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domingo, 14 de noviembre de 2021

Las Clarisas Capítulo IX Arcano.

          

Alicia, conducida por la sumisa veneración sentida hacia su padre se había transfigurado en aquel ser al que no reconocía ni sentía como propio, ser monja le era tan ajeno a sí misma como lo era el fondo del mar. Desde su niñez siempre fue sometida a la férrea voluntad de su padre, un rico de linaje, a quien nadie contrariaba. Esta servil realidad sobrevenida, de acatar sus indeseables decisiones, la llevarían a ser una persona frustrada que estimularía el desarrollo de una personalidad perversa para desahogarse y poder ser.  

Su amarga vida comenzaría al descubrirse que estaba enamorada y embarazada de un hombre de color y de bajo nivel social, el capataz de su hacienda, lo cual colocaba en grave peligro, no solo la honra de su padre sino el control absoluto ejercido sobre ella, por lo cual decidiría internarla en aquel aislado mundo de supuestas virtudes.

Al ocurrir la tragedia del asesinato de Marco, su poderoso progenitor iría por ella al Convento para sacarla del país y eludir el castigo a su crimen, gracias a esto, sin imaginárselo por primera vez sería libre, actuaria según su criterio, de su sentir, sin estar sometida más a sus  caprichos.

La última vez que se supo de ella fue cuando la vieron abordando un carruaje negro en el puerto donde atracó el barco en el que huyó. Los presentes distinguieron una blanca y fina mano lanzando el velo negro de su hábito de monja por la ventanilla de aquel coche en el cual se trasladaba a un destino insospechado.  

 

                                                             Camino de la liberación. Fotografía de JAO    

Alicia se convertiría en una mujer muy rica, elegante, de gustos muy refinados, regentaría un negocio donde se brindaba placeres a los caballeros y discretamente también a algunas damas, sus servicios eran costosos y extravagantes, allí  eran complacidas todas las exigencias, no existiendo límites ni moralidad que frenara los deseos de los clientes. Finalmente era una persona satisfecha consigo mismo, su risa cantarina era famosa al igual que sus bellos ojos siempre radiantes, afirmaba que nunca había sido tan feliz, que no cambiará su vida actual por nada y menos por un hombre, tal vez por varios si y soltaba una contagiante carcajada.

Cuando se enteraban que en el pasado había sido monja no lo podían creer, era conocido algunas leyendas de mujeres que habían transitado el camino de prostituta a monja, pero nunca como el caso de Alicia. Por ejemplo, Santa María de Egipto que había huido del hogar de sus padres para ejercer la prostitución durante diecisiete años en la glamorosa ciudad de Alejandría, durante el siglo IV, quien disfrutaba del reto de seducir a hombres jóvenes, por lo que no cobraba por sus servicios. Sentía fascinación por las “aventuras sexuales” y se dejaba llevar pos sus pasiones.

María explicaba impúdicamente: “No hay depravación nombrable o innombrable de la que yo no sea maestra”. Según se contaba “Buscando nuevas experiencias, se incorporó a un grupo de peregrinos camino de Jerusalén, se embarcó con ellos a la mar rumbo a ese lejano destino y sedujo a todos los hombres en el barco antes de llegar a la ciudad donde nació el cristianismo. Pasado un tiempo ejerciendo la prostitución, inesperadamente se arrepentiría de sus pecados y se reconciliaría con la Iglesia”. Vivió el resto de su vida como ermitaña en el desierto y lucharía continuamente contra la tentación de volver a su vida depravada, hasta que Dios le concedió paz a su alma.

Otra fue Santa Pelagia que primero fue una actriz famosa y un tanto libertina durante el siglo V. San Juan Crisóstomo dijo de ella: “No había nada más vil que ella cuando estaba en el escenario”. “Los hombres que tomaba como amantes quedaban embriagados de ella. Por Pelagia hubo padres que abandonaron a sus hijos, hombres adinerados que despilfarraron sus bienes. Incluso llegó a seducir al hermano de la emperatriz”. En su intento de describir el poder de Pelagia sobre los hombres, San Juan consideraba la posibilidad de que los drogara y llegó a especular que tal vez usara la brujería.

No se conocen los detalles sobre su conversión, solo que posiblemente escuchó una homilía de un Obispo sobre la misericordia de Dios pidiéndole  inmediatamente después ser instruida en la fe y bautizada.

Pero el proceso de Alicia había sido inverso, de religiosa pasaría a prostituta, vida en la cual paradójicamente se encontraría consigo misma, sin embargo un sutil desasosiego la embargaba, había algo del que carecía, era el amor, estaba lejos de imaginar los insólitos caminos que la conducirían definitivamente a aquel remanso.   

La historia de Alicia comenzaba con la tóxica y muy torcida relación con su padre, donde existía un inconsciente deseo sexual hacia su dominante figura a quien percibía como un dios, sutilmente experimentaba celos y hostilidad hacia su sumisa madre a quien sentía como su rival generándole cierto temor de que le arrebatara su amor.

Este ambiguo y censurado sentimiento lo simulaba inconscientemente a través de la gran admiración que le profesaba, aunque de forma distorsionada, pues al desear parecerse a él, emulaba su conducta maltratadora pero con matices propios, bañados de una seducción encantadora y una aparente timidez en su comportamiento, muy diferente a la notoria dominante de su padre que no simulaba al ejercer su poder.

Don Luis había establecido un control psicológico total sobre Alicia, acabando con su autoestima al culparla por todos los errores sucedido en su entorno inmediato, además de recordárselos constantementereiteradamente le decía que sentía atracción por lo bochornoso, remarcando que él debía estar siempre presente, evitando que pecara, responsabilizándola por la vergüenza que pasaba por su culpa, cobrándole constantemente lo que hacía. Así había creado una asfixiante prisión que coartaba toda su libertad, llevado a extremos  enfermizos que semejaba una invisible red a su alrededor, que ella asumía como normal, una cruel actitud del progenitor. Esta actitud controladora era ejercida de forma directa pero la mayoría de las veces era insidiosa, tan dolorosa que ella no se había percatado ni sabía explicarlo, hasta ese día en el Presbiterio cuando vio reflejado en Marco a su padre, permitiéndole por primera vez tomar conciencia del avasallamiento a la que fuera sometida por años y finalmente drenar su ira.

Alicia había experimentado todas las formas de control psicológicono recordaba recibir mal tratos físicos, muy al contrario siempre estaba presente para “ayudarla”, económicamente o realizando determinadas tareas para ella, aparentemente con buenas intenciones, pero en realidad ese favor tenía un trasfondo de dominio, que le servía no solo para someterla, sino también para chantajearla y ejercer una solapada autoridad, una forma de hacerla sentir que “Sin mí no puedes hacer nada”.

Otra manera de intervenir en su vida cotidiana era con sus numerosos consejos que en realidad eran órdenes, todo por su bien, porque yo sé lo que te conviene”. Usando la manipulación emocional a través de la sensación de culpa constante, de catalogar de ser una traición o de herirlo, si desacataba algún “buen consejo”.

Las personas manipuladoras tienden a elegir distintas estrategias, existe el que fomenta la  creencia que son víctimas de la sociedad, que todo lo que les rodea va en contra de ellos, por lo que resulta casi imposible negarse a sus demandas. El otro tipo es el que induce a su víctima a creer que es el superior de la relación para que de algún modo haga todo aquello que el “no es capaz de hacer”, de este modo consiguen lo que ellos quieren, al actuar de manera provocadora y retadora, estimulan la necesidad de someterse para evitar una disputa. No hago la limpieza tan bien como tú o no cocino tan bien como tu, no puedo competir contigo, etc.

Por ultimo está el más nocivo, el desprestigiador, que fomenta la sensación de ser el mejor de todos, el único capaz de realizar cualquier cosa y tratará por todos los medios de resaltar los defectos del otro para poder destacar que vale más que los demás, mecanismo perverso que era el que prevalecía en Santa Ángelus para ejercer su dominio.

Alicia era una desprestigiadora solapada, incapaz de empatizar con el resto del Convento, de una frialdad impresionante, para nada impulsiva, era calculadora a la hora de actuar con control absoluto de su lenguaje corporal, capaz de cambiarlo en segundos según las necesidades de obtener un beneficio personal, como el día del gato negro y del encuentro en la biblioteca. Sus mentiras y engaños tenían un propósito, es decir, una razón, un objetivo a lograr, así fuera divertirse o simplemente dominar, sentir su poder sobre su víctima, mental o emocionalmente como hacía con David.

La mayor virtud que poseen estos manipuladores es su capacidad de identificar a aquellas personas con personalidades débiles, fáciles para aprovecharse. A través de sus habilidades les hacen creer que con su ayuda pueden alcanzar sus expectativas, obteniendo un agradecimiento y la necesidad de devolver el favor, única manera de que te presten su atención, como era el caso de Isabel y su dominio sobre la perenne agradecida Berta.

Siempre necesitan sentirse superiores a los demás, por lo que no tendrán freno para humillar al otro y desprestigiarlos, pues esto conlleva a un aumento de su propia autoestima. La realización de favores a un manipulador no es casual ni espontáneos, ya lo tienen identificados previamente y conducen habilidosamente a sus víctimas a ofrecérselos, como ocurría con Raquel y Milagro, que nada era gratis.

Ellos invariablemente encuentran vías y estrategias para ejercer el dominio mostrando comportamientos cínicos sin preocuparse por los sentimientos de los demás, con una ausencia de moralidad y de principios, sin manifestar remordimientos por su conducta, su personalidad calculadoramente maquiavélica se los permite. Esto se debe a que creen que su manera de actuar es la clave para obtener el éxito en la vida. Isabel aplicaba esta táctica a través de los oscuros secretos almacenados en su escritorio, nadie sabía que contenía pero todos le temían, de allí derivaba su temible poder.

Los padres controladores no dejan de serlo porque los hijos crezcan, solo cambian de método, utilizan el chantaje emocional o el victimismo, no importa que se hallan ido, aun en la distancia siempre consiguen su propósito de hacer sentirles que si se alejan de ellos, los están abandonando y esto se debe a que cualquier intento por asumir las riendas propias de su existencia se interpreta como un agravio, surgiendo al instante emociones como la ira, la rabia, la angustia y el maltrato. En el fondo es miedo a que los hijos sigan su camino con independencia, madurez y libertad lejos del hogar. 

Los que finalmente logran huir de un dominio así, experimentan una sensación de libertad nunca antes percibida. Escapar de la cárcel de los paradigmas sociales y distorsionadas obligaciones morales puede conducir por caminos inesperados, peligrosos o irreverentes, por lo que es necesario identificar estas situaciones para manejarlas con cautela, y no caer en un paroxismo incontrolable, como le sucedió a Alicia al emerger en ella aquella otra personalidad guardada en lo subliminal, un extremo para existir por primera vez en una entidad separada de su poderoso y dominante padre. 

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