Entradas populares

martes, 16 de diciembre de 2014

Capitulo 26: La conspiración.

Madre, donde se encuentra? Exclama el hijo mayor de Bartola mientras recorre la casa buscándola, tengo algo importante que decirle”.
“Aquí estoy hijo, en el corredor del fondo”, le responde asomándose por la puerta.
Gregorio entrando al amplio corredor enladrillado, enmarcado por pilares de madera, abierto a la vista, sumergiéndose en el áspero paisaje de cardones y tunas, sorpresivamente se enfrenta a un barullo de sacos de maíz, caraotas, café, ajos, sal en granos, papelón, piezas de género de telas, alpargatas, sombreros y un hombre sentado en una mesa con un libro de cuentas delante del cual los obreros pasan uno a uno a recibir los pesos de plata del pago del mes, aun usados como monedas, equivalían a 4 bolívares de plata puestos en circulación desde 1879.
“Que es todo esto?” Pregunta extrañado mientras señala al nuevo tenedor de libros, lo conoce, es su pariente, pero ignoraba que trabajaba para ella.
Bartola le explica que había contratado a Pedro José para que la ayudara con las cuentas, sus actividades comerciales en Coro le impedían seguir llevando los libros al día.
“Le he pedido varias veces que me permita encargarme de los viajes, eso es muy fuerte para una mujer, pero se empeña en hacerlo Ud, no entiendo porque Antonio se lo permite”.
“Hijo, disfruto recorriendo las calles de Coro, es una ciudad muy bella, se consigue todo tipo de artículos, vestidos, adornos, arte, por otra parte ofrecen mejores precios a una mujer, no se preocupe, me divierto con las compras mientras el pariente aquí lleva los libros”. Hace una pausa acariciando levemente el rostro de su hijo mayor: “Además Antonio no se mete en mis asuntos”. Continua hablando, caminando incansablemente con pasos cortos y rápidos por el largo corredor, tratando de encubrir la verdad, cambia de tema pidiéndole: “Venga, ayúdeme con la repartición de la semana mientras me dice de que quiere conversar, entrégueles a cada quien ½ almud de maíz, de papelón, de café y de ajos, ¼ de caraotas y un 1/8 de sal”.
Un Almud era una unidad de medida de volúmenes de grano y otros materiales, se utilizaba  un cajón de madera de tamaño estándar, tenía una separación interior que lo dividía en dos y el "medio" almud en dos cuartos. Adicionalmente este cajón podía tener doce divisiones para medir cantidades menores, equivalía a unos 30 kilos aproximadamente hoy día.
Esta distribución de víveres formaba parte del pago a los obreros que incluía la tela para hacerse la ropa de faena que les correspondía al año, las alpargatas, sombreros, machetes, escardillas y leche de cabra del ordeño diario suficiente para su consumo. Esta actividad se realizaba los domingos después de misa, acompañado con cocuy, guarapo de caña y un hervido de chivo en leña hecho bajo la sombra de un frondoso árbol de cují.
Era el inicio de 1887, en Parapara de Río Tocuyo había una febril actividad clandestina, se escondían las armas en depósitos subterráneos construidos con calicanto, en terrenos alejados no usados para la agricultura pero accesibles, Bartola supervisaba aprendiendo con estos maestros de obras, masones, los secretos de esta antigua preparación y su significado cabalístico de cubrir secretos, no en vano el refrán de “sellado a cal y canto”.
El compromiso matrimonial de su hijo mayor Gregorio, que contaba con 20 años de edad, coincidiría con varios hechos, entre ellos el recién nombramiento de Graciano Riera Aguinagalde como Presidente encargado del Estado Lara, junto a la elección como diputado a la Asamblea Legislativa de Federico Carmona, quien había alcanzado una gran proyección regional, siendo escogido para el cargo de Presidente del Consejo de Administración del ayuntamiento, logrando finalmente el triunfo político de La Propaganda, impulsado por el recién regreso al gobierno de Guzmán Blanco.
Este movimiento político se había convertido en una respetable fuerza popular debido a la cantidad de militantes que se anexaban a sus filas en Barquisimeto, jugando  un papel clave Federico Carmona por ser un conciliador nato que facilitaba reunir personas de diferentes niveles sociales y bandos opuestos, asimismo estaba encargado de recoger los fondos, resultando muy eficiente, se comentaba en la ciudad que las contribuciones eran grandes, en monedas de plata y oro. Era un misterio donde se guardaba este tesoro, Federico, único en saberlo, no se lo decía a nadie.
“Madre quiero casarme, exclama Gregorio algo angustiado, necesito acuda prontamente con Antonio a pedir la mano de mi prometida y negocie la dote”. Esta era el monto con el cual tradicionalmente contribuía la mujer: “la mencionada, mi futura esposa promete llevar diferentes bienes, muebles, ropa y dinero para ayudar a las cargas matrimoniales..." 
Bartola quien estaba de espaldas a su hijo, voltea y lo mira fijamente a los ojos: A que se debe tanto apuro? Él le responde: a ud no se lo puedo ocultar, está embarazada!
Después de realizado el matrimonio, en octubre de 1887 ocurre un hecho presagiado, la renuncia de Guzmán Blanco aun sin concluir el mandato de dos años, retirándose a vivir definitivamente a su palacio de París, según por razones de salud, la verdad es que era demasiado rico como para quedarse en el país ante el rechazo del pueblo por la grosera corrupción. Se conoce que llegó a poseer tantas tierras, solares, haciendas y hatos que era capaz de cubrir un mercado internacional por su cuenta.
Por esta ausencia se inicia un reacomodo político, así vemos como el encargado de la Presidencia de Venezuela para completar el periodo, Hermógenes López, amonesta al entonces Presidente del Estado Lara, General Claudio Rocha quien había sustituido a Graciano Riera, por los desórdenes tanto en Carora como en Río Tocuyo, en este último lugar encabezado por el Jefe Civil de la localidad, Gregorio Nieto Santeliz, carmonero y pariente de Bartola, confabulados para destituir del cargo al General Bracho, aprovechando el poder obtenido por La Propaganda. Sería esta la primera advertencia contra esta agrupación, lo ocurrido ocasionaría la división del partido liberal local, desencadenando los fatídicos sucesos que repercutiría en la vida de esta mujer.
Se sumaría en este acontecer el surgimiento en la escena política de un conservador recién llegado a Carora en 1883 como agente de una casa comercial de Yaracuy, era el General Ángel Montañez, astuto, perverso en su accionar, sumamente inteligente y peligroso, se asocia mercantilmente con el hijo del fallecido general, del mismo nombre Juan Agustín Pérez, alianza que le permite enterarse de los pormenores de la fundación de La Propaganda y de los conflictos generados por el ingreso a sus filas de Carmona.
Este hombre se mueve rápidamente uniéndose a los liberales de la ciudad, atrayendo al General Juan Evangelista Bracho junto a los Generales Ramón Urrieta y Pilar Bracho, igualmente haciendo amistad con los Álvarez, Herrera, Perera, Riera pertenecientes a la poderosa clase mantuana caroreña cuya animadversión hacia Carmona estaba en aumento, a sabienda de esto, planea conquistar la ciudad y el poder, la ambición de este hombre recién llegado no conocía límites.
Entra el año de 1888 con un relevante acontecimiento social, el matrimonio de este  maquiavélico personaje con Elvira Yépez Piñeiro, sobrina de la esposa de Ramón Perera Montesdeoca, uno de los hombres acompañantes del general Juan Agustín Pérez en el alzamiento de los Castro en 1876 cuando fueron asesinado dos de ellos, por esas cosas del destino al formar parte de este círculo parental, Ángel Montañez obtendría la clave del poder oculto de Federico Carmona.
Ese mismo año se da un fenómeno político dentro del liberalismo, surgiendo un guzmancismo pero sin Guzmán, cada vez menos temido, estos apoyan a Joaquín Crespo líder carismático y honesto, son los legalistas, están contra el segundo grupo que son la corriente anti-guzmancista continuistas, quienes perseguían modificar la constitución para alargar el periodo de gobierno y apoderarse del tesoro nacional.   
En Caracas los acontecimientos estaban en marcha, había sido elegido Rojas Paul como nuevo Presidente, impuesto por el propio Guzmán que lo dirige por telégrafo desde Paris.
En 1888 Venezuela se conectó con Europa por el cable submarino, hasta ese momento el intercambio de correo era realizado por medio de vapores, “esta nueva tecnología sería la vía para Guzmán mantenerse en contacto con Caracas, enviando sus recurrentes y detalladas instrucciones a Rojas Paúl”. Pero progresivamente, al tomar conciencia del no retorno del hombre de hierro, comienzan a ignorarlo apoyando a la oposición continuista al no reprimir los desordenes de la ciudad en los cuales son derribadas varias estatuas del dictador.
En un golpe de suerte, ese mismo año, Federico Carmona ocuparía la primera  magistratura del estado por separación definitiva del titular, periodo en que se daría este complicado panorama político, surgiendo en Caracas una corriente opositora a Guzmán sin embargo Barquisimeto, en manos de La Propaganda, permanecían fieles al guzmancismo.
Ángel Montañez, residenciado en Barquisimeto luego de su matrimonio, visualiza el cambio político. En un mal cálculo del acontecer regional se une abiertamente al bando anti-guzmancista participando en manifestaciones a favor del continuismo, sorpresivamente es puesto preso por el gobernador Carmona, legalista y fiel seguidor de Crespo, este hecho se convertiría en el detonante de un violento acontecimiento.
Esta grave afrenta no la perdonaría, al ser liberado de la cárcel inicia contactos para aniquilar políticamente al entonces gobernador, aprovechando su ausencia de Carora, aunado al conocido rechazo por sus coterráneos, confabula para ganarse a Graciano Riera, Ramón Perera, Juan Agustín Pérez hijo entre otros, formando el circulo Chuao, los cuales reconocen como su jefe al General León Colina, recién regresado del exilio, enemigo de Guzmán quien se une a la conspiración contra el grupo de La Propaganda, el fin perseguido era devolverle el poder al General Juan Evangelista Bracho, su amigo personal a quien apoyaba por ser viejos compañeros de armas. León Colina también tenía facturas pendientes por cobrarles a Federico Carmona y al comandante Antonio Perozo, unidos por un secreto nexo que descubriría Ramón Perera, a través de su hija residenciada en Río Tocuyo por ser su esposo dueño de un hato de chivos.
Mas tarde se da una extraña e interesada asociación entre Graciano Riera Aguinagalde y Froilán Álvarez con Juan Evangelista Bracho, a quien años antes habían secuestrado para sacarlo del poder, es evidente que estos hombres los mueve solo intereses económicos y no políticos, buscaban mantenerse en el nuevo reacomodo del poder para lograr lo que realmente anhelaban, entrar de nuevo en negocios con el gobierno. Es un momento de gran debilidad para los crespitas pues Joaquín Crespo estaba preso en La Rotunda tras un fallido golpe de estado desde las Antillas donde estaba asilado.
Carmona al entregar el cargo de Presidente del Estado Lara a finales de 1889 regresaría a Carora con el fin de defender La Propaganda, localmente bajo su mando pues los otros miembros se habían retirado para unirse a Juan Evangelista Bracho, grupo que asumía que este había obtenido las mejores ventajas del movimiento al manejar el presupuesto del Estado Lara, mientras ellos lo hacían solo de Carora, atribuían que había accedido a los cargos gracias a La Propaganda y al general Aquilino Juárez, no reconocían sus habilidades ni su gran olfato político para interpretar las cambiantes situaciones políticas del país que los brachistas no lograban hacer, eran comerciantes de pueblo con mucho dinero pero poca perspicacia, las pugnas locales de Carora les impediría ver la historia.
Ante su error, no reconocido, se dejan arrastrar por un mar de resentimientos al sentir que Carmona les había arrebatado lo que merecían por derecho de sangre al ser godos puros, consideraban que este hombre no lo era por ser descendiente de un mulato del pueblito de Santa Rosa, así que deciden aceptar las intrigas de Ángel Montañez sin imaginar donde los conduciría este odio, ocurriría uno de los más ocultos y oscuros sucesos de Río Tocuyo, la rueda de la vida daría otro giro llevando a Bartola Castro a una nueva etapa de su vida.   Continuara...

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Capitulo 25: La viajera.

Una carreta conducida por una mujer, seguida a cierta distancia por varios indígenas a caballo, escoltándola discretamente, recorre velozmente el sinuoso camino de la sierra de San Luís, montañas cubiertas por un verde manto dándole una frescura que a veces llegaba a ser muy frío, a su paso cruza varios arroyos por los puentes de doble arco de ladrillo, construidos desde la Colonia. Amanecía cuando repentinamente en una vuelta del camino, bordeando la cima desde lo alto, se deja ver el caudaloso río con un buque a vapor navegando por su cauce, lleva una carga de madera de los bosques de Moroturo, dirigiéndose a la desembocadura en Tocuyo de La Costa, la mayoría interceptados por los corsarios en la salida al mar.
Bartola Castro había partido de La Vela de Coro rumbo a Siquisique con las armas adquiridas de contrabando, entregadas a media noche por sus contactos sefarditas, cargamento que estaba oculto en bodegas clandestinas existentes en la aduana Antillana, en manos de estos holandeses que desempeñaban ambos roles de comerciantes legales y piratas.
Después de repartir algunas monedas de oro entre los cargadores a cambio de su silencio, saldría de allí rápidamente iluminada por la luz de la luna llena, rodeada de los sonidos nocturnos de sapos y grillos, va en una carreta techada con cueros de chivo, sostenidos en una armazón metálica, para protegerlas de la lluvia, un farol encendido cuelga de un lado, tintineando al ritmo del carruaje.    
El camino transitado conducía a la montaña de Guacamúco, que desembocaba en la parte norte del poblado de Siquisique, pensaba descansar en la posada que pertenecía a sus amigos, la familia Viloria, situada al pie de esta serranía.
La viajera quien contaba con la discreción del dueño, clave para su misión, se hospedaría aquí para recuperar fuerzas, mientras los ayudantes atendían a los animales, ella disfrutaría de un baño en tina con agua caliente calentada en topias, una cama con sabanas bordadas, perfumadas con flores de mastranto y azahar, había cabalgado por casi 6 días prácticamente sin asearse ni dormir, hacerlo era una necesidad perentoria, estaba exhausta.
Después de arreglarse, sale a verificar el cargamento y el acomodo de los hombres, guardaespaldas pertenecientes a su tribu, fieles y silenciosos, en el corredor se tropieza con el dueño quien la invita a tomarse un palito de cocuy que acostumbraba brindarle a los recién llegados, mañas de buen anfitrión que lo hacían popular, mientras ingieren el licor de un solo trago, regalo de la recién llegada de su propia producción, le comenta que en el pueblo estaban instalando la primera imprenta, pensaban sacar muy pronto un periódico local denominado “Eco de Urdaneta”, el hombre se recuesta en la silla extrayendo de su bolsillo una carta que le entrega: aquí le dejó su compadre el general Juan Bautista Salazar, un siquisiqueño conocido de ambos personajes y un contacto militar de la recién llegada.
Acababa de recorrer la vía que conducía de Coro a Siquisique, debía llegar a la Aduana a orillas del río Tocuyo para seguir hacia el poblado de Parapara, su destino final, por un soleado y concurrido sendero que contrastaba con el montañoso que acababa de transitar, donde se podían ver desde los pequeños conucos de negros e indios hasta los exuberantes cultivos, muy vistosos por sus largos tallos que ondeaban al capricho del viento, tan numerosos y grandes que a la vista semejaban un mar dorado, era la caña de azúcar de las haciendas de los terratenientes, con sus grandes y majestuosas casas coloniales que denotaban prosperidad. Este se comenzó a cultivar desde el siglo XVII cuando fue introducido al país proveniente de las Islas Canarias.   
Otra actividad muy prospera de este camino era la ganadería, predominantemente los hatos de chivos traídos por los canarios, expertos en la cría de este animal. El ganado vacuno relativamente escaso al principio de la Colonia debido a lo pobre de los forrajes autóctonos, obliga que en el siglo XVII se importaran pastos con altos niveles nutricionales de las Islas Canarias para ser distribuidos a Carora y El Tocuyo, mejorando los existentes, logrando convertirse en los principales centros de ganado vacuno, desplazando paulatinamente la cría de chivo a partir de la última década del siglo XIX. Era frecuente encontrarse con los rebaños de ganado por estos caminos.
En la práctica durante los siglos XVIII y XIX, Carora se desempeña como capital y el Cantón como Estado; por aquí circulaba poder, dinero, militares, viajeros, comerciantes, una mujer pasaría desapercibida dentro de esta multitud. La otrora capital del país, la ciudad de El Tocuyo, rezagada ante el crecimiento de Carora por estar a 15 días o un mes de distancia de Coro, dependiendo si era a caballo o a píe, colocándola en desventaja, además su otra conexión comercial era Barquisimeto, estancada como consecuencia de las guerras de la época que pasaban todas por allí, diezmándola constantemente, impidiendo su despegue económico, lográndolo solo a finales del siglo XIX con la inauguración del ferrocarril Bolívar y la pacificación instaurada por Cipriano Castro. A mediados del siglo XIX surge Siquisique como centro de poder que junto a Carora se potenciarian.
Bartola se acomoda en un banco debajo de una mapora, comienza a leer la carta del general Salazar, relata los últimos acontecimientos ocurridos posteriores a la repentina muerte del general Juan Agustín Pérez, quedando encargados de La Propaganda los generales Graciano Riera Aguinagalde y Ramón Urrieta, conocidos como los Chuíos, atraviesan un momento delicado pues en Aregue los Generales Bernabé Aponte, Gregorio Pérez y Andrés Castro Cerrada, su pariente, rechazan públicamente a este movimiento pues según su opinión solo divide al partido liberal, consideran que su existencia es un suicidio político.
Además, continua el escrito, los Chuíos perpetraron el golpe contra Bracho, bajo al comando de Graciano Riera Aguinagalde, sin consultar con Barquisimeto, quienes para no levantar sospecha simularon que iban a buscar una imprenta, tomaron un camino donde “coincidencialmente” estaba ubicada su casa, logrando sorprenderlo al estar desprevenido, secuestrándolo y colocándolo en prisión en su misma residencia, destituyéndolo del cargo de Jefe Civil, originando enérgicas medidas represivas del gobierno local, siendo respondidas por los lugareños con una confrontación armada, consiguiendo finalmente su destitución.
A pesar de este alzamiento que despertó equivocadamente las sospechas del gobierno de Barquisimeto sobre el general Federico Carmona, le puedo decir que pudo contactarse con el general Aquilino Juárez, quien le ofreció su apoyo, acordaron defender al liberalismo de los traidores divisionistas, trabajar para obtener la gobernación local, apoyar a Joaquín Crespo, liberal a toda prueba y fiel a Guzmán, en contra del continuismo. Por último le comunico que en Carora está residenciado un comerciante conservador recién llegado de Yaracuy, el Sr Ángel Montañez, no es de fiar, se ha reunido con los más destacados ciudadanos convenciéndolos que es liberal, se ha asociado comercialmente con Juan Agustín Pérez, hijo del general fallecido, debemos cuidarnos pues es un posible traidor.
Bartola al terminar de leer, se levanta e inmediatamente destruye la misiva, una fría corriente de aire le roza la nuca provocándole un estremecimiento, se acomoda el capotillo y sigue su camino.  
Continuara . . .



Carreta con techo de paja


Puerto con barcos y arrieros

viernes, 14 de noviembre de 2014

Capitulo 24: La propaganda.

Estando sentados en las sillas de cuero de chivo, Antonio y Bartola escuchan atentamente a Federico quien inicia la conversación explicándoles los acontecimientos políticos locales que estaban en desarrollo: “se ha organizado secretamente un movimiento político llamado La Propaganda, en Carora esta liderizado por el General Juan Agustín Pérez, junto a un grupo de conservadores y liberales, viejos enemigos de los Castro por los sucesos ocurridos en 1876. Esta enemistad con su clan, me preocupa para un plan que pondré en marcha”.

Les aclara “como uds saben, Juan Agustín Pérez, es el nuevo encargado de la Recaudación de Rentas, nombrado recientemente por el General Juan Evangelista Bracho en su calidad de Jefe Civil y Militar de Carora, sustituyendo a Vicente Sosa, por cierto grado de  desconfianza que le estaba despertando”.

Carmona Oliveros, mientras se toma un café recién colado, sigue hablando: “el olfato político de Bracho no estaba equivocado, pues un grupo, llamados los Tradicionalistas, organizados por Vicente Sosa, habían llevado a cabo una reunión conspirativa durante la celebración del Cantorío de Primera Misa, del recién llegado padre Lisímaco Gutiérrez, realizada el 21 de septiembre de 1.884 en la iglesia de San Juan Bautista, en la cual firmaron un acuerdo de unión con La Propaganda estadal para defender al liberalismo”.

Parientes uds están al tanto, que a nivel nacional todo transcurre pacíficamente, se ha logrado un periodo de bonanza a pesar de la escandalosa corrupción de Guzmán Blanco, quien al finalizar su segundo período en 1884 se retiro del poder, no se sabe si está en la finca de Chuao, malversada a la Universidad Central, obligados a canjearla por bonos de la deuda consolidada que él mismo había adquirido previamente o si se encuentra en su extensa mansión de Antínamo, lujosamente decorada con pinturas, estatuas, adornos extranjeros, fuentes y además con inmensos jardines semejantes a Versalles, otros dicen que se fue a su palacio en París donde vive como un noble pero lo cierto es que esta ausente". 
No se podía negar el desarrollo del país alcanzado gracias a él, clave de su permanencia en el poder, así que garantizando la continuidad a su gestión, dejaría a su hombre de confianza en el poder, Joaquín Crespo. Sin embargo, la prosperidad no le llegaba a todos, el malestar entre algunos caudillos estaba floreciendo, como sucedía en Carora, debido al monopolio de los contratos con el gobierno que ejercía el General Juan Evangelista Bracho, favoreciendo exclusivamente a su grupo de seguidores y familiares, conocidos como los brachistas. Este hombre no sospecharía que el nombramiento del nuevo Recaudador daría origen a una sucesión de acontecimientos fatales, al usar este cargo para sumarse a la traición. 

“Así que, el General Juan Agustín Pérez se incorpora al grupo de los Tradicionalistas, trayéndose a un grupo de partidarios, pero con objetivos diferentes a los del nivel estadal. Estos confabuladores se unen por su descontento contra los brachistas, por negarles la participación en los negocios del régimen, razón por la que se suman tanto liberales como conservadores, todos con un elemento en común, eran godos o mantuanos en defensa de sus intereses económicos menoscabados por Bracho, su objetivo era sacarlo del cargo”.

Federico Carmona continua relatándoles minuciosamente que, en ese contexto, fue invitado a sumarse al movimiento por algunos integrantes que lo conocían, las razones eran económicas, sin embargo a sus manos había llegado una carta del General Sosa, quien al enterarse de la incorporación de los antiguos conservadores y cambiar la esencia del movimiento para convertirlo en una lucha local contra los brachistas, molesto, le recuerda a su amigo Juan Agustín Pérez su cercanía a Bracho y como este lo favoreció sobre su persona al quitarle la Recaudación de Rentas para dársela y le aclara que, a pesar de ser cierto que Graciano Riera Aguinagalde, era godo, no obstante era preferible a los conservadores convertidos en supuestos liberales, lo que no sucedía con Carmona y otros recién aceptados en el grupo, con los que no compartía por ser godos radicales, le advierte que estos últimos lo buscan porque lo necesitan pero después lo traicionaran, que no debe apartarse de los liberales puros, igualmente le dice que si Bracho gobernó mal en los últimos años, peor lo hicieron los conservadores durante los 30 años de su dominio.
Otro que se opone a La Propaganda, es el comerciante sefardita venido de Curazao, Emil Maduro, residenciado en Carora, amigo cercano a Juan Agustín Pérez, de quien se aleja por estar en desacuerdo pues también desconfiaba de los antiguos conservadores venidos a este movimiento, que consideraba un desatino. Maduro adversaba ferozmente a los godos caroreños quienes lo acosaban constantemente.
Este comerciante era un liberal radical, admirador de la revolución francesa y de la toma de La Bastilla, criticaba a los liberales flexibles como Graciano Riera Aguinagalde, Ramón Urrieta, Francisco Nicolás Giménez y a Remigio Giménez por haberse adherido a La Propaganda, penetrado por los conservadores. Afirmaba que los liberales de Carora vivían criticándose y traicionándose entre ellos, lo que les traería graves consecuencias al olvidarse que los verdaderos enemigos políticos eran los godos dueños absolutos del comercio, la cría de animales, el sacerdocio, la agricultura y la farmacia, por lo que esta división entre liberales para asociarse con los conservadores recalcitrantes solo serviría para entregarles también el poder político y el manejo de la administración pública.
Por lo tanto, conociendo estas protestas por su ingreso a La Propaganda, sabiendo que la invitación se debía a su habilidad para recoger fondos por sus contactos en las altas esferas sociales y militares en Barquisimeto, agravado por ser Bracho amigo incondicional del general disidente León Colina, por lo que al enfrentarlo Carmona Oliveros en esta conspiración, se colocaba por segunda vez en su contra, la primera cuando lo adversó  bajo las órdenes de Buenaventura Fréitez en 1870, algún día se lo cobraría, las deudas de honor se pagaban siempre.
Mientras el visitante se para y se acerca a la mesa para colocar la taza, les dice que por todo esto, había decidido formar un grupo de aliados con sus parientes en Río Tocuyo con el fin de protegerse, destinaría una parte importante del dinero para comprar armas clandestinamente, conformando otro polo de poder que equilibrara el panorama político, estarán al mando de mi sobrino político, Gregorio Nieto Santeliz, como uds conocen, está casado con mi apreciada sobrina, Rosaura Figueroa Carmona, de sangre mestiza como ud Bartola y de mi entera confianza. Gregorio es nieto de su amada madrina, Juana Paula Nieto, conozco del afecto de hermanos que se profesan, sin embargo cuando le pedí que escogiera a alguien capaz de realizar esta misión por demás riesgosa y difícil, luego de explicarle las cualidades que necesitábamos para lograr nuestros objetivos, de la necesidad de tener experiencia en conspiración, valor para actuar, contactos en Coro y poder transitar frecuentemente por esta ruta de forma desapercibida, fundamental para ocultar el contrabando, me sorprendió con su recomendación, pero luego me convenció con sus razones, finalmente no entiendo cómo yo no lo percibí primero, ya te había visto desempeñarte en la guerra, mis dudas en cuanto a tu destreza en artes conspirativas, me las aclaró tu fiel y apreciado amigo, el cura de la Iglesia de Río Tocuyo, Juan Nepomuceno. Me explicó que cuentas con contactos sefarditas, comerciantes expertos en contrabando ilegal entre Coro y Curazao, hábiles en este viejo arte. Luego de una breve interrupción para encender un tabaco, finalmente Federico revela el objetivo de su visita, solicitarle a Bartola ocuparse de traer las armas a Parapara, nadie sospecharía que en ese apartado lugar se ocultaría un arsenal ni que una mujer fuera la artífice, en cambio Antonio llamaría la atención por su condición de militar. 
Estoy consciente de lo peligroso que te solicito. Ellos aceptan, era aun mas grave permitirles quedarse con todo el poder. 
No vendrá mas para evitar que descubran la confabulación, les comunica que el cacique Silveiro Castro, su pariente y hombre incondicional servirá de enlace, conocía los perros amaestrados que usaban entre ellos para enviarse mensajes en pequeñas bolsas de cuero colgadas al cuello del animal, Bartola se ríe del comentario socarrón de Federico, es una buena idea le contesta. Otra vía de comunicación será a través de la iglesia parroquial y el padre Juan G. Santeliz, ya estaba al tanto. También les informa que Gregorio Nieto, por sus lazos de sangre con los Nieto Santeliz y los grupos indígenas, se encargara de reclutar los hombres de ambas clases sociales para conformar un ejército encubierto.
La organización clandestina abarcaría fundamentalmente la compra de las armas, ocultarlas en un lugar conocido solo por Bartola y Antonio, fabricarían depósitos subterráneos de calicanto para protegerlas de la lluvia, lo harían los maestros de obras masones, el secreto era vital y esta corriente eran expertos en esto.
El dinero sería enviado en talegas llenas con monedas de plata y oro acuñado, ocultos dentro de toneles de cocuy o en cargamentos de café u otro alimento, pasarían por Parapara simulando dirigirse a Coro para ser exportado, usarían diferentes formas y desconocidas rutas, entre ellos los caminos indígenas, por 5 años evitaron ser descubiertos.
Federico, riotocuyense de nacimiento, le daría un gran impulso a esta corriente política, donde participarían, además del grupo de los Castro, los Figueroa, sus también familiares blancos, los Nieto-Santeliz-Brizuela, formando el ala de los carmoneros, incondicionales, unidos por el parentesco consanguíneo de las endogamias y espirituales del compadrazgo.
Comenzaría una etapa nueva de conspiración para Bartola, de otro nivel, ya no sería como tropera en el frente de guerra o como la sanadora de los heridos, este vez estaría en uno más alto, el análisis político, la conspiración, la clandestinidad, tendría incluso que viajar a Coro por la ruta de la sal, la conocería como la palma de su mano. Al recorrerla lo haría, experimentando diferentes estados de ánimo, serian todos los imaginables que puede experimentar un ser humano: dolor, temor, alegrías, expectativas, huidas, aprendizajes, realización. Paradójicamente al querer escapar de los misterios judíos llegaría a navegar en ellos profundamente. Viviría una grandiosa experiencia, conocería personas poderosas, secretos políticos, conflictos familiares y los poderes de la mente.
En este contexto Bartola se enteraría de la identidad de su padre, el último secreto sobre su vida, al presenciar coincidencialmente una enigmática conversación entre su madre y su comadre, ocultas entre los frondosos árboles de la plaza. Ella espera que terminen de hablar y sigue a Juana Bautista hasta su rancho, allí decide emplazarla para que le confiese el motivo de la discusión, sin saberlo esta plática estaba siendo escuchada por otra persona que también las había visto y las estaba siguiendo subrepticiamente.
Su madre le relata lo sucedido: Leonardo y Francisco, algo mayores que ella,  compartían juegos desde niños, al crecer, amaría con pasión a uno pero siempre la miró como una hermana y el otro a quien quería entrañablemente, le correspondía amorosamente, le cuenta como después de casarse su amor imposible, Leonardo, ella había aceptado a Francisco con el cual vivía clandestinamente por estar ya casado con la hija de Juana Paula. Le dice, como en un momento de locura se había entregado a Leonardo aquel día del encuentro en el río quedando embarazada, lo que motivo su huida de la casa de su madrina Juana Paula. Al ser descubierta, Francisco creyó que Bartola era su hija, amándola profundamente por tratarse de su única descendiente, pero la verdad sería otra, era estéril y su verdadero padre era Leonardo.
Francisco quien está oculto detrás de la ventana lanza un grito, el velo del secreto a voces había caído, ante el engaño le pide a ambas mujeres que lo olviden, guardando en secreto lo sucedido para evitar el escándalo dentro de la familia pues todos estaban emparentados.
Bartola, era una Nieto como calladamente se comentaba, no por los vericuetos de las endogamias de Río Tocuyo sino directamente, ahora entendía el apoyo recibido por María Nicolasa Nieto Meléndez en el nacimiento de su hijo Gregorio, producto de la violación. También la afinidad que sentía hacia Gregorio el hijo de Leonardo, actual sobrino político de Federico Carmona Oliveros, era su hermano, llegaría a usar no solamente su nombre para su hijo, sino los de varios de sus hijos que tomaría para sus nietos.
Estando en plenitud de su vida, en paz consigo misma, resuelto todos los misterios que marcaron su nacimiento, Bartola junto a Gregorio Nieto, Silverio Castro y su marido Antonio armarían la mayor confabulación realizada en estas tierras, el apoyo financiero de Carmona Oliveros sería clave para proteger la esencia del movimiento liberal.   

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Capitulo 23: Coro, la cosmopolita.

Sus dedos recorrían como un huracán aquella lista de nombres y sus historias, comerciantes, maestros de obras, profesionales, piratas como Isidro Oliveros capturado en su buque en alta mar por los marinos de la compañía Guipuzcoana en 1777 trasladado a Caracas, donde se le veía caminando libremente por sus calles a pesar de su condición de prisionero. El registro no parecía tener fin.
Repentinamente experimenta una extraña sensación, mentalmente ve como su vida transcurre delante de sus ojos: su nacimiento en las orillas del río Tocuyo, su primera comunión que coincidió con el desembarco de Ezequiel Zamora, el día cuando fue mancillada por los azules, su educación de manos de los sacerdotes de Aregue y Río Tocuyo, sus tutores, quienes la instruyeron en ciencia, religión y arte, su participación como tropera y medico en la revolución de abril de 1870, su matrimonio con Antonio, el nacimiento de sus hijos, su huida a las montañas de San Pedro.
Una mujer recorre la ciudad de Coro, la capital portuaria de Venezuela, sus decenas de comercios de la floreciente comunidad sefardita salpican las calles, múltiples avisos cuelgan de sus puertas, informando al publico sus variados artículos, unos importados, otros nacionales: mesas, vidrieras y regalos de Salomón López Fonseca, el negocio de J. Myerston y Co. anunciando sus "Máquinas de coser" para los talleres de costura y las familias pudientes, las posadas y mesones como el de Julio Capriles con su cartelón mecido por el viento indicando “Comida”.
Destacándose estaban las múltiples firmas comerciales de los Sénior, se encontraban por doquier en las calles adoquinadas de Coro, como la “I. A. Sénior e hijo” de Isaac Sénior, otra era la de “Sénior Hermanos” de Josías y Abraham Sénior asociados con Alberto Henríquez en los ramos de velería, jabonería, tenería y extracción de aceites, pero el más floreciente negocio de esta familia era el circuito exportador de La Casa Sénior, especializados en tres productos sumamente valiosos para la época: el café, las pieles de chivo y el dividive, árbol de zonas semiáridas de cuya semilla se extraía un tinte con gran demanda internacional en la industria de la curtiembre, conocido como el grano de oro, llevado a los mercados de los Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania en bergantines a través de los puertos de Liverpool, El Havre, Hamburgo, New York y New Orleans, transportados como contrabando en el primer tercio del siglo XIX, luego salían legalmente del estanque portuario en La Vela de Jeudah Sénior, dueño además de numerosos hatos de cabras, ganado, plantaciones de caña de azúcar, haciendas de café, caballos, mulas y casas en Coro, Carora, Maparari, Bobare y Barquisimeto, donde establecieron otra sucursal de esta firma.
Caminando por este maremagno de locales con mercancías de todo tipo, de repente un aviso llama la atención, parecía increíble, se trataba de la oferta de bergantines o goletas para la venta, propiedad de Joseph Curiel, apoderado de judíos holandeses de Curazao dueños de estos navíos, asociado junto a David Hoheb, primer judío en nacionalizarse como venezolano, quien era propietario del derecho de peaje del Puerto de La Vela, ambos especialistas en la navegación mercantil entre Curazao y Venezuela, tradición de sus antepasados desde el siglo XVII, cuyo negocio demostraba la fuerte demanda de navegación debido al intenso intercambio comercial de la zona con el mundo conocido, tanto legal como de contrabando.
Al llegar a La Vela, el puerto propiamente dicho de Coro, lo visual te copaba, el espectáculo era intenso a pesar de los nauseabundos olores de desperdicios y excrementos. La plaza Antillana de la aduana con la estatua de la mujer holandesa, el mar azul con decenas de barcos de todo tipo y tamaño fondeados, bergantines con sus numerosas velas desplegadas vibrando al viento, barcos a vapor lanzando al aire una humeante neblina negra que salía desde un inmenso tabaco clavado en su cubierta, los sudorosos hombres descargando y subiendo bultos, los arreos de bestias, carretas y carruajes esperando para el traslado de mercancías y personas, comerciantes a caballo y a pie, estudiantes que partían o llegaban de lejanas tierras en busca del saber, principalmente los hijos de los Caroreños, era una experiencia inigualable, un día Bartola navegaría en una de estas embarcaciones, llevaría el alma y el corazón destrozado.   
Otro floreciente negocio cuyo aviso se encontraba en estas calles, eran los de compra-venta de diferentes propiedades y prestamos monetarios, perteneciente al comerciante Mordehay Henríquez, quien igualmente se ocupaba de la "Sociedad Estudiosa" supuestamente cultural, cuya primera reunión fue realizada en la casa de su secretario, José Henríquez, estando presentes, Jacob Curiel, Benjamín Henríquez, Isaac Sénior, David Curiel y este personaje Mordehay, viajero frecuente a Carora en asuntos comerciales. Una de las primeras obras de teatro presentadas por esta sociedad, fue sobre los druidas, antigua cultura europea, relacionada con rituales místicos y el ocultismo.
Los hijos de Joseph fundaron la primera farmacia de Coro. Uno de ellos, Jacobo, casado con la caroreña Zoila Antonia Meléndez, se convertiría al catolicismo, residenciándose en Carora, sería el dueño de la botica donde Bartola acudía a comprar elixires, como el preparado con la semilla de malagueta, utilizada como analgésico y antirreumático, de sus hojas se extraía un aceite usado en perfumería muy popular en el siglo XIX.     
Joseph Curiel el naviero, fue un destacado personaje de la sociedad coreana, desempeñaba el papel de rabino, además era su matarife ritual, leyes con las técnicas para beneficiar a los animales, dejando su carne apropiada para el consumo, según la tradición judía. En Carora, hoy día, aun se acostumbra lavar las carnes con limón. Otros judíos eran David Hoheb y Namías de Castro,
Namías de Castro, oficiaría numerosas bodas judías, al permitir la tradición judía que un conocedor de la ley pueda realizar los ritos sin necesidad de ser rabino ni de estar en una sinagoga, además los sefardíes eran poco ortodoxo con algunas tradiciones. Este judío desempeñaría en Curazao un papel clave en la toma del poder por parte de Cipriano Castro.
La peregrina vestida de negro continúa su recorrido llegando al cementerio judío, fundado en 1832 por Joseph Curiel junto a su esposa Deborah Maduro, a raíz del fallecimiento de su hija. 
Este camposanto alberga en total 165 sepulturas, de las cuales 16 presentan símbolos de origen masónico: el reloj de arena, el uroboro animal serpentiforme emplumado que engulle su propia cola formando un  circulo, usado en la alquimia; otros son las flores, las garras de león y el pavimento ajedrezado.  
La masonería fue traída por los sefarditas, movimiento en el cual los judíos locales participaron activamente, tanto fue así que fundaron en 1856 la “Unión Filantrópica”. Estas “Sociedades del pensamiento” como se les conocía antiguamente, se inician desde fines del siglo XVIII tanto en España como en las colonias americanas, uno de sus símbolos más conocido es el hexagrama o sello de Salomón, siendo el templo de Salomón su ejemplo más resaltante. Las Iglesias católicas fueron centros clandestinos de la masonería, lo demuestra la fachada de Santa María de la Catedral de Burgos adornada crípticamente con este sello, igual que el de la entrada del cementerio judío de Coro.
Esta era la Venezuela del siglo XIX época de oro de la región centro-occidental, impulsada por la pujante economía de Coro, una palpitante metrópoli con un intenso movimiento de personas nacionales y extranjeras, vorágine multirracial y multicolor que se confundían con los diferentes productos que entraban y salían del país. El visitante que llegaba a esta ciudad por vez primera, era sorprendido ante su desarrollo comercial, la cantidad de inmuebles a lo largo de sus calles repletas de gentes, un ambiente colmado de sonidos de cascos de animales, de los gritos de los vendedores ofreciendo mercancías al mayor y detal, sumidos en una mezcla de idiomas inentendibles de los extranjeros recién llegados, portugueses, franceses, libaneses, alemanes, holandeses, entre otros.
Bartola, en un profundo sueño se ve a sí misma, acompañada de los masones de Coro principalmente los sefarditas Castro y otros destacados miembros, conocedores de las ciencias prohibidas por la Inquisición. Serían sus tutores en la siguiente etapa de su vida, le facilitarían adentrarse a las profundidades del espíritu, viajaría en sus bergantines rumbo a Curazao donde sufriría una transformación tan radical como la de la crisálida a mariposa.
Señora Bartola, un hombre viene por el camino” escucha que le dicen saliendo del trance ensoñador, se coloca una mano sobre los ojos para taparse el sol y poder distinguir mejor, es un día de 1885, el visitante trotando a caballo levanta una polvareda a su paso, repentinamente lo reconoce, por su mente cruza el recuerdo de un herido en la casa de los tres balcones.
Finalmente arriba a la hacienda, situada en Parapara, caserío que distaba 16 kilómetros de Río Tocuyo, prácticamente una prolongación del mismo poblado, ella y su marido lo esperan en la puerta, “pase pariente y refrésquese con agua del aguamanil”. Después de saludar, de alzar a los niños en brazos, les diría el motivo de su visita: una invitación para participar en un nuevo movimiento político militar, de carácter local que estremecería a Carora y sus pueblos cercanos, conocido como La Propaganda. 
El recién llegado les informa que fue llamado para que se sumara a este movimiento, a lo cual había accedido, pero tenía sus recelos, por lo que quería armar un grupo de su entera confianza y que ellos lo coordinaran, era el General Federico Carmona Oliveros. 
Para Bartola la ocasión era muy oportuna, necesitaba pensar en otra cosa que no fuera los misterios cripto-judíos, así que acepta, había dejado de ser guzmancista pero aun era liberal, cree poder incidir en un nuevo rumbo, a pesar de la promesa hecha a su marido de no participar más en política, se había dado cuenta que era una debilidad que debían corregir, no quería volver a sentirse perseguida como cuando borró su nombre de sus pinturas, para evitar la deshonra a su marido. 
Durante los 5 años que abarcó este movimiento, vivirían la mejor época de su poder político, se promete no dejarse acosar nuevamente, cuan equivocada estaba. 







domingo, 26 de octubre de 2014

Capitulo 22 Los Sefarditas.

Bartola regresaría con sus tres hijos a Parapara en 1879, un año con una grave crisis económica, en el cual repentinamente fallece el recién electo presidente, siendo convocadas nuevas elecciones presidenciales, detonante de otro caos político. Todo había comenzado por la inexperiencia en el manejo de la nación por parte del presidente Alcántara, cargo al que había llegado por el apoyo de Guzmán Blanco, quien lo había propuesto para ser su sucesor, a quien desde París, donde se encontraba residenciado el llamado Divino Ausente, por las largas temporadas que pasaba fuera, le enviaba los lineamientos para el manejo del país, el cual en la práctica seguía siendo el Presidente en ejercicio, pero Alcántara se subleva, no acata sus órdenes, traicionándolo, tenía apenas un año en el poder, cuando ocurre el deceso.
Ante la sospechosa y oportuna muerte, se desatan los rumores señalando al gobierno como culpable. Al no emitirse una aclaratoria oficial sobre las causas de la muerte, una ola de temor cubre la ciudad de los techos rojos, Caracas guarda silencio. No sucede lo mismo en el poderoso interior del país, la Venezuela indómita, reacciona bravíamente ante el vacío de poder, su líder, el general disidente León Colina, opositor al dictador, lanza su candidatura en medio de este clima de tensión. Pero los grandes comerciantes, afectados en sus intereses por la crisis originada por el extinto Alcantara, ante el temor de agravarse con este candidato rebelde al régimen, se unen al círculo del poder militar conformado alrededor del autócrata, quienes lo llaman de regreso al país, surge así la Revolución Reivindicadora, excusa para que las elecciones no se realicen.
Ante el descalabro político, el militar anti-guzmancista decide irse a las armas contra el gobierno considerándolo de facto por no provenir de unas elecciones tal como establecía la constitución. León Colina atrincherado en Coro, se entera que un contingente de 4.000 hombres proveniente de Barquisimeto al mando del General Fabricio Jacinto Lara, habían llegado a Siquisique luego de pasar por Carora y Río Tocuyo reclutando hombres, allí venía Antonio Perozo, el objetivo era recuperar la ciudad portuaria, destino al que se dirigen. Ante la abrumadora presencia del ejército, el General León Colina decide rendirse, entregándose al General Sulpicio Gutiérrez, Jefe Civil y Militar de Siquisique, encargado de llamar a la reconciliación y la paz, por tener gran arrastre dentro de los pobladores por ser oriundo del lugar.
Al terminar este conflicto, Antonio regresa a su hogar, un segundo mandato de Guzmán se había iniciado el 25 de febrero de ese año, conocido como el quinquenio, pues duraría hasta 1884. Finalmente la pareja se reencontraría, nacería su cuarto hijo, el 20 de diciembre, sería Cosme Antonio, completando los dos nombre de los hermanos gemelos sanadores, santos mártires, tomados por su madre Bartola, el niño es bautizado en la Iglesia parroquial del pueblo, donde está asentado dicho registro, figurando de padrino Francisco Brizuela y de madrina, una nueva parienta, Manuela Santéliz, ambos parientes.
Guzmán Blanco llega de Europa con ideas novedosa en materia internacional, posicionando los productos agrícolas del país en los mercados externos, obteniendo grandes ganancias, dándole un impulso a la economía para sacarlo de la crisis, por primera vez se usarían mecanismos amedrentadores nunca vistos en diplomacia, con el fin de doblegar al mercado internacional, mediante el cierre de embajadas, consulados y otros establecimientos diplomáticos, además confrontaría a España, Estados Unidos, Inglaterra y Holanda. La razón de la disputa con esta última nación se debió a que las Antillas Holandesas de Aruba, Curazao y Bonaire eran refugios de los opositores exiliados donde recibían apoyo internacional en pertrechos, de allí salieron varios golpes de estado, entre los más famosos estaba el de Bolívar y el del mismo Guzmán, con esta experiencia les exige no otorgar más asilo político a los Venezolanos.
Así llegaría el año de 1883 el país está en calma, nuevamente prosperando, pero simultáneamente se daría una corrupción sin precedentes que empaña el desempeño del gobierno de Guzmán. Bartola, se debate internamente por el desencanto del guzmancismo, daría a luz su último hijo, sería una mujer. Su pariente y amigo, quien los había protegido en Siquisique en 1876, cuando el alzamiento de Los Castro, el General Juan Bautista Salazar es nombrado padrino de bautizo. Este militar estaba vinculado con los Santeliz a través de su familiar, Ildefonso Salazar, casado con Rosa Crespo Sambrano, oriunda del poblado de Aregue, descendiente del segundo matrimonio de María Pinto de Cárdenas, originando a los Salazar-Crespo, enlazados con las familias Santeliz, Nieto e incluso Perozo. Uno de estos hijos, llamado Pío Salazar Crespo se casaría con una prima doble, igualmente descendiente de los Salazar-Crespo, se trata de Manuela Santeliz Salazar de Salazar, parienta de Bartola por ambos lados, madrina de bautizo de sus dos últimos hijos, Cosme y Juliana del Carmen e igualmente de algunos Carmona Oliveros. En el registro parroquial de Juliana, por primera vez en los descendientes de Bartola se observa el uso de la letra “y” para enlazar los dos apellidos, escribiendo Perozo y Castro, costumbre reservada exclusivamente a los mantuanos, un reconocimiento social a la pareja para entonces, que denota la desaparición del estigma de ser de sangre manchada.
El nombre de esta hija es seleccionado por Bartola por el de Juliana de Nicomedia, una santa de origen griego, a la que se le atribuye haber vencido a Satanás manteniéndolo encadenado, historia muy conocida en la Iglesia Medieval y en el mundo católico. La razón de esta escogencia es la existencia de temas que habían llegado a su vida, atormentándola al cuestionar lo que ella creía sobre lo el pecado o el Diablo y Dios, controversias prohibidas por la Iglesia Católica, repentinamente siente que fuerzas misteriosas la están tentando a través del libro de la Kabbala que guardaba en su baúl, el cual había comenzado a leer, despertando una conciencia de la existencia de otras verdades que la sacuden, iniciando una lucha interna con respeto a sus creencias católicas, le ruega a la Santa que la ayude a apartarse del mal, ofrendándola con su nombre dado a su hija para la protección de ella y su familia, ante el pecado que cree cometer.
Este dilema comenzó un día estando de compras en Carora, una de las tiendas que siempre visitaba era la botica de su amigo el Señor Curiel, como rutinariamente había hecho muchas veces para abastecerse de las pócimas, linimentos, tónicos y demás componentes para las mezclas usadas en su actividad de curandera. Al terminar de seleccionar lo que necesita mientras esperaba que le envolviera en papel los artículos comprados, aprovecha para intercambiar conocimientos médicos con el boticario, con el cual mantenía una empatía profesional, repentinamente este le dice: “Señora Bartola, espere un momento, le voy a entregar un obsequio dejado aquí de parte de su socio, el Sr Mordehay Henríquez, me pidió que le dijera que era con el mayor respeto hacia ud, si me lo permite, es un manuscrito que no se consigue en librerías, nunca ha sido publicado, es de uso exclusivo de algunas familias caroreñas, quienes lo poseen secretamente, no hay ningún compromiso de su parte en leerlo, allí encontrara las respuestas que busca a sus orígenes”.
Al llegar a su casa, estando los niños dormidos, bajo la luz de una lámpara de querosén, en medio de una noche de tormenta, comienza a leer, su curiosidad la domina. Repentinamente ante sus ojos se revelan secretos guardados que van más allá de la conspiración política, de los asuntos carnales o de la sangre manchada al ser descendiente indígena. Descubre que hay otro estigma que tiene que ser borrado, ocultado, era el origen judío de la población caroreña, explicando las marcadas devociones como la de los santos y ángeles característico de sus pobladores, no faltaba en las casas de casi todas las familia, el cuarto de los santos o una vitrina repleta de imágenes, colocada en un lugar preponderante para ser visto por las visitas, con el fin de simular sus orígenes, sus verdaderos antepasados, amparándose en un catolicismo exagerado, evitando ser descubierto, no levantar sospecha, incluso hasta asumir la tradición de que uno de los hijos de toda familia debía ser sacerdote o monja. Las razones estaban allí: la persecución de la Iglesia Católica contra este grupo humano a nivel mundial que incluso alcanzó a Venezuela y Carora, dando origen a los judíos conversos o “marranos”.
Su alma se acongoja al enterarse que su amada iglesia, acosada por Guzmán Blanco, lo cual la había alejado de la participación activa en su gobierno, paradójicamente la iglesia también había sido un cruel perseguidor, condenando a muerte a miles de personas por sus creencias religiosas. Cruza un relámpago iluminando el negro horizonte, sobresaltándola en el momento que estaba leyendo sobre la Inquisición en Europa, enterándose que España era la cuna de los judíos sefardí, vocablo hebreo que significa español, así conocidos por estar identificados con esta cultura hispánica, sin embargo mantenían sus creencias secretamente, originando el criptojudaismo. Al emigrar de Sefarad a Carora, surgiría uno de los secretos mejor guardado, al denominarse como ciudad levítica, resaltando su gran religiosidad por la gran cantidad de sacerdotes católicos surgidos de ellos, sin embargo es contradictorio al ver la vida poco ortodoxa de estos clérigos, uno de estos ejemplos era el del irreverente cura de Aregue. La palabra levítico o leví tiene un origen hebreo, Carora, la ciudad levítica publicaba crípticamente así su origen sefardita.  
Continua su lectura que la lleva a revelar que su existencia en Venezuela era tan antigua como el descubrimiento de América, en las tres calaveras venían “marranos” expulsados por los reyes de España mediante un edicto que los obligaba a abandonar el territorio español después del 30 de junio de 1492 coincidiendo con el viaje de Cristóbal Colón, no podían quedarse si no se convertían al catolicismo, lo que los impulsa a embarcarse como marinos en esta peligrosa aventura, incluso, Colón al regresar del primer viaje fue acusado por la Inquisición de ser judío por una referencia que hace al comparar una luz avistada la noche antes del descubrimiento con el menorá, candelabro judío, revelando sus orígenes.
La segunda referencia, que dejaría pasmada a Bartola, sería enterarse que los manchegos llegados a la ciudad de El Tocuyo, en el siglo XVI desertores de las filas del buscador del tesoro de El Dorado, Pedro Maraver de Silva, eran judíos sefardíes quienes también huían de España, los cuales participarían en las refundaciones y poblamiento de la naciente Carora, ellos traían consigo grandes conocimientos en diversos ámbitos, principalmente en construcción gracias a los cuales se daría el vertiginoso desarrollo de la ciudad. Forjarían una nueva raza de venezolanos: el Caroreño, muy devotos, cultos, pero sobretodo unidos entre sí, apegados a su tierra como nadie más, poco ortodoxos en temas religiosos, permitiéndoles adaptarse al nuevo mundo, hasta el mestizaje era aceptado como una necesidad, el mejor representante de estos convulsos tiempos es Pedro Gordon, sepultado en la Iglesia San Juan Bautista, al igual que su irreverente descendencia.
Por otro lado, debido a la terrible persecución del Inquisidor Torquemada, los judíos sefarditas se dispersaron por toda Europa, llegando a Holanda, de aquí a través de sus barcos viajarían a sus colonias, las islas del Caribe, donde se establecen iniciando un intenso comercio con Coro desde antes del siglo XVIII, identificándose con los pobladores originarios al compartir un mismo origen, reconocidos por señales crípticas, estableciendo una rápida conexión entre ellos, así florece un comercio ilegal que nutre la economía local, surge la desconocida época de oro de esta región.
Ellos trajeron la Kabbala con sus misterios, el poderoso sello de Salomón, un talismán frecuente encontrado en algunas construcciones cristianas medievales, como es el que está en la fachada de Santa María de la catedral de Burgos, usado con diversos fines protectores contra los malos espíritus y también  de incendios. Otro símbolo cabalístico es el árbol de la vida, uno de los más importantes del judaísmo sefardita representado en su menorá, candelabro de siete brazos que recuerda el arbusto en llamas que vio Moisés en el monte Sinaí, igualmente este símbolo es común a culturas como las indígenas representado en el árbol madre o árbol del mundo y en la religión católica descrito en el edén como el árbol del bien y del mal. Los Sefarditas también introducen la masonería y una orden cabalística, la de los rosacruces, dedicada al estudio de antiguas tradiciones secretas y de la alquimia.
Luego en el primer tercio del siglo XIX llega una tercera generación de judíos holandeses a Coro, son dueños de naves, firmas mercantiles receptoras de productos importados producto del contrabando, manejan toda la cadena de comercialización. Se ramifican a Carora, que les abre sus puertas, existen lazos familiares, comparten el idioma español, en el manuscrito están sus identidades. El secreto es fundamental, existía una poderosa razón, no querían perder su nueva Sefarad. 
Bartola, ansiosa desliza sus dedos por la lista de los nombres, son los sefarditas llegados a estas tierras, súbitamente un rayo cae sobre un árbol cercano incendiándolo, instante en que finalmente entendería, simultáneamente su mente estalla en llamas de luz, como aquel árbol, allí está el apellido Castro.