Entradas populares

viernes, 23 de junio de 2023

Roz Mystírio. Capítulo IX Luna de sangre.

 

Bartola, que te pasa?. Te veo pensativa, preocupada! Comenta Antonio, sentado en el borde de la cama mientras se quita las botas que aparta hacia un rincón de la habitación.

Ella con un camisón largo de lino lista para dormir, lo mira a través del espejo que sostiene con una mano, mientras con la otra se cepilla su cabello que cae sobre su espalda y piensa que bien la conocía su marido, era cierto, estaba atormentada con el rumbo tomado por Guzmán Blanco debido a la gigantesca corrupción y la persecución religiosa, imperdonable para ella.   

El gobierno liberal, habiendo impulsado grandes avances en el país en construcción de obras, vías férreas, telégrafo y los inicios de la telefonía, cada día era más dictatorial y militarista, sembrando la semilla de su propia destrucción, siendo la persecución o la compra de los líderes más poderosos su estrategia fundamental con el fin de anularlos políticamente, finalmente lo conseguiría con la única excepción de la poderosa Iglesia Católica, de gran influencia sobre el pueblo desde la colonia quien al no arrodillarse ante el autócrata, provoca una vengativa reacción propiciando el cierre de claustros, seminarios, iglesias y confiscación de bienes.

El plan para su aniquilación abarcaría el traspaso de las funciones de los registros parroquiales hacia el estado creando el Registro Civil obligatorio, estableciendo el matrimonio civil previo al eclesiástico e introduciendo el concepto del divorcio rechazado por ella, instaura la educación pública hasta entonces bajo la exclusiva administración de la Iglesia, inicia el culto a los héroes militares de la Guerra de Independencia colocando sus estatuas en plazas, sustituyendo la de civiles prominentes y santos, un cambio radical. Dicha persecución a  esta santa institución, nunca antes vista dentro de una sociedad fervientemente católica, ensombrecería la gestión del gobierno.

—Me acabo de enterar de que algunas imágenes tuvieron que ser trasladadas a lugares remotos para preservarlas, como el caso del Santo Niño de La Cuchilla, llevado por las monjas Clarisas en su huida, dejado en Bailadores como un obsequio en agradecimiento por ocultarlas al ser expulsadas violentamente de su claustro por el gobierno. Explica Bartola y continúa.

Esto es inaceptable, atacar de esa manera a las mujeres de Dios. —Dice con un gesto de contrariedad acariciando su globoso vientre.

No concebía que para acabar con el poder de los conservadores enquistados en la Iglesia, fuera necesario destruirla. No queriendo  cometer el mismo error de Juan Crisóstomo Falcón, quien al conformarse con el triunfo militar sin llegar a consolidar el político, sufrió un rápido derrocamiento. En cambio este líder devenido en dictador se había propuesto morir ejerciendo el poder, tal como sucedió al anular a sus adversarios en todos sus flancos. Bartola, no concebía la política llevada a esos extremos. 

¿Sabes que Guzmán Blanco pertenece a las logias masónicas? —Pregunta su marido parándose de la cama para colocarse a sus espaldas y continúa.

Construyó un templo para ellos en Caracas. —Le revela mientras la mira a través del espejo pasándole una mano por la larga cabellera.

Bartola sorprendida, pregunta girando en el sillón hacia el:

—¿Ese culto traído por los vecinos sefarditas?. ¿Cómo es posible?. ¿Y su alma inmortal?. —Interroga sin esperar respuesta y poniéndose de pie, continúa con su sondeo.

—¿Recuerdas que la última vez que fuimos a Aregue?.

Entonces le confesé a Domingo Vicente mis dudas, mis conflictos sobre la masonería y le pregunte si era un pecado. —Explica Bartola.

—Sorpresivamente, el escudriño en su escritorio localizando un pequeño libro que me regalo, era sobre la masonería.

—El padre Juan Nepomuceno me dijo que era obra del diablo que buscaba acabar con la Iglesia de Cristo, un pecado mortal. Por temor a desobedecer solo lo he ojeado superficialmente.

Domingo Vicente no comparte esto, dice que eso son cosas de viejo de Juan Nepomuceno, sin embargo no me explico más, lo note escurridizo ante mi insistencia, solo me invito a leerlo cuando lo considerara conveniente. —Finaliza la mujer.

Amada mía, así te duela, vas a tener que destruir el cuadro del santo con el rostro de Guzmán — Señala Antonio dejando de lado la intrigante opinión del cura de Aregue y prosigue.

—Nos meteríamos en un problema muy grave si lo descubren! —Debes colocar en un sitio destacado el texto de la francmasonería que te regalo Domingo Vicente, nos ayudaría en caso de una requisa.  

—Nunca lo destruiría, pues no es el, eres tú. —Responde Bartola.

Prefiero encubrir mi autoría, buscar la forma de preservarlo junto a las otras pinturas y santos como hicieron las Hermanas Clarisas.

Mentiré si es necesario a pesar de que jure nunca ocultar nada más en mi vida después que descubrí la verdad de mi nacimiento. —Concluye la mujer con una mueca de dolor en su rostro.

Así comienza Bartola secretamente a desencantarse de Guzmán e inicia el ocultamiento de la colección de las imágenes sagradas de la Iglesia, incluido las pinturas, con ayuda de los curas de Aregue y Río Tocuyo, nunca sospecho que aquellos cuadros de santos se convertirían en un delito político. Agravado porque su marido pertenecía al ejército guzmancista, su actividad artística lo exponía a ser catalogado como traidor al régimen, algún enemigo que quisiera perjudicarlo podía utilizar esto y siempre existía uno. 

Antonio, eso no es lo más terrible!

Esta mañana se presentó mi pariente Silverio Castro, a visitarnos e invitarnos a participar en la conspiración que está organizando el general Arce para derrocar a tu jefe, el General Juan Agustín Pérez.

Sucedía que al finalizar el mandato del gobierno en 1876, es organizado un proceso electoral con motivo de la supuesta sucesión del mando. Así los Generales Francisco Linares Alcántara y Hermenegildo Zavarce, incondicionales del hombre fuerte del poder, obedeciendo sus órdenes, se disputarían la presidencia para el siguiente período de dos años. Lo que el pueblo no se percataba era que a ambos hombres les era indiferente quien ganara, a pesar de esto la contienda se transformaría en un suceso violento al tomar partido los grupos locales por uno de los dos bandos comandados por los caudillos regionales, quienes poseían ejércitos particulares o montoneras, aislados en sus comarcas debido a la casi virtual ausencia de una comunicación pues el correo y el telégrafo eran destruidos en las guerras que asolaban el país.

Estos caudillos seguían a nivel nacional a Guzmán Blanco, sin embargo adversaban indistintamente a uno u otro candidato por razones personales, subyaciendo los beneficios mercantiles conseguidos a través del poder militar, la verdadera razón por la que se daban los levantamientos armados, hostilidades que frecuentemente eran a muerte a pesar de pertenecer al mismo partido político. Carora y Río Tocuyo no escapan de esta situación, ocurriendo una confrontación sangrienta entre zavarcistas y alcantaristas locales en esas elecciones.

El General Juan Arce, alcantarista conspira para sacar de su cargo de Jefe Civil a Juan Agustín Pérez, su enemigo zavarcista. —La embarazada continúa la explicación.

Se dirigirá a Río Tocuyo y Aregue para organizar el alzamiento debido a que todos sus pobladores al igual que el poderoso grupo de los Castro, son alcantaristas.

—Tú sabes que Silverio tiene un gran arrastre, es reconocido como Jefe de Tribu y como Arce es su amigo, le propuso iniciarlo desde acá. — Termina de explicar la mujer.

—Ahora entiendo, en Carora no prosperaría esta confabulación por estar en su contra la poderosa godarria caroreña, todos zavarcista. —Concluye Antonio.

Las circunstancias le eran favorables a los conspiradores alcantaristas pues en Barquisimeto la situación era igualmente delicada debido a que el entonces Presidente del Estado Lara estaba pasando también por un complot político para ser derrocado, beneficiando esto a Juan Arce en sus planes ya que el gobierno regional no podía disponer de las fuerzas militares para sofocar una revuelta local en Carora, pero acontecía que esta no terminaba de concretarse por las diferencias entre caroreños.  

Sacando provecho del momento, el alzado logra convencer a Silveiro de atacar a Carora desde Río Tocuyo. Enterándose el General Juan Agustín Pérez, decide anticiparse al asalto y salir a enfrentarlos, logrando reclutar rápidamente a diez hombres, entre quien figura el conocido Ramón Perera Montesdeoca.

—Amada, debes irte del pueblo. Es demasiado peligroso para ti,  ya no solo es tu afición de pintar santos y colocarles el rostro de Guzmán, lo de Silveiro agrava aún más el panorama.

—Irme, ¿Pero por qué?.  No…— Protesta la mujer.

—Shh… Déjame terminar. —Tu embarazo es lo más importante que debemos preservar, con Ramona Antonia tuviste unas complicaciones, de ahí el nombre que le colocaste. Me lo quisiste ocultar pero te conozco muy bien. No podemos correr riesgos con este hijo por nacer, te llevaré a un lugar seguro. —Le dice Antonio mientras acaricia su abultado vientre.

Estos complejos acontecimientos obligarían a la mujer a emigrar  de Parapara hasta que la situación local volviera a calmarse, va embarazada de su tercer hijo. Ella pertenecía a ese grupo familiar pero su marido era un militar adscrito a las fuerzas de Guzmán Blanco, un choque de intereses entre los Castro alzados y  el gobierno, creando un conflicto con sus familiares maternos, alcantarista y el deber de su esposo obligado a acatar las órdenes de sus superiores, el zavarcista Juan Agustín Pérez.

A toda esta, los hombres del gobierno salían de Carora a todo galope, van fuertemente armados con máuseres y lanzas de caballería, rumbo al poblado de Aregue, sitio habitual de reunión del grupo de los Castro constituidos por unos sesenta hombres, pero al llegar se enteran que ya no estaban allí, habían tomado camino rumbo a Río Tocuyo, entonces resuelven ir tras ellos. En el trayecto, el General Juan Agustín Pérez tomando en cuenta la desigualdad numérica de los bandos, decide la estrategia militar de simular una huida, dirigiéndose  a un terreno que le era favorable por sus montículos, prepara una emboscada aprovechando la intensa luz que irradiaba aquella gigante luna roja de ese atardecer, logrando sorprender a los Castro al disparar desde lo alto, dos son asesinados, otros heridos, uno es hecho prisionero, huyendo los demás del sitio. Los del gobierno salen ilesos.

Un Castro herido tratando de huir, cae del caballo, yaciendo en el suelo es alcanzado por uno de sus enemigos, siendo lanceado hasta rematarlo vilmente, presenciándolo otro de los caroreños que llega al lugar, lo insta a lavar la lanza en el río para ocultar el cobarde acto cometido. El bermejo atardecer sembrado por el reflejo de la luna se mezclaría con el escarlata de la sangre derramada en el río, otorgándole al paisaje un sombrío pesar.

En este suceso estaba subyacente el odio de décadas anteriores por la disputa de las tierras en posesión de este grupo de mestizos, enfrentando nuevamente a caroreños y riotocuyenses.

Debido a que la ruta de ataque del gobierno era de Carora a Aregue siguiendo hacia Río Tocuyo, la única vía de escape era la contraria, hacia Siquisique y sus montañas aledañas, donde Antonio Perozo contaba con compañeros de armas, amigos de dinero, con grandes influencias residenciados en este lugar, dentro de los cuales estaba el General Juan Bautista Salazar con negocios en este poblado, quien les daría protección en su hacienda situada en San Pedro.

Una mañana muy temprano, una mujer embarazada saldría de su casa en Parapara con varias carretas, lleva a sus dos hijas, los tesoros religiosos de su amada Iglesia de Río Tocuyo, además sus más apreciados libros, una litografía que había comprado en uno de sus viajes a Coro y el corazón roto, su gran amigo el cura en propiedad de Río Tocuyo, Juan Nepomuceno había muerto.   

Esta mudanza se alargaría más de lo previsto debido a la constitución en el país de las juntas de inscripciones de los candidatos a las elecciones, efectuándose con extrema violencia hasta cometerse crímenes por el radicalismo de ambos grupos.

Bajo estas circunstancias nacería su tercer hijo por estos caminos, el único del matrimonio que no lo haría en Río Tocuyo, otro de los misterios irresolutos de esta mujer. Encontrándose en Baragua con su leal amigo Vicente Domingo Oropeza, en cuya Iglesia estaba refugiado por estar huyendo por su conocida amistad con el Clan Castro, debido a que también era su párroco, le brindaría el lugar como secreto escondite para la preciada carga que llevaba Bartola. Allí se procedería con una ceremonia conocida como postura de agua, un bautizo simbólico, a pesar que tenía la potestad de bautizar no se efectuaría pues ella quería hacerlo en su pueblo natal, donde tiempo  después se realizaría la ceremonia oficial con el consentimiento del cura Santéliz, su pariente, registrándolo como nacido allí, el festejo se celebraría muy discretamente debido a las condiciones que rodearon ese nacimiento, presagiando como sería la vida de este hijo.   

Años después este registro parroquial desaparecería en un incendio ocurrido en esa Iglesia que afectó solo a uno de los libros, donde casualmente estaba asentado aquel nacimiento.

Ella decidiría llamarlo Damián Francisco por los escritos en griego leídos sobre los Santos mártires San Cosme y San Damián, patronos de los médicos católicos, no cobradores así conocidos debido a que ejercían la medicina gratuitamente al considerar el arte de la curación como un don divino. Estos dos santos, hermanos gemelos de origen árabe, vivieron en el siglo III después de Cristo, eran médicos de la Escuela de Pérgamo del Imperio Bizantino, decapitados por sus creencias religiosas, a cuyo sepulcro peregrinaban los devotos por las curaciones milagrosas realizadas. Bartola los seguía fielmente practicando gratuitamente, según su doctrina, su don sanador y sus dos hijos con Antonio llevarían sus nombres. Para Damián elegiría como segundo patronímico, el de Francisco, por su padrino Francisco Brizuela.

Dicha huida le serviría a Bartola para conocer estas montañas, sus caseríos, su gente, sus diferentes caminos que la atravesaban, la riqueza de su fauna silvestre, los afluentes de aguas naturales y lo escarpado de sus laderas que convertían a la zona en sitio estratégico para esconderse, que un día sería vital para ella, principalmente el caserío llamado San Pedro, ubicado en el Páramo de Las Rosas, donde a finales del siglo XIX apareció misteriosamente una litografía de una Virgen de origen checoslovaco, la cual ayudó a calmar los enfrentamientos violentos entre los Castro residenciados aquí, conflicto que perjudicaba la secreta estancia de los exiliados.  

La litografía de la Virgen de Monserrat traída anónimamente a este remoto caserío montañoso que coincidencialmente acogió a Bartola en la misma época, mantiene una extraña tradición, la capilla donde se encuentra este lienzo debe ser conservada exclusivamente por un descendiente Castro.

Posterior al falso proceso electoral, en la cual gana Linares Alcántara, Guzmán se retiraría a vivir en París, desde donde gobernaría a través del telégrafo cuando se vería obligado a regresar al país ante el caos ocasionado por un suceso inesperado que entonces ocurre, habían transcurrido dos años.

Bartola admiraba a Guzmán desde que pasara por Río Tocuyo,  creyó que por fin el interior del país tendría protagonismo, el movimiento liberal era su vida, pero no estaba dispuesta a tolerar la persecución a la Iglesia, ni que Guzmán fuera un pecador seguidor de los masones y ahora ante su ausencia cae en cuenta de lo poco que realmente le interesaba el bienestar del pueblo, imperdonable.

Ella le había prometido a Antonio, el día de su matrimonio,  retirarse de la actividad política, ahora con estos desencantos decidiría hacerlo definitivamente, pero esta la rondaba insistentemente, como un canto de sirena la conducía inexorablemente al abismo.