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sábado, 30 de octubre de 2021

Las Clarisas Capítulo VII Nona

La Hermana Ángela sube desaforadamente las escaleras que conducen al campanario para anunciar la llegada de la autoridad civil del pueblo que acuden por el asesinato del Obispo,  acababan de descubrir que Marco es el culpable, ya que fue encontrado su negro carruaje volcado en una hondonada del camino con la bella corista y el conductor, ambos fallecidos en su interior, al examinar la escena del crimen detectan ciertas irregularidades en el eje de las ruedas del coche que sugerían haber sido limados para que se quebraran perdiendo el control, yéndose por el despeñadero, además los caballos estaban muertos por heridas de bala, como ajusticiados, lo cual conduce a la ineludible sospecha. 

Juntamente con ellos, vienen miembros destacados de la sociedad civil, un histérico tumulto quienes nuevamente violentan la puerta para entrar al Convento, era la tercera vez que dicha singularidad sucedía. Como siempre en Santa Ángelus los sucesos venían en paquetes de a tres.

No habían terminado de ingresar al pacífico y ensoñador jardín cuando se topan con la novedad de la recién sucedida violenta muerte del Provincial, como una bandada de aves sincronizadas, todos giran dirigiéndose velozmente a la capilla al llegar encuentran a las monjas alrededor del cuerpo sin vida del sacerdote, murmurando que había sido asesinado por la Hermana de misteriosos ojos verdes, hecho que desataría un cisma sin igual.

Aquella mañana era un corre y corre en aquel lugar de supuesto retiro espiritual, el silencio de sus largos pasillos roto, sustituido por una efervescente agitación ante los graves hechos sucedidos que involucraba no solo al Provincial de la prestigiosa orden de San Francisco sino también a la hija del hombre más rico y poderoso de Villafranca. Después de recuperar el control, de vuelta a la cordura, se impone la necesidad de ocultar para sobrevivir, no en vano eran una sociedad de cómplices que no corrían riesgos, el nuevo Obispo estaba por llegar y según era un clérigo muy poderoso pues contaba con el respaldo de las más altas jerarquías, así que se ordena enterrarlo rápidamente sin realizar los actos religiosos correspondientes a su investidura, tales como repique de campanas, encendido de velas, uso de plañideras y derecho a seña, esto era identificar la lápida, al unísono se decide darle cristiana sepultura en el pequeño cementerio privado de Santa Ángelus, fuera de la vista del pueblo. Un entierro clandestino cerraría el trágico ciclo.

              Rápido busquen un ataúd de los que tenemos en el almacén. — Exclama Raquel en uso de sus atribuciones como Abadesa recién nombrada.

              Avísenle al enterrador que tenga listo el hueco. — Específica seguidamente, demostrando sus habilidades organizativas.

Le hacen una seña a Berta, que por ser la cillera administraba el depósito, ordenándosele se dirija inmediatamente junto a Consuelo y Juana, para que la ayuden a traerlo de los existentes allí. Al llegar Berta se da cuenta que falta uno y se lo comenta a las otras que la acompañan.

              ¿Cómo va a faltar uno?. Es imposible, ¡Será que usted sacó mal la cuenta! Dice Juana.

              ¿Está segura? Pregunta Consuelo.

              ¡Claro, nunca me equivoco en mis registros, lo tengo anotado, habían tres ayer!

              ¿Entonces como explicas lo sucedido? Inquiere Juana.

              El hábito más fino y favorito de Isabel no aparece, también desapareció misteriosamente, solo hay una razón, el Convento esta embrujado, sino como entender todo lo que ha pasado esta semana! Señala Berta asustada.

              Ave María Purísima! Exclaman las otras dos al unísono, persignándose repetidamente y mirando alrededor asustadas.

              Mantengamos esto en secreto, basta con lo que está pasando para añadir otro escándalo más. ¡Las nuevas autoridades nos pueden condenar por este desorden! Ordena Consuelo.

Angustiosamente proceden en silencio a limpiarle la sangre a Marco, acomodarlo piadosamente con las manos cruzadas con un crucifijo entrelazado, un fraile que está presente, casualmente David, le haría una breve misa, cierran velozmente el féretro y salen en procesión por la puerta lateral que conectaba con al cementerio, cuando llegan ven que al lado de donde va a ser enterrado hay una tumba con un letrero, “Aquí yace cristianamente anónimo G”.

Suena un chillido de las cuerdas que bajan el ataúd que anuncia el final. Las novicias se miran entre si nerviosamente, el enterrador girando para lanzar la primera paletada de tierra sobre los restos del efímero Prelado, discretamente les hace una seña, llevándose el dedo índice a los labios para indicarles que guardaran silencio y por supuesto compostura. 

La vida daba muchas vueltas y lecciones, aquel orgulloso y prepotente hombre sería enterrado humildemente aquel día, sin ceremonial, en secreto, con una sencilla lápida anónima solo con las iniciales de su nombre y al lado de un perro.    

Recién habían culminado el funeral cuando llega la nueva Abadesa, una antigua novicia de Santa Ángelus que había sido rechazada tiempo atrás por Isabel, para ese entonces encargada de la selección de las nuevas aspirantes a Velo Negro, quien favorecería el ingreso de Raquel en detrimento de esta solicitante, pues había sido cautivada por aquella delgada Hermana quien utilizaba el manejo de su lenguaje corporal para atrapar en su red de araña a todo aquel que le interesara para obtener un beneficio, como aquel de despojar de su puesto a la verdadera ganadora, y sin pedirlo, solo cautivando.

Esta Hermana despojada injustamente de su lugar ganado por sus destacadas cualidades, se iría a otra congregación donde se convertiría en una monja de gran prestigio por su religiosidad y correcto proceder, en aquel crucial momento venía designada de la Capital, al igual que el nuevo Prelado, casualmente hermano de Milagro. La rueda de la vida y sus implacables vueltas.

El nombramiento de Sor Sofía como la máxima Autoridad de Santa Ángelus, ocasionaría un conflicto en la interesada Raquel, que debía resolver rápidamente. Su cómoda estancia y fuente de prestigio estaba amenazada por la presencia de la nueva dueña del poder. Inmediatamente inicia un acercamiento hacia la pelirroja Hermana Milagro llenándola de halagos y costosos regalos de su ajuar guardados en su lujoso baúl, necesitaba un manto poderoso que la protegiera de la peligrosa situación, a partir de entonces no volvería a mirar a Cristina, a quien siempre consideró realmente una anodina.

Entre los que entran al Convento está el padre de Alicia que al enterarse de lo que se está susurrando sobre su autoría en el crimen, decide dirigirse al lugar para llevársela inmediatamente con el fin de evitar que la juzguen y condenen a muerte por asesinato, usando todo su poder económico, basado en una gran riqueza, pues era dueño de haciendas de cientos de hectáreas, numerosos caballos, esclavos y mozos, dotando a su hija para ocupar un puesto de monja de coro y Velo Negro, con los mil ducados correspondientes a ese grupo privilegiado y además siempre daba donativos adicionales muy sustanciosos para garantizar su cómoda estancia.

Alicia ve que el capellán se dirige al confesionario y le indica a su padre que la espere un momento, le manifiesta que se confesará antes de irse.

Camina recatadamente hacia el joven sacerdote llevando un escarlata rosario que contrastaba bellamente sobre sus níveas manos.


      

                                                         Confesión escarlata. Fotografía de GéGé

 

David viéndola esquiva su mirada a otro lado, rápidamente se acomoda en el oscuro cubículo de madera para dar inicio a las confesiones.

Confieso que he pecado, Padre, ¡Perdóneme!. — Ruega al momento de arrodillarse la rubia mujer.

              ¿Por qué mataste a Marco? Incrimina sin compasión el confesor.

              Yo no mate a Marco, mate a mi padre. Responde la Sacristana después de suspirar profundamente.

              ¿Qué dices, has perdido la cabeza?.  Tu padre está parado en la puerta, míralo.

              Déjame explicarte, aunque no me creas. 

              El caso es que Marco nos vio discutiendo por el anillo, por cierto aquí te lo dejo. — Dirige su delgada mano hacia el borde del confesionario y lo coloca suavemente, mientras suspira nostálgicamente.

              Me citó en la capilla, al encontrarlo discutimos, me acuso de mujer de vida fácil, de ser falsa, mal intencionada, una inútil y de equivocarme siempre, no lo soporte pues mi padre toda mi vida me decía que yo no servía para nada, que no era capaz de tomar decisiones correctas, que buscaba lo malo. — Se mueve ligeramente y continúa…

              A pesar de todo esto intentaba complacerlo, lo amaba tanto que hasta celos de mi madre sentía cuando estaban juntos.

              Inútilmente trataba ser como él quería, me sentía tan mal cuando renegaba que no hubiese nacido varón, siempre supe que nunca lograría su admiración, esto me frustraba, al convertirme en mujer me enamore, entonces deje de estar sometida a sus caprichos, pero esto fue funesto, sufrí demasiado, te contare mi vida, mi historia:

Años atrás, un gemido trémulo surgía de dos seres que giran anudados, arrastrados por una vorágine de pasión incontenible, yaciendo sobre una alfombra de verde césped a orillas del manso río rodeado de una espesa arboleda por donde sutilmente se colaban los rayos de sol que los ilumina tímidamente en un discreto vaivén de luces, marcando límites entre lo oscuro y lo claro. Alicia era feliz en aquellos brazos de ébano que contrastaban con el marfil de su piel, un amor prohibido. Cuando la apretaba contra si explorando con sus manos sus níveos senos, un fuego incontrolable se propagaba consumiéndolos a ambos, mientras le susurra al oído un te amo, iniciando un camino serpenteante que transitaba con sus labios, recorriendo todo su cuerpo, descendiendo hasta alcanzar el fruto prohibido, vibraba de amor, una escena repetida años después… contigo amor.

Un hombre llega al lugar sorprendiéndolos, iniciando una tragedia y un secreto en sus vidas, un hijo de los ocultos amores con aquel agricultor vecino de su hacienda.

              Mi padre nos descubrió y me apartó de Gabriel a quien odiaba por ser moreno y además pobre, también me arrebató a mi hijo. Decidió mi destino.

              Con él supe que amar significa desmembrarse viva y tú me recompusiste. Continúa…

Era muy temprano, apenas salía el sol cuando se divisa a dos puras sangres color castaño que galopan acompasadamente rigiendo la suerte de aquel coche tipo Victoria que crujía sobre el sinuoso camino, en su interior viene Alicia la cual arriba al recatado Convento de Santa Ángelus Dominius, obligada por Don Luis, su padre a quien obedecía ciegamente.

Alguien le diría que un oficial estaba enamorado de mí y planeaba robarme del Convento de Catollica donde había sido llevada cinco años atrás para esconder mi embarazo y la honra, pero yo nunca le correspondí, solo lo utilizaba para escapar. Mi padre con su poder consigue que lo envíen a una misión en un lejano lugar y me retira de Catollica trasladándome a Villafranca, una segunda cárcel, más segura pues él tenía control absoluto de todo el pueblo. En ese entonces, me di cuenta que pecar te hace libre, que la moralidad es una cruel trampa para no dejarte ser. Por supuesto hay pecados negros y grises, tonalidades degradadas, me refiero a la pasión y la forma de complacerte, de ser feliz, lo cual aprendí de ti.

              Al encontrarnos en la Capilla, Marco me culpo de las mismas cosas que hacía mi progenitor, mi mente se nublo, fue insoportable, de pronto en su lugar estaba mi padre y en ese instante me di cuenta de cuanto lo odiaba, lo infeliz que he sido por sus señalamientos, haciéndome sentir inferior, loca e incapaz, una ignorante. De  las veces que obligatoriamente tenía que acatar sus “consejos” porque de lo contrario me tildaba de mala hija, que no lo respetaba, de las vergüenzas que sufría por mi culpa, por mi sucia conducta. Estar todo el tiempo sometida al chantaje de que por su edad estaba obligada a tenerle paciencia, que le debía respeto, que era el único que me tendía la mano.

              Cuando Marco me gritó en la cara empujándome contra el altar: “Tú no eres nadie, soy yo”, no pude más, la semejanza de las situaciones me avasalló, entonces vi la daga que estaba allí, la tome y se la clave.

              ¡Si, lo mate!, pero era a mi padre, no era a Monseñor. Además él no merece tu respeto, envenenó al Obispo, usando a la corista que después también asesinó para cubrir su rastro.

              Trató de culparme, que lo hizo por mí, para que fuese Abadesa.

              Él me dijo eso y me culpo también. Responde David sorprendido.

Ella continua hablando, un dique contenido durante muchos años brotaba incansable, no podía detenerse.

              Por primera vez me defendí, le conteste que no, que esta vez no permitiría que me culparan de las cosas malas que hacían los otros, ni que me dijeran que era una basura.

              Fui yo y me alegro de haberlo hecho, pues finalmente soy libre.

              ¡Alicia por favor no te expreses de esa manera! — Dice tristemente el capellán.

              Quédate en paz David, sigue con tu vida sacerdotal, tienes verdadera vocación, yo me voy y aunque no lo creas estoy en paz conmigo misma. 

              Al salir de aquí mi padre me llevará al puerto donde me embarcaré a un lejano país. Nunca más nos volveremos a ver.

              Lo observo allí parado esperándome para sacarme de aquí como si fuera un castigo por mi crimen, una sentencia dictada por él que yo debo acatar obediente. No se imagina la felicidad que me produce separarme de su lado, no volver a verlo, finalmente seré yo y nadie más. 

              Libre de la culpa de no ser perfecta o peor, el pesado deber de serlo. Disfrutaré la locura de vivir por primera vez. 

              Pensé en buscar a mi hijo para llevármelo pero es feliz donde está, con su gente igual a él.

              Siempre los amare, a ti y a mi hijo, son lo único autentico de mi vida.             Hace una breve pausa…

              ¡Perdóneme mis pecados, Padre! 

      David se debate entre el amante que había sido, el hijo de Marco y el Sacerdote, al final este último se impone borrando los resentimientos, se inclina para darle la absolución, pero detrás de la rejilla ya no está Alicia. Sale del Confesionario y la busca con la mirada, era demasiado tarde se había ido. Una desazón recorre su espíritu que no remediaría hasta varios años después, lejos estaba de imaginar en que circunstancias serían.      

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