita, son los carnavales de 1872.        
Había conocido de vista al militar Antonio Perozo en los sucesos de abril de 1870 ocurridos en Carora donde ella participó como médico de los amarillos atendiendo los heridos, además de la organización para acampar y alimentar a la tropa camino a la larga lucha por derrocar al gobierno azul, que abarcaría los dos años siguientes, a pesar que se obtuvo el triunfo militar a finales de año, persistiendo una gran inestabilidad política, por un lado el levantamiento de José María “el Mocho” Hernández, jefe de la resistencia militar contra la Revolución de Abril, derrotado por el General Matías Salazar en Guama, un pueblo del estado Yaracuy y por el otro las luchas entre los caudillos locales por el poder, ocurridas en 1871, circunstancias que los había conducido por caminos diferentes, durante ese lapso no se volverían a ver. Ella prácticamente lo había olvidado, pero él no a pesar de no conocer su nombre, ni de donde era, si acaso era soltera, soñaba con reencontrarla, le rogaba ansiosamente al hado colocarla en su camino nuevamente.
Ese mismo año, se presentaría una peligrosa polémica en Siquisique, debido al resultado fraudulento anunciado en las elecciones para ocupar el cargo de Presidente del Estado Lara, favoreciendo al General Eusebio Díaz en contra del General Aquilino Juárez, amigo personal de Guzmán Blanco, quien ordena movilizar un contingente militar de su entera confianza, provenientes de diversos lugares cercanos, con el propósito de tomar la ciudad y apresar a los integrantes de la Junta Electoral local, uno de estos militares sería Antonio Perozo el cual acababa de regresar a la región después de derrocar al “Mocho” Hernández y a quien asignan en esta misión. Esta fuerza se encargaría de las nuevas elecciones, resultando escogido el General Aquilino Juárez, regresando la paz, pero solo en apariencia pues la conspiración continuaría.
En este relativo periodo de calma se celebrarían en  Siquisique, durante el mes de octubre, las fiestas religiosas de San Rafael, venerado por ser sanador de los enfermos, conocido como la “Medicina de Dios” entre los asistentes llegaría Bartola, con la comitiva que acompañan al muy conocido presbítero de Aregue, Domingo Vicente Oropeza, quien también era el cura auxiliar y promotor de la construcción del templo de Baragua, ella realizaría este viaje con motivo de colaborar en las festividades además de identificarse con el santo pues ejercía la medicina de manera devota.
Uno de los actos centrales era el baile de gala en honor de las tropas liberales triunfadoras, se llevaría a cabo en un salón de una de las más descollantes familias del pueblo, asistirían las altas personalidades en representación del poder local. En estas fiestas del Cantón Carora, era común el popular baile de La Bamba, propuesto por un asistente o el mismo dueño de la casa, cuyo origen se remonta a principios de la colonia, consistía en un intercambio de parejas al ritmo de polka, cada hombre pagaba una moneda extra del contrato a los músicos, estaba establecido que una bamba fuera equivalente a cinco reales. La polka era una danza de 3 pasos laterales rápidos en pequeños saltos que cambian de sentido con un golpe de tacón realizado al levantar la punta del pie hacia arriba, mientras el hombre caballerosamente sostenía a la dama de las manos manteniéndose a cierta distancia, acercándose de vez en cuando rítmicamente. En algún momento, al oírse el aviso de ¡pare la bamba!, se detenía la música, el hombre se dirigía a su pareja con una escogida copla, adaptado a las circunstancias, si se trataba de una aspiración de noviazgo se seleccionaba un verso en cuarteta romántica que la mujer contestaba de acuerdo a lo expresado y su sentir, nuevamente el anuncio ¡que siga la bamba! se cambiaba de pareja al son musical. Bartola disfrutaba bailando la polka, mientras lo hacía irradiaba un intenso magnetismo, inmediatamente se convertía en el centro de atracción de las miradas de los presentes, su porte, su ritmo, su falda danzando con ella, era imposible ignorarla. 
En esta época la timidez del joven o el temor a los padres de las muchachas dificultaba las oportunidades de acercamiento para conversar, incluso visitarlas en sus hogares, por lo que ésta manifestación folclórica propiciaba el intercambio de frases de doble sentido utilizando el contenido poético declamado para sus intenciones de cortejo, generalmente culminaban en un compromiso para un futuro matrimonio. Época donde todos eran habilidosos en poesías y versos. Durante varios días los invitados disfrutaban comentando lo ocurrido en la festividad, destacándose el comentario de las coplas de amores como también las de pique o broma graciosa.
En el fondo de la sala esta Antonio observando mientras se acicala su bigote, repentinamente distingue a Bartola, tenía casi dos años pensando en ella, deseando verla otra vez pero debido a las misiones con el ejército y al no saber quién era la mujer de sus desvelo, había sido prácticamente imposible localizarla, por lo que en un desesperado recurso realizaría una rogativa al famoso santo para encontrar objetos perdidos y amores imposibles, gracias al cual su madre le había colocado el mismo nombre, San Antonio, a quien ansioso le había pedido traerla a su destino. Cuando sus miradas se cruzan en aquel salón, no podía creerlo, había sido escuchado, allí estaba ella, su falda de terciopelo amarillo, en honor al liberalismo, se abría hipnóticamente en cada giro que daba, aprovechando uno de los cambios de pareja decide  acercarse a la desconocida, "con su permiso caballero, me permite a la dama" sin esperar respuesta inmediatamente la toma sorpresivamente de las manos cubiertas por largos guantes negros hasta el codo, al acercarse le susurra a su oído un poema de amor que tenía preparado, relacionado con su don de sanadora que él conocía, logrando despertar su curiosidad. Ella al mirarlo, lo reconoce, al tenerlo tan cerca se da cuenta del asombroso parecido con Antonio Guzmán Blanco, del mismo nombre, al igual que el del santo, lo diferencia la barba, mientras su admirado héroe la llevaba muy larga a veces dividida en dos por el centro, este joven en cambio la usaba recortada delineando su labio superior y su simétrico mentón, su rostro invitaba a pintarlo y despertaba en ella tormentosos pensamientos. Desde el nacimiento de su hijo no había manifestado interés en ningún caballero, su corazón estaba sellado para el amor, dedicándose hasta ese momento exclusivamente a la actividad política y religiosa, tal situación cambiaría a partir de esta danza. ¿Eres casada? Pregunta audazmente Antonio, mientras la mantiene tomada de las manos valiéndose del momento en que se acercaban el uno al otro al danzar hacia adelante y atrás. Ella le responde algo ásperamente, no pero tengo un hijo. Él la mira extrañado, no tanto por su respuesta como por el tono de desagrado que nota en su voz e insiste,  ¿Un hijo? Si, quede embarazada cuando los azules me deshonraron, aclara la bailarina. El aliviado le dice, eres muy valiente al decirme eso, gracias a Dios no eres casada. Termina la música, momento que aprovecha ella para salir del salón, sin darse cuenta que él la sigue. ¿Me permites acompañarte? Ella gira y realiza un ligero gesto de cortes aprobación, su uniforme militar impartía respeto. ¿A dónde te diriges? Ella responde, “A la casa parroquial”, mientras aprieta los labios denotando cierto malestar. ¿Qué vas a hacer allí? Insiste el joven militar curiosamente y algo juguetón. “Estoy alojada allí pues formo parte de la comitiva de Domingo Oropeza”. Antonio riposta ¿El párroco Domingo Oropeza? Que increíble coincidencia, Domingo me salvo la vida en Aregue cuando los azules casi me atrapan en una emboscada, me escondió en la sacristía, somos amigos. Por cierto yo soy soltero, no tengo ningún compromiso y lo sucedido con los azules no me importa, solo tú.          
Ellos ya se habían visto antes, año y medio atrás en Carora, dentro de la vorágine de la guerra, ahora en este encuentro, iniciarían una relación, descubriendo sus afinidades gracias a su amigo en común, iniciando un romance platónico, intenso pero breve, pues nuevamente se separarían al ser Antonio enviado a reforzar las tropas de León Colina en el Oriente del país en la pelea de “Caño Amarillo” en diciembre de 1871 y enero del siguiente año, comandada por el General Joaquín Crespo, quien fuera derrotado. Gracias a este triunfo el ya devenido en dictador Guzmán Blanco fortalece su mandato afirmando que aquí logró acabar con los godos hasta como grupo social.
Comienza el nuevo gobierno de corte dictatorial sometiendo a los opositores pero simultáneamente se establece un trato entre los caudillos leales con la élite de la burguesía mercantil dueños de firmas que tenían en sus manos el comercio exterior, una relación entre civiles comerciantes y caudillos militares con intereses mutuos para el enriquecimiento ilícito, así nace la corrupción en el país de la mano del Ilustre Americano. Se registran pagos bajo la figura de comisiones de servicios para obtener la buena voluntad de los militares, favorecidos con estos desembolsos, otorgándoles como prebendas la ejecución de las obras públicas decretadas por el gobierno y la importación de armas traídas de las Antillas Holandesas, Curazao, Trinidad y Saint Thomas, siendo uno de los más rentables negocios, así las guerras civiles se convirtieron en las mejores oportunidades para los comerciantes. Además la política centralizadora del autócrata a través del control de las aduanas y el manejo discrecional del Situado Constitucional, repartiendo el erario público exclusivamente en sus incondicionales, constituyó un mecanismo de control políticoFederico Carmona Oliveros decide incorporarse a las filas de los liberales sumándose a los seguidores de Guzmán Blanco para poder entrar en estos florecientes mercados.
Antonio Perozo a principios de 1872, después de la Guerra de Caño Amarillo, regresa a Río Tocuyo a donde es asignado debido a una sospecha de una conspiración local, lo primero que hace es buscar frenéticamente a Bartola. Unas personas le informan que se encuentra en misa, se dirige hasta la Iglesia ubicada frente a la Plaza, se baja del caballo y lo amarra de un árbol situado frente a la puerta del templo donde espera que ella salga, mientras se refresca del largo viaje, al fin la divisa mezclada entre las damas, viene conversando alegremente, trajeada con una hermosa falda azul que arrastra ligeramente en el suelo, muy amplia por el armador de aros de metal que marcan su pequeña cintura cayendo sobre sus caderas, una blusa blanca de manga larga con cuello alto de encaje. Antonio la mira intensamente, ella gira instintivamente la cabeza cubierta aun por la mantilla, fundiéndose sus ojos, dos mundos de contrastes, el azul del cielo y el marrón de la tierra, se encontrarían ese día.
A partir de este reencuentro la pasión los envolvería, como era tradición en las mujeres de su linaje, el río sería el escenario de sus cuerpos desnudos, Bartola, por primera vez después de la violación, se dejaría arrastrar por un sentimiento incontenible, el pasado se desdibujaría definitivamente, su cuerpo volvería a vibrar. Antonio no queriendo perderla nuevamente, ante el pecado capital de la lujuria consumado, le pide matrimonio. Rápidamente se realizaría el compromiso matrimonial, en un solemne acto público realizado en la puerta de la Iglesia con el cruce de aros y manifestando su deseo de casarse ante el Cura Parroquial junto a los miembros de la comunidad como testigos, ese día se escogía la fecha, hora, testigos de la boda e igualmente se iniciaban las proclamas, que eran tres en días festivos inter-misa previos al acto, según ordenaba el Santo Concilio de Trento, con el fin de establecer la ausencia de impedimentos. El matrimonio debía celebrarse obligatoriamente en el poblado de origen de uno de los novios, con la presencia de al menos de uno de los padres de los contrayentes para dar su consentimiento, era obligatorio.
Todo transcurría según lo pautado, pero un día descubre que estaba embarazada violando la prohibición de las férreas normas católicas y sociales de no tener sexo previo al matrimonio. En estos tiempos existía una figura jurídica conocido como el “proceso de esponsales” en el cual si el novio gozaba sexualmente de la novia y luego se negaba a casarse, se podía llevar a juicio para exigir el cumplimiento de la palabra mediante un fallo judicial. Si se establecía la participación involuntaria de la mujer en el acto sexual, bastaba su palabra, declarándola incuestionablemente honesta, restaurándosele la honra, esto a veces era suficiente para la familia de la novia que no exigía la realización del matrimonio, la “moral” tenía sus recovecos y ambigüedades propias de esta época donde las normas podían ser trucadas por el poder.
Una hermosa mañana de un 10 de junio de 1872 entra al templo la joven Bartola Castro, tiene 22 años, viene del brazo del padrino de la boda, en el altar está su prometido Antonio de Jesús Perozo, esperándola junto a su madre María Gregoria Perozo. Según la usanza de la época, ella iría con vestido de larga cola, inspirado en los de baile del siglo XVIII. Los velos, elaborados a mano se llevaban largos y sostenidos en la cabeza con corona de flores, cuando la ceremonia terminaba se retiraba hacia atrás dejando el rostro descubierto. En el día de su boda, las jóvenes con posibilidades económicas lucían dos versiones del mismo vestido: uno más recatado con manga larga y cola para la ceremonia y otro con un corsé escotado y sin cola para la noche, por otro lado Antonio iría con su uniforme militar.
El cura en propiedad Juan Nepomuceno Rivero procede al interrogatorio sobre la doctrina cristiana, la voluntad de casarse, luego de lo cual los tomaría de las manos, colocándolas juntas, realizando el intercambio de petición matrimonial y su aceptación, lo atestiguan ambas madres, asimismo los padrinos Francisco Brizuela y Francisca Olivero, pertenecientes a la feligresía, se bendicen los anillos, se entrega simbólicamente la dote por parte de los familiares de la novia. Durante la misa se recibieron las bendiciones nupciales, se confesaron y comulgaron frente a la feligresía. 
El acto religioso se realizó según disposición del Ritual Romano, in facie ecclecsia, término usado para indicar que se trataba de un acto público realizado en el recinto de la iglesia y no de un matrimonio clandestino o a escondidas al estilo de Romeo y Julieta. Aquellos que efectuaban un casamiento de este tipo eran considerados concubinos, su consumación era una conducta escandalosa ante la sociedad. El sacerdote que se prestara para realizarlo se exponía a graves sanciones de la iglesia, pudiendo llegar a ser excomulgado, igualmente a los novios se les imponía pesados pagos monetarios y el pecado cometido solo podía ser absuelto por el Arzobispo o el Obispo. Por estas razones todo el protocolo de formalidades debía especificarse, garantizando un correcto cumplimiento de la norma establecida, de tratarse de un acto legítimo, pero estas detalladas anotaciones estaban reservadas para los mantuanos que debían conservar su nivel social, denotando este esplendido registro parroquial del matrimonio de Bartola, un signo de poder de la pareja para ese momento, de contar con el favor del cura en propiedad, quien conocía el oculto embarazo.
Al salir de la Iglesia la multitud les lanzarían semillas como símbolo de fertilidad y exclamaciones de vítores. Después los invitados asistirían a una fiesta de esponsales con quema de pólvora, música, danza, bebidas y comida.
Vemos como el Padre Rivero demuestra cierto beneplácito con dicho matrimonio, muy diferente al mostrado en el registro de bautizo, explicable porque el conyugue es un militar relacionado con el liberalismo, de la presencia de Francisco Brizuela representante de la mantuana familia Santeliz Nieto, de la Sra. Francisca Olivero emparentada con el General Federico Carmona Olivero, quienes le otorgaban un posicionamiento en la clase social privilegiada, a pesar de que Antonio Perozo no posee dos apellidos por ser hijo natural, pero es un blanco puro que borraba este detalle. Ya existía una amistad entre Bartola y el cura Juan Nepomuceno, se había convertido en su gran colaboradora.
El matrimonio le permite sentirse al mismo nivel de su familia paterna, pues su marido conjugaba el poder político y militar triunfador del momento. Un militar en el grupo familiar significaba tener acceso a las prebendas del gobierno, permitiéndole a Bartola igualarse a sus parientes pues ahora poseía algo que ellos valoraban y necesitaban.

Comenzaba una nueva etapa en su vida, el futuro se mostraba espléndido. Había logrado superar sus orígenes, el traumático suceso de la violación, recuperado su fe y superado su falta de formación académica, era un médico práctico de gran destreza. Como guerrera había contribuido al triunfo de los liberales. Finalmente como mujer, había encontrado el amor, formando una familia como lo establecían los cánones vigentes del siglo XIX, podía dedicarse a su pasatiempo favorito con más libertad: pintar, abandonar la conspiración y la guerra. Estaba por descubrir que la vida no era una fórmula matemática. 

Barba de Guzmán Blanco

Joven soldado



Con su permiso caballero, me permite a la dama.

Registro parroquial del matrimonio de Bartola y Antonio. Río Tocuyo 1872

Pintura de la escuela pictórica de Río Tocuyo de Santiago de Matamoros
con el supuesto rostro de Guzmán Blanco.

Descendiente de Bartola y Antonio con un gran parecido
al rostro de Santiago de Matamoros pintado en Río Tocuyo.