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lunes, 27 de junio de 2016

Capitulo 39 La emigración a la gran ciudad.

Era su primer viaje a la ciudad, recién cumplía 15 años de edad cuando  a finales de 1910 abandona el medio rural, coincidiría con el año que el cometa Halley desgarraría la negrura de la noche dejando tras su paso una estela de luces iluminando el cielo como si fuera de día sembrando zozobra en los habitantes, las familias se abrazaban, lloraban y rezaban conmovedoramente para despedirse antes de morir, al creer que el mundo se estaba acabando. Época en el cual estos fenómenos se interpretaban como un mal augurio debido a la gran superstición existente, impulsando a muchos a realizar cambios en sus vidas. El cometa la llevaría a nuevos rumbos, sin saberlo en ese momento, regresaría por los mismos senderos de sus orígenes.
María Adelina, la tercera hija de Teodoro Giménez un blanco y de Adelina Meléndez, una parda, mezcla de sangre de blancos, indios y negros similar a la mayoría de las familias de la región de Urdaneta, nacería en Siquisique en 1895 dentro de una familia conservadora y adinerada gracias al cultivo del café. Esta joven de piel morena clara heredada de su madre, con unos picarescos ojos castaños muy expresivos, pelo oscuro, nariz pequeña, letrada gracias a su posición social que le permitió tener acceso a las escuelas federales para varones y hembras que existían en esta pujante región, marcando una diferencia sustancial. Su infancia y el inicio de su adolescencia transcurren en haciendas cercanas a Aguada Grande y en el caserío La Unión, pequeño poblado llamado así por estar conformado por familias unidas entre sí por lazos de sangre, todos eran parientes.
Habían huido de Siquisique por el terror de la dictadura de Cipriano Castro para asentarse en La Unión donde residían los Meléndez, parientes de su madre, quienes lo instan a comprar la hacienda donde conocería a Pancho cautivándolo con su fuerte personalidad parecida a la de su madre, Bartola su futura suegra. Debido a graves intrigas familiares y el cometa Halley se mudarían a Barquisimeto, junto a sus padres, quienes venderían El Toronal buscando nuevos aires, era su hogar hasta ese momento, situado en lo alto del pequeño caserío El Turagual, a los pies de La Unión, un antiguo asentamiento de indios tejedores.
La dictadura de Juan Vicente Gómez apenas iniciada hacia dos años, está vigente cuando entra a la burbujeante ciudad de Barquisimeto, van en una carreta cubierta. Atrás dejaba la vida y el entorno que ella creía cosmopolita, Aguada Grande, capital de la parroquia, de unos miles de habitantes con sus casas repartidas en un estrecho paso que formaba su única calle, eje principal tanto comercial como social del poblado. No sentía tristeza por la mudanza, todo lo contrario era una aventura, un descubrimiento de un mundo que la retaba, para aquella joven era una sensación maravillosa, nueva.
Entran raudos ingresando al Valle de Las Damas a través de un bosque de semerucos que sombreaban el sendero, situado donde queda hoy el Parque Ayacucho, este espacio había fungido como un campo para maniobras militares que rodeaban al Cuartel Nacional ubicado en la calle del mismo nombre (carrera 16) luego en 1930 pasó a llamarse Cuartel Jacinto Lara, allí estuvo acantonado un cuerpo del ejército libertador denominado Batallón Piar. Se desvían ligeramente tomando una angosta vía empedrada conocida como calle Regeneración o carrera 17 adentrándose a la parroquia Concepción. La muchacha no puede evitar girar su cabeza para buscar el origen de aquel tumultuoso escándalo que provenía de varios puntos simultáneamente, por un lado los tranvías a tracción de bestias, mas allá un carruaje con seis personas corre veloz hacia su destino, otros del paso incesante de los hombres al trote de caballos o mulas, multitud a pie por sus calles unas de tierra, otras empedradas y algunas adoquinadas, las principales con faroles en las esquinas donde las personas se detenían en bulliciosas tertulias. A su lado pasa un vendedor ambulante en una carreta descubierta cargando su mercancía con su pregonero anunciando sus productos de frutas, víveres, leche recién ordeñada contenida en unos envases de metal que se vendía de casa en casa, ve otro, luego otro más allá, los numera uno, dos, tres … no alcanzaba a contarlos, estaba aturdida, nunca había visto algo así en el pueblo de donde venía, estaba maravillaba pero debe reprimir sus emociones, que nadie los intuya, su madre le había inculcado que no era bien visto hacerlo.
Al continuar en su recorrido por la calle Regeneración pasaría por una hermosa Plaza llamada Concepción, nombre que conservo hasta 1925 cuando se cambió a Plaza Bolívar, ubicada entre las calles Regeneración (carrera 17) y Cuartel Nacional (carrera 16) con las calles transversales Obispo (calle 26) y Juárez (calle 25). Sus bellas rejas perimetrales de hierro forjado, sus ondulantes caminerías sombreadas por coposos árboles por donde las damas elegantemente llevando hermosos vestidos largos caminaban del brazo de los caballeros, otros vecinos entretenidos en amenas tertulias, allí convergían los tranvías que acababa de ver y los coches ofreciendo sus servicios de traslados a diferentes lugares de la ciudad, escena que la hipnotiza, en ese instante se promete a sí misma nunca irse de la ciudad, la conquistaría y pronto sería ella la que pasearía por esa plaza del brazo de su caballero.  
La primera actividad social que María Adelina asistiría allí, sería la celebración de la consagración como Obispo de Monseñor Aguedo Felipe Alvarado en noviembre de 1910 y seguidamente la fiesta de fin de año, ambos actos realizados en esta plaza con fuegos artificiales y retretas, música en vivo interpretada por una banda local. Aquí se acostumbraba realizar los actos oficiales y académicos de la ciudad. Alrededor de esta plaza estaban el correo, el telégrafo y la casa de gobierno, era el corazón palpitante de la ciudad. Los Barquisimetanos al terminar la misa de las 10 de la mañana, en la cercana Iglesia La Concepción, tradicionalmente salían en romería rumbo a la plaza a reunirse con familiares y amigos, era frecuente ver las retretas dominicales con la banda Mavare fundada en 1898.
Repentinamente la carreta donde viaja da un sobresalto, su padre había frenado los caballos para evitar atropellar a la muchachada alborotada que los rodea, era la hora de la salida de las escuelas, el bullicio era ensordecedor en comparación con la de su pueblo, no había escuchado una algarabía tan grande de estudiantes y es que la instrucción Pública de la ciudad contaba para la época con 14 colegios entre Nacionales, Federales y Municipales donde se impartían materias de lectura, escritura, matemática, literatura, religión, moral y buenas costumbres. El Colegio Federal fue el primer plantel de educación secundaria de la ciudad autorizado para otorgar títulos universitarios y funcionó como tal hasta 1901, continuando como colegio. La Es­cuela Normal, un instituto especializado para formar maestros, se inició en 1877, era el único donde podían ingresar las mujeres sin el titulo de bachiller y se consideraba como semi-universitario. El colegio particular para niñas Inmaculada Concepción fundado en 1904 por las Hermanas de San José de Tarbes, luego en 1906 se inaugura el Colegio de Barquisimeto hoy Lisandro Alvarado para varones.
La educación, un privilegio de las clases pudientes era discriminatoria para la mujer, las escuelas para hembras tenían un pensum diferente dirigido a las funciones de reproducción y ama de casa. Solo cursaban algunas materias de primer y segundo grado como música, conocimientos de trabajos de agujas, bordados, corte y costura, religión, lectura sin continuidad con las universidades. En esta época existían solo dos universidades: la UCV en Caracas y la ULA en Mérida.    
Dejan atrás a los estudiantes y continúan su viaje, entran en la parroquia Catedral, nombrada así por encontrarse la iglesia San Francisco, antigua Catedral de la ciudad, ubicada entre las calles 22 y 23, en frente estaba la plaza Jacinto Lara, antigua plaza Miranda, era una hermosa estructura. Al finalizar este vía se atravesaba el Puente Bolívar, a la altura de las calles 21 y 22 con la calle Regeneración (carrera 17), su construcción se concluyó el año 1806, originalmente conocido como el puente de la Santísima Trinidad, entonces era de madera y crujía al paso de las transeúntes, servía para pasar la quebrada y poder transitar entre las dos parroquias de la ciudad, situado en el zanjón de Cárdenas, hoy conocido como La Concha Acústica. Cuando Simón Bolívar paso por el en el año de 1821, se le cambio el nombre a Puente Bolívar, el cual se cayó con las lluvias y fue reconstruido en 1907.
La carreta cubierta donde viaja María Adelina continua su paso rápido a través de un solitario camino de tierra que cuelga del borde del valle, llevan prisa, una fresca brisa levantaba una polvareda a su alrededor, no quieren que los agarre la noche antes de llegar a su destino, aun había luz lo cual le permite divisar hacia el sur el Río Turbio y el Bosque Macuto, un hermoso lugar para realizar agasajos, originalmente era una hacienda de caña de igual nombre que a mediados de 1840-1850 fue donado para convertirse en un espacio de esparcimiento público. Se recordaba que el 23 de Agosto de 1908 fue organizado por el Gobernador del Estado, el General Carlos Liscano, un picnic con motivo de la visita a la ciudad del Presidente de la República, el General Cipriano Castro quien arribó por el ferrocarril del Café cuyos rieles llegaban hasta la entrada de la ciudad. El agasajo llevado a cabo en el Bosque Macuto contó con la concurrencia de las más altas personalidades representativas de la sociedad barquisimetana de entonces, brindándole un magnífico almuerzo campestre, con fuegos artificiales en pleno bosque, lectura de poemas y exquisita música por connotados poetas y músicos.Tres meses después de esta celebración en Macuto, Castro sería derrocado por su compadre Juan Vicente Gómez. 
Barquisimeto repentinamente se viste de un bello atardecer que ilumina el cielo de multicolores tonos rojizos que recortan en el horizonte un valle que se deja ver a su alrededor, un espectáculo que le brindaba la ciudad como una especie de bienvenida.
Ella había notado que la ciudad estaba dispuesta geométricamente en unas 204 cuadrículas, nombradas manzanas, un total de 12 calles longitudinales y 17 transversales, al estilo español, con una población cercana a unos 32.000 habitantes con 4.000 casas distribuidas en dos parroquias, Concepción y Catedral, diferente del pueblo y su única calle de donde venía, le parecía estar entrando a una gran metrópoli. Como todas las ciudades de la colonia, sus casas eran de adobe (tierra reforzada con una técnica denominada "bahareque") techos con rojas tejas de barro cocido con troncos a manera de vigas de madera y caña brava, un amplio patio en el centro bordeado por largos corredores, con un zaguán o corredor de entrada con dos puertas de doble hoja muy altas de madera; una al nivel de la calle que se mantenía abierta de día y otra al fondo que daba acceso a la casa conservándose cerrada con una tranca de madera colocada por dentro, la cual tenía un postigo, una  pequeña ventana que se abría para ver quien estaba tocando la puerta. Los pisos eran enladrillados, las ventanas tenían baluartes en su exterior, unos pilares de madera a manera de protectores, con dos posaderas a ambos lados en la parte interior, conocidos como pollos, donde las muchachas se sentaban a conversar y ver pasar a los caballeros que parados afueras entablaban amenas tertulias. Estas casas tenían grandes solares en la parte posterior donde estaba la letrina, el lavadero, tendedero de ropa, el gallinero, cochinos, a veces hasta una vaca y árboles frutales, se podía entrar también por un portón de campo que daba acceso a la calle por donde ingresaban directamente los caballos o mulas cargadas de víveres.
El Barquisimeto que consigue María Adelina, contaba con un acueducto con aguas provenientes del Bosque de Titicare que formaba parte del Bosque Macuto gracias a la compra de dos parcelas sembradas de caña de azúcar y la hacienda de la familia Alvizú, puesto en funcionamiento en 1909 por parte del Ayuntamiento, sustituyendo al viejo que databa de 1888. También poseía un alumbrado público que era incandescente con alcohol en cada esquina de sus principales calles, con unos 200 faroles, encendidos y apagados cada uno por un velador desde las 6 pm hasta las 6 am.
Desde el punto de vista informativo se leía la revista quincenal El Cojo Ilustrado fundada en 1892, que circulaba a nivel nacional hasta 1915, los diarios El Barquisimetano, El Impulso fundado en Carora en 1904, el Universal fundado en 1909, entre otros, manteniendo a la ciudadanía al día con el acontecer político y social.
La ciudad contaba para la fecha con 6 Iglesias, siendo la más representativa La Concepción que fungía como iglesia parroquial situada diagonal a la plaza Bolívar, entre las calles longitudinales Junín (carrera 15) y Cuartel Nacional (carrera 16) y la calle transversal Obispo (26). Aquí está sepultado el padre Macario Yépez cuyos restos fueron trasladados del viejo cementerio de San Juan.
Además existían las iglesias San Francisco, Altagracia, La Paz en la calle Cuartel Nacional (carrera 16) con la calle Las Trincheras (calle 29) y la iglesia San José en la calle Juárez, que contaba con una plaza en frente donde se reunían las personas.
La otra Iglesia era la de Nuestra Señora de San Juan, que ella conocería muy bien pues sería su vecina, estaba parcialmente en ruinas desde el terremoto de 1812 y cuya reconstrucción se encontraba paralizada desde 1883 cuando había sido iniciada, quedando muy adelantada pues tenía acabada la cúpula del Presbiterio, dos bóvedas en forma de baúles de lado y lado, las paredes y sacristía estaban niveladas, su fachada de tres puertas y bases de dos torres se hallaba a la misma altura, todo de mampostería. Frente a la iglesia estaba la plaza del mismo nombre que era de piso de tierra destinado para la celebración de las festividades religiosas. En 1924 se llamo Plaza Sucre y en 1944 parque González Pacheco. Aquí estaba el antiguo Cementerio de San Juan desde 1809 donde fueron enterradas las victimas de la epidemia de cólera en 1856, otra personalidad sepultada aquí fue el padre Macario Yépez, estos restos a partir de 1930 fueron trasladados y para el año de 1940 fue demolido. El otro cementerio de la ciudad estaba ubicado en donde hoy está la casa del maestro, posterior es construido el de la calle 42 adonde fueron llevadas las sepulturas de la iglesia de San Juan.
El gran avance de la ciudad en materia de salud era el imponente Hospital de La Caridad, el cual conocería pues años después María Adelina se beneficiaría para aliviar sus dolencias, inaugurado el mismo año de su llegada por el Dr. Antonio María Pineda, hoy convertido en el museo de Barquisimeto, cuya atención de los enfermos permanecía a cargo de las Hermanas de la Caridad, traídas por Monseñor Aguedo Felipe Alvarado, quien durante su vida religiosa gestionó junto a otros sectores de la ciudad su traslado a la ciudad. Igualmente por su intermedio llegan las Hermanas de los Pobres, con quienes fundó el Asilo Corazón de Jesús y con las Hermanas Agustinas organizo el Asilo para Huérfanos y el Seminario de Santo Tomás de Aquino. 
Comenzaba una nueva vida ....