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martes, 8 de mayo de 2018

Capítulo 58 Siete años en Caracas. (Amores en tiempo de dictadura)

Helena entra a Caracas, una bucólica ciudad que abarcaba de Catia a Petare con un poco más de 700.000 habitantes, su paisaje de sauces a orillas del Guaire le anuncia la llegada. El río de cristalinas aguas se deslizaba entre estos esbeltos y gráciles árboles, herencia de los fundadores españoles. Abre el neceser para extraer un labial rojo, se delinea los labios mientras hace unas muecas con la boca para darle uniformidad a la pintura, nota que un hombre la mira, indiferente acomoda su cabello quitándose la pañoleta que trae para protegerlo del polvo y se coloca unos zarcillos, al levantarse del asiento estira la falda que traía puesta y endereza el suéter sobre su cadera. Al descender del autobús, llevando en una mano su cartera y neceser en la otra, es sorprendida por una suave brisa que le acaricia el rostro, siente que la ciudad la reconoce, te esperaba… le susurra, una promesa realizada hacia 4 años. Era el mes de septiembre de 1951, Vicente con quien mantenía una relación amorosa, la espera meditabundo, en cambio ella estaba alegre, su rostro irradiaba una intensa felicidad, ya vengo voy a buscar mi maleta, le dice, el caballerosamente le responde, no, espera aquí, yo voy. Lo ve venir con el cuadrado equipaje de color marrón, ella lo había identificado con una etiqueta con su nombre. Detente ahí, por favor, tómame una fotografía en estos sauces, para tener un recuerdo de mi llegada, sin saber las experiencias de vida esquivadas hasta ese momento, finalmente la alcanzarían, su existencia daría un doloroso giro en aquella urbe cosmopolita.
Durante el recorrido hacia su nuevo hogar en el Ford 200 convertible, observa asombrada los vertiginosos cambios de Caracas, su transformación ocurría día a día, parecía viva, múltiples inmuebles demolidos total o parcialmente, en el casco de la ciudad, las calles y aceras se habían ampliado, sus adoquines sustituidos por largas serpientes de asfalto. El conjunto residencial de El Silencio habitado, el populoso mercado de Quinta Crespo y la Av Baralt en constante construcción, allí se ubicarían la torres gemelas de El Silencio con más de 100 metros de alturas, conocidas luego como Centro Simón Bolívar, una actividad febril como nunca antes visto, conocía la ciudad,  la descifraba, allí viviría los siguientes siete años.
Vicente le explica lo que sucedía en lo político, percibía la renuencia de ella hacia este tema, así que le hace un resumen, le dice que a pesar de que quien detenta supuestamente el poder, es el civil Suarez Flamerich, presidente asignado desde el asesinato de Delgado Chalbaud el año anterior, iniciándose con algunas expectativas de cambios políticos, en realidad los auténticos dueños del poder son los golpistas Pérez Jiménez y Llovera Páez, devenidos en dictadura, incrementando la persecución policial contra los dirigentes políticos de Acción Democrática y el Partido Comunista, nuevamente proscritos por un decreto de este gobernante. La situación se había agravado con el recién nombramiento de Pedro Estrada, hacía apenas tres meses, como director de la Seguridad Nacional, incrementando la represión, la tortura y los asesinatos, sometiendo de esta forma a la población. Los primeros presos políticos, 446 detenidos, son enviados al campo de concentración de Guasina, en el Delta del Orinoco, obligados a trabajos forzados, sin ninguna atención médica ni sanitaria. Solo quedan habilitados COPEI y URD representando a la oposición, únicos partidos permitidos por la dictadura. Al pasar por el Club Paraíso, se escucha una música, la orquesta Billos estrenaba sus nuevas canciones que se convertirían en éxitos. Venezuela era contradictoria e impredecible.
Son tiempos muy peligrosos, señala el hombre. Ella lo mira, hace un gesto preguntándole ¿Qué tiene que ver eso con nosotros?, tú no eres político ni yo tampoco. El revela lo que realmente le atemorizaba, el dirigente político Eligio Anzola, en la clandestinidad, estaba dedicado a reagrupar a su proscrito partido, destacándose por esta actividad, por lo que era también un perseguido político del régimen y por ende ponía en alto riesgo a Vicente, quien había fungido como secretario personal de su gobierno, debía cuidarse, no llamar la atención, alejarse de su familia, razón por la que no estaba de acuerdo con la mudanza de ella en ese momento. Helena le explica que ya había solicitado su traslado desde antes de eso, a través de un cambio mutuo y la otra higienista se había ido ya de Caracas, no podía echarse para atrás. No le dice que tampoco quería hacerlo. Así comienza su vida amorosa como pareja, en la clandestinidad.  
En noviembre de 1951, en este ambiente de incertidumbre, se entera que está embarazada, así que Vicente y Helena contraen matrimonio en una ceremonia privada, solo ellos dos, pensando que pronto la situación mejoraría, sin embargo seria una azarosa corta vida de casados, él no podía ejercer su profesión por temor de ser apresado, lo hacía en forma itinerante, eventual. El aporte económico lo realizaba ella con su trabajo en Sanidad, permitiéndole cubrir los gastos donde vivían, una pequeña habitación en una pensión, situación que molestaba a aquel joven profesional, ser mantenido por una mujer era vergonzoso para un hombre, se profundizan las desavenencias ya existentes entre ellos.
Llega el año de 1952 y así el 30 de julio, Helena da a luz a su hija Anahelena, en la espléndida Maternidad Concepción Palacio, emblema del pujante país en materia de atención médica a la mujer, enfermeras con sus cofias blancas pululaban por sus brillantes pasillos, ese año ocurrían un mosaico de sucesos, se iniciaba la televisión en Venezuela y a nivel internacional. a escasos 4 días, había ocurrido la muerte de Evita Perón en Argentina. Ambas mujeres eran de la misma edad, nacidas en 1919, pero la política jugaba papeles opuestos en sus vidas. Helena huía de todo lo que representaba esta actividad, por varias razones, conocía las tragedias de su abuela Bartola y su padre por culpa de la política, pero la más importante era por ser un obstáculo entre ella y su amado, una especie de rival invisible que los separaba. En cambio para Evita, jugar este papel era la forma de atraer a su marido, motorizaba a Perón, lo impulsaba a la gloria, pero como siempre la vida da giros inesperados y un día se le detecta un cáncer terminal, sin embargo su imagen era imprescindible en la campaña de re-elección presidencial, así que su entorno decide envolver este hecho en el secretismo, se prohíbe que el pueblo se entere de su enfermedad, era la que arrastraba las masas al ser idolatrada con locura, este carisma de ella logra que Perón resulte electo para un segundo gobierno. Apenas a un mes de fallecer, da un mitin junto a su marido para agradecer al pueblo el apoyo, lo que el público desconocía es que para poder salir al balcón se le fabricó un podio especial con una armazón de metal para sostenerla, evitando así que se notara su minusvalía para mantenerse de pie, sumado a esto le habían realizado una lobotomía, que era la extirpación de una parte del cerebro para que no sintiera el dolor y no lo reflejara en su rostro, su imagen era una leyenda, había que preservarla.
En esta atmósfera llegue al mundo. Vienen a conocerme a Caracas, Pepita y mi tía Ana, Helena se sentía realizada, plena, un hijo era el amor infinito, equivalente al estallido de una supernova, su intensidad opacaba los demás amores. Pero el destino continuaba como un río indetenible, a finales de ese año ocurren dos acontecimientos, el primero, el asesinato de Leonardo Ruiz Pineda, Secretario de Organización de AD, el 21 de octubre, resaltando aún más la figura de Eligio Anzola como principal en la resistencia. El segundo, apenas a unos días del asesinato, ante el escándalo por lo sucedido, queriendo obtener legitimidad, el gobierno convoca a unas elecciones a realizarse en un mes, y lanzan su partido, el Frente Electoral Independiente (FEI). A pesar de los riesgos, URD y COPEI deciden participar, la campaña transcurre con ventajismo gubernamental, represión y dos conatos de insurrección. Los militares usan el control de la economía y el miedo como estrategias políticas para obtener los votos. Están seguros de lograrlo. Es el mes de noviembre de 1952.
Helena se mantiene al margen, no participa ni opina de política, se dedica a su hija y su trabajo, mi padre Vicente vivía en la clandestinidad, oculto, separado de familiares y amigos donde pudiera ser localizado, incluso de Helena. Un día mientras camina apresuradamente por una calle de Caracas de regreso del trabajo, una multitud que viene en sentido contrario sorprenden a Helena, algo preocupada pregunta, ¿Qué ocurre?, una respuesta es lanzada desde las entrañas de aquella vorágine, señora, vamos al Nuevo Circo, Ella insiste ¿Pero, qué pasa allí? Surge otra voz de la masa anónima, corremos para llegar a tiempo de escuchar a Jóvito Villalba. Girando sobre sus talones voltea y los increpa, ante que desaparezcan en la esquina, ¿Quién es ese señor? Como una estela difuminándose alcanza a oír, no sabemos, señora, pero dicen que va a luchar contra la dictadura y eso basta, venga con nosotros, le solicitan desde la lejanía, ella exclama: no puedo, mi hija me espera. Retoma su camino, mientas se pregunta ¿Qué podía pasar si solo faltan tres días para las elecciones y en su trabajo se comentaba que ganaría el FEI?, un presagio la cubre.
Era el 27 de noviembre, URD hasta ese momento ubicado en el último lugar de preferencia del electorado, había convocado a un mitin en el Nuevo Circo, sorpresivamente la participación es masiva, a pesar del miedo, un subterráneo clamor se abre paso, el rechazo hacia la dictadura se evidencia, ese día Jóvito Villalba, un desconocido político, capta el sentir del momento, lo interpreta e inesperadamente asume el liderazgo convirtiéndose en un fenómeno avasallador, un cisne negro, al ver esto los únicos dos partidos legales que estaban presentes, deciden apoyarlo en un solo bloque, será el único candidato de la oposición para la contienda electoral. Desde el exilio, AD ordena la abstención a su militancia con el fin de dejar al descubierto la ilegalidad del proceso electoral. 
Es la noche del 30 de noviembre, mi madre celebraba mis 4 meses de nacida, repentinamente la radio transmite una noticia de última hora, Jóvito Villalba resulta vencedor de las elecciones, obteniendo la mayoría en la asamblea constituyente, correspondiéndole ser Presidente de la República. La prensa internacional se hace eco de la información. El Alto Mando Militar es sorprendido con estos resultados, confiaban en que los sobornos, las persecuciones, los asesinatos, las torturas doblegarían al  pueblo, además URD no era un partido popular ni su líder era conocido, era imposible que ganara. Pero contra todo pronóstico esto sucedió, el 1 de diciembre se ven obligados a suspender el conteo de votos, alterar los resultados.
Ante estas irregularidades, en un destello de dignidad Germán Suárez Flamerich junto a la junta gobernante, renuncia en pleno. Al día siguiente, el 2 de diciembre, es anunciado que el FEI es el ganador y Marcos Pérez Jiménez, presidente provisional del país. 
A mi escaza edad vivía este difícil momento cuando el triunfo político de la sociedad civil fue desconocido, apenas un mes después, en diciembre, la nueva asamblea nacional constituyente, que surgió de los resultados alterados, nombra a Marcos Pérez Jiménez presidente constitucional para el periodo de 1953 a 1958. La vida amorosa de mis padres estaba condenada, el panorama político los arrastraba inexorablemente. Las esperanzas de un cambio estaban muertas. Así comenzaba mi vida.
Arranca el año de 1953 con la instalación, el 9 de enero del gobierno fraudulento, el país estaba abiertamente bajo una dictadura militar, apenas transcurrido 9 días de su instalación se desenmascaran, en una emboscada detienen a Alberto Carnevali, Secretario General de AD, buscan afanosamente a los otros líderes de la resistencia, persecución, allanamientos, delaciones.
Mi madre acababa de llegar de Barquisimeto donde había sido bautizada en la iglesia de Nuestra Señora de San Juan, estaba mostrándole las fotos a Vicente, esta es para ti, le dice mientras le coloca una de ellas en la mesa, el hombre la observa mientras le aclara, vine un momento, las cosas en la calle están muy peligrosas, era el 25 de abril de 1953, ella le sirve un café y una parte del líquido salpica su mano, parecía un mal augurio, Vicente saca un pañuelo de su bolsillo y se la limpia, la sostiene firmemente, los recuerdos vienen, ambos se miran intensamente, van a decirse algo cuando repentinamente tocan el timbre insistentemente. Esta vez es él quien retira la mano. Alguien abre la puerta entrando su hermano, venía sudoroso, al verlo exclama, gracias a Dios te encontré. Portaba graves noticias. Eligio Anzola Anzola, encontrándose en El Paraíso cerca de El Pinar, dentro de un vehículo donde se desplazaba, había recibido varias descarga de ametralladora, logrando detenerlo y trasladado a los calabozos de la Seguridad Nacional donde es sometido a torturas, le destrozaron los dientes, le fue astillado el coxis, entre otras cosas, lo interrogaban sobre sus contactos.
Era apenas una niña de 9 meses de nacida durante estos acontecimientos que representaban un gran peligro para mi padre Vicente, la familia Cordido ante el temor de que por la tortura realizada a su amigo saliera su nombre a relucir, deciden sacarlo de Caracas cuanto antes, no estaba seguro ni en su natal Yaracuy donde se había ocultado varias veces, por lo que uno de los hermanos de Vicente con un contacto le consigue albergue en San Juan de los Morros, estado Guárico, allí estaba la Penitenciaria General, cárcel del régimen para los presos políticos, no lo buscarían en ese lugar. Los acontecimientos ocurrían en las ciudades principales, no en los pueblos. Otra vez la despedida, Helena lo ve salir, se da cuenta que el no se llevo la fotografía, allí estaba sobre la mesa como anunciando que esta será definitiva. Pasarían 30 años.
Continúan las persecuciones, Eligio Anzola sería trasladado a la Cárcel Modelo de Caracas, donde se encuentra su esposa también detenida, Hortensia Millán Bruzual de Anzola. A mediados de año, Pinto Salinas quien se encontraba en el estado Falcón, en un intento por salir del país, es delatado, apresado y asesinado. Un mes antes había fallecido Carnevali en la penitenciaria de San Juan de Los Morros, negándole la atención medica de un cáncer, los intensos dolores padecidos sin recibir medicamentos para aliviarlos fueron cruentos, muy diferente a los cuidados dados a Evita Perón. En octubre de ese año, Christian Dior presentaría su última colección en el Hotel Tamanaco, su estancia en el país causó un gran revuelo, toda venezolana que se considerara elegante lucía la moda propuesta por este famoso diseñador y, Helena era una de ellas. La dictadura se iniciaba con Dior, un país contradictorio, tortura, moda y las canciones de la orquesta Billo se superponían. 
Al llegar el mes de julio aprendía a caminar dando mis primeros pasos mientras planeábamos viajar nuevamente a Barquisimeto, el primer viaje fue en abril cuando mi bautizo realizado junto a mi prima Gisela Orozco, hija de la morocha Adelina, ambas de acuerdo para ello, ya que Martín y ella serían mis padrinos, a este festejo asistirían todos los primos nacidos para ese año, éramos 11 niños, la familia estaba en plena explosión demográfica al igual que el país. La recién inaugurada casa de la 37 en donde ya se habían celebrado dos acontecimientos familiares, el primero, el matrimonio de mi tía Rosario, el segundo, los dos bautizos, y el tercero seria el matrimonio de la prima Haydee Ramírez que fue el 18 de julio aprovechando para celebrar mi primer cumpleaños en compañía de mis tíos y primos el 30 de ese mismo mes.
En Caracas, Helena intenta hacer una vida lo más normal posible, ella a trabajar y yo a la vida de juegos. La versión oficial de la ausencia de mi padre era que había conocido una hija de un militar, enamorándola hasta llegar al compromiso matrimonial, forzado por el padre de la muchacha, que deseaba tenerlo de yerno por ser un buen candidato, de concretarse sería bigamia, un hecho desconocido por el que seria su futuro suegro, un grave delito, por lo que su hermano, también abogado, fue a conversar con el alto funcionario a explicarle que Vicente era casado y tenía una hija por lo tanto no podía hacerlo nuevamente. El padre de la novia se enfurece amenazando de muerte a Vicente, por lo que tuvieron que sacarlo de Caracas clandestinamente. Una historia muy conveniente que evitaba las explicaciones sobre la relación de Vicente con Eligio Anzola y las posibles repercusiones políticas sobre Helena. 
Mi madre Helena no le daba entrada a la decepción, éramos felices, como cualquier familia, en Barquisimeto pasearíamos a la granja de mi tío Paíno en las afuera de la ciudad, lo cual me gustaba mucho pues allí me bañaban al aire libre con agua de una manguera y una ponchera. Me llevaría a El Toronal, lugar donde ella había nacido, a conocer a mi abuelo Pancho Castro y entrar en contacto con mis ancestros, una especie de bautizo en las tradiciones de donde fluía la identidad familiar, era necesario bañarse en la sombra del cují donde realizaba las ofrendas la bisabuela Bartola. 
En 1954 vivíamos en Dos Pilitas a Panteón 25 en la pensión de la señora Genoveva la cual alquilaba habitaciones, íbamos con frecuencia las playas de Catia La Mar acompañadas de la familia de ella, se convertiría en una gran amiga de mi mama Helena y le daría apoyo en sus conflictos emocionales.  Ese año se deslizaba entre viajes a Barquisimeto, las fiestas de carnaval celebradas en las plazas de Caracas y múltiples juegos. Uno de mis recuerdos eran las visitas a los abuelos paternos, su casa en el Country, me gustaba mucho por sus jardines y caminerías, su escalera de caracol con ventanales de vidrios de color. Esta propiedad era tan extensa, que mi abuelo Ricardo sembraba allí para entretenerse y nos regalaba parte de su cosecha. Llega mi segundo cumpleaños, lo celebramos usando el mismo disfraz de saranda que me encantaba, con el cual había competido en un concurso de disfraces en los carnavales de ese año. 
Entra el año de 1955, transcurría apaciblemente, en junio viajamos nuevamente a Barquisimeto a visitar a mis tías y al abuelo Pancho quien estaba muy enfermo, recibiríamos una invitación a la playa con Margot, hermana de mi tío Teodoro, el mar despertaba sentimientos contradictorios, me gustaba mucho pero le temía a su inmensidad, recuerdo bañarme encaramada en mi madre agarrada de su cuello fuertemente, ella me explicaba que no había razón para tener miedo mientras tomaba agua de mar con sus manos, mostrándomelo y mojando mi cabeza suavemente.  Al regresar a Caracas mi mama Helena celebraría mi tercer cumpleaños, es el mes de julio, sin saberlo se acercaban tres tormentas a su vida, la primera sería la de su vida amorosa. Estábamos desconectadas del acontecer político y de la dictadura, una forma de protegernos.
En algún momento Vicente le exigiría a Helena que dejara Caracas y se fuera a vivir en San Juan de Los Morros, como abogado le explica que negarse a irse es un abandono de hogar de su parte, una causal de divorcio. Helena le refuta que se fue él y no ella. Él le insiste que se mudó por razones de fuerza mayor, no fue abandono, en cambio ella al negarse a irse con él, si lo es. Le plantea que si no le dan el cambio, renuncie a su trabajo, que está en capacidad de mantenerlas. Ella le argumenta que no puede, su hija era una responsabilidad que antes no existía, ya no podía correr tras él, como antes, haciendo locuras. Acaso no confías en mí? La niña es también mi hija, reclama el, se juega su última carta, puedo pedir la custodia, me corresponde. Si lo intentas, te mato, responde ella, jugándose también su última carta. Sus vidas llegarían a un callejón sin salida. Vicente no podía vivir ni en Caracas ni en Barquisimeto y ella solo podía vivir en Caracas o en Barquisimeto, el divorcio fue inevitable. Yo me quede con mi madre.
Luego llegarían, casi simultáneamente, las otras dos dolorosas vivencias. En el país estaba desatada la pandemía de polio.
Llegada a Caracas


Oficio de traslado a Caracas

Un mes de edad

El día de las elecciones donde gana Jóvito Villalba


Aprendiendo a caminar: coches y andaderas de la década del 50
Madre e hija el día de su bautizo
La moda de Dior en todo su esplendor en el país

Medalla y vestido de bautizo.

Carnavales de Caracas 1954


En el Toronal, Municipio Urdaneta, Lara.
El tercer cumpleaños.