Entradas populares

lunes, 19 de octubre de 2015

Capitulo 35 El ritual.

Bartola además del arte de la curación dominaba las desarrolladas con los rosacruces y francmasones cuyos conocimientos fueron traídos por los judíos sefarditas que entraron por Coro, diseminado a través de la ruta de la sal o de la masonería, incluidos rituales y talismanes de protección. Estos poderes espirituales los aplicaría para rodear a su hijo Damián de una corte de ángeles guardianes con quienes haría un pacto para hacerlo invisible a los ojos de sus enemigos, no dejaría nada por hacer para proteger su vida, pero nunca imagino que su historia debía incluirse en este acuerdo. 
Su experiencia en el campo esotérico había comenzado cuando la india Juana Bautista la había invitado a participar en una ceremonia indígena, como toda madre se había dado cuenta de sus dones de sanación al verla curar a una parienta cuando apenas era una niña, también había percibido que tenia visiones y se comunicaba con entidades espirituales de forma natural, decidiendo guiarla paulatinamente hasta llegar a ser la chaman de su tribu. A pesar de lo profundamente religioso de los aborígenes, nunca construyeron templos sin embargo tenían lugares sagrados como cuevas o terrenos ocultos donde practicaban danzas y ceremonias religiosas autóctonas, presididas por los chamanes que a la vez eran los médicos o sanadores de la tribu y espiritista, representando la máxima autoridad de esas sociedades organizadas.
Aquel día su madre la había conducido a un lugar cercano al cementerio local, a orillas del río donde existía un frondoso árbol de Trompillo muy apreciado entre los indios locales por sus propiedades, su corteza era usada como expectorante y su fruto por su contenido de un alcaloide con efectos alucinógenos que les facilitaba entrar en trance para contactar a sus ancestros, además de su significado como el
Es uno de los distintivos cabalísticos más importantes del judaísmo sefardita, su ancestral significado hermético es muy complejo de descifrar, simboliza los tres niveles del cosmos: el subterráneo por sus raíces; el terrenal por su tronco y el celestial por sus ramas, aludiendo la conexión entre lo material y lo espiritual, representado en sus rituales religiosos en un candelabro de seis brazos que salen de los dos lados de su tronco conocido como la menorá. En la ciencia iniciática, encarna los misterios del desarrollo de la psiquis humana para lograr la perfección, a veces asociado con pájaros en sus copas o frutos indicando su sentido vital. Según los rosacruces, los ciclos de vida y muerte tendría como finalidad la evolución del hombre para alcanzar el conocimiento, lográndolo al escalar por este árbol hacia la cúspide.
Otro emblema de la masonería es el hexagrama, un elemento críptico encontrado en sus objetos y obras de arte, igualmente aparece en algunos templos de la religión católica siendo la fachada de la Catedral de Burgos en España la más conocida, sugiriendo una relación entre la Iglesia Católica y la Masonería con quien comparte sus orígenes como fraternidad iniciática, practicada dentro de las catacumbas en el subsuelo de la ciudad de Roma, tan secreta y estigmatizada como la masonería. El hexagrama representa el cielo y la tierra, arriba y abajo, lo opuesto, similar al ying y el yang, considerado en una época un poderoso talismán utilizado con diversos fines por diferentes culturas a nivel mundial, desde protector hasta distintivo alquímico, erradamente asociado con el pueblo judío. En el Talmud y relatos musulmanes se describe la leyenda del bíblico rey Salomón que poseía un anillo de propiedades mágicas mediante el cual podía controlar a los demonios o hablar con los animales, dicha joya tenía grabado el hexagrama, al que se le añadía el nombre secreto de Dios.
En la Edad Media este símbolo era usado como escudo ante los demonios o para evitar posibles incendios, colocándolos detrás de las puertas de entradas o en algún dormitorio, siempre en el interior del hogar. También era frecuente portarlo como un amuleto.
Esta figura geométrica, con las variantes de cinco, seis u ocho puntas, dependiendo de lo que se quisiera simbolizar, dibujada dentro de un círculo, representa al hombre rodeado por la sabiduría infinita o "La Diosa", la protección, la cura y el poder de la Tierra, la Luna, el Cosmos, al estar dentro de un circulo la persona se sellaba a sí misma para protegerse de los espíritus malos o de quien quisiera hacerle daño.
En el origen del rosacrucismo, antigua orden cabalística muy conocida, convergen dos disciplinas: la alquimia una antigua práctica seudo-científica y el hermetismo, un movimiento esotérico del siglo XVII. Se creía que los alquimistas podían transformar otros metales en oro, para ello debían transmutar su propia alma siguiendo una secreta disciplina hasta lograr el dominio de sus poderes, centrándose en el desarrollo de la videncia.
En el siglo XIX existía una corriente conocida como “Rosa Cruz Estética” cuyos objetivos eran “centrar su esfuerzo de Luz en el plano artístico” conocida como la “Orden de la Rosa Cruz del Templo y del Grial”, también se la denominaba “Rosa Cruz Católica” por estar relacionada con ésta religión, propiciaban “la realización de obras de misericordia según el Espíritu Santo”
Entre los símbolos de los Rosacruz figuran las rosas decorando una cruz, combinado con el hexagrama o sello de Salomón, una de la más conocida es la cruz de La Rosacruz Hermética, con cuatro ramas, cada una tiene un color del Malkuth o el cabalístico "árbol de la vida", que son: amarillo limón, oliva, rosado y negro. En la rama inferior de esta cruz se encuentra una estrella de seis puntas o hexagrama, con seis planetas en sus vértices, abajo la Luna, a cada lado está Venus, Júpiter, Saturno, Marte y Mercurio, en el centro el Sol, con un sugestivo simbolismo cabalístico.
Las rosas han tenido un significado espiritual a lo largo de la historia para representar el misterio, lo oculto. Los monjes en la edad media se encargaban de los jardines de rosas, que simbolizaban al paraíso. En el siglo V la rosa aparece asociada con la Virgen María conocida como la "Rosa Mística", en su pedestal están pintadas tres rosas: blanca, roja y otra dorada. Otra Virgen asociada a rosas es la de Lourdes, descrita por Bernadette como vestida de blanco con una cinta de color azul a la cintura, las manos juntas en actitud orante, un rosario colgándole del brazo y una rosa dorada en cada pie.
La masonería, popular entre los judíos curazoleños llegados al país desde la mitad del siglo XVIII, tan es así que Juan Crisóstomo Falcón funda la primera logia masónica en Coro el 13 de abril de 1856, inicialmente se llamó “Unión Filantrópica”, luego “Unión Fraternal” y el 25 de enero de 1867 se le asigna el número 17, conociéndose desde entonces como “Unión Fraternal N°17” a la cual pertenecieron destacadas figuras de nuestro acontecer político, su actual Venerable Maestro es Stevenson Perozo, casualidad?.
Se consiguen múltiples ejemplos de apoyo de judíos corianos y curazoleños a lo largo de la historia de Venezuela a varias personalidades protagónicas del país; el más conocido es el proporcionado a Simón Bolívar durante la Independencia. Otro fue el de un judío sefardita, coincidencialmente un Castro llamado Nehemías, “uno de los más activos informantes con que contaba otro Castro, Cipriano Castro, para vigilar las actividades conspirativas de su enemigo en Curazao, el caudillo coriano General Gregorio Segundo Riera” durante la "Revolución Restauradora". Para completar estas coincidencias, tenemos el lugar donde ocurrió el encuentro militar que decidió el destino de este alzamiento, Parapara territorio dominado por los Castro y su gente, entre quienes descollaba Bartola, pueblo donde hoy día podemos encontrar la tradición rosacruz, espiritista y su leyenda.
Bartola logra con los Rosacruz el avanzado crecimiento espiritual alcanzado en la última etapa de su vida,
Ella contempla su obra terminada, nunca pensó volver a pintar, había jurado hacia casi 40 años atrás no hacerlo más, don desarrollado gracias a la escuela pictórica existente en la iglesia de Río Tocuyo surgida de las de los conventos de la ciudad de El Tocuyo, existentes desde el siglo XVII en contacto con las escuelas de Quito. Estos recintos religiosos servían para educar tanto a clérigos como a laicos, permitiéndoles tener acceso de estos conocimientos a grupos selectos de la sociedad, de esta manera, por su parentesco con el cura parroquial y su inclinación natural, a Bartola se le facilita su instrucción en la pintura. A través del plano artístico consigue canalizar la Luz Divina, creando un portal místico, tal como había aprendido con los maestros de la Rosa Cruz Estética.
Allí estaban el árbol pintado en la pared del fondo, sus ramas diversificadas terminaban en rosas simbolizando el misterio allí encerrado, el puente entre el cielo con aquel salón terrenal. A sus pies estaba lo que parecía el sello de salomón, pero un detalle lo diferenciaba, tenía 8 puntas, estaba dibujada en el piso de calicanto hecho especial para tallar en bajo relieve y pintado con esmaltes resistentes, cabalísticamente representaba a la Virgen del Carmen conocida como Stella Maris, una tradición católica traída por los españoles colonizadores, apropiado por ser esta advocación la patrona de Aguada Grande. Al estar situado abajo, captaba las fuerzas emanadas del árbol cabalístico, los espíritus malos carecían de poder sobre el mago que estuviera situado en su centro. Ambos símbolos permitirían invocar a los arcángeles y a la Virgen, siendo la combinación más poderosa existente, un sello, las rosas ademas representan el paraíso donde se encuentra La Virgen, considerada la reina de los Arcángeles. 
Los colores usados en la hacienda tenían un significado, las paredes blancas invocaban a San Gabriel o “Dios es mi protector” que nos hace invisible a nuestros enemigos, un manto para cubrir a su hijo; los ventanales y puertas en azul a San Miguel, protector contra los demonios y malos espíritus quien no les permitiría entrar allí, los triángulos del octograma pintados con colores como el verde de San Rafael, considerado como “la medicina de Dios” o de la curación de las enfermedades del cuerpo, la mente y el alma, invocado para otorgarle salud. El otro color era el rojo de San Uriel, el ángel de la transformación que brinda solución a la ira y temores en general, otorgando la paz interior que necesitaba su hijo, quien no se resignaba a perder su identidad, tenía casi 24 años guardando sus añoranzas del regreso.
Todo estaba listo para el ritual de la cruz de protección, con los cuatro grandes arcángeles: Rafael, Miguel, Gabriel y Uriel, basado en la Cábala Sagrada, los cuatro colores cabalísticos del árbol del conocimiento y de los rosacruces, los misterios de la Magia, los símbolos de la Gnosis, las figuras del ocultismo, allí estaría rodeado de un gran secreto, conocido solo por ella y su hijo, nadie debía tener conocimiento de esto, ni su esposa ni su futura descendencia, no debía descifrarse su verdadero poder pues corría el riesgo de ser anulado y así sería, hasta llegado el momento, nunca se entendió aquel símbolo pintado en el suelo y el de la pared del fondo. Ella era experta en volver invisible lo visible.
Acababa de encender las dos velas colocadas en repisas a la derecha y a la izquierda para invocar a los ángeles que protegerían a este nuevo ser en el cual se convertiría Damián, quien desaparecería a partir de la magia ceremonial que estaba a punto de realizar, cuando se da cuenta que había entrado en trance sin buscarlo, conduciéndola por aquel viaje astral, logrando ver en contexto la realidad, ella era quien debe hacerse invisible para proteger a su hijo, de lo contrario su descendencia sería borrada como la de sus antepasados. 
Debía imponerse un sacrificio final, desprenderse de lo que la destacaba socialmente, de los logros alcanzados de los que tanto orgullo sentía. No solo cambiarle la identidad a su hijo y hacerle el conjuro de protección angelical, también debía construirle una historia con otra Bartola, una anodina, muy diferente a la guerrera que participó en tantas conspiraciones, borrar sus conexiones de alto nivel incluso con la Iglesia donde ocurrió su aprendizaje en temas no solo religiosos, científicos sino también pictóricos, debía evitar a toda costa que su nombre se asociara a sus obras, desaparecer su participación en La Propaganda y todo lo que políticamente confabuló, ocultar su herencia indígena, que era imperdonable. Dejar definitivamente sus vivencias materiales a un lado y centrarse en lo espiritual, en el bien al prójimo, en dominar el último don otorgado de ayudar a ascender a las almas que penaban en el Purgatorio. Así nacería Pancho, sin padre conocido o por lo menos así lo aparentó, con una madre llamada Bartola nacida en España, su sobrevivencia dependía de estas mentiras a medias.



Altar para el ritual




Comentario de la historiadora de Río Tocuyo, Emma Rosa Oropeza.

viernes, 14 de agosto de 2015

Capitulo 34 Visiones dolorosas.

Bartola, parada en el centro del octograma, en la sala de El Toronal, se eleva junto a la estrella que la envuelven, doblándose cada punta sobre ella, formando una esfera protectora, muy brillante, la acompañan unas figuras lumínicas que van a su lado, la conducen a través de un ventanal del espacio-tiempo, llevándola mas atrás de la vida del Indio Reyes Vargas, hasta las vivencias del terror experimentado por los judíos sefarditas, su éxodo hasta llegar a las nuevas tierras que dio origen al mestizaje y su doloroso transito por la historia de la región donde nacería su estirpe.
Allí esta presenciando la matanza de los sefarditas en las hogueras, ve los gritos de los niños, los ancianos sacados arrastrados de sus hogares, los hombres y mujeres perseguidos por soldados con metálicas armaduras, ve la huida, única manera de salvar sus vidas y tradiciones. En un parpadeo  repentinamente aparece en la carabela que trasportaba a Cristóbal Colón junto a sus hombres, los judíos sefarditas que escapan de la muerte, cargados de misterios gnósticos y poderes ocultos de Masones y Caballeros Templarios, habían zarpado en aquella aventura para evitar el exterminio decretado por la Iglesia Católica. Los visualiza cuando están parados en la cubierta, señalando asombrados hacia el cielo iluminado por una inmensa luna, permitiéndoles ver claramente un misterioso objeto volador girando y lanzando destellos radiantes, el cual los seguía, apenas faltaban unas horas para que amaneciera y ocurriera el avistamiento de tierra firme que daría origen al descubrimiento de América en 1492. Una voz le susurra: no temas, ellos son los hermanos guardianes. Ese día, 12 de octubre, se iniciarían los conflictos que determinarían la vida de Bartola Castro, forjando su alma en el crisol del dolor.  
El descubridor del nuevo mundo, al regresar a España es llamado a aclarar lo sucedido esa noche, describiendo al fenómeno lumínico como semejante a un menorá flotando en el cielo, delatando su influencia judía, por lo que la Santa Inquisición casi lo condena a la hoguera por herejía, salvándose por intervención de los Reyes Católicos, sus protectores y financistas.
Arranca vertiginosamente siendo trasladada a un 9 de agosto de 1499, viendo a una solitaria carabela dibujarse en el horizonte del intenso azul del mar Caribe, navegando a unos 10 kilómetros por hora dejando un hipnótico rosario de blancas burbujas, espejos donde la luz del sol se esparcía escandalosamente, 40 hombres a bordo van rumbo a un paisaje virginal rematado por una desnuda costa de incandescentes arenas. Entre sus ocupantes se encontraban Américo Vespucio y Juan de La Cosa al mando del navegante Alonso de Ojeda, un español de corta de estatura, de chiva y bigote puntiagudos que le daban un aspecto quijotesco, quien ansiosamente corriendo por la cubierta en medio de una algarabía de rudos marineros, ordena: ¡Recojan velas! ¡Giren el timón a la derecha! ¡Acérquense más a la orilla!, logrando anclar el barco en las desnudas playas de suave oleaje de la Vela de Coro, península de San Román hoy de Paraguaná, al norte de Venezuela, territorio ocupado por los pacíficos Caquetíos, grandes comerciantes, abarcaban hasta las islas de Aruba, Curazao y Bonaire y durante 20.000 años habían vivido sin la presencia de culturas ajenas, con una organización social estable basada en la gallardía donde el más valiente resultaba ser el máximo líder, siempre guiados por los sabios consejos de los ancianos de la tribu, bajo el manto protector de sus espíritus ancestrales, contactados mediante estados alterados de la conciencia o trance, al igual que hacía Bartola.
Estos marineros habían partido de España impulsados por el rencor y odio contra el descubridor de América, originados por los conflictos sucedidos en diciembre de 1492 en La Española, cuando por un error del famoso navegante se hundiría la nao Santa María al calcular mal la cercanía de la costa, negándose a pagarla a su dueño de La Cosa, despertando estos oscuros sentimientos que los llevaría a buscar financiamiento de la Iglesia Católica para realizar expediciones independientes a las de Colón, conduciéndolos al hallazgo de la región centro-occidental de nuestro país, a partir de cuya fecha se iniciaría su colonización signada siempre por estas intensas pasiones, desconocidas por los indígenas.
Continúa el viaje por el tiempo, transcurriendo 23 años del desembarco de Ojeda, Bartola presencia el encuentro entre españoles e indígenas locales, debajo de un frondoso árbol de Cují cuya retorcidas y espinosas ramas proyectaban una inmensa sombra, semejando un cálido abrazo para recibirlos.
Las miradas inquisidoras se cruzan, por un lado, los recién llegados: altos, de piel blanca, algunos de ojos claros, hablando un idioma irreconocible, vestidos de forma extraña con grandes sombreros, zapatos de cuero de punta cuadrada o botas, cortos calzones abombados sobre uno largo y ajustado al cuerpo, con camisas amplias, otros con fulgurantes yelmos en sus cabezas, petos y cotas de mallas a manera de protección, llevando armas desconocidas, de gran letalidad como espadas, arcabuces, ballestas, dagas y grandes escudos. Del otro lado, los nativos descalzos y semidesnudos con plumajes en su cabeza y collares en el cuello, portando flechas envenenadas con curare para la caza y el arpón para la pesca, dejando ver su desventaja armamentística ante los visitantes, pero otra sería su debilidad: la ausencia de inmunidad para las enfermedades que los recién llegados portaban, como la viruela, nunca vista en América, originando la primera epidemia en estos territorios. Bartola los vería morir por centenares con sus cuerpos lacerados por dolorosas úlceras, la impotencia se apoderaría de su alma de curandera.
Ambos grupos mostraron su poderío; los españoles, el militar bajo el mando del conquistador Juan de Ampies y los indígenas el dominio de la naturaleza a través de su cacique Manaure quien ordenaba la lluvia o daba los frutos de las cosechas o caza y pesca abundante, considerado por esto un poderoso dios, tal era así que era transportado, recostado en una hamaca que colgaba de los hombros de sus congéneres, causando un gran asombro entre los españoles por parecer un cortesano real al mejor estilo europeo. Su código de comportamiento establecía no matar a otro de la misma casta, no negar los bienes que se le pidieran, no tomar cosas ajenas, no desear la mujer de los demás, parecidos a los dogmas católicos, facilitándole su asimilación a ella. 
Bartola está al lado del cacique cuando 5 años más tarde, convencería a Juan de Ampies de establecer una ciudad en su territorio para acabar con el saqueo y el tráfico de esclavos llevado a cabo por los piratas que los asolaban desde aquel primer encuentro, incluido el secuestro de su hija, localizada en Santo Domingo y devuelta por el oficial real. Una vez solicitado los permisos y  autorizado por España, un 26 de julio del año de 1527 se oficializaría la primera fundación en estos territorios, naciendo así Santa Ana de Coro, manteniéndose un tratado de paz con los indígenas y reconociéndoles a Manaure como jefe de su pueblo, debido a la amistad existente entre ambos hombres. Estos españoles trajeron consigo animales nunca antes vistos por los nativos: ovejas, cabras, cerdos, vacas y caballos. Oficialmente se inicia el poblamiento de la región centro-occidental.  Allí esta cuando el cacique corta unas ramas del cují donde se habían reunido, para elaborar la cruz con la que se oficiaría la primera misa en este territorio, celebrada por los dos frailes llegados con los conquistadores, realizada en una humilde choza de paja y hojas de palmeras, también vería el matrimonio de un hijo de Ampies con una hija de Manaure, iniciando el primer mestizaje documentado de esta región. 
Estaría presente en espíritu cuando la paz de esta primera fundación y colonización se disipó, apenas dos años posteriores, con la llegada de los representantes de los Welser, banqueros alemanes a quienes la Corona Española les concedería la Provincia de Venezuela como parte de pago de una deuda, mediante un contrato que comprendía la explotación de los recursos y administración del territorio, rompiendo el pacto realizado con los indígenas. A partir de entonces, Coro no volvería a ser el mismo poblado, se establecería una rivalidad entre españoles y alemanes dividiéndolos en dos bandos irreconciliables. Al final, los poderosos alemanes desalojarían a Juan de Ampiés junto a sus tropas, saliendo a Santo Domingo donde murió en 1533. Los nuevos dueños del poder iniciarían un cambio radical de la política asumida con los pacíficos aborígenes, esclavizándolos, decapitándolos por no obedecer una orden, a veces no era entendida, sometidos a torturas tan crueles como el empalamiento, obligando al cacique Manaure a huir a las montañas de Yaracuy donde muere, constituyendo la primera acción violenta ocurrida en la región. 
Ella seguiría el drama de otros indios, ocurrido durante la primera incursión al territorio del futuro Cantón Carora. Apenas habían transcurrido 30 años del descubrimiento de la Península de Paraguaná y 2 de la fundación de Coro cuando un corpulento e irreverente alemán de 29 años, quien había traído las primeras gallinas a tierra firme, llevando puesta una vestimenta metálica que lanzaba destellos brillantes bajo el inclemente sol, cabalgando sobre un brioso caballo de musculatura temblorosa y corcoveo inquieto, denotando el nerviosismo del momento, da la orden de la partida, sentando las bases para los posteriores poblamientos marcando un antes y un después para esta región venezolana. Esta travesía se iniciaría una soleada mañana del 12 de septiembre en Santa Ana de Coro, saldrían 16 jinetes, uno de ellos de barba y bigotes rojizos, tan ansioso como el animal que monta, deja escuchar su potente voz: ¡marchen¡ es Nicolás de Federmann, conocido como barba roja, siendo obedecido inmediatamente por la tropa bajo su mando.
Lo acompañan 110 infantes y 100 indios Caquetíos, baqueanos de la zona cargando los enseres, van a pie junto a un religioso de nombre Fray Vicente Requejada causando un gran bullicio por la marcha que convulsiona a aquel pequeño poblado recién fundado, presenciando como la histórica caravana se disolvía en el horizonte envuelto en la bruma de aquel amanecer para internarse por primera vez por los sinuosos y sombríos senderos de la Sierra de San Luís que los conduciría a las serranías de Parupáno con sus cumbres rodeadas de neblina, mudos testigos del enfrentamiento entre sus moradores y estos exploradores, iniciado por el hallazgo de unos pequeños indios que despertaron la curiosidad de Federmann quien ordena darles caza, masacrando a estos antiguos pobladores, grandes guerreros, quienes resisten a pesar de su corta estatura, serían los Ayamanes. En las venas de los habitantes de esta región quedaría plasmada por siempre la semilla de estos alemanes.   
Bartola es transportada hasta 1572, quedando en medio de una humareda que cubría el cielo, apenas se podía distinguir el tumulto de hombres cayendo muertos al suelo, lanceados, decapitados, baleados, mujeres cargando en brazos a sus niños, corriendo entre sus chozas incendiadas, tratando de salvar sus vidas, a su lado pasa un español con su espada ensangrentada, es el mercenario Pedro Gordon, experto en matanzas de indígenas, presenciaba el instante del sangriento exterminio de los indios Ajaguas, amos del Valle de Sicare, futuro valle de Carora, un obstáculos insalvable por su belicosidad, habían destruido en dos oportunidades las anteriores ciudades fundadas, por lo que Juan de Salamanca aplicaría una política de “pacificación” basada en el asesinato, efectuada un día del mes de junio, logrando finalmente levantar lo que sería la “Ciudad del Portillo de Carora”. Se alcanzaría finalmente la paz y su crecimiento debido al intenso intercambio comercial con Coro y Maracaibo a través de una ruta comercial segura que se estableció desde entonces.
Al no quedar vivo ninguno de estos indígenas, corriéndose la leyenda de que se habían suicidado en masa, surge la necesidad de introducir a los Caquetíos de Coro para realizar las imprescindibles labores domesticas y de campo, su talante pacífico y don de comerciantes contribuyó al desarrollo. Habían transcurrido 22 años de los sangrientos hechos que también rodearon el nacimiento de El Tocuyo que terminó con la vida de su fundador, el español Juan de Carvajal después de ser arrastrado por un caballo hasta la Plaza Mayor donde fue ahorcado en un árbol de ceiba que todavía existe, por los delitos de usurpación de cargo y asesinato de un Welser, violando las severas leyes españolas
Conocería los años de dolor infinito, de la sangre derramada en su propia tierra, del cruel reparto y encomiendas de indios, diezmados al cazarlos brutalmente para sacarlos violentamente de sus lugares ancestrales y ser trasladados forzadamente a los sitios elegidos por los españoles para establecer las nuevas ciudades, entre ellos estarían los que llevarían los frailes Ambrosio de Baza y Luís de Obriga en 1695 al recién fundado Río Tocuyo, habían pasado 203 años desde el descubrimiento de América para que esta cadena de sucesos culminara en el momento en el cual se cruzarían en el mismo camino estos indígenas con la pareja de recién casados europeos, María Pinto de Cárdenas y Andrés Santeliz para fundirse en una sola rama, iniciando el poblamiento y la historia de este lugar, donde 154 años después nacería una mestiza que llevaría el nombre de Bartola, cargando en su sangre la conjugación de los padeceres de los judíos sefarditas y la sangrienta colonización, quien viviría en el mundo tricolor del siglo XIX, dominado por las intensas pasiones heredadas que condujeron al  asesinato del indio Reyes Vargas, un viernes santo en Carora, cuya historia se superponía a la de ella. 
Allí estaba la explicación de toda su vida, ahora comprendía lo que debía hacer.
Hogueras de la Santa Inquisición
Extraña visión en viaje del descubrimiento.





sábado, 11 de julio de 2015

Capitulo 33 La revelación de Juana Bautista, la india.

Bartola entra en trance y ve a su madre, la india Juana Bautista que se aleja sumergiéndose en una luz brillante donde se encuentra un numeroso grupo de sus parientes que la esperan debajo de un árbol color violeta, inmediatamente se da cuenta de lo que está pasando, le avisa su muerte. Súbitamente una fuerza inexplicable la arrastra por un pasaje que le permite ver la historia de sus antepasados indígenas y finalmente comprender su misión.  
Habiendo transcurrido 100 años de fundado Río Tocuyo se conformaría un grupo, conocidos como los Castro, vivían entre Río Tocuyo y Aregue, mescolanza de blancos y mestizos, adoptarían el nombre de los inmigrantes españoles, la mayoría sefarditas, en el acontecer de la vida se mezclarían con ellos, iniciando una maraña de parentescos en que no se podía distinguir a los de sangre de los que no lo eran. Trabajaban unidos de manera solidaria, eran numerosos y muy temidos por su valor, se hallaban militares de carrera, sacerdotes, ganaderos, comerciantes, mestizos y caciques de tribus, considerándose una sola familia, al que pertenecería la gayona madre de Juana Bautista, abuela de Bartola, nacida a finales del siglo XVIII, cuyas raíces se imbrican con la historia del descubrimiento y del mestizaje de la Colonia; la cual daría a luz a una hija en el convulsionado período de la Guerra de Independencia, en el siglo XIX, iniciando el camino de esta historia cargada de secretos. Esta hija, Juana Bautista viviría en la Venezuela de a caballo, de Simón Bolívar, de la Gran Colombia, del Indio Reyes Vargas e igualmente sería catalogada como indígena, quedando asentado en los libros de la Iglesia parroquial cuando bautizó a Bartola en 1849.
Estos nativos tenían una especial clasificación, estaban considerados superiores al negro aunque inferiores al blanco, orgullosos de su sangre originaria de las tierras americanas, incitándolos a ser puristas y excluyentes con aquellos congéneres que no preservaban su cultura como lo eran los mestizos y con el extranjero africano. Para los blancos, los mestizos eran productos de relaciones prohibidas colocando en peligro su supremacía dentro de la sociedad al no ser de raíces europeas puras, ser de sangre manchada. 
Ante esto, los mestizos recibían un trato discriminatorio proveniente de ambos grupos étnicos de donde derivaban; así que, dependiendo de sus rasgos, debían elegir entre ser indio o ser blanco, al escoger esta última clasificación siempre serían un blanco de segunda. Un ejemplo de esta época es la del famoso Indio Juan de los Reyes Vargas cuya vida cargada de conflictos debido a esta dualidad de sangre, constituye una ventana en la que podemos asomarnos para entender al difícil mundo de prejuicios característicos de la Colonia.
Este héroe de la Independencia, nacido a finales del siglo XVIII era descendiente de un español en una india de Espejo, caserío cercano a Río Tocuyo, correspondiente al Cantón Carora que aún no era parroquia eclesiástica, guardando un paralelismo con Bartola Castro, nieta de una india gayona, nacida simultáneamente con este personaje, madre de Juana Bautista Castro quien como todos los mestizos sería una nativa por el lado materno y por el paterno, hija de blancos provenientes de los Santeliz Pinto, primeros pobladores de Río Tocuyo.
El aspecto de Reyes Vargas era similar a la de los habitantes autóctonos permitiéndole ser aceptado por ellos a pesar de ser hijo de un blanco de nombre José Manuel Santeliz, nacido en las islas Canaria, pariente de los Santeliz establecidos aquí pues estos inmigrantes venían orientados por las cadenas migratorias de sus familiares. La madre india de Reyes Vargas se mudaría para Siquisique llevándose a su pequeño hijo donde crecería en el hogar de un pardo siquisiqueño llamado Cecilio Vargas a quien se une, dándole su apellido, además procrean otros hijos, originando tanto a Vargas de sangre como adoptados.
La madre de Juana Bautista de rasgos indígenas, llevaba el apellido Castro, con características similares de mezclar descendientes reales con adoptivos e igualmente conduciría a su hija al hogar de los blancos, los Nieto-Santeliz.
El español José Manuel Santeliz aunque no le dio su apellido al indio Reyes Vargas, por estar casado, sin embargo mantuvo una relación afectiva con su hijo, influenciándolo en decisiones que marcarían el sendero seguido por la historia independentista de nuestro país. Del mismo modo sucedió con la india madre de Juana Bautista y su descendencia, quienes conocían el hecho de pertenecer a los Nieto Santeliz, a pesar de no llevar su apellido eran reconocidas públicamente como miembros de esta familia, criadas como tal e igualmente repercutieron en las posiciones políticas asumidas por ellas.
Teniendo el Indio Reyes Vargas vocación revolucionaria, muy común en esta región, se incorpora en Siquisique en 1810 al ejército independentista, entre los integrantes estaban el teniente Simón Bolívar de 27 años, el sargento José Antonio Páez de 20 años, los caroreños José Olivero de 19 años y Pedro León Torres de 22 años, otro indígena también oriundo de Río Tocuyo, José María Camacaro, el quiboreño José Florencio Jiménez de 21 años, jóvenes inexpertos comandados por el Marqués del Toro. Su objetivo militar era apoderarse de Coro para acabar con el bastión Realista, acontece que debido a la novateria de las tropas patriotas son derrotados y en la desordenada retirada, el Indio Reyes Vargas logra organizar la huida a través de las accidentadas montañas de los alrededores que conocía perfectamente, salvándolos de una masacre. Como reconocimiento a su desempeño, el Marqués del Toro lo ascendió a Capitán de Milicias y Jefe de la Guarnición de Siquisique, puesto de avanzada clave por su cercanía con Coro, su misión era bloquearles el paso a los realistas a Carora y Barquisimeto, “Reyes Vargas era una especie de cacique temido y de influencia en la región y lo prueba el hecho de haberle confiado el Marqués, la custodia de Siquisique”.
Quedándose acantonados en este poblado durante el resto del año, el Indio Reyes Vargas comienza a desencantarse pues le otorgaban ascensos militares a los oficiales de menor jerarquía por el solo hecho de ser mantuanos, dejándolo de lado por su sangre mestiza, manchada, menospreciado por los blancos. Por otro lado dentro de su gente, los indígenas de la región, era un cacique respetado, situación que utiliza el sagaz Andrés Torrellas, cura doctrinero de los pueblos de San Miguel y Moroturo, además militar y amigo de los Santeliz, oriundo de España e identificado con la causa del rey. En su condición de sacerdote local conocía muy bien el arrastre popular del Indio, así que se propone conseguir su apoyo, manipulando los resentimientos que envolvían al indio, lo convence de pasarse a las filas españolas, logrando su deserción final, convirtiéndose en una pieza clave para los realistas a partir de entonces. Son claves en esta decisión el padre y el tío de Reyes Vargas, quienes junto con el cura Torrellas, en representación de la iglesia católica, le aseguran que su deber como descendiente español era la de apoyar a Fernando VII.
Estando en Siquisique, pero esta vez del lado español, le avisan del avance de  Monteverde, quien había salido de Coro un 10 de marzo de 1812, la llegada estaba calculada para el día 17 por la duración del recorrido a caballo que era de 7 días. Ante este hecho, Reyes Vargas decide tomar la delantera alzándose a la cabeza de 300 fusileros y 100 flecheros, todos indios bajo su mando, dos días antes del esperado arribo, capturando sorpresivamente a los patriotas y proclamando a Fernando VII como única autoridad. Cuando Monteverde llega con las tropas realistas, se consigue en la entrada del pueblo a una multitud esperándolo para recibirlo con exclamaciones de vivas, quema de pólvora y muestras de aprecio, todo preparado por Reyes Vargas. Debido a la astuta maniobra política, el Indio es nombrado como “Capitán urbano de los naturales” de Siquisique, concediéndole a esta localidad el título de “Leal Villa”.
Reforzada la expedición con los nativos locales, se inicia la marcha hacia Carora pasando por Río Tocuyo, plaza que estaba también asegurada por Reyes Vargas con 180 hombres de la zona, incluido los familiares de Juana Bautista, al llegar aquí conoce un posible apoyo de Barquisimeto a Carora, por lo que Monteverde inicia la contramarcha. Al enterarse Reyes Vargas en Siquisique, parte a galope junto a su padre, su tío y el coreano León Cordero, alcanzándolo en el camino de retirada “le instaron con vigor" para que regresará, asegurándole que el comandante de la ciudad no se movilizaría por estar enfermo, información con la que contaba por tener espías dentro de las filas patriotas, además le garantizó tener neutralizado a los guardias en Carora por sus seguidores mestizos, quienes abrirían las puertas del cuartel. Gracias a esto logran convencerlo para que se devuelva, cambiando los acontecimientos de la guerra de independencia, protagonizados en un paraje cercano a Río Tocuyo, tal vez Parapara.  
Así un 23 de marzo de 1812 junto a las fuerzas realistas, entraría a Carora el cura Andrés Torrellas montado a caballo con la sotana amarrada en la cintura dejando ver sus pantalones de hombre valeroso, su máuser colgado al hombro, trotaba imponente junto al orgulloso Indio Reyes Vargas, ambos eran invencibles, no había nada que hacer, la derrota de los patriotas fue rápida y sangrienta. Se cuenta que el cura, mientras con una mano perdonaba a los condenados en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo con la otra los ajusticiaba. De aquí se dirigieron a Barquisimeto que estaba en ruinas debido al terremoto recién ocurrido, favoreciéndolos para apoderarse de la ciudad, quedando expedita la caída de la Primera República, Francisco de Miranda capitularía ante Monteverde el 25 de julio de ese año.
El Indio Reyes Vargas es nombrado gobernador de la "Villa de Siquisique", reconocidos sus méritos, condecorado por orden del rey Fernando VII, los españoles eran habilidosos en relaciones públicas, sabían de las debilidades del indio ante la lisonja, lo que tuvieron en cuenta para mantener su fidelidad. Durante los más de ocho años que actuó bajo la bandera de la monarquía, se convirtió en un enemigo terrible por su gran destreza en los combates.
A sabiendas de que la actuación del Indio Guerrillero era un fuerte obstáculo, Simón Bolívar estando en Trujillo en 1820 con motivo de un armisticio, comisionaría personalmente a Francisco Fonseca con la misión de atraerlo nuevamente a la causa libertadora valiéndose de sus hermanas, las Santeliz residenciadas en Río Tocuyo, quienes lograrían convencerlo. Esta es la versión oficial para explicar una decisión tan importante tomada por el Indio, algunos historiadores creen que hubo una entrevista, no confirmada, entre el Libertador y Reyes Vargas. Las circunstancias así lo apuntan: Bolívar tenía experiencia en el trato con las clases sociales populares como lo señala el hecho de tener a su lado al Indio Camacaro, su acompañante en la gesta independizadora por América, por esto no es de extrañar que la forma de ganárselo sería ir a su encuentro. Por otro lado la fama que detentaba este Indio por su valor sumado a los altos reconocimientos recibidos de los españoles, no le permitiría aceptar menos que un dialogo personal con el Libertador.
Este pudo realizarse en un punto cercano a Río Tocuyo, territorio bajo el dominio del Indio y su gente, garantizando la seguridad de ambos, también controlado por los indígenas locales cuando otra secreta entrevista se realizaría 78 años después entre dos personajes, Bartola y Cipriano Castro, allí igualmente se llegaría a otro acuerdo, cambiando el devenir político del país del siglo XIX.
Cuando Juan de los Reyes Vargas regresa a las filas patriotas, no era un inexperto y vulgar guerrillero, era un soldado experimentado a quien seguían los habitantes del territorio occidental, extendiéndose su influencia desde Trujillo hasta Coro, admitido con el mismo grado de Coronel, reconocido por el Libertador, estando bajo su mando directo además del privilegio de acceso franco a su despacho, molestando con esto a varios de sus altos oficiales. Satisfecho se trae a los indígenas y al cura Torrellas, quienes participarían en la reconquista de Coro, por lo cual Bolívar lo nombra comandante militar de Carora, permaneciendo poco tiempo pues un suceso comenzaba a gestarse.
A principios de 1822, Reyes Vargas junto al Comandante caroreño Lorenzo Álvarez y al Coronel José Reyes González, apodado “el cojo” por haber perdido un pie en una de las tantas guerras, combaten en desventaja en Baragua con apenas 800 hombres contra el realista Lorenzo Morillo, quien al enterarse del triunfo de los patriotas en Carabobo se retira a Siquisique, donde pide salir del país por el puerto de Maracaibo, sería el último encuentro por la independencia en estos territorios.
En este contexto llegaría al mundo la mestiza Juana Bautista, miembro de los Castro e igualmente descendiente de la rama Nieto García nietos de los Santeliz Pinto, conocería las historias de los bisabuelos españoles Francisco García y de Andrés de Sopena y Santelices, la de su antepasada francesa María Pinto de Cárdenas, sus apasionantes vidas se las narraría a su hija Bartola, leona de dos mundos, al igual que el Indio Reyes Vargas viviría intensamente la política junto al general Federico Carmona, quienes serian silenciados por las mismas razones que al mestizo Reyes Vargas. 




sábado, 13 de junio de 2015

Capitulo 32: El encubrimiento.

“Si Padre, a Damián tenemos que desaparecerlo, si no lo hacemos nosotros, lo harán ellos! Mataron a los coroneles Nemesio Sánchez, Sulpicio Gutiérrez, Mónico Gómez, Francisco Pérez, al comandante Domingo Perozo, al General Juan Bautista Salazar, conduciéndolos a una trampa mortal, si así fue con ellos, a mi hijo con mayor razón. Nos quedamos solos, Padre, sin los liberales que recorrieron los caminos en busca de un mejor destino para nuestro pueblo.”
“Me deje llevar por mi deseo de revancha que sobrepasaron la prudencia, hasta la muerte de Federico fue mi culpa, Ud. sabe que el expuso su vida en la campaña de Andrade por garantizar nuestra seguridad, no hice caso a las visiones que experimente entonces, ni la que tuve cuando Cipriano entro en mi casa acompañado por el ángel de la muerte.”
Era el ocaso del siglo XIX y el fin de la era de oro para el protagónico medio rural del país, el mundo tricolor de amarillos, rojos y azules conocido por Bartola desaparecerían para siempre. Bartola queda sin los apoyos fundamentales de los militares siquisiqueños compañeros de armas y amigos de su esposo, caídos en la batalla ocurrida en Barquisimeto, sus muertes la dejan desprotegida desde el punto de vista militar ya lo estaba en el campo político. Siquisique quedaría sin la poderosa élite militar protagonista de tantas luchas heroicas del siglo XIX.
Entraría el siglo XX con el nombramiento en 1900 de Andrés Álvarez para el cargo de Jefe Civil de Carora, familia conectada con los rieristas y acérrimos enemigos de los indígenas Castro desde los inicios del siglo XIX debido a las disputas territoriales que ocasionaron la humillante expulsión del fraile Ildefonso Aguinagalde. Luego en 1907 estando Roberto Riera como máxima autoridad de Carora, los liberales protagonizarían un último alzamiento, las banderas amarillas ondearían fugazmente en la escena política, renaciendo las esperanzas en sus seguidores, pero serían aplastados definitivamente junto al movimiento político de La Propaganda, no resurgirían nunca más. Los Rieras detentarían el poder político por largo tiempo, ejerciendo una gran influencia en la Carora de Castro y luego en la de Gómez.
Bartola se da cuenta que sus hijos estaban irremediablemente condenados a no regresar a su pueblo natal a pesar de que su enemigo, el General, Ángel Montañez había perdido su poder político, pero el asesinato de José María Riera por parte de Rafael Aranguren, ultimado posteriormente por un Riera y el recién fracasado golpe de estado de los liberales habían colocado un punto final a sus esperanzas.
A partir de entonces utilizaría los dos poderes que le quedaban para encubrir a 5 de sus hijos, los tres varones en las montañas y las dos mujeres en caseríos cercanos, literalmente movería cielo y tierra.
El oro de la extinta Propaganda de quien era depositaria, recolectado en las campañas realizadas para obtener fondos, le permitirían mantener estos cuantiosos gastos, sus dueños entre los cuales figuraba Federico Carmona Oliveros, estaban muertos y los propósitos que eran propiciar la causa liberal ya no tenían vigencia, había quedado libre de administrarlo según su parecer, así que los usaría de manera discreta, para no despertar sospechas, en asegurarles la vida a sus hijos. Al primero en ayudar sería a su hijo mayor Goyo, el cual se residenciaría definitivamente en la prospera región cafetalera donde estaba asilado, adquiriría una finca en Los Planes perteneciente al caserío San Pedro, en plena montaña próxima a Aguada Grande, con el vivirían temporalmente sus otros dos hijos, Damián y Cosme, hasta su independencia económica. Allí existe otro secreto de los que rodeo a Bartola, una litografía de la virgen morena de Cataluña, de las llamadas vírgenes negras, oculta misteriosamente en este caserío, desconociéndose como llego allí, según una tradición debe ser cuidada por un descendiente Castro, por esta esta imagen hoy día se conoce este pueblito como San Pedro de Monserrat.    
El año de 1910 fue decisivo debido a la muerte del General Montañez, Damián finalmente saldría de las montanas para llevar una vida más pública en un prospero caserío cercano. Los sucesos que lo llevaron a huir de Parapara, al ser considerado culpable de asesinar al autor material del crimen de su padre, coincidirían con los inicio de la emigración del interior rural, oleada indetenible hasta transformar al país de agrícola a industrial.
Su pariente y vecino Santiago Nieto, conocedor de la zona, le avisa de la venta de El Toronal, una finca que se había visto obligado a vender como pago de una deuda, por lo que conocía la conveniencia de su adquisición debido a estar rodeada de posesiones que pertenecían al grupo de confianza de Río Tocuyo, como eran por el naciente otra propiedad del mismo Santiago Nieto, por el poniente los herederos del compadre Juan Salazar y su pariente Manuel Perozo; por el norte su hermano menor Cosme Perozo, quien ya era dueño de tierras en esta zona. Además de ser un lugar perfecto para evitar ser sorprendido por algún enemigo que se acercara, pues poseía una visual de la carretera de La Unión al estar enclavada en la cima de una loma que se asomaba a este camino, único acceso que comunicaba Barquisimeto con Aguada Grande y Siquisique.
En vista de estas observaciones de su pariente, se dirige inmediatamente al lugar para hacer negocio con el vendedor, un hombre de rectos principios que le recordaba a su padre, al cruzarse sus miradas el afecto fue mutuo, de pronto se encontró atrapado en un laberinto inesperado cuando aquel distinguido hacendado le presentó a su familia, su desasosiego fue intenso al conocer a su segunda hija quien contaba con 15 años de edad, embargándolo una emoción igual a la experimentada con su primer amor dejado tiempo atrás en la añorada Parapara, aquel dolor que lo había acompañado por tantos años comenzó a desvanecerse, ese día el hado lo enfrentaba con una decisión postergada indefinidamente, mintiéndose a sí mismo, pero había llegado la hora de abrirle el camino al futuro, sus hermanos habían superado el terrible trauma de la tragedia vivida, estaban casados conformado nuevos hogares con hijos, todos menos él, repentinamente un alivio de poder dejar atrás el pasado se apoderó de su atormentado espíritu.  
Como un relámpago que ilumina el oscuro entorno, allí estaba la realidad que, a pesar de haber eludido hábilmente, lo había perseguido por más de 20 años, finalmente cae en cuenta que no había vuelta atrás. La mezcla de sentimientos eran contradictorios, tener que desprenderse del apellido de su padre, olvidar al pueblo que lo vio nacer, renunciar al lugar donde creció, los años de correrías por los sembradíos de las fincas vecinas, comiendo patilla arrancadas de las plantas mientras le chorreaba el jugo rojizo entre los dedos, dejando en la tierra un reguero de frutas rotas al salir huyendo a campo traviesa junto a su hermano menor, cruzar el río a nado con ropa y todo, llegando mojado y jadeante a su casa por lo cual su madre los descubría, castigándolos y cancelándole al hacendado los daños con unas gallinas de su propiedad.
Las horas encaramado en los árboles esperando pacientemente para ver a las muchachas cuando se desnudaban para bañarse en el río. Su despertar sexual con sus sueños húmedos, guardados en secreto celosamente para que su hermano menor no se enterara de lo que le estaba pasando, cosa que ni el mismo entendía. Los reclamo de Cosme al sentir como se distanciaba en un mundo nuevo que no compartían. Su primera experiencia de hombre con la hija, unos años mayor que él, de unos vecinos a su finca, que comenzó jugando inocentemente sentada en sus piernas y a los padres de la muchacha  no le despertaba malicia pues eran dos niños, en esta intimidad les había revelado la existencia de las cajas de madera con los máuseres, que desencadenaría la tragedia. No volvería a estas tierras hasta la caída de la dictadura de Juan Vicente Gómez, estando viudo y acompañado de sus hijas morochas.
Damián era el tercero hijo del matrimonio de Antonio Perozo y Bartola Castro, nacido en el año de 1876, acaecido en un peligroso momento de convulsión política local, representando para el matrimonio una gran felicidad por ser su primer hijo varón posterior a dos mujeres, su madre siempre lo recordaría por ser producto del amor del hombre que la había hecho olvidar los amargos recuerdos de su violación, del cual concebiría a su primogénito cuando contaba 18 años de edad, cuyo nacimiento indeseado le había rogado a la Virgen de Chiquinquirá de Aregue la ayudara a aceptar, marcando cierta diferencia con su hermano que era hijo legitimo y deseado. Los paradigmas de la época aun prevalecían sutilmente, los hijos del matrimonio no eran de sangre manchada, ni bastardo.
Damián Perozo tendría con Bartola una gran afinidad, una relación muy especial, siempre escuchaba sus consejos, la admiraba profundamente, no en vano habían vivido juntos la tragedia del asesinato de su padre. 
Una vez tomada la decisión de comprometerse mando a buscar a su madre para comunicarle la noticia, conocía la satisfacción que le produciría, embargándola de la felicidad, por fin su hijo encontraba la paz espiritual, sin embargo esta coyuntura los obligaba a buscar una solución definitiva a la identidad de Damián, debía asumir legalmente la de Pancho, tal como era conocido en la zona, era necesario encubrirlo, crearle no solo un nuevo nombre con documentos de identidad, sino una historia familiar cuidando de no rebajarlo socialmente, su futuro suegro Teodoro Giménez no debía sospechar la verdad, podía ser interpretado como una falta de seriedad, perjudicar su compromiso y poner en peligro su vida.
Después de analizar la situación en la que se encontraba debido a la cadena de acontecimientos vividos que lo habían empujado hasta ese instante de su vida, Damián aceptaría acudir con su madre a que su pariente Salustiano Santeliz quien había ocupado el cargo de Presidente del Concejo Municipal de Siquisique en 1907 y posteriormente en dos oportunidades más denotando su gran influencia en esta región por largo tiempo, tenía control del registro civil a través de familiares a quienes les había dado trabajo, valiéndose de esta ayuda y de testigos falsos de su entera confianza, elaboran un documento para que pudiera casarse por poder, en ausencia, representado en el acto civil por otra persona, corriendo el menor riesgo posible. Este documento saldría con el nombre como lo conocerían el resto de su vida: Francisco Castro, que en realidad no era falso del todo pues eran su segundo nombre y su segundo apellido, gracias al cual obtendría una nueva identidad legal.
Casarse por poder le permitía obtener este documento sin despertar sospechas, además si era descubierto no estaría presente sino su sustituto quien llevaría la peor parte. Al salir todo bien en su matrimonio en Barquisimeto tendría en sus manos dos documentos, el poder que lo identificaba y el acta de matrimonio que lo ratificaba, a partir de entonces comenzaría a registrar propiedades a su nombre, la primera sería El Toronal clave tanto para sus hermanos como para su madre, pues les permitiría canalizar el oro a través de los negocios de la hacienda sin llamar la atención, para lograrlo  es traído de Parapara un pariente, para ejercer de tenedor de libros o administrador de confianza, José Antonio Gómez, encargado de simular los ingresos con la producción de la hacienda.
Pancho salía a vender su cosecha a la casa Blohm, el pago dado era abultado con el oro de Bartola, una vez legalizado este ingreso, lo distribuía entre sus hermanos sin darles mayor explicación, las dos hembras mayores estaban residenciadas en el valle de Moroturo, de paso por esta vía, tiempo después sería conocido como el pueblo de Santa Inés, donde se daba el cacao.
Pancho mantuvo este acuerdo con su madre, otro secreto más entre ellos. Cuando llegaba de regreso de su misterioso viaje, mi mama Helena contaba que les traía cacao en concha pero nunca dijo de donde provenía, ella recuerda que las ponían a pelar la gruesa concha, por dentro estaban las pepas de color blanco y gelatinosas de sabor exquisito, que se tostaban para extraer el chocolate. 
Francisco Castro, llegaría a ser un prospero hacendado de La Unión, perteneciente al municipio Urdaneta, el hijo mayor de una española inmigrante llegada al país de 10 años de edad, junto a sus padres en busca de fortuna. De esta ficticia mujer nacerían 4 hijos, los dos varones mayores de apellido Castro, Pancho y Goyo, sin padre conocido, lo cual no era mal visto en los españoles peninsulares y los dos de su matrimonio, Cosme y Julianita, cuya historia fue borrada.  
Un día de 1912 llegaría Bartola a El Toronal, entraría al patio frontal con un arreo de burros cargados con materiales y acompañada de dos maestros de obras masones, quienes la ayudarían a construir el altar donde realizaría el sello místico para proteger a Damián, usando el poder espiritual desarrollado después de abandonar por completo la política a partir del siglo XX. No dejaría cabo suelto, movería todos sus contactos, políticos, económicos y espirituales a favor de su hijo Pancho. 



domingo, 26 de abril de 2015

Capitulo 31: Pecados capitales.

“Compadre, dígame que sucedió aquí? Cualquier soldado sabe que podían haber ganado la batalla con solo dispara el cañón” Por qué no lo hicieron? le pregunta Juan Vicente Gómez a Cipriano Castro, mientras Eleazar López Contreras observa a los dos hombres conversando, igualmente le había extrañado lo sucedido, así lo anotaría en su diario.  
Caía la noche del 27 de agosto en Parapara de Río Tocuyo, Castro junto a sus más cercanos seguidores donde se encontraba Gómez, celebran el triunfo obtenido en aquel breve encuentro de apenas 20 minutos con la poderosa caballería de Barquisimeto, Torres Aular se había rendido prácticamente sin disparar el moderno armamento que llevaban, resultaba muy sospechoso.
“Se rindieron al ver que somos el futuro gobierno, compadre! Gómez, que era resabiado le riposta: “Dicen que aquí vive una bella mujer que es la que manda en este pueblo, es la chaman con poderes curativos que, además tiene contactos políticos y militares claves, la persona más influyente de los alrededores. ¿Ud se entrevistó con ella en la secreta reunión a la cual fue invitado aquí? Castro mira al rostro de Gómez y le dice: “No compadre, nunca olvidaría a una mujer como la que ud dice”.  
El secreto, no solo era fundamental para Bartola quien necesitaba resguardarse de los enemigos de La Propaganda aun vigentes pero igualmente lo era para Cipriano Castro, su arrastre popular se basaba en el poder de su imagen caudillista y no convenía una figura femenina tras su triunfo, peligraría el respeto de los andinos que lo seguían, por lo demás había empeñado su palabra a los indios Castro.
Al día siguiente Castro saldría para Siquisique en busca de su amigo el General Diego Colina quien le daría su apoyo, llegando como a las 10 de la mañana se dirige a la plaza, al no encontrar a nadie con quien entenderse, al estar los habitantes escondidos, enfurecido macheteó el portón de la casa donde quedaba la guarnición de la tropa comandada por el general Antonio Álvarez, Jefe militar del gobierno, tumbándola y entrando por la fuerza. Mientras tanto, los demás alzados saqueaban todo a su paso, sin dejar pulpería servible pues lo que no pudieron robar lo regaban con bleque, veneno que se conseguía en abundancia ya que se utilizaba para matar gusanos en los campos, el objetivo era causar escasez de alimentos para someter al pueblo, técnicas comunes de presión usada por los militares desde entonces hasta hoy día.
Los planes eran quedarse esa noche en Siquisique pues acamparon en varios lugares montando decenas de fogatas con las maderas arrancadas de los solares de las casas que destruyeron, destellando como luciérnagas al atardecer de aquel 28 de agosto de 1899, en ellas cocinaban marranos, aves de corral e incluso hasta unos loros papagayos que por escandalosos habían sido descubiertos, cuando sorpresivamente, a eso de las 3 de la tarde, empezaron a oírse disparos a lo lejos causando desasosiego.
Cipriano Castro acababa de ser informado de que el General Diego Colina había sido derrotado por el General Gregorio Segundo Riera, por lo que al escuchar cómo se va arreciando la plomazón, se alarma al pensar que podía tratarse de las tropas enemigas, puesto que había dejado del otro lado del río, custodiado por un pequeño número de soldados, los pertrechos con el poderoso cañón alemán recién obtenidos, por la fuerte crecida que encontraron, ante la situación de riesgo da la orden de marcharse rápidamente sin que sus soldados hubieran comido.
Al anochecer llegan a las riberas que aún estaba crecido, las canoas existentes no fueron suficientes para evacuar al personal, debiendo la mayoría cruzar a nado, ahogándose unos cuantos junto a varias mujeres troperas que formaban parte de sus filas, nuevamente el majestuoso río se teñía de sangre, los cadáveres de soldados y animales eran arrastrados por el turbulento cauce, era una escena dantesca. Finalmente alcanzan la otra orilla acampando en los caseríos la Aduana y Agua Viva, prosiguiendo la marcha al día siguiente con el armamento rescatado, por la vía de  Matatere menos conocida, despoblada y árida, que conducía hacia Barquisimeto sin peligro de ser perseguidos por el General Gregorio Segundo Riera quien se suponía venía tras sus pasos.
Siquisique era un caos, una nube de humo cubría su cielo nocturno, sus pobladores corrían desesperados entre los escombros buscando lo que aun pudieran salvar, ante aquel desastre  acudirían a la casa parroquial del Padre Salas a pedirle alojo y protección, allí durmieron en el suelo bajo la zozobra que causaba la tirería graneada que se oía. Cuando llego el amanecer nadie quería irse para su casa al saber que no tenían que comer pues el saqueo y el incendio los había dejado sin nada, oraban desconsolados en el templo cuando, al tercer día llego el ejército del Gobierno donde venía el General Siquisiqueño Abelardo Gutiérrez, a quien le suplicaron les prestara auxilio, pero este contestó con tristeza: “siento mucho no poder ayudarles, porque vengo preso”.
La causa de la prisión del general era por la pérdida del gobierno en Parapara de Río Tocuyo, fue tan inexplicable la derrota que los oficialistas lo detuvieron para abrirle juicio, luego cuando Crespo finalmente cayó, el general Gutiérrez fue liberado, uniéndose al nuevo gobierno de Castro.
El General Castro abandonaría el plan original de llegar a Caracas por mar partiendo del puerto de la Vela de Coro, ya no era necesaria esta travesía incierta pues la capital del estado Lara estaba asegurada gracias a la confabulación existente, los rifles de repetición en su poder y los hombres que se le habían sumado en su camino.
Así que en los inicio de noviembre entra a Barquisimeto seguido por su tropa, lo menos que semejaba era un ejército disciplinado, muy pocos usaban uniformes, vestían según la región de donde procedían, unos con ponchos si eran andinos, los otros, campesinos locales, de pantalón y camisa caqui con sus machetes de faena, llevaban sus mujeres, niños, carretas con enseres y animales como gallinas, en una desordenada caravana que semejaba ser de inmigrantes famélicos, sin embargo, el general Torres Aular a pesar de tener acampado unos 2000 hombres no opuso resistencia al avance del caudillo andino, a quien respetó, el General Montañez en cambio salió huyendo a la ciudad de El Tocuyo para esconderse, terminando así su vida política.
Los hechos ocurridos en Lara fueron decisivos, cubriéndolo de un aura invencible, sumando voluntarios por centenares a su paso, permitiendole que posteriormente venciera a las tropas gubernamentales en Tocuyito, Estado Carabobo, la antesala a la Casa Amarilla.
Esta campaña militar duraría 5 meses, desde su salida de Táchira en mayo con 60 hombres hasta la entrada victoriosa a Caracas en octubre, toma facilitada por los hombres del Mocho Hernández, preso por alzarse contra el presidente Andrade por el fraude electoral, quien desde la cárcel apoyaría a Castro, el cual lo libera de La Rotunda, dándole un cargo en su gobierno.
Pero a los poco días sucede un descontento popular por permitir Castro el ingreso de los conservadores al nuevo gobierno, considerando que era una traición a los liberales, el Mocho se uniría a los enemigos del andino, provocando una cadena de acontecimientos que terminarían en una nueva tragedia que acabaría con las esperanzas de Bartola definitivamente.  
El caudillo enfrentaría graves problemas como el bloqueo de las potencias extranjeras, pero la más peligrosa fue la confabulación de godos y liberales los cuales se unen para acabarlo, liderizados por su enemigo el Mocho Hernández y Gregorio Segundo Riera, representando un problema para el naciente gobierno. Se alzarían desde la poderosa ciudad de Coro apoyados por lugareños coreanos, siquisiqueños y  caroreños, entre ellos su anfitrión el conocido José María Riera, quienes logran tomar a Barquisimeto.
Ante esta situación es designado el General Jacinto Fabricio Lara, acantonado en Siquisique, quien un 5 de diciembre 1899, sale rumbo a la capital del estado Lara para sofocar la revuelta de los Nacionalistas, arribando entre el 23 y 24 de ese mes, allí se realizaría el combate de Barquisimeto donde pierden la vida, el General Juan Bautista Salazar, compadre de Bartola y otros militares compañeros del comandante Antonio, en circunstancia obscura pues a pesar de haber llegado a tiempo el general Jacinto Fabricio Lara, no brindó el apoyo oportuno para evitar estas muertes. Finalmente el Mocho es apresado y enviado al castillo de San Carlos en los inicios del siglo XX.
Los liberales serían desplazados por los godos al unirse a Castro, conformarían una fuerza política que obtuvo el poder de la nueva Dictadura, encabezados en Carora por Pablo Riera, quien instaló una dominación a través de sus familiares consanguíneos, los rieristas, a quienes les entregaba en exclusiva las prebendas económicas, despertando las envidias dentro de los que quedaban por fuera. Nuevamente las disputas económicas toman protagonismo en un escenario político violento.
Bartola queda sola sin los apoyos fundamentales de los militares siquisiqueños compañeros de armas y amigos de su esposo que la protegían, todos caídos en una lucha que fue desigual y desventajosa para estos hombres que según rumores era por ordenes de Castro. Ella vería como acababan definitivamente con los liberales, quienes después de ser utilizados por el sagaz andino, fueron eliminados uno a uno al ser un obstáculo a su poder, cayendo ante un líder que solo le interesaba atornillarse en el poder. La historia demostró el grave error de cálculo al creer que Cipriano Castro era la solución para llenar el vacío dejado por la muerte de Crespo. Resultaría lo contrario, los destruiría políticamente al dividirlos en varias corrientes y a diferencia de Guzmán Blanco que los redujo mediante la compra de conciencia, este hombre iría eliminándolos físicamente al enviarlos a guerras que se sabían perdidas de antemano.
A pesar de la muerte de su compadre el General Juan Bautista Salazar, Bartola continuaría con sus planes de traer a sus hijos de regreso pero sucedería un trágico hecho que daría al traste con los proyectos. Todo se iniciaría con la inestabilidad política de José María Riera, de gran ascendencia dentro de los caroreños, quien de mochista cuando Andrade se había sumado al bando de Castro conformando parte de este poderoso grupo económico, pero resultaría que luego nuevamente se pasaría a las filas del Mocho, iniciando unos sucesos con un final inesperado.
Las intenciones del Mocho eran de derrocar a Castro, proyecto al que se une José María Riera, el más destacado líder de la oligarquía caroreña y además su Jefe. En vista de esto sus enemigos quienes deseaban quedarse con el manejo de la cosa pública, se aprovechan de esta situación para salir en su persecución, alcanzándolo en el sitio conocido como el “Pozo de las Zábilas”, cerca del poblado de Burere al oeste de Carora, donde ocurre una refriega, hiriéndolo mortalmente de un balazo en la ingle, al intentar montar en el caballo en el momento de la fuga, llega un piquete donde venía el General Rafael Aranguren, amigo y lugarteniente del fallecido General Federico Carmona.
Aranguren, traía ordenes expresa de Castro de eliminar a todos los mochistas, pero además también tenía razones personales para guardarle rencor por ser carmonero, igualmente por el asesinato de Antonio Perozo y el acaparamiento de los rierista en la economía local, en los cuales se habían visto perjudicado sus familiares siquisiqueños que mantenían negocios con Carora, así que a encontrarlo a pesar de que prácticamente agonizaba desangrado, lo remató a balazos un 17 de abril del año de 1900.
Debido a esto se desatarían nuevamente los nudos del odio, arrastrando consigo viejas deudas, que no caducaban, las banderas de la venganza resurgen en este grupo unidos por rencores desde la época del indio Reyes Vargas renovadas con Federico Carmona y su gente.
Bartola esta de rodillas ante la Virgen de Chiquinquirá en el altar de la iglesia de Aregue, solloza desconsoladamente cuando es escuchada por el cura Domingo Vicente Oropeza quien sale de la sacristía alarmado, al ver a su amiga y pupila, le pregunta: “hija ¿Qué sucede? No la había visto así desde la muerte de su marido” Ella lo abraza y le responde: “Padre no tengo perdón de Dios, he pecado de soberbia, creía que podía cambiar el destino y me equivoque”  Por mi culpa han muerto todos, ayer el General Rafael Aranguren, quien se encontraba en Siquisique donde sus familiares, mientras estaba en un botiquín fue asesinado por Medardo Oropeza Riera, sobrino de José M. Riera, a su vez este hombre fue asesinado en el camino por las tropas que lo conducían preso a Barquisimeto. Los Rieras han jurado venganza contra los carmoneros a quien culpan, mis hijos han sido condenados! Padre ¿Cómo le digo a Damián que no puede regresar nunca a su amada tierra?
Solo  queda un camino, padre y lo necesito para llevarlo a cabo, debo borrar su rastro, desaparecerlo!
Hija, que locura estas pensando hacer?