Una soleada mañana del mes de junio
posterior a los eventos conocidos como El Fusilamiento del Congreso, una joven
mujer vestida con una sencilla falda larga de algodón marrón, camisa blanca ajustada
al torso con vuelo en el borde del descote que deja asomar la naciente de sus
senos, sus morenos brazos desnudos resplandecientes a la luz del sol, larga
cabellera negra que aletea al viento y pies cubiertos con alpargatas, camina
despreocupadamente hacia el río sosteniendo una cesta de ropa que se balancea
armoniosamente en sus caderas, va a lavarla como lo hacía rutinariamente cuando
de repente escucha un ruido de alguien que se acerca del bosquecillo cercano,
corre a esconderse detrás de unos matorrales observando al intruso que acaba de
llegar cuyo rostro está cubierto por una descuidada barba, este ve las
vestimentas extendida sobre las piedras esparcidas en la orilla de la ribera
percatándose que la dueña está cerca, echa un vistazo a su alrededor
buscándola.
Juana Bautista cae en
cuenta que la presencia de las prendas, abandonadas en la huida inesperada, la
ha delatado y trata de adivinar las intenciones del hombre, sorpresivamente
reconoce a su pariente con el que compartía juegos en su niñez y al que
secretamente amaba, desaparecido desde hacía 6 meses para evitar las amenazas
de muerte a la que fueron sometidos los hombres del pueblo, su familia se había
encargado de esparcir el comentario de que andaba en un viaje de negocios
comprando mercaderías en la isla de Curazao, encubriendo así su participación
en la conspiración liberal. Al salir de su escondite
ambos se encuentran en las márgenes del río Tocuyo, surgiendo la necesidad de
satisfacer una urgencia muy humana dominada por la situación de peligro a la
que estaban expuestos perennemente ante el vaivén de los efervescentes
acontecimientos políticos que siempre terminaban en una guerra fratricida, así
que traspasando las fronteras de lo permitido pues ambos tenían parejas, el era
casado desde hacía varios años y ella secretamente era concubina de un pariente
y amigo del recién llegado, quien misteriosamente no le había dado hijos, como
testigo mudo de esta intensa pasión estaría la fuerte crecida del río.
Enero de ese año: El fusilamiento.
Desde la muerte del Indio Reyes Vargas los habitantes de Río Tocuyo albergaban la secreta aspiración de derrocar a los conservadores al mando del poder, como consecuencia de esto las familias más importantes del poblado se habían convertidos en expertos en artes conspirativos en la clandestinidad, situación que era sospechada por la autoridad local caroreña en manos de los godos pertenecientes a la oligarquía agraria, reacios a modificar el orden social establecido a pesar de la guerra de independencia cuyas ofertas de justicia social y mejoras económicas no habían sido materializadas.
Estando la hegemonía del poder político detentado por los Monagas y Páez, consolidados en un solo bloque, monopolizando los bienes del país, excluyendo a sus propios partidarios los cuales comienzan a confabular en su contra, incluido Páez que no estaba conforme con el papel de segundón. Capitalizando este subterráneo malestar esta Antonio Leocadio Guzmán, fundador del opositor partido liberal y del periódico El Venezolano, medio usado oportunamente como desestabilizador del régimen dictatorial.
A sabienda de esto en Río Tocuyo, el movimiento liberal vive grandes esperanzas de cristalizar sus aspiraciones, reinando un ambiente de expectativa, de Caracas llegaban las noticias del conflicto político existente, vislumbrándose la posibilidad de lograr que los diputados de la mayoritaria tolda roja de los conservadores, quienes estaban divididos en dos bandos, a favor y disidentes en contra del Dictador, estos últimos, conservadores disidentes, secretamente pactarían con los opositores amarillos para realizar una sesión extraordinaria del congreso con el fin de destituir al presidente mediante el voto mayoritario, un objetivo compartido por ambos grupos.
Esta expectativa dura poco tiempo pues ocurre uno de los más oscuros acontecimientos de la historia contemporánea de nuestro país, conocido como “El Fusilamiento del Congreso” que dan al traste con estos planes, cayendo nuevamente Río Tocuyo en desgracia, afianzándose los godos caroreños aun más en el poder, desatándose una nueva persecución.
Los Hechos.
La sesión convocada en enero 24 de 1848 se estaba llevando a cabo en el convento de San Francisco en Caracas, sede custodiada por un contingente de 20 soldados al mando de un coronel quien según rumores era de tendencia paecista, lo que delataba las ocultas intenciones del congreso, enterándose de la confabulación el Presidente Monagas, le ordena a sus seguidores rodear el lugar, unas mil personas armadas con cuchillos se aglomeran a las puertas del recinto lanzando una lluvia de piedras y empujando a los soldados en medio de los gritos, respondiendo con una balacera a la muchedumbre quienes al ser mayoría, a pesar de los muertos, violentan la puerta, entrando al patio del recinto, encontrándose de frente con los diputados desarmados que trataban de huir, siendo asesinados a cuchilladas, ese día murieron 8 personas: 3 diputados conservadores, 1 liberal, entre ellos el paecista Santos Michelena herido gravemente en el pecho quien muere después de un mes y medio, mas 4 civiles, además de múltiples heridos.
Los que se salvaron al lograr saltar por los balcones y tejados del convento se refugiaron en embajadas, allí acude el Dictador acompañado de funcionarios del gobierno a solicitarles que se reincorporaran a sus actividades, negándose todos por el claro riesgo de ser asesinados. Después de estos sangrientos sucesos donde es aplastada la oposición, se nombraría un nuevo congreso en un proceso amañado con diputados designados a dedo favorables al gobierno sumados al grupo de los conservadores fieles al dictador, obteniendo el numero necesario, es ratificado el mandato del presidente, cerrando la salida constitucional a la grave crisis, iniciándose un período de once años conocido como "el monagato" en el cual los hermanos Monagas se alternaron en el poder hasta que finalmente estalló la Guerra Federal, que duró 5 años y llevaría a los liberales al poder en 1864 después de morir el 10% de la población.
Cuando esta noticia llega a Río Tocuyo, los hombres participantes del movimiento liberal se ven nuevamente en la obligación de tomar diferentes rumbos para esconderse, las familias saldrían de este pueblo buscando un ambiente menos peligroso para sus hijos, algunos llegarían a pasarse al bando conservador favorable a sus negocios. Otros se irían hacia poblados lejanos donde no los conocieran y algunos se ocultarían en las montañas cercanas, iniciando una nueva historia signada por los hechos del Congreso.
El río Tocuyo
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