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jueves, 14 de junio de 2018

Capítulo 59: Polio y dictadura.


Helena viviría en Caracas siete años, en ellos vería el inicio y también la caída del dictador Pérez Jiménez, sumergida en sucesos tanto políticos como sociales dentro de un auge económico sin precedentes en el país. En los tres primeros años de su retorno se daría inicio y culminación de la construcción de las monumentales torres de El Silencio, la puesta en marcha de la televisión, la muerte de Evita Perón, el nacimiento de su única hija, el asesinato de Leonardo Ruiz Pineda, la convocatoria por parte de la dictadura a unas elecciones, el triunfo inesperado de Jóvito Villalba y su desconocimiento, la dictadura de Pérez Jiménez con su feroz represión, mientras por otro lado surgía la orquesta la Billo con sus éxitos presentados en el club El Paraíso de furor en esos días, la gira del modista Cristian Dior al Tamanaco donde exhibiría su colección de ropa femenina, un mosaico contradictorio. En este lapso mis padres se separan definitivamente.
Helena, a pesar de estos turbulentos acontecimientos, mantiene un entorno cotidiano alrededor de su pequeña hija evitando que afectaran sus vidas, anima juegos infantiles, realiza visitas a los abuelos paternos, va a paseos a la playa, participa en las fiestas de carnaval en las plazas de la ciudad, pero también propicia la integración con la familia en Barquisimeto.
En 1955 la pandemia de poliomielitis que recorría el mundo entero, afectaría a la población infantil de Venezuela. Helena recuerda que la primera vacuna en salir al mercado, apenas en abril de ese año, conocida como Salk, de  aplicación intramuscular, no era confiable y el pediatra que me controlaba le recomendó esperar pues se comentaba la existencia de varios casos de parálisis en los primeros niños que les fue aplicada, como ella trabajaba en Sanidad estaba al corriente de estas dudas. Grandes estrellas de Hollywood participan en campañas de lucha contra la polio, entre ellas Elvis Presley promociona la vacunación y Marilyn Monroe presta su imagen para la Marcha de los Dimes (moneda de 10 centavos) con el fin de recolectar fondos para la rehabilitación de las secuelas motoras en niños pobres. A principios de los 1960s la Salk sería reemplazada por la vacuna Sabin oral.
Termina el mes de Julio con la celebración de mi tercer cumpleaños, se cerraba un ciclo para abrir uno nuevo.
Un día a finales del 55, un llanto despierta a Helena en la oscuridad de la noche, se levanta con un sobresalto que le ahoga el pecho, se coloca apresuradamente las pantuflas dirigiéndose a la habitación donde dormía su hija, tenía fiebre alta, intensos dolores musculares, no podía tocarla porque se quejaba, estaba muy decaída, ante lo serio del cuadro, mi madre despierta a la señora Genoveva y a su esposo quienes la trasladan al médico. Al principio el diagnostico fue meningitis, pero la realidad era otra, se trataba de la epidemia de parálisis flácida o poliomielitis. Los médicos le explican que esta enfermedad no producía incapacidad mental como la meningitis, trataban de consolarla. Fui internada de emergencia en el Hospital Antipoliomielítico de Caracas, conocido a partir de 1956 como Hospital Ortopédico Infantil donde permanecí en estado crítico, en terapia intensiva, conectada a un respirador o pulmón artificial como lo denominaban en esa época, era una especie de tubo metálico donde colocaban al paciente con insuficiencia respiratoria debido a la afectación de los músculos respiratorios. A un hermano de mi papa, Mario, que acompañaba a Helena, el médico le participa que ante la gravedad de mi cuadro debían prepararse para lo peor, ante esta noticia ella se refugia en la devoción que sentía por la Virgen del Carmen, se dirige a una capilla donde de rodillas con la cabeza cubierta con una mantilla ruega por la vida de su hija, ofrece su vida a cambio.
Al llegar a la puerta de la sala donde estaba hospitalizada su hija, sale el Dr Alfredo Coronil, médico tratante quien le informa que la niña estaba fuera de peligro. En pocos días comenzaremos con la rehabilitación integral, para eso debemos dejarla aquí en el hospital un tiempo. Esta institución estaba dotada con una escuela para los niños hospitalizados, con medicinas, insumos, ropa tanto al paciente como de cama, los familiares no tenían que llevar nada, solo daban apoyo moral. Las enfermeras nos despertaban a primera hora de la mañana para tomarnos la temperatura, nos atendían las 24 horas del día, nos bañaban, cambiaban las sabanas de las camas, nos vestían con una bata azul, hacían las curas y suministraban el tratamiento. A media mañana repartían un vaso de jugo de naranja y antes de dormir una taza de chocolate caliente con un pan. Ningún familiar tenía que dormir en sillas o en los pasillos para estar pendientes de los pacientes, esto no ocurría.
En diciembre de ese año Eligio Anzola es trasladado del campo de concentración de Ciudad Bolívar a Caracas para ser expatriado con destino a Brasil, es nombrado oficialmente Secretario General, cargo que ocupa hasta el 23 de enero de 1958. Mi padre se radica definitivamente en San Juan de Los Morros, un lugar donde su pasado político era desconocido, estaba seguro.
Los años de 1955 a 1958, mi mamá Helena los pasa en un ir y venir al hospital, rige la dictadura de Pérez Jiménez, ella recuerda que una vez llegando a visitarme, llovía torrencialmente y le pidió al chofer del autobús que la dejara frente a la entrada del hospital para no mojarse, a lo cual le contesto que no podía, pues allí no había parada y lo multaban si lo hacía, hasta la licencia de manejar se la quitaban, por ende se quedaba sin trabajo.
Así transcurren estos años, ocupada solamente por mi larga recuperación, cosa que ya era suficiente. Pepita quien se había venido a vivir con nosotras, se regresaría a Barquisimeto. Queda sola en la gran ciudad, se dice a si misma que no permitiría que la adversidad la sometiera, se propone superar los obstáculos uno a uno, día a día, surge la antorcha que brilla, la Helena con herencia de guerrera. 
Fueron años duros para ella, la muerte de su padre, mi abuelo Pancho, ocurre casi simultáneamente con mi enfermedad y su divorcio. Los años de juventud despreocupada habían quedado atrás. Su rostro comenzaría a mostrar las huellas de la vida.
Al ser dada de alta dos años después, con los aparatos ortopédicos adaptados, con dos pares de zapatos, uno blanco y otro negro, totalmente gratuitos, ya rehabilitada para retomar la vida cotidiana, sucedería otro peligroso acontecimiento político, impulsando a Helena a irse definitivamente de Caracas, dejar atrás su sueño de vivir en la gran ciudad, cambiar de rumbo, regresar con sus hermanas, a su ciudad natal, Barquisimeto.  
Era plena navidad de 1957, Helena pendiente de las ofertas para comprar el niño Jesús para su hija, que nuevamente vive con ella, tiene encendida la radio, escucha Radio Cultura y su programa el Hit Parade, que trasmite una canción de la Sonora Caracas, cuando repentinamente interrumpen la programación para anunciar los resultados de la consulta popular realizada apenas unos días atrás, el 15 de diciembre, según había triunfado Pérez Jiménez quien regirá un nuevo periodo de gobierno, igualmente se ratificaban a todos sus candidatos al Congreso Nacional, Asambleas Legislativas, Estadales y Concejos Municipales. Todo el poder en sus manos. La noticia no  despierta en Helena ninguna sorpresa, como empleada pública sabía que eso sucedería.   
Pérez Jiménez había impulsado una consulta popular o  plebiscito buscando cubrirse de legalidad de origen. Según la constitución, al vencerse el periodo de gobierno, debían celebrarse elecciones directas, secretas y universales con la participación de diversos candidatos, a sabienda que perdería la contienda tal cual estaban establecidas en la ley, decide cambiarlas por una no prevista en la constitución. El problema del dictador era que se había visto obligado a robarle el sorpresivo triunfo electoral a Jóvito Villalba, para obtener el poder del periodo que culminaba ese año, esto generó una inestabilidad política que lograría obviar gracias a una brutal represión realizada por la policía política conocida como Seguridad Nacional, además los altos precios del petróleo lo habían favorecido al mantener al país en un alto desarrollo económico. Pero la férrea oposición a su Gobierno de parte de la Junta Patriótica, integrada por los partidos opositores AD, COPEI, PCV y URD serían un elemento perturbador, necesitaba ganar unas elecciones que le dieran visos de constitucionalidad ante el nivel internacional, por eso inventa el plebiscito, que si podía manipular lo que no logró hacer con las elecciones anteriores, no podía correr riesgos. Los partidos opositores alegaban que este mecanismo carecía de legalidad, denunciaban además que los resultados estaban arreglados, que los empleados públicos eran amenazados para votar por el Si, por lo que llaman a la población a no participar.
Helena, que esas navidades eran su séptimo año en la ciudad, sería testigo de excepción pues trabajaba en el Ministerio de Sanidad y Asistencia Social desde hacía 12 años, siendo su único ingreso, vital para los gastos que ameritaba su hija en la recuperación de las secuelas de la polio, había sido dada de alta con un diagnóstico de una cuadriplejia, afectación a las cuatro extremidades de manera asimétrica. Ella me contaba que el voto se implementó mediante dos papeletas, una con el SI y la otra con un NO, se las entregaban al entrar a la mesa de votación, debidamente sellada por el órgano electoral para no ser falsificadas, el elector introducía la elegida en la caja correspondiente y la otra, estaban autorizados llevársela, esto permitió a la dictadura el control del voto, pues los empleados públicos debían entregar la papeleta con el NO en la entrada del trabajo a la mañana siguiente o de lo contrario eran despedidos, mi madre me confesó, que aun en contra de su voluntad y principios, voto SI, no tenía otra salida, su trabajo le era vital.    
A pesar de los sobornos, la represión y amenazas, ganaba el SI, negándose los miembros del órgano comicial, por la presión del régimen a alterar los resultados, prefirieron renunciar en masa, lo que obliga a ser sustituidos por uno nuevo, nombrado en pleno proceso de conteo de votos, quienes cambian los resultados del No por el SI a favor de la dictadura.
A pesar del agitado clima y el rechazo general, Marcos Pérez Jiménez fue confirmado el 20 de diciembre de 1957 nuevamente como presidente. La acción civil de políticos y estudiantes en contra no sería en vano, los sucesos del fraudulento proceso electoral aumentaron el descontento nacional hacia el gobierno, terminando en los eventos del 23 de Enero de 1958, que sacaron a Pérez Jiménez del poder y del país, huyendo una madrugada a bordo de la histórica Vaca Sagrada.
Posterior a estos sucesos nos quedamos unos meses viviendo en Caracas, mientras le otorgaban el traslado que había solicitado para regresar a Barquisimeto, necesitaba el apoyo familiar. Este le fue concedido en los inicio de la democracia, Helena se iría definitivamente de la cosmopolita Caracas.
Sentíamos que poco a poco recuperábamos la felicidad pérdida y que todo volvía a la normalidad de antes, Helena y su hija nuevamente sonreirían, ante ellas estaban nuevos retos por vencer.
Comenzábamos otra etapa en nuestras vidas, con nuevas emociones para ambas, Helena extrañaría la capital con todo su calidoscopio cultural donde nadie se ocupaba de la vida de los demás, no existían los escándalos típicos de los pueblos del interior y la mujer tenía iguales derechos que el hombre o tal vez era una apariencia pero no se escandalizaban.
Mi mama Helena se dedicaría a recuperar la relación madre-hija algo distanciada por la larga separación de tres años, yo extrañaba la enfermera Andreína que me había cuidado en el Hospital todo ese tiempo. A mediados de ese año, en mi sexto cumpleaños estábamos en la casa de la 37, de mi tía Ana y tío Teodoro.
A partir de entonces se ocuparía que su hija fuera una persona común y corriente, normal, no una especial a quien había que tener consideraciones. Mis tíos, primos, Pepita y ella conformarían un entorno donde yo sentía que era una más, igual a todos. Nunca permitió que me sintiera minusválida, suplía mis menoscabos motores cubriéndolos sin que nadie lo notara, cuando le preguntaba si podía hacer algo, respondía ¡claro que sí, querer es poder!