Transcurría
el año de 1885 cuando Bartola, sentada en una silla de cuero de chivo en la
entrada de su casa una calurosa tarde de verano, amparándose bajo el agradable
frescor de la sombra de los árboles, medita sobre un inexplicable desasosiego
que la embarga, que no lograba entender o mejor dicho que había bloqueado en su
mente para no traicionar las promesas hechas a su marido, se recriminaba sentir
que no hacía nada, solo labores hogareñas y que estaba perdiendo su vida, en
eso es sorprendida por Antonio quien al verla pensativa le recoge unas flores
del campo estregándoselas amorosamente buscando animarla, comprendía lo que le
pasaba, repentinamente escuchan acercarse un galopar de caballo distinguiendo a
su pariente Federico, lejos estaban de imaginar la propuesta que les plantearía
ese día y cuanto cambiaría sus vidas al darle un nuevo objetivo.
Luego de
bajarse y saludar a Antonio quien lo ayuda a amarrar el caballo, se acerca a la
mujer besándole la mano mientras le pregunta por los niños, seguidamente se
acomoda en una silla que le traen, refrescándose el rostro con el sencillo sombrero,
inicia la conversación del motivo de su
visita.
—Sé que Gregorio les comunicó
que he sido invitado a formar parte de La Propaganda y conocen de los
conflictos que se originaron por esto. — El
visitante hace una pausa mientras le sirven un café.
— Estamos al tanto pariente de eso y que
su admisión se debe a su habilidad para recoger fondos gracias a sus contactos en las altas esferas sociales y
militares en Barquisimeto. —Le responde Antonio.
—Antonio, conoces a León Colina que ahora comanda
a una camarilla de godos en Carora conocidos como los Chuaos, por lo que mi
participación en este movimiento político me coloca en su contra y de este
grupo también ya que Bracho es amigo incondicional de ellos. —Acota
tomándose el café recién traído.
—Además hay un hombre peligroso
recién llegado a Carora, que se está relacionando hábilmente con ellos donde
están varios enemigos míos, lo cual no me inspira confianza. — Se
pone de pie y se acerca a la mesa para colocar la taza.
Habiendo
ocurrido una de las tantas reuniones de carácter social efectuadas en Carora, Federico
conocería a Ángel Montañez quien estaba conversando animadamente con Bracho,
León Colina, Froilán Álvarez, Graciano Riera Aguinagalde y el General Urrieta. Al
acercarse para saludar al grupo este
hombre quedaría por debajo de la alta figura del recio militar por ser más bajo
de estatura, lo que no toleraba debido al complejo de su pequeño tamaño, rehuyendo
su mirada procede a retirarse rápidamente de su lado, despidiéndose cortésmente.
Aquel elegante caballero representaba todo lo que él siempre había envidiado
ser: alto, elegante, popular entre todas las clases sociales, culto, con un don
de gente que le era natural, amalgama de cualidades que le hacían sentir un
malestar indescriptible, que lo corroe, que lo asfixia. A partir de ese momento
concibe conquistar la ciudad y el poder local para lo cual se movería
rápidamente, proponiéndose desplazar a Federico, ocupar su puesto en la
sociedad caroreña, era perversamente hábil y manipulador.
Federico
luego de realizar una breve caminata por el corredor, escucha con atención los comentarios
de Antonio:
—Estuve en Carora presentando
las novedades al comandante y allí me entere de la muerte de Juan Agustín Pérez y de la asociación comercial
de Ángel Montañez con su hijo.
— Es evidente que dicha sociedad le
permitió enterarse de los conflictos generados por tu ingreso a La Propaganda, lo
que utiliza para acercarse a los godos caroreños,
a los que incita, es un hombre en el cual no se puede confiar, peligroso. — Concluye el anfitrión.
—Si Antonio, es cierto eso,
pero lo peor es que La Propaganda le fue encargada a Graciano Riera
Aguinagalde, liberal sin duda, pero sospecho que está bajo la influencia de Montañez.
—Ahora que Juan Agustín está muerto,
cerrando el conflicto existente con el Clan Castro, con quienes aclare la
situación existente gracias a Bartola, puedo solicitarles su apoyo y a eso vine. —
Dice el visitante observando a la pareja.
— Procederé con un secreto plan que
consiste en trasladar a Parapara el dinero recabado por La Propaganda para
luego destinarlo a comprar armas clandestinamente y equipar a los carmoneros,
conformando un polo de poder que equilibre el panorama político.
En el acogedor corredor se
hace un silencio mientras los tres tienen el mismo pensamiento, sabían que la
persona capaz de realizar esta misión además de
tener valor y pasar desapercibida, debía poseer otras cualidades imprescindibles
como discreción extrema, contactos con expertos en contrabando ilegal entre
Coro y Curazao, por lo que Bartola resultaba ideal para ello. Entonces el rubio
y alto hombre vestido como campesino continúa hablando:
—Voy a ser franco, debido
a que Silveiro y tú viajan frecuentemente por esta ruta, pueden aparentar estar
comprando mercancías para sus negocios y por eso no despertaran sospecha.
—Tu marido debe quedar fuera
de esto, pues su participación sería muy destacada y llamaría la atención,
sobretodo de León Colina que se pondría en alerta.
—Antonio, te aseguro que
Bartola no correrá peligro, además del clan de los Castro que la acompañaran, hemos
hecho contactos con otras personas para su protección, quienes además le darán
entrenamiento secretamente.
Antonio sospecha de lo que Federico hablaba
pues en el comando de Carora se comentaba secretamente la participación de
algunos militares de alto rango en una logia local, incluso Guzmán Blanco quien
se sabía había fundado un templo en Caracas. Intuye que se refería a que
ella sería iniciada en la masonería
permitiéndole entrar en contacto con
grupos clandestinos muy poderosos, pero decide callar ante la duda de la
reacción de ella.
—Estoy consciente de lo peligroso que es
lo que les solicito, por eso lo dejo a su consideración.
Bartola
quien está concentrada escuchando las explicaciones de Federico se percata de
la sencilla vestimenta del hombre y de la ausencia del nombre de Gregorio,
entonces pregunta extrañada:
—Qué misión tendrá
Gregorio?
— El solo estará a cargo del
reclutamiento de la tropa, su matrimonio con mi sobrina que es de sangre
mestiza, le permite tener la confianza de los indígenas de los alrededores para
esta labor. —Le aclara Federico bajando el tono de voz, casi un
susurro.
—Por los momentos no debe enterarse
de lo aquí conversado ni de las armas,
será un secreto solo compartido entre nosotros, nadie más. —Puntualiza
el interlocutor mirando fugazmente a la mujer.
Bartola y Antonio intuyen
que hay algo más y recuerdan el escándalo de la participación de Gregorio
en el golpe contra Bracho realizado en Carora. Lo que no sabían que eso motivo que
Aquilino Juárez se negara a responsabilizar al volátil Gregorio de aquella delicada
misión al no consultar con Barquisimeto
antes de actuar.
El asunto era que Gregorio había salido de Río Tocuyo con un contingente
de hombres sumándose a los caroreños quienes simulando que iban a buscar una
imprenta, para no levantar sospecha de sus verdaderas intenciones, se reunieron
en un camino donde “coincidencialmente” estaba ubicada la casa del Jefe Civil
Bracho, logrando sorprenderlo, haciéndolo prisionero en su misma residencia y destituyéndolo
del cargo, lo cual originó enérgicas medidas represivas de la gobernación, sin
embargo los alzados no acataron las ordenes, eran demasiado poderosos como para
someterlos. Esta acción despertó equivocadamente las sospechas de las autoridades
de Barquisimeto sobre Federico por la participación de su sobrino, no obstante le
pudo explicar al General Aquilino Juárez
que lo sucedido se debió a desconocimiento del joven del acontecer político a
nivel regional. Sin embargo quedaría marcado como no confiable para la crucial
misión.
A
Bartola le brillan los ojos, un fuego abrasador la consume, Antonio quien la observa se da cuenta del entusiasmo
que aquella propuesta despierta en ella y se pone de pie dirigiéndose a donde
estaba sentada su esposa, colocando las manos sobre sus hombros toma una
decisión señalando.
—Aceptamos, es aún más grave permitirles
a nuestros enemigos quedarse con todo el poder.
De
esta forma inician los preparativos, el no vendrá más para evitar que descubran
el plan, el cacique Silveiro Castro servirá de enlace para enviarle los
mensajes en pequeñas bolsas de cuero colgadas al cuello de los perros
amaestrados que usaban ellos cotidianamente. Bartola se ríe del comentario
socarrón de Federico y le comenta que eso es una buena idea pero las palomas
mensajeras son más rápidas. Otra vía de enlace será a través de la Iglesia de
Río Tocuyo, el padre Juan G. Santéliz, ya estaba al tanto y la información la
guardará como un secreto de confesión.
—Lo primero que harás serán los depósitos
y hasta que no estén listo no traeremos las armas. —Explica
Federico.
— Usaremos diferentes tácticas y
desconocidas rutas como los caminos indígenas, debemos evitar ser descubiertos
pues será largo.
Federico,
riotocuyense de nacimiento, le daría un gran impulso a esta confabulación política,
donde participarían, además del grupo de los Castro, los Figueroa, también sus
familiares blancos, los Nieto-Santeliz-Brizuela, formando el ala de los
carmoneros, incondicionales, unidos por el parentesco consanguíneo de las
endogamias y espirituales del compadrazgo.
—Bartola, debes visitar mañana al Señor Curiel—Culmina
cruzando la vista con Antonio.
Ella percibe el cruce de miradas entre
los dos hombres y piensa que algo más hay allí pero decide dejarlo así conjeturando
que son cosas de hombres. Estando en paz consigo
misma, resuelto todos los misterios que marcaron su nacimiento, Bartola junto a
Silverio Castro y su marido Antonio armarían la mayor confabulación realizada
en estas tierras, el apoyo financiero de Carmona Oliveros sería clave para
proteger la esencia del movimiento liberal. Comenzaría así una etapa nueva para Bartola, de otro nivel,
ya no sería como tropera en el frente de guerra o como la sanadora de los
heridos en la retaguardia, este vez estaría en uno más alto, el análisis
político, la conspiración, la clandestinidad, tendría incluso que viajar innumerablemente a Coro por la ruta de
la sal, la conocería como la palma de
su mano, los estados de ánimo con que lo haría serían todos
los imaginables que puede experimentar un ser humano: dolor, temor, alegrías,
expectativas, huidas, aprendizajes. Viviría la mayor experiencia de su vida,
conocería innumerables personas, secretos políticos, conflictos familiares y
los poderes de la mente que le serían revelados. Lejos estaban
de imaginar que una eminentísima visita sería de fatales consecuencias para estos
planes.
Las últimas
palabras dichas por Federico rondaban su mente, ¿Qué quiso decir con eso de
recibir entrenamiento secretamente? ¿Dónde?, ¿Cuándo?, ¿Cómo la contactarían?. Últimamente
en su vida siempre sucedía algo que rompía el equilibrio alcanzado, provocando
un nuevo torbellino, al querer escapar de los misterios judíos paradójicamente
llegaría a navegar en ellos en profundidad.
Entonces hace aquel viaje a Carora indicado
por Federico, simulando que va a surtirse de sus hierbas medicinales, al llegar
al sitio nota que el boticario parecía estar esperándola, le hace una
invitación para una reunión en la Iglesia San Juan Bautista esa noche, le
informa que debido a sus notables cualidades había generado aquel voto de
confianza para convocarla a asistir, le informa que es algo secreto y no debe
revelarlo a nadie. Debe llegar poco antes de medianoche, alguien la esperaría
en la puerta. Consideraba que se trataba de algo relacionado con la misión
encargada por Federico Carmona y acepta, su sorpresa sería mayúscula.
Bartola se desliza en la noche de aquel
martes casi veraniego por una calle alumbrada tenuemente por un farol, va
cubierta con una capa negra con capucha tal como le especifico el conocido hierbatero.
Al llegar a la Iglesia ve que la puerta del templo
esta discretamente entrejunta, entra y escucha tras de sí que alguien la cierra,
a pesar de la penumbra nota los cambios allí existentes, el altar mayor cubierto
por una
cortina de paño con una letra G bordada, la presencia de un grupo ataviados igual a ella
rodeando un mesón central que tiene dispuesto varios objetos que
no tenían nada que ver con los usados en la misa católica, tales como una
escuadra, un gran compás y una cruz con una rosa en su centro, detrás esta una
persona que parecía presidir una ceremonia, al principio no lo distingue bien
pero luego asombrada lo identifica.
—Hoy serás
iniciada en nuestra Secreta Orden. — Explica el hombre parado
detrás del mesón.
—Estas en la logia de
Sefarad para celebrar tu secreto rito de iniciación y la presidiré como el
venerable maestro que soy. —
Dice
su amigo el boticario, el
Señor Curiel.
—Lo primero es aclararte que las enseñanzas aquí impartidas tienen como
objetivo el perfeccionamiento del individuo, desarrollar su sabiduría y discreción, que forman parte de su crecimiento personal, lo cual conduce
a la humanidad al desenvolvimiento armónico como sociedad. Esto no tiene que
ver con creencias religiosas o dogmas de ningún tipo. Son conocimientos que ya
has comenzado a recibir sin saberlo, como el poder curativo de las hierbas
medicinales. —Expone el maestro deteniéndose por un momento,
entonces al fondo del salón se escucha una música conocida...
Es el Allegro de la Quinta
Sinfonía de Beethoven proveniente de la pianola de la Iglesia, los asistentes comienzan
a girar con paso marcial alrededor del maestro ejecutando una especie de danza
circular. Bartola experimenta una extraña sensación al distinguir a varios de
ellos, acaso era ese el Señor Mordehay Henríquez y ese otro el Señor Emil
Maduro, pero uno la sorprendería enormemente, era el cura Domingo Vicente
Oropeza, ahora entendía aquella pregunta que le disparara cuando le manifestó
sus dudas sobre la masonería.
—El hombre se inicia en la Masonería como piedra bruta, ayudado por sus
Hermanos, comenzará a trabajarla y pulirla, intentando lograr su forma
perfecta, la piedra cúbica. —Continúa el maestro.
—Al consentir, dejaras
atrás la piedra tosca que eres hasta convertirte
en la ideal para encajar en el templo, como las del pórtico de esta Iglesia, que
te indican que traspasas el portal de la iniciación del conocimiento que conduce
a la superación, un mensaje cifrado dejado por nuestros antepasados sefarditas cuando
construyeron este templo para revelar su doble papel desempeñado, católico y masón.
—Este horario está
reservado a nuestra logia, tiene la aprobación de las autoridades eclesiásticas,
vendrás aquí dos veces al mes para realizar los tres primeros rituales:
Aprendiz, Compañero y Maestro, se te enseñara el significado de los ocho símbolos
y de la ciencia. Se te prohíbe revelar
cualquier misterio de la Orden, incluso a tu esposo e hijos. Tampoco debes
demostrar que reconoces a alguno de los aquí presente si te encuentras con
ellos fuera de este lugar.
Un
despejado cielo estrellado cubre el firmamento cuando Bartola abandona el lugar,
al salir se detiene en el marco de la puerta y pasa una mano por las cuadrangulares
piedras de diferentes tamaño que sin embargo encajaban a la perfección, ella
siempre le llamo la atención la marcada diferencia con las puertas de las Iglesias
de Aregue y Río Tocuyo, una fría brisa la sorprende sacándola de su ensimismamiento,
se arrebuja en su capa y comienza a caminar mientras repara que había otra
actividad que ellos no nombraron, eran las conspiraciones políticas que también
se desarrollaban secretamente allí, como la realizada en la celebración del Cantorío de Primera
Misa organizada por el grupo de Los Tradicionalistas, con el fin de firmar un
pacto político. ¿Acaso también tenía
relación con ellos?. ¿Por eso la presencia de aquel que le pareció distinguir,
Federico Carmona? ¿A esto se refería cuando le dijo que recibiría una
preparación?.
Llegaba
a un hospedaje frente a la plaza, en la calle Bolívar bordeada de altas maporas
a todo lo largo, allí ofrecían habitaciones ventiladas y comida a toda hora,
reservada para ella por los miembros de la logia. Su habitación situada en el
segundo piso que se alcanzaba por una escalera de caracol, poseía todas las
comodidades y un amplio ventanal del cual se divisaba la Iglesia, ideal para
meditar sobre lo que estaba viviendo que la hacía sentirse diferente, liberada,
con más visión para comprender los misterios de la vida.
En aquella iniciación, le
fue revelado el oculto misterio del grupo de conocidos, que habían sido sus
mentores en diferentes áreas, como el señor Curiel quien le enseñaría el
misterio de la farmacéutica, el padre Domingo Vicente en el arte de la medicina
y la política junto al señor Maduro y por último el señor Mordehay Henríquez
quien jugaría un papel crucial en el contrabando de armas y su crecimiento
espiritual. Ahora se daba cuenta que esos años que consideraba haber estado estancada,
desempeñando solo su papel de madre y esposa, en realidad no había sido así.
Nunca imagino los caminos que recorrería a partir de entonces ni en la persona
en que se convertiría.
Una paloma revolotea sobre
la casa de Bartola quien se cubre los ojos para evitar ser encandilada por el
sol y al distinguirla ve que en una de sus rosadas patas traía adosado un rollito
de papel, era un mensaje anunciando la fecha de un esperado arribo.
—Señora Bartola están
llegando unas carretas cargadas con toneles
de cocuy y con café, el guía es su pariente, el cacique Silveiro Castro. —Le comunica su fiel
guarda espaldas, Juan de Dios.
Al venir Silveiro ya sabía de qué se
trataba. Eran las monedas de
plata y oro acuñado, camuflajeadas dentro de estos cargamentos para pasar desapercibidas,
simulando dirigirse a Coro, transitaban obligatoriamente por la encrucijada de
Parapara donde descargarían el tesoro y sería ocultado en los depósitos subterráneos
fabricados calladamente, lugar conocido
solo por Bartola y algunos de su etnia indígena, fieles y taimados. Estos fueron
construidos de calicanto para protegerlos de la lluvia, por los maestros
masones enviados de Coro, expertos en secreto.