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jueves, 19 de abril de 2018

Capítulo 57: Un noviazgo marcado.


Cinco jóvenes mujeres van corriendo escaleras arriba, tratan de silenciar el tintineo de sus carcajadas cubriéndose la boca con sus manos, al desembocar en la terraza del Club Sirio-Libanes tropiezan con un caballero de porte alto, de flux oscuro, cabello engominado, parado de espaldas observa el bello paisaje nocturno de la ciudad que abarcaba hasta el majestuoso teatro Juárez, al girar atraído por el sonido de los tacones y ahogadas risas de las damas, queda frente a la última de las mujeres que viene subiendo, su vaporoso vestido color beige claro de falda amplísima que arranca de su cintura, demarcando su finura, flota sinuosamente a lo largo de su cuerpo, sus miradas se encuentran, se observan curiosamente, ella detalla el bigote espeso, las negrísimas y anchas cejas resaltan sus penetrante ojos oscuros como la noche, aquel desconocido le recuerda a Clark Gable. El hombre prestamente estira la mano dirigiéndola hacia ella, mientras caballerosamente dice, señoritas permítanme presentarme, me llamo Vicente Cordido, asistente del gobernador, un fuerte y decidido apretón de mano marcaría un destino. Un discreto perfume de caballero es reconocido por la joven mujer, por un instante, ella siente ser la protagonista de la película "Lo que el viento se llevó", escuetamente responde el saludo, mientras retira firmemente su mano del cepo donde la tenía atrapada aquel hombre, dirigiéndose a las jóvenes que perseguía, sus hermanas menores y su prima, les ordena regresar inmediatamente al salón donde transcurría la fiesta, les recuerda que si las descubrían allí, serían reprendidas. Subir a la terraza sin chaperonas estaba prohibido a las solteras por ser un lugar censurado, debido al hecho de ser donde se citaban las jóvenes parejas enamoradas para verse a solas. Helena era responsable de ellas, sus rebeldías la hacían pasar apuros.
Este grupo de muchachas se identificaban así misma como la Caravana Camel por andar siempre juntas, semejantes a la fila de camellos de la propaganda de cigarrillos Camel, debido a esta asociación eran atrevidas en desafiar la autoridad, famosas en sus desapariciones, una de las más comunes era la de la función de matiné del cine Rialto los domingos, al terminar la película se iban escondida al edificio La Francia, que quedaba al cruzar, el mandato era regresar a la casa inmediatamente pero no resistían la tentación de darse una escapada a la fuente de soda a verse con los amigos que las esperaban allí para conversar y tomarse un refresco, al sitio llegaba el chofer de Teodoro, conocía sus mañas, rastreándolas con habilidades policiales las localizaba, tenía órdenes de llevarlas de vuelta.
Ese diciembre de 1947 se celebraba el triunfo de Rómulo Gallegos, ganador de las elecciones recién realizadas en el país. La población estaba de júbilo, más que una navidad parecía una fiesta de carnaval, la ciudad teñida de blanco, el color representativo del partido ganador de las novedosas elecciones, festejos por doquier.
Helena asistía a una de esas fiestas con su hermana mayor Ana Dolores, su esposo Teodoro Richa y la caravana Camel. Inesperadamente arriba Eligio Anzola Anzola, gobernador del estado Lara, personaje destacado de la política larense, protagonista de parte de la historia del país, uno de los fundadores en la clandestinidad de Acción Democrática, participante de la aprobación de la constitución de la Junta Revolucionaria de Gobierno en 1945, basamento legal de esas elecciones. Este líder venía acompañado de Vicente Cordido, su secretario de gobierno, ambos se habían conocido en la UCV donde cursaron Ciencias Políticas, en años diferentes, compartiendo un ambiente profesional común de mucha afinidad, uno de esos era la Revista de Derecho, en la cual Eligio ejercía como director, alternando con aquel joven recién llegado de Yaracuy, hijo de caficultores. Ambos eran del interior del país. Esta comunión entre ellos los llevaría a desarrollar una amistad que duraría aun después de egresados de la universidad, a pesar de tomar caminos divergentes, uno en la política y el otro en el ejercicio privado de su profesión. Cuando Eligio Anzola es nombrado gobernador de su estado natal, Lara, para el periodo de 1945 a 1948, le propone a su amigo que se desempeñe como su secretario de gobierno, lo conoce, aquel joven profesional era brillante, graduado con excelencia, el único obstáculo era no ser militante de AD, cuya actividad le producía resquemores ante la persecución a la que eran sometidos sus dirigentes, a pesar de esto el líder confía en su desempeño para este cargo, por lo que este personaje larense lo invita a acompañarlo, necesitaba apoyarse en profesionales que le dieran brillo a su gestión, era una época del valor de los méritos. Vicente decide venirse de Caracas, no imagina que aquel viaje conduciría su destino, sentenciándolo a tener una vida accidentada, dentro de un agitado y peligroso entorno político, evadido hasta ese momento, al igual que la vida social de su familia, muy conocidos, de la cual también huía, en la que sentía que no encajaba. Esta oferta le sirve para alejarse de ellos.
Helena, recientemente, ese mismo año también se había mudado de Caracas, incorporándose a la vida de un Barquisimeto efervescente, convergiendo con este personaje. Ambos habían vivido en la Capital, sin coincidir allí, lo harían en Barquisimeto, en aquella fiesta, cosas del destino, ninguno de los dos sabia bailar, razón por la cual estaba en la terraza, fuera de las atenciones del  público.
Parte de ese año, Helena había conservado el cabello largo y la característica moda avispa del New Look. El «New Look» de 1947 (sobrenombre dado por una periodista americana), era un estilo de moda para mujer con blusas de hombros torneados, cintura fina y falda amplia en forma de corola a veinte centímetros del suelo. Representó la recuperación del lujo, el exceso, la elegancia clásica y la vuelta a una imagen femenina tras la depresión de la II Guerra Mundial. Ella lo usa durante este periodo entre su regreso de Caracas y el encuentro con Vicente, años de disfrutes, como los diferentes viajes a Cabimas donde iba a visitar a sus dos hermanas mayores residenciadas allí, aprovechando de conocer los Andes Merideños, incluso en el reencuentro con su morocha celebrado en el Club Ayarí a su regreso a Barquisimeto, aun lo lleva en la primera fiesta que asiste como integrante de una comparsa de señoritas solteras en el Country Club. Pero un día, estando a punto de finalizar el año, siente la necesidad de hacer un cambio de apariencia, se corta el cabello, contrario a lo sucedido al poderoso Sansón, una fuerza brotaría de su interior para no abandonarla jamás, adopta la melena estilo solgneé que usaría hasta el final de sus días, como una crisálida, surgiría Helena, su nombre escrito con hache a partir de entonces, la luchadora que no derrotaría la adversidad.
Suena la música en el salón, ella ve venir al caballero de la terraza, señorita, sería tan amable de concederme este baile, aunque le advierto que no lo hago muy bien. Detalla al hombre con la luz del salón, presiente lo inevitable. Ya sabía quién era, no se hablaba de otra cosa en aquella reunión. Mientras bailan, se identificarían por ser jóvenes profesionales, pertenecer a la generación emergente que rompía con los paradigmas de la era victoriana, moldeados con las nuevas ideas de la naciente sociedad Venezolana, indiferentes a la política, recelosos de lo social, amantes del modernismo.
El mundo que Helena había disfrutado hasta ese momento se ve trastocado por la presencia de este hombre, surgiendo la necesidad de formar pareja, hasta ese momento esquivo, constituir una familia propia, cosas que no habían estado en sus objetivos primordiales.
Estos amores se inician a finales del año 1947 y principios de 1948. Durante este periodo pasearían a diferentes lugares, el infaltable cine Rialto al que asistía en compañía de la morocha y su esposo, era el lugar ideal para tomarse de las manos en la oscuridad, robarle un beso a la novia. Los paseo a El Eneal, caserío cercano a Duaca, lugar en la que se encontraba la hacienda de caña de azúcar de los padres de Martín Orozco, donde vivía Adelina con sus hijos. El grupo lo conformaban su amiga Celina con su novio, su hermana Yolanda aun soltera, algunos compañeros de trabajo, entre ellos Luis Gómez López y su enamorada, incorporándose ellos dos a las actividades en parejas. Siempre acompañada de las chaperonas, una costumbre para la época, en diferentes combinaciones de hermanas, amigas de larga data y buena reputación, primas o Pepita, custodia de la virtud.
La clásica visita a El Toronal no podía faltar, nutrirse de sus raíces, presentarlo a su padre, Pancho Castro, esto denotaba la seriedad de estos amores, un compromiso.
Helena lucia en todo su esplendor, se sentía completa por primera vez. Así transcurren estos amores, según lo establecido por las normas del buen comportamiento, se inicia el mes de febrero dando apertura a los esplendorosos carnavales de ese año, el país disfrutaba de sus logros políticos, el inicio de la democracia representativa, del auge económico, el modernismo vertiginoso.
Aún no habían concluido las festividades cuando llega un anuncio, Rómulo Gallegos, quien había asumido la Presidencia el 15 de febrero, presenta a su nuevo gabinete de gobierno, conformado por doce ministros, entre ellos Eligio Anzola Anzola en Relaciones Interiores. Vicente se va a Caracas y Helena se queda en Barquisimeto. Era la primera separación. Ambos son adultos por lo que la asumen con madurez, los novios se escriben largas y apasionadas cartas, intercambian poemas de amor, realizan planes de su vida futura en común. Helena no atiende a ningún otro pretendiente, levanta un muro infranqueable a su alrededor, permanece fiel a su amado, así lo haría el resto de su vida. Finaliza el año de 1948 cuando repentinamente surge un hecho inesperado, el presidente electo es derrocado el 24 de noviembre, siendo sustituido por una Junta Militar; su ministro Eligio Anzola es hecho preso y enviado a la cárcel Modelo de Caracas, luego es expulsado a México. Vicente debe huir de Caracas pues decretan toque de queda y despliegan a los militares en casi todo el país en búsqueda de los adecos, una situación muy peligrosa para ellos. Helena inicia una etapa de amores en la clandestinidad, debido a esto abre las compuertas a los cambios, dejaría atrás definitivamente la era victoriana del comportamiento femenino, de forma mas abierta.
El romanticismo rodeaba a Helena durante este periodo, las lecturas de poemarios de  moda en esta generación como las escandalosas Prosas Profanas de Rubén Darío en 1949, censuradas para la época, hoy se ven tan ingenuas y sutiles, surgen como un revolucionario despertar de la liberación de la mujer a la comprensión del sexo, en el cual se sumerge. Ella le escribiría poemas a su enamorado y este a su vez le envía apasionadas cartas.
Sus amigas la ayudan a zafarse de la vigilancia familiar para encontrarse con su amado, a escondidas, por dos razones, una, el riesgo político que corrían y el otro “el qué dirán” como se decía en esa época. Helena realiza dos viajes misteriosos. El primero, a Curazao, a finales del 48 y el segundo en un paseo donde aparece bañándose en un río en el 49. En ambas fotografías no hay chaperonas, el fotógrafo nunca aparece con ella. En el estado Yaracuy la familia de Vicente tenía propiedades, existen parques nacionales como el Yaracuy. 
En 1949 Anzola está exilado en Mexico donde lleva una activa agenda política bajo la coordinación de Rómulo Betancourt, allí realizan una asamblea de adecos en el exilio, mientras los enamorados están separados, viéndose esporádicamente. Las tradiciones familiares de los hermanos Castro, con fuertes vínculos creados a raíz de la muerte de su madre, cuya orfandad los uniría alrededor de sus tres hermanas mayores las cuales ocupan el lugar de madre, protectoras y guía de la unión familiar, aprovechaban cualquier acontecimiento familiar para reunirse, uno de ellos sería otro matrimonio más, el de Bolivia, hermana dos años menor que Helena, a celebrarse a principios de 1949, debido a esto el grupo residenciado en Cabimas se traslada a Barquisimeto iniciando una costumbre de fotografiarse todos los hermanos juntos a partir de ese año. Disfrutaban un cálido día paseando con los sobrinos nacidos para le época, eran los tres de la morocha Adelina y la hija mayor de Francisco. A este grupo se sumaba La Nena, la más pequeña de los hermanos Castro. Hasta ese momento la familia se componía de un total 21 miembros y estaba a punto de crecer aún más produciendo en Helena una extraña ansiedad. 
Un día, posterior al nacimiento del primer hijo de su hermana Bolivia acaecido a finales de 1949 y del nacimiento de la cuarta hija de la morocha en enero de 1950, súbitamente cae en cuenta que está en un grupo separado de sus hermanos: por un lado los casados y del otro las hermanas menores sin otra responsabilidad que los múltiples programas propios de su edad. Ella no pertenecía a ninguno de las dos categorías, era una mujer madura, con trabajo fijo, soltera y de cierta forma se siente solitaria, Vicente llenaba este vacío en ella y decide actuar.
En 1950 a Helena se le presenta la oportunidad de adquirir, con su sueldo gracias al gran poder adquisitivo de la clase trabajadora, su primera vivienda, en el recién inaugurado urbanismo de Bararida, pensando en formar su hogar en cuanto el panorama político se apacigüe, concreta la compra y viaja a San Felipe con el fin de comentarle sus planes a Vicente a quien la idea de ser mantenido por ella no le agrada, le expone que allí su amistad con Eligio Anzola era muy conocida, por lo cual le sugiere venirse a Caracas. 
Pero ocurre otro suceso inesperado, el país convulsiona nuevamente, el 13 de noviembre de 1950, posterior al terremoto de El Tocuyo, es asesinado Delgado Chalbaud y asume el civil Germán Suárez Flamerich, eventos que motivaron a Mamayu a regresar de Cabimas y a Helena a buscar su destino sin darle más vuelta, la vida no esperaba, no existía un momento ni condiciones perfectas, era o no era, así que un día sin prejuicios, por segunda vez, rompería con las reglas en su familia, llevada por las circunstancias excepcionales que exigían acciones sin mojigaterías.
Solicita su traslado a Caracas, sin imaginar que coincidiría con el regreso al país de forma clandestina de Eligio Anzola, ocurrido el 3 de Junio de 1951, bajo el seudónimo de “Aguirre” o “Tovar” suceso que desencadenarían otra secuencia de hechos inesperados.
Apenas 3 meses después del arribo de “Aguirre”, en septiembre llega la respuesta de su solicitud, por disposición de la Junta de Gobierno de los Estados Unidos de Venezuela, es trasladada como Higienista Escolar a la Unidad Sanitaria de Caracas, efectiva a partir del 1 de octubre de 1951 nuevamente está en la capital, allí sucederían las experiencias que su abuela Bartola había vislumbrado el día de su nacimiento acaecido en un caserío del medio rural venezolano, determinando su nombre por su significado: la antorcha que brilla. Su vida, aunque nunca lo buscó, estaría ligada a los sucesos políticos acaecidos a este líder político larense.






Las Prosas del despertar a lo profano
Romanticismo
Un extraño viaje
Unión familiar
Sobrinos y la saga Castro
Una paseo clandestino a un parque de Yaracuy 
Al siguiente año
La despedida de sus hermanas

El regreso a Caracas