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viernes, 27 de marzo de 2015

Capitulo 30: Bartola y Cipriano.

Bartola trabaja en los corrales de chivos ayudando a una cabra a dar a luz mientras medita en la situación en que se encuentra debido a los fallecimientos de Federico Carmona, Joaquín Crespo y apenas unos días el de Guzmán Blanco, acaecido en París recibiendo honores de estado, estos acontecimientos junto a la salida de Aquilino Juárez del estado Lara, anulado por sus adversarios locales, mudándose al estado Falcón para sobrevivir políticamente, la dejaba en desventaja ante sus enemigos, agravado por la ausencia de su marido, el comandante Antonio, asesinado brutalmente por poderosos godos caroreños, razones que la impulsaban a encontrar una solución a estos hechos que repercutían negativamente, obligándola hasta tener que exiliar a sus hijos, a llevar una vida clandestina, ocultos, pues aun eran buscados. Después de analizar el delicado panorama, se da cuenta que solo tiene un camino, había sido una pieza importante del juego político, ahora sería diferente, tomaría decisiones por primera vez.
Aquella convocatoria del general Elías Torres Aular para hablar de la revuelta del caudillo andino llegaba oportunamente despertándole nuevamente la ilusión de poder hacer algo por la seguridad de sus hijos, así que decide intervenir, la venganza aún estaba sin consumar. Paradójicamente las muertes de los lideres, a quienes había obedecido disciplinadamente en sus lineamientos, la liberaban del compromiso partidista, en el fondo de su corazón estaba insatisfecha por no haber castigado a los autores del asesinato de su marido, al contrario, les habían otorgado cargos de poder.
Repentinamente surge la cabeza de la cabra por nacer, Bartola rasga la membrana que cubre su boca e introduce un dedo para estimular la primera respiración, siempre se maravillaba ante el milagro de una nueva vida, mientras la madre limpia al recién nacido resuelve aceptar la cita, la cual es acordada efectuarse en el pueblo de Aregue donde residían los miembros del clan Castro, compuestos mayoritariamente por mestizos y blancos puros caracterizados por ser muy aguerridos dándole la fama de poblado peligroso por lo que contaba con estos custodios leales de su tribu para evitar ser sorprendidos, ademas de su fiel amigo el cura Domingo Vicente Oropeza quien les facilitaría la casa cural para la secreta reunión, su presencia se vería normal pues ella era patrona o sea organizadora de las fiestas religiosas a celebrarse en octubre.
Al verla Torres Aular, quien pasa desapercibido al venir disfrazado de sacerdote, la saluda besándola la mano cortésmente: “el general Carmona me hablaba de ud, con respeto y admiración de su valor, de su fidelidad, por eso me atreví a solicitarle este encuentro” Bartola lo observa, conocía la confianza entre ambos hombres, de tratarse el general de un infiltrado militar de La Propaganda “dígame general, ¿en que lo puedo ayudar?”
El militar le explica: “el general me indico antes de morir que hiciera contacto con ud en caso de necesidad, sabiendo de sus lazos de sangre con el grupo de los indígenas Castro, conociendo que el general Cipriano Castro también es un mestizo que comparte con ud el mismo apellido, vine a proponerle si podría hacerle llegar mi oferta de entregarle las armas recién llegadas a Barquisimeto, del cual sé que tiene conocimiento a través de sus contactos militares y de los carmoneros". 
Se conocía que este líder andino era resabiado, cauteloso y taimado gracias a su sangre indígena, lo cual hacía difícil lograr movilizarlo para una entrevista, peor aún para un acuerdo aparentemente tan beneficioso que olía a trampa, se necesitaban garantías tangibles para convencerlo, las cuales reunía esta mujer, aquel general lo sabía. 
"Ud me representaría, sería la mediadora, garante de ambas partes, no puedo reunirme personalmente con él, mi presencia delataría nuestras intenciones”.
La viuda le responde que estaba enterada no solo del arribo de las armas sino que, a través de los arrieros que transitaban por frente de su casa situada a orillas del camino a quienes les brindaba café para obtener información a cambio, convirtiendo este camino en una autopista de la comunicación, también conocía de la revuelta protagonizada por Cipriano Castro quien había salido de Colombia en Mayo, con 60 hombres a caballo a tomar el poder central, sabía que venía por la cordillera Andina pobremente apertrechado, lo cual disimulaba metiendo piedras en las cartucheras para ocultar su escasez, por lo que viajaba escondiéndose de las  tropas del gobierno para no enfrentarse con ellos.
Bartola continua “Según los rumores, el general Castro se dirige a Coro donde planea embarcarse a Caracas para atacarla de sorpresa, ya que no lo esperan por mar. Es cierto lo que Ud. supone, somos de un mismo clan, parientes, es posible hacerle una invitación a mi casa para plantearle su propuesta, pero como convencerlo de no tratarse de una emboscada suya?”. 
“Le aclaro que participaré en la conspiración solo por razones personales, no busco poder político, solo deseo limpiar mi honor, hacer justicia, esa será la clave para asegurarle a Castro de mi sinceridad, por eso la busque, solo ud puede convencerlo pues ademas de su parentesco, la motivan iguales sentimientos, en ud podemos confiar ambas partes", dice el hombre mirándola fijamente a los hermosos ojos azules de la mujer. 
Bartola le responde: Veo cosas a través de mis sueños, me he dado cuenta que la solución a los problemas de nuestro pueblo no está en manos de los caudillos de este siglo ni del otro” La mujer hace una pausa para arrancar una guama de un árbol del patio trasero de la casa parroquial donde se encuentran, comiéndose la algodonosa y blanca fruta de su interior, “hace 7 años que decidí dejar la política y dedicarme a ayudar a mi gente a crecer espiritualmente, sobre todo después de viajar a Curazao donde entre en contacto con sociedades secretas como los rosacruz quienes me ayudaron a desarrollar los dones que tengo, de los que ud ha escuchado hablar. 
Camina por el jardín, explicándose: nunca hubiera imaginado que participaría en la caída del liberalismo, pareciera una traición, pero la única manera de acabar políticamente con Montañez es hacerlo primero con el Presidente Andrade. Los liberales regresaran triunfantes en un tiempo que no es ni el suyo no el mio, finalmente impulsaran al país hacia el desarrollo. Cuente con mi ayuda general, le avisaré cuando todo esté listo a través del padre Juan Bautista Castro, irá con la excusa de solicitarle una colaboración para los pobres, esa será la contraseña, que la Virgen de Chiquinquirá nos acompañe y bendiga”
Una vez culminada la reunión con el general, inicia la conspiración, se propone anular al General Ángel Montañez y su grupo, la amenaza que le impedía el retorno de sus hijos a pesar de haber transcurrido 9 años de los graves sucesos ocurridos durante la visita del Arzobispo de Caracas a Río Tocuyo. Este grupo, conformado por los Riera, los Álvarez y los Perera, unidos por las endogamias, conformando una sola parentela con intereses comunes, compartiendo lazos comerciales y las cofradías religiosas, eran los dueños del poder político de entonces.  
Antes de salir de Aregue se reúne con su gente dándole instrucciones de localizar a Cipriano Castro en las montañas andinas, deben identificarse como el grupo de mestizos los Castro, su sangre les daría credibilidad ante el andino, llevan órdenes expresas de ocultar que su jefe es una mujer para evitar suspicacias del caudillo, de convencerlo sin contarle todo, de guiarlo a Parapara por el ancestral sendero, ideal para la reunión por lo anodino y de contar con una huida expedita por su cercanía a Siquisique, de suministrarles alimentos y agua, inexistentes por este desolado camino. A aceptar esta reunión para concretar esta propuesta contribuiría la crítica situación que no le dejaba otra opción que confiar en los conspiradores, las armas de las que le hablan le darían un triunfo que de otra forma sería prácticamente imposible.
Mientras tanto los rumores de que se tramaba algo en Aregue eran tan públicos que es enviado, por órdenes del General Ángel Montañez, una compañía del Batallón acantonado en Carora para vigilar la organización de la fiesta religiosa del pueblo, pautadas para octubre de aquel año de 1899, sospechosas de ser utilizadas como fachada para actividades conspirativas, no estaban equivocados, pero las cartas ya estaban echadas.
La historia dice que Cipriano Castro se movilizaría por una ruta desconocida, no por el camino que todos los ejércitos usaban desde la independencia atravesando la cordillera de los Andes, para entrar por Trujillo de donde se seguía a la ciudad de El Tocuyo que comunicaba con Carora o Barquisimeto, el famoso Camino Real, ruta comercial, sin embargo Castro no lo siguió, sino un desconocido camino llamado “La Viciosa”, tortuosa senda usada por los indígenas, rodeando la cordillera, llegando directamente a Parapara, donde ocurre uno de los más grandes misterios de la historia de Venezuela, oculta por diversas razones, una de las cuales sería por tratarse de una secreta conspiración cuya artífice fue una mujer que ademas era de origen mestizo.
Así que siguiendo la ruta del destino, una soleada mañana llega Cipriano junto a su pequeña tropa a Parapara, en la entrada del polvoriento camino divisa un hermoso árbol de Araguaney envuelto en un cúmulo de pequeñas flores amarillas que caían al suelo cubriéndolo como un manto, bajo su sombra esta un indio parado al lado de un caballo, con un movimiento de la mano le indica que lo siga mientras monta a pelo al animal, simultáneamente le dice que venga solo. Cipriano ordena a sus hombres que se oculten en un bosquecito cercano, dirigiéndose a la cita.
Se detienen delante de una casa de blancas paredes y techo de tejas rojas situada a orillas del camino, en unos troncos amarran las bestias, entran por una puerta de madera pintada de azul con varias marcas de machetazos en su superficie, comunicándolo con una amplia sala donde ya están otros hombres esperando. El indio que lo escolta realiza las presentaciones, están el General Andrés Castro, el sacerdote Juan Bautista Castro, el cacique Silverio Castro quien le dice que aún falta una persona, su líder, que será quien le explicará el plan, el caudillo intempestivamente pregunta ¿quién me garantiza que esto no es una emboscada? 
De una puerta lateral se escuchan pasos que se acercan, asomándose una mujer, era inevitable voltear a mirarla, lleva un vestido con amplia falda que susurra al rozar el suelo, bañado en encajes y pedrerías que lanzan destellos con la luz que entra por un ventanal, su pelo castaño recogido en un moño en lo alto de la cabeza con una peineta de carey al estilo español, permitiendo ver su esbelto cuello y blanca piel que parece brillar, a pesar de tener 50 años conservaba una esplendorosa figura, majestuosamente entra al salón con paso firme diciendo con un tono de voz que no deja dudas: ¡Yo general, Bartola Castro, la dueña de Parapara se lo garantiza!.
Todos los presentes se levantan, saludan con un "Buenos días", ambos Castro cruzan sus miradas inquisitivas, poseían varias afinidades no solo en el hecho de compartir un apellido proveniente de la misma región de España unidos por las cadenas migratorias, también en su manchado origen indígena, pero era la tenacidad en superar obstáculos, la apasionada forma de asumir riesgos sin temores, lo que los identificaba. Entre ellos se establece una comunicación inmediata, el andino se da cuenta por la magnética mirada de la mujer, de su inteligencia, que el control de la situación era de ella, finalmente descifra la decisión del general Torres Aular.
Silverio procede a presentarla, le aclara que es la propietaria del hato donde se encuentran, la jefa de la secreta conspiración y líder de su pueblo. Gracias a su facultad de curar, del desarrollo de su don de comunicarse con los espíritus, su valor demostrado en las guerras y su sangre mestiza era considerada Chaman, teniendo gran ascendencia en las indiadas de Parapara y sus alrededores, dispuestos a obedecer sus órdenes, al igual que lo hicieran anteriormente con el Indio Reyes Vargas en su tiempo. Esto le permitía tener acceso a información de todo tipo y conocimientos de ancestrales caminos desconocidos como el usado por el andino para llegar al lugar. 
Al ser la viuda de un militar y comadre del General Juan Bautista Salazar se le facilitaban los secretos militares, el haber pertenecido a La Propaganda bajo las órdenes de Aquilino Juárez y Carmona le permitía estar al tanto de la verdadera inclinación política de Torres Aular, ademas ambos tenían una deuda pendiente por cobrarle a Ángel Montañez.  
Se da inicio a la conversación con otra impactante oferta de Bartola: le daré las armas necesarias para su triunfo, tengo experiencia en ello, ya lo hecho antes, pero esta vez será mediante una trampa, continúa explicándole a Cipriano, le habla del resentimiento de Torres Aular contra Ángel Montañez. Le aclara que a pesar de que nominalmente Torres Aular era el Presidente del Estado Lara, no gozaba de la confianza plena del gobierno central debido a las intrigas de aquel hombre, quien había logrado el nombramiento de Secretario de Gobierno, representando directamente al Presidente Ignacio Andrade, detentando el poder real, pasando por encima del general, causando que este se sintiera humillado. Bajando la voz secretamente le susurra que también era el autor de los hechos que desembocaron en el asesinato de su marido Antonio. 
Ella le comunica a Castro que solo había que lograr la salida del general con los pertrechos de Barquisimeto sin despertar las suspicacias de Ángel Montañez, usarían el conocimiento de su debilidad, sus delirios de grandeza, de querer ser el más poderoso, hacerlo caer en la trampa de su ego, por lo que debe dirigirse a Carora. Le informa que el batallón acantonado en Aregue ha sido infiltrado por su gente, que el general Planas no opondrá resistencia. 
Al finalizar la entrevista habían acordado acabar con el poder de Ángel Montañez, la inmunidad total para Torres Aular en caso de llegar el andino a la Presidencia de la Nación, el secreto absoluto de lo sucedido y la protección a sus habitantes durante el encuentro pautado allí. Se tiene constancia que en este pueblo le brindaron a Castro su generosa caballerosidad, atenciones y respeto. También se conoce que el caudillo fue considerado durante el enfrentamiento ocurrido allí días después, muy diferente a lo sucedido en Siquisique, brutalmente saqueado ese mismo día. 
Los presentes se retiran uno a uno, quedando los dos guerreros Castro solos, Bartola le había hecho una señal a uno de sus escoltas quien se le acerca con un pesado saco, alcanzándoselo a Cipriano mientras le dice: “General una contribución de los habitantes de Parapara para su campaña, además de la humilde hospitalidad de mi parte, le rezaré todos los días a la virgen de Chiquinquirá de Aregue por su causa, mantendré velas encendidas hasta que llegue a Caracas”. Cipriano mira en el interior del saco detallando el brillo de las monedas, descubre cual es la otra fuente de poder de la mujer, que el dinero no es del pueblo, dándose cuenta que es de ella, taimadamente le responde: “Señora agradézcale a su gente este aporte, serán respetados como se merecen, a Ud le garantizó que sus oraciones serán escuchadas y sacaran de su camino a quien le arrebató a su marido”.
Cipriano sale de Parapara el 22 de agosto, sorprendiendo a la guarnición acantonada en Aregue, derrotándolo fácilmente al rendirse casi sin combatir, llegando triunfante a Carora en donde es recibido por los Generales Juan José Perera Álvarez y José María Riera Álvarez, este último lo hospedó en su casa.
Mientras el enlace de confianza de Bartola, un sacerdote, sería el  encargado de trasmitirle a Torres Aular el acuerdo alcanzado. Aprovechando su condición de religioso iría al comando con el pretexto de solicitarle unas donaciones para los pobres, entrevistándose con el comandante sin despertar sospecha, le explicaría el plan a desarrollar.
Este consistía básicamente en provocar al Secretario General del Gobierno, para lo cual Cipriano Castro se toma una fotografía vendida en recepciones sociales ofrecidas por los caroreños con el fin de recoger fondos para su causa. Para un caudillo que venía escondido por la falta de hombres y municiones estos actos públicos no eran los más indicados, a menos que la intención fuera diferente. Otro extraño suceso ocurrido, además de la venta de la fotografía, fue el hurto por parte de las tropas de Cipriano Castro de un cargamento de mercancías transportadas en dos arreos de bestias provenientes de Coro con destino, no era casual, al negocio de Ángel Montañez y Manuel José Perera Yépez, hijo de Ramón Perera Montesdeoca, pariente de su esposa, con el cual existía una deuda moral por haber desencadenado su muerte en los sucesos donde fue asesinado el comandante Antonio Perozo. 
El General Montañez disfrutaba de muy buenas relaciones con los godos de Carora, su familia estaba residenciada allí, tenía varios negocios mercantiles sumamente prósperos, además de la sociedad con Perera Yépez, con el hijo de Juan Agustín Pérez, también estaban los de la casa comercial de los hermanos Zubillaga a los cuales les otorgaba empréstito de guerra.
Así que este asalto constituyo una provocación que sumado a la venta pública de la fotografía, convertía su presencia en un acto sumamente notorio en Carora, evidenciando que era un señuelo, para lo cual Castro se tomo su tiempo, quedándose 5 días en la ciudad hasta lograr su propósito de retarlo, finalmente lo logra, entrando en cólera Montañez, quien manda a llamar a Torres Aular increpándolo: “general, ¿por qué no ha salido a apresar a ese revoltoso de Castro? Acaso quiere dejarme mal parado ante los caroreños y el presidente Andrade? El militar responde: “ud designo al general Planas con un batallón en la zona para contener la conspiración y fue derrotado, por lo tanto debe autorizarme para llevarme la caballería bien apertrechada”.
A pesar de la desconfianza que le despertaba, le ordena ir tras el andino, finalmente Torres Aular lograría los objetivos. Se llevaría el parque existente en la guarnición de 600 máuseres de repetición, treinta mil cartuchos, un cañón Krupp alemán con todos sus accesorios junto a sus municiones, lo último en tecnología de guerra, una exageración para un supuesto combate contra una pequeña tropa mal abastecida. Otro detalle importante es que Torres Aular se dirige a Parapara y no a Carora, quien igualmente se había dirigido al mismo lugar, aquello parecía una cita.
Sumado a estas “coincidencias”, el andino logra un triunfo tan inesperado en un enfrentamiento a todas luces en franca desventaja, que el general López Contreras, el cual andaba con la tropa siendo muy joven, escribió en su diario, tiempo después, que no se explicaban como ganaron ese combate de vital importancia, permitiéndoles apoderarse de aquellos pertrechos que los equiparó en la guerra. El viejo máuser de un solo tiro estaba emparentado con el arcabuz del siglo XVI de los conquistadores españoles, en tanto que el máuser de repetición permitía al soldado hacer varios disparos sin tener que detenerse a recargar, a lo que debemos agregar el tremendo poder de fuego y alcance de aquel cañón arrebatado a las tropas de Torres Aular. Antes de esta batalla el ejército de Castro era por su armamento y pertrechos una montonera del siglo XIX, después de Parapara se transformaría en uno moderno, colocándolo en igualdad de condiciones con respecto a las tropas del gobierno. 
López Contreras describe el enfrentamiento de Parapara: “en la acción, que duró aproximadamente 20 minutos, se capturó a varios oficiales, entre ellos al General Siquisiqueño Abelardo Gutiérrez, 200 individuos de tropa, todo el armamento y algún dinero de raciones”. La mayoría de los soldados desertarían a las filas de la revolución, desencantados del gobierno y deslumbrados por aquel caudillo. ¿Como pudo perder Torres Aular con esa cantidad de soldados y armas? ¿Por que no disparó el cañón?  
Castro obtiene un triunfo vital en Parapara de Río Tocuyo, el 27 de agosto de 1899, además sale cargado de plata acuñada, obsequiada por desconocidos habitantes, tomando en cuenta que este era un caserío de pocas casas de agricultores y criadores de chivos, es inexplicable a menos que se considere que en Parapara vivía una mujer llamada Bartola, la cual descollaba en experiencia conspirativa, valor, contactos, motivación de todo tipo, don de mando y un misterio… Habían transcurrido 9 años del asesinato de Antonio.




viernes, 6 de marzo de 2015

Capitulo 29: Zozobra!

Corra señora Bartola, el vigía acaba de avisarnos que vienen los soldados, la niña la tenemos afuera, vamos apúrese debemos llegar al bosque, salga rápido. La mujer gira como una leona a punto de saltar sobre su presa “No, exclama, yo me quedo, váyanse y protejan a Julianita”
Desde que su marido fuera asesinado había estado sometida a un castigo constante, la milicia llegaba a galope arrastrando a su paso el terror, ella salía huyendo con su pequeña hija a esconderse en los montes existentes a la orilla del río Tocuyo, dejaba su hogar a merced de ellos, al no encontrar quien les abriera la puerta entraban tumbándola a machetazo, registraban la casa destrozándole sus colchones a sablazos, revolviendo todas sus pertenencias impúdicamente, rompiendo y rociándole con veneno los sacos de granos almacenados para su alimentación con el fin de amilanar su espíritu, pero esta vez los enfrentaría, su alma guerrera quebrantada desde la tragedia había regresado.
Los hombres al verla vestida de negro, desarmada y sola ante la puerta de su casa con aquella mirada que lanzaba un fuego amenazante, se detienen impactados, no esperaban encontrarla, era muy extraño, “señora díganos donde están ocultas las armas y la dejaremos en paz” Ella contesta con una voz helada “no hay armas aquí, tienen más de un año buscándolas, si existieran ya las habrían encontrado, regresen por donde vinieron antes de que les arroje un maleficio” Cierra los ojos  comenzando a hablar un idioma desconocido, los soldados quedan desconcertados conocen lo que se dice de su don de espiritista, su poder de lo sobrenatural, creen descifrar la causa de su desafío, repentinamente una fuerte brisa corre en el lugar, levantando a su paso una gran polvareda, azotando su cabello contra su rostro y agitando su falda violentamente, temerosos uno de ellos ordena la retirada inmediata, saliendo rápidamente de allí.
Fueron años de amarga zozobra, de destrucción a su propiedad, de pérdida de su familia, cuando un soleado día de diciembre de 1891 le avisan que un solitario hombre a caballo estaba llegando, el vigía le confirma de no existir peligro, portaba la señal de amigo, se trata de Federico Carmona que viene con una misión, explicarle a la viuda lo que estaba por acontecer, cuál sería su papel en estos sucesos.
“Bartola, llego la hora que estábamos esperando, el general Crespo nos avisó que todo está listo para dar el golpe, planea salir del hato El Totumo en marzo. Nosotros lo apoyaremos con hombres y las armas bajo tu custodia, nos comisionaron tomar Carora, es necesario sacarlas del escondite por lo que debes irte por un tiempo de Parapara para enfriar la zona, al no estar aquí dejaran de buscarte, así podríamos hacerlo sin peligro de que nos las decomisen, te traje una invitación de viejos amigos masones para viajar a Curazao en un bergantín de ellos, siempre dijiste que querías hacerlo, debes buscar un poco de paz, tal vez conocimientos espirituales, me entere como espantaste la última vez a los soldados, entrando en trance y hablando extrañamente. Ella le dice que el idioma que escucharon era algo vulgar en holandés aprendido en La Vela de Coro para hacerse obedecer por los marineros y caleteros a cargo del contrabando de los barcos, lo del viento fue pura casualidad, le aclara al hombre que escucha observándola mientras medita como explicarle el acuerdo político que habían realizado.
Sabes algo, Federico? He tenido varias visiones del futuro, la primera vez fue cuando te encontré herido en la casa del ayuntamiento en 1870 defendiendo a los azules, mientras te sacaba la bala te vi convertido en un gran líder liberal dirigiendo a tu pueblo de Río Tocuyo. Luego, en mi primer viaje a Coro me vi vestida de negro viajando en un bergantín rumbo a Curazao, ahora entiendo. Mi madre la india Juana Bautista siempre me dice que heredé los dones visionarios de mi pueblo ancestral.
El hombre sonríe y le dice: “Hay algo muy delicado que debo decirte, estamos cerca de lograr nuestro cometido pero debimos pagar un precio muy alto: pactamos con el general Eusebio Díaz y Ángel Montañez, no había otra forma, necesitamos su apoyo. Estamos conscientes de lo peligroso, son traidores por naturaleza, yo soy su objetivo al igual que tu, después del triunfo prometo resolverlo.”
La mujer se queda mirando hipnóticamente a lo lejos, suspirando le contesta “está bien, confío en uds, me debo al movimiento y a mi pueblo, aceptaré la invitación”.
Ella saldría en enero de 1892, realizaría una búsqueda espiritual por caminos insospechados, dejaría con Silverio las claves de donde estaban los escondites “Debajo de las aves están sus nidos, allí encontraras lo que buscas”, en ese momento Federico se enteraría que nunca existió un mapa escrito, todo estaba en su cabeza, imposible de obtener. Se refería a túmulos hechos de piedras con formas de aves que marcaban los sitios. Sin embargo hubo uno que no preciso, dejándolo oculto, era una mujer precavida o tal vez para su venganza, este depósito sería encontrado 120 años después accidentalmente por unos agricultores al tratar de limpiar un terreno para sembrar, chocando sus palas con una gran tapa de calicanto que no pudieron romper por lo que acudieron a las autoridades locales quienes vinieron con herramientas especiales, logrando finalmente atravesarla, llevándose aquel valiosísimo tesoro no solo por su valor monetario sino por pertenecer a la memoria histórica de la región, nunca se sabrá a donde fueron a parar aquellos antiguos máuseres.
El entonces Presidente Andueza Palacio al introducir una reforma para alargar el periodo constitucional a 4 años con el fin de perpetuarse en el poder, divide a los militantes del partido liberal amarillo en dos fracciones irreconciliables, que conduciría a un enfrentamiento bélico liderizado por Joaquín Crespo, contrario a la corriente continuista, en una batalla  iniciada el 11 de marzo de 1892 en lo que sería la “Revolución Legalista”.
Para septiembre de ese año, los caudillos locales de Siquisique se alzan en el sitio “Los Estanques” contra las fuerzas del gobierno, estando en desventaja se retiraron a Parupáno en donde se les incorporó el Coronel Desiderio Meléndez y el General Escolástico Vargas, para seguir a Churuguara con el fin de unirse al batallón que comandaba el General Felipe Franco que se dirigía a Siquisique, logrando finalmente el triunfo, rindiéndose el General Pedro Mora antiguo conservador ahora liberal continuista y comandante militar local, entregando 100 fusiles con sus pertrechos mas todo el material de guerra al General Antonio Álvarez, designado como su sustituto.
Ese día entro triunfante el General Eusebio Díaz, Jefe Civil y Militar del Estado Lara seguido por el cuerpo de caballería bajo su mando, la población lo recibe feliz ovacionándolo con vítores, música y fuegos artificiales. Este General, le había ganado las elecciones a finales de 1891 a Aquilino Juárez, quien aceptó tranquilamente su derrota, actitud diferente a aquella otra de 20 años atrás, donde después de acusaciones de fraude fueron anuladas, conduciéndolos a una enemistad política que los enfrentaría por décadas. Al ocupar entonces la gobernación, comandaba la poderosa caballería que era clave en el alzamiento, imprescindible para realizar el golpe militar, por lo que es contactado por los crespitas, accediendo pactar a cambio de una cuota en el nuevo gobierno, algo muy similar sucedería en 1899 para la toma del poder por Cipriano Castro.
Mientras tanto Federico Carmona, se alza en armas en Río Tocuyo al mando de más de 500 hombres acompañado por sus lugartenientes José Álvarez y Rafael Aranguren con el apoyo de los Castro, los Nieto, los Figueroa y los Santeliz, parte importante de los carmoneros, llevaban las armas escondidas que se habían salvado de las constante requisas, al ser ocultadas por Bartola.
Durante el camino a Carora, el general Carmona va recordando lo vivido cuando defendía la ciudad 22 años atrás siendo conservador, como cambiaban las cosas, ahora era su atacante, un liberal contra otros liberales, cavila mientras trota al mando de su tropa, al llegar lograría ocupar fácilmente la plaza defendida malamente por un viejo enemigo, el liberal General Ramón Urrieta, quien junto a Graciano Riera Aguinagalde lo habían despojado de La Propaganda, convirtiéndose en incondicional de Ángel Montañez de quien recibe órdenes de simular una leve resistencia, así triunfa la Revolución Legalista, a base de acuerdos y conspiraciones entre enemigos.
Huye Andueza Palacios, luego de 7 meses de sangrienta guerra, Joaquín Crespo entra a Caracas en octubre de 1892 como el nuevo dueño del poder supremo, ocupándolo consecutivamente por 6 años, su adversario Cipriano Castro tuvo que exiliarse en territorio colombiano, regresaría 7 años después a derrocar al gobierno. Hay el dicho de que Crespo catalogaba despectivamente a Castro afirmando que: "Es un indio que no cabe en su cuerito", al referirse a su sangre mestiza.
Políticamente no se pudo eliminar a los enemigos del guzmancismo debido al pacto de gobernabilidad realizado por el general Crespo, que sumado a ser misia Jacinta, su esposa, la verdadera persona al mando junto al "yerbatero" de su confianza, quien según los rumores sería nombrado rector de la universidad de Caracas, confiriéndole esto un grado de debilidad a su segundo gobierno. A pesar de todo, gracias al pacto realizado entre ellos, Bartola recobraría la tranquilidad, volvería a ser económicamente solvente, refundaría su hato que había quedado en ruinas, no le faltaban varias mujeres que trabajaban en las labores en su casa, lo cual recordaba su hija Julianita en sus narraciones. Pensaba que por fin la hora de vengar a su marido vilmente asesinado junto al retorno de sus hijos estaba cerca, sin embargo la realidad fue diferente, la política tenía sus recovecos y los poderosos siempre establecían ramificaciones que se conectaban con el ganador.
Federico Carmona ocuparía el cargo de prefecto de Carora durante el gobierno del General Aquilino Juárez, que finalmente había ganado en 1894 ocupándolo simultáneo a Crespo hasta 1898. Al acercarse el final de este periodo, Ignacio Andrade es designado como el sucesor para las elecciones presidenciales a realizarse en septiembre de 1897, Carmona se sumaría a la campaña presionado por la necesidad de proteger a sus seguidores, los carmoneros de Río Tocuyo, amenazados por una nueva coalición política, quienes paradójicamente también apoyan a Andrade, movimiento que subvenciona con dinero de su propio peculio dejándolo en una delicada situación económica y de salud, al descuidarla en el intenso ritmo de trabajo que le imprimió el Mocho a esta campaña, antiguo colaborador de Joaquín Crespo, ahora su adversario político el cual implementaría un innovador método de mítines recorriendo todo el país, convirtiéndose en sumamente popular con una real oportunidad de ganar. 
Ante la inminente derrota electoral, Crespo ordenaría la ocupación militar de las mesas de votación impidiéndole la entrada a los seguidores del opositor. Así se lograría ganar estas controversiales elecciones, ejerciendo Andrade apenas 22 meses, quien por la ilegitimidad de origen fue finalmente derrocado, sería el último presidente del liberalismo y masón en ocupar este cargo. En su breve mandato surge una crisis de gobernabilidad debido a la sumatoria de varios factores entre los cuales figuraba el rumor de ser colombiano, de no poseer liderazgo propio, de una pobre gestión económica, incidiendo todo en una gran desconfianza que se agrava por una epidemia de viruela que azotaría al país, conduciendo a múltiples insurrecciones siendo la más relevante la del Mocho Hernández, competidor en los comicios quien denunciaba sus resultados de falsos por el abuso descarado del poder de parte del gobierno, sería el primer fraude del país.
Entra el turbulento año de 1898, como consecuencia de la feroz campaña electoral, fallece Federico Carmona, un 22 de enero, al complicarse con una neumonía, tenía 65 años de edad. Al mes siguiente, un 16 de febrero, al salir Joaquín Crespo personalmente a sofocar la revuelta del Mocho Hernández, sería asesinado de un balazo en un oscuro suceso. El opositor seria derrotado y nunca llegaría a gobernar, posterior el general Juárez entregaría el gobierno local a Elías Torres Aular, hombre de su confianza, clave en un suceso organizado por Bartola al siguiente año en Parapara.
Estaban por cambiar nuevamente la correlación de fuerzas políticas del país y de la región larense, otra conspiración daría sus frutos, los peligrosos adversarios de Bartola se habían agrupado en un influyente movimiento llamado “Unidad Nacional” en donde figuraban Lázaro Perera Montesdeoca (hermano de Ramón Perera), Amenodoro Riera (presente en la misa celebrada en Río Tocuyo por el Arzobispo en 1890), Ramón Urrieta (el supuesto defensor de Carora), José María Riera, Agustín Zubillaga, entre otros godos, apoyando a Andrade ante el reclamo de la Guayana Esequiba, cedida a Gran Bretaña por el laudo arbitral de París en 1899. Gracias a esto y la desaparición física de Carmona, el jefe de este movimiento, Ángel Montañez conseguiría la confianza absoluta del Presidente, nombrándolo Secretario de Gobierno en su representación directa, pasando por encima del entonces gobernador Torres Aular. Por fin ostentaba el poder deseado por el cual había confabulado durante tanto tiempo.
En este panorama político transcurre la primera mitad del año de 1899, estando Bartola, durante el mes de julio, meditando sobre la delicada situación en la que se encuentra nuevamente, de la imperiosa necesidad de hacer algo y pronto, habiéndose enterado de la muerte en París de Guzmán Blanco, el hombre fuerte del liberalismo, casi simultaneo con el cumplimiento de los 9 años del asesinato de su marido, pareciéndole un aviso, una señal, tratando de descifrar los hilos del destino, sorpresivamente recibe una invitación para una clandestina reunión con Torres Aular.

Llega un visitante conocido.

  
El malefio

Bergantin


Registro parroquial de fallecimiento de Federico Carmona