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lunes, 20 de diciembre de 2021

Duelo entre Sanadoras Capítulo II El globo del deseo

 

Un día, específicamente un 31 de diciembre, mi yerno junto a mi hija y nietos armaban un globo del deseo, un farol de papel que lleva dentro un mechurrio que se enciende para convertirlo en una linterna aérea, al estar finalmente listo, antes de lanzar al cielo, se le piden tres deseos, me indican que realice los mío. Al principio me resisto un poco debido a mi incredulidad pero finalmente decido cumplir con los requisitos del ritual para darle gusto a los niños, así lo hago, luego de buscar en mi mente algunos anhelos ansiados, me dirijo al espíritu de mi madre para pedirle que alejara a la muchacha que nos trabajaba en labores de limpieza, siempre y cuando fuera lo mejor para nuestra familia, ya que se había convertido en un elemento desarmonizador dentro de mi núcleo familiar, intrigante y maltratadora hacia mi persona. Mi segunda petición fue para que le otorgará a mi nieta su deseo de conocer un chico que le gustaba. Luego finalmente le ruego, si es posible, conociéndome ella como nadie más y sabiendo lo difícil que era para mí relacionarme, no solo por las razones expuestas sino por mi personalidad irreverente, me concediera el traer hasta mi puerta a una nueva persona con quien alternar, de manera que pudiéramos ser amigas, esas con las cuales bastaba una sola tarde de charlas y risas, para hacerte sentir que encajas en este mundo.  Almas fuera de lo común con quien tenía años no socializaba, que extrañaba enormemente, grupo de filósofos, músicos, científicos y hasta bohemios que había tenido oportunidad de conocer en lugares reservados en la ciudad, frecuentados por quienes no encajan en otros espacios, fuera de lo mediático y mercantil de nuestra sociedad, oasis para los espíritu sedientos que buscan algo más, seres difíciles de encontrar.

Resultó que el globo del deseo fue arrastrado por el viento hacia el poste de electricidad, enredándose en los cables, todos los allí presentes gritábamos, creyendo que por su culpa nos quedaríamos sin luz, finalmente después de lanzarle piedras y con una larga vara se logró tumbar sin haber volado hacia el infinito, razón por la cual pensábamos que nuestros deseos no serían otorgados. No fue así, el conjuro estaba hecho.

                                        El globo del deseo. Dibujo de NAMC.

Un atardecer veo que se acerca a mi jardín alguien que me era familiar a saludar a Sagrario, una vecina con quien conversaba, de repente la reconozco, era Karla, pareciéndome un hecho increíble, ya que esta mutua conocida me informaría que ella se había ido a los EEUU donde vivía su  hijo, presumiendo que su retorno al país no era posible, ¿Acaso sería la amiga que pedí? ¿El poder del globo del deseo era verdad, mi madre me había escuchado? Si esto era así, ¿Entonces existía un más allá, otras dimensiones, seres angelicales capaces de oírte, una vida después de la muerte, eran cierto los fenómenos paranormales?. Interrogantes que me hacía por culpa de aquel artilugio proveniente de las tradiciones del lejano oriente, el globo que según las creencias es capaz de otorgarte tus sueños, en lo cual no creía, pero sin embargo me enviaba una señal.

martes, 14 de diciembre de 2021

Duelo entre Sanadoras Capítulo I Tekila y Zuka

 

Trotaba todas las tardes, acompañada por su mascota, una dócil golden retriever dorada llamada Tekila, a pesar de su gran tamaño pasaba desapercibida por su comportamiento silencioso y disciplinado. Al llegar a la altura de mi casa, la mía, una pincher miniatura negra, quien no tenía conciencia de su pequeñísimo tamaño, antipática como su dueña, se pegaba tras ella ladrando insistente y escandalosamente, llegando hasta al atrevimiento de morder sus tobillos. Zuka parecía decirle que ese era su territorio y que no tenía salvoconducto para transitar por esa calle, nuestra calle, permiso que solo otorgaba a quien le caía en gracia y por lo visto la corredora no estaba en su lista. Sentía una vergüenza increíble ante el proceder de la loca de mi perrita, pero no podía ni quería ponerle freno, la había criado libre, nunca le coloqué cadena, ni le cerré las puertas para impedirle el paso, solo trataba de educarla pero resultó ser rebelde, no obedecía mis órdenes de venir a mi lado y dejar a la gente en paz.

En fin, pensaba yo con mi habitual indiferencia, ante el agrado o desagrado que sintieran los demás, al que no le guste que no pase por aquí, sin considerar el rechazo hacia mí persona originada por mi proceder. 

                                    Trotaba todas las tardes. Fotografía de EEMD.

A pesar de los intentos de Zuka, la corredora no se sometía a sus deseos, ni a los míos expresados en la ausencia de control sobre mi perra, muy al contrario seguía usando nuestra calle estoicamente a pesar de la guerra entablada por ambas, nosotras dos, dueña y mascota en un dúo acoplado para detectar malas vibras en ciertos individuos y Zuka había demostrado ser buena para espantarlos.  Esta actitud agresiva no era con todo el mundo, solo con unas pocas personas, en las cuales estaba Karla. Comencé a preguntarme ¿Por qué se comportaba así?, ¿Por qué con ella? Se dice que los animales ven cosas que los humanos no tienen capacidad de hacer. 

Notaba la conducta de Tekila contrapuesta a la de Zuka y meditaba sobre la creencia popular de que las mascotas se parecen a sus dueños, viendo que la armonía entre ellas era evidente, lo cual me señalaba que allí había otra cosa.

Advertía que el lenguaje corporal de la trotadora se expresaba de una forma peculiar que me era familiar, una mezcla de estar consciente, de pertenecer a algún tipo de misteriosa realeza, una firmeza de carácter y de tener el control de los elementos a su alrededor que me intrigaban, ¿Cuáles elementos?.

Todo iba desarrollándose como siempre hasta que un día note que la corredora comenzó a detenerse a hablar con ella, diciéndole algo en voz baja que no lograba escuchar. ¿La regañaba  o trataba de ganársela?, no sabía.  De repente observo un cambio de actitud en Zuka que me sorprendió e inicié una búsqueda de una explicación, en ese momento no sospechaba cuanto me maravillarían las respuestas.

Mi curiosidad propia de los del signo Leo fue creciendo debido a que parecía ser un personaje interesante, algo misterioso, ¿Acaso estaba equivocada?, al principio me hice la desatendida sin embargo el magnetismo que surgía de ella era poderoso, nada común, ¿Cómo averiguar de qué se trataba?, esta inquietud me llevaría al siguiente nivel. 

Iniciar cierto grado de amistad con los vecinos de mi cuadra me era relativamente fácil debido a la proximidad, pero ella no vivía tan cerca, estaba residenciada en mi urbanización pero en una zona más alejada, necesitaba contactarla y no me era fácil. Analizando sobre una estrategia a implementar para establecer una comunicación del tercer tipo o sea una amistad cercana y así desentrañar sobre si lo que percibía era cierto o solo era producto de mi prolífica imaginación propia de los escritores, repentinamente dejó de trotar desapareciendo durante casi dos años, pero el destino o la Divinidad, dispondría otra cosa, entonces yo no lo sabía.  

Finalmente lograría descifrar aquel misterio o mejor dicho aquella cadeneta de misterios, cada vez más complejos y que representarían un reto para mí intelecto, a mis paradigmas y la visión de ciertos temas, descubriría el sorprendente árbol que no es un árbol.

  

                                                   El árbol que no es un árbol. Creado por AEC.

   

viernes, 10 de diciembre de 2021

Duelo entre Sanadoras Prólogo

 

La sanadora estaba consciente de su carisma, sentada a su lado mientras hablaba de sus dones, percibía que manaba una fuerza desconocida exacerbando mi curiosidad, hacía tiempo que no se presentaba un reto a mi mente, fascinada intentaba descifrar aquel enigma, nunca había estado en vivo y directo con los misterios sagrados del ocultismo, un océano inmenso de conocimientos gnósticos que llamamos magia o brujería, muy diferente al mundo donde me movía, la tercera dimensión, ciencia pura y dura. A pesar de nuestra cercanía, al mirarnos mutuamente no podíamos vernos pues una máscara ocultaba la esencia de cada una de nosotras. 

                 

                                                                     Senderos del destino. Fotografía de JAO

 

La existencia de algo nos separaba abismalmente, infranqueable, conectado a nuestros respectivos campos del conocimiento, a pesar de esto, paradójicamente nos reconocíamos, las simbologías del sanador en nosotras era evidente. Un inesperado sendero del destino se abría a mi vida.


      Habiendo  indagado sobre el tema al escribir sobre un personaje del siglo XIX, Bartola, mi bisabuela liberal, tropera, conspiradora política, sanadora, chaman, profundamente mariana, conduciéndome por múltiples caminos para desentrañar sus secretos, el último de ellos el más controversial y difícil, pues eran ignorados por mí, por estar contrapuesto a la formación científica de la profesión de médico que detento, sin embargo la esencia de la ciencia obliga a tener una mente abierta a lo novedoso, a ser objetiva, a no tener prejuicios, dispuesta a aceptar los cambios que se presenten, facilitándome entrar en el sorpresivo mundo de esta polifacética antepasada de origen sefardita, cuyos conocimientos masónicos y su compleja práctica rosacruz me asombraron. Pero no es igual un análisis de alguien que ya no existe físicamente, que estar compartiendo con una de carne y hueso que está allí, en tu entorno íntimo.

  Descanso del guerrero. Fotografía de NAMC

                                                    

Esta historia comenzó inesperadamente un día en que esta persona apareció frente a mi casa donde paso las tardes disfrutando del paisaje de la urbanización donde resido, en lo que llamo el descanso del guerrero por estar jubilada, haber llegado a la tercera o cuarta edad, además minusválida de cuerpo, con el alma devastada por la desaparición física de mi madre, paralizándome para escribir desde hacía largo tiempo, conocido como bloqueo del escritor, un quehacer que me satisfacía enormemente, alcanzando cierto reconocimiento al lograr que un diario local de gran circulación y prestigio, publicará varios de mis artículos, llenando mi espíritu con una nueva motivación, posterior al vacío que sentía al retirarme como médico, arrastrando una añoranza enorme, pues no solo era dejar de sentir esa sensación de dominio sobre la vida y la muerte, que es adictivo, sino igualmente perder ese contacto entre colegas unidos a través de algo especial, el compartir un idioma irreconocible, no entendible para el vulgo, que permite hablar públicamente, decir hasta chistes que nadie más comprende, de sentido de pertenencia a un clan especial con un vínculo sagrado, una conexión única, de estar por encima de los cánones del bien y del mal, ajenos al mundo del cual sentimos no pertenecer, por ser casi una divinidad, cuyos actos nadie juzga ni discute:  El paciente no decide, lo hago yo que soy el médico, ¡Ah, que poder!.

Los temas censurados, el puritanismo, las fruslerías no tienen cabida en nosotros, el privilegio de hablar a calzón quitado es una condición sine quanon del ejercicio profesional. Hasta este momento pensaba que eran prerrogativas exclusivas del médico.

En mi niñez había padecido de polio y con la bendición de contar con mi madre, un gran soporte en mi existencia, no solo por el apoyo que me dio físicamente supliendo mis carencias sino también por esa forma positiva de ser, impulsándome a lograr metas imposibles de alcanzar, catalogadas de esta manera por la sociedad. Mi madre Helena, cuyo nombre significa en griego ”la antorcha que brilla”, me enseñó que en esta vida solo la muerte no tenía solución, había fallecido apenas un año atrás, contaba con 98 años de edad, debido a un deterioro físico profundo producto de la vejez que me absorbió por completo, sentir la impotencia ante mi incapacidad profesional para evitar su sufrimiento, me produjo un choque con la realidad, enfrentar que no podía hacer nada para frenar el desenlace al que conducía ese camino, sin lograr esconderme tras un mecanismo de negación, pues esa ruta la conocía muy bien, la había visto antes en mi trabajo, solo quedaba brindarle compañía y amor. Aun a costa de mi misma, decidí no darle soporte vital en la hora final, fue duro.

Releía mis escritos que me parecían de otra persona, totalmente ajenos a mí, inentendibles e inalcanzables nuevamente. ¿Cómo había sido posible que hubiera plasmado tantos sentimientos en esos artículos y ahora no pudiera? Esto me producía una gran decepción debido a las expectativas que coloque en esta actividad de mi vida actual, limitada no tanto por mis discapacidades motoras, las cuales había logrado superar, ¡Vaya que sí!, sino que además, un nuevo elemento, inapelable, producto del correr del tiempo, había hecho su aparición en mi horizonte, la llamada vejez y el aislamiento social que conlleva, no solo por la falta o poca movilidad en círculos de trabajo como también en los sociales, la conocida soledad generacional del anciano.

                                     La soledad generacional del anciano.  Fotografía de JAO

Poco a poco el viejo se convierte en un producto desechable, en una carga, pasado de moda, cuyas opiniones no valen, no sirven, que lo mejor es darle una pastillita tranquilizante para que duerma, nadie se da cuenta si lo hace por 24 horas, mejor, así no molesta.  Por supuesto la sociedad busca excusas, los familiares del anciano se dicen así mismo que es necesario sedarlo para poder trabajar y llevar la comida a la casa, a veces este autoengaño llega hasta el nivel de afirmar que es para su bien, lo mejor para él, tenerlo así, apagado.  Estando en estas negras elucubraciones, luchando para evitar desdibujarme, dejar de ser alguien y caer en esta categoría de algo prescindible, fastidioso, combatiendo a mis monstruos, emprendo otros caminos para sustituir mi afán de comunicarme emocionalmente a través de mis apuntes terminando todos en algo efímero; el hado parecía señalarme que debía retomar mi senda original, que esa era la vía, cuando un día, no se precisar en qué momento, veo aparecer a alguien nuevo en mi pequeño y muy limitado mundo. Una rica experiencia me esperaba, conduciéndome a sentarme ante el teclado y escribir nuevamente.  El dique se rompería finalmente.

                                                Una rica experiencia. Dibujo de SAM.