Mientras caía el sol, en una de nuestras tantas pláticas a finales de junio, siendo noche de luna llena, nombrada para esa fecha como “luna de tormenta” por coincidir con el inicio de las lluvias o solsticio de verano y por ser el día más largo del año, considerado mágico pues según creencias ocultista hace visible lo invisible, resultando en mi caso ser cierto pues sorpresivamente Karla ofrece hacerme una sanación.
La había visto algo inquieta, observaba que apretaba los labios como queriendo decirme algo que no se
atrevía o no hallaba el momento de encajar dentro de mis temas de conversación
científicas. Habiéndose despedido, estando
de pié y a punto de irse, repentinamente estalla como el Big Bang, la explosión
que dio origen al universo, ocasionando un fenómeno conocido como
“Singularidad” en el cual la matemática falla y debe dar paso a la filosofía para
descifrarlo, abrirse a nuevos puntos de vista.
¡Quede anonadada ante semejante proposición, desorientada por lo
intempestivo de su oferta, lo que rara vez me sucedía!, jamás me pasó por la
mente que realmente fuera una sanadora, su revelación de serlo la había interpretado
como algo dicho en broma, una especie de juego, tu eres médico, yo soy
sanadora, pero por lo visto era en serio y además aspiraba que fuera su
paciente. Seguidamente me expondría en qué consistía su propuesta, vendría a mi
casa donde me aplicaría sus dones, una imposición de manos para lo cual
necesitaba disponer de una mañana completa. Mientras más me explicaba mi
asombro aumentaba. Perpleja pienso, ¿Tan mal estoy o me ve?.
No le contesté en ese momento, ni después, no aclarándole mi
decisión, dejándolo en el aire, pendiente de una respuesta. No por no creer en la
sinceridad de ella sino que en aquel momento me parecía demasiado confuso por
desconocer en qué se basaba su ofrecimiento, Karla me impresionaba como una
persona respetable, y alejada de lo que podría ser un charlatán pero entonces
ignoraba la asombrosa y compleja técnica sanadora utilizada por ella; estaba
ante una “Singularidad” que tardaría cierto tiempo en descifrar.
Durante mi experiencia
hospitalaria había tenido la oportunidad de presenciar mejorías sorprendentes para
la ciencia médica, una de ellas era un caso de cáncer de tiroides terminal, con
diagnóstico realizado exhaustivamente, incluyendo biopsia del tumor. La
paciente, familiar de una médico compañera de trabajo y amiga mía, quien un día
me pide permiso para llevar al hospital, después de la hora de visita, a una sanadora
cuyas manos escarchaban al realizar curaciones. En vista que medicamente no
había nada más que hacer, le digo que sí. Ese día ocurrió un hecho desconocido
para nosotros los científicos. El tumor comenzó a reducirse de tamaño hasta
desaparecer totalmente. La paciente fue dada de alta totalmente sana en varios
días.
A pesar de esta y otras buenas vivencias, incluso con dos
familiares muy allegados con diagnósticos de cáncer, en los cuales pude ver
sanaciones inexplicables, sin embargo no quería que fuera mi sanadora pues
simplemente no estaba preparada para ser paciente, por varias razones, la
primera por un juramento hecho en mi última cirugía de un injerto de fémur de
nunca más serlo. La otra del natural
rechazo del médico a pasar al otro lado del sillón, pero la última y la más
importante era por esa regla ética de no entablar una conexión emocional entre
médico y paciente, presumiendo que en su caso era igual, lo cual impediría tener
una bonita amistad, que era mi objetivo en aquel momento de carencias, ese vínculo
que le da un valor agregado a la vida, un lazo que se establece por la
afinidad, llenando esa necesidad de los seres humanos de sentirse integrado con
el entorno más cercano, que está allí, de tener alguien a quien contarle esas
cosas que te producen estrés y lo callas para no molestar a tus familiares. La presencia
de un amigo o amiga que te escuche, te comprenda, que comparta contigo, que te
haga sentir valorado, querido, es una de las sensaciones más relajantes que
hay, mejor que cualquier fármaco ansiolítico o analgésico para los dolores o
heridas emocionales. Que además te dé apoyo y que te acompañe cuando viajas a
conectarte con lo más profundo de tu alma, con tus demonios, sin juzgarte, solo
sentir esa sensación de aceptación incondicional, permitiéndote ser tú mismo,
real, tanto a nivel cognitivo como emocional, con tus cualidades, sí, pero
también con tus defectos, eso no tiene
precio. Hoy día establecer estos vínculos se hace muy difícil debido a las
características de volatilidad, inconstancia y de cambios bruscos de la
sociedad moderna que implica menores disponibilidades de socializar en nuevos
grupos.
Ante la oportunidad presentada con la presencia de Karla en mi
entorno inmediato, cercano, lo cual prácticamente era un milagro, me planteaba el
propósito de establecer una nueva amistad de esas con profunda calidez humana,
sin embargo la oferta de ella para una sanación me colocaba en una disyuntiva,
por un lado estaba el hecho de que si aceptaba cerraba esta posibilidad y por
otro me inquietaba que su objetivo fuera meramente sanador sin establecer
ninguna relación afectiva.
Karla decidió esperar que la polvareda levantada por su revelación
se asentara y en su lugar surgiera la luz.
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