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martes, 8 de julio de 2014

Capitulo 17 La casa de los tres balcones.

Una balacera ruge por encima de las cabezas de los soldados ese fatídico día de junio, el comandante de la tropa, conocida como “Los Cívicos” les grita, busquen refugio, corren pasando por encima de los muertos, ¡Diríjanse al Cabildo! Están siendo atacados sorpresivamente por el General Enrique Díaz procedente de Barquisimeto al mando de un contingente de hombres a caballo que entran a la plaza con las banderas amarillas de los liberales ondeando al son de las trompetas, traen órdenes de acabar con el último bastión de los azules quienes habían tomado Carora comandados por el General Pilar Bracho en sustitución del fallecido General Fréitez. 
Dos meses antes, en abril de 1870, se habían enfrentado allí las tropas del General León Colina, lugarteniente de Guzmán Blanco el cual liderizaba la insurrección liberal, derrocados dos años antes por los azules, contra las del General Buenaventura Fréitez en representación del gobierno conservador, resultando muerto junto a 30 de sus hombres, conocida esta guerra de Abril por esto como brutal y sangrienta. “En este día, fueron sepultados en el Cementerio, sin permiso del Cura y Celador, como treinta hombres, cuyos nombres no pudieron saberse: y no se les hizo oficios de sepultura, porque no los llevaron a la Iglesia parroquial á causa de que todos murieron trágicamente en el combate de ayer”.
Sucede que ante la retirada de León Colina de la ciudad para continuar la campaña por el país, la todavía fuerte Revolución Azul, sumado a la ineptitud de los amarillos para mantener el control local, toman el poder nuevamente con el apoyo de Federico Carmona, entonces Jefe Departamental al mando de “Los Cívicos”, un selecto cuerpo de reserva integrado por jóvenes de la ciudad, estando así las cosas durante casi dos meses, en junio se le ordena al General Díaz retomar  la ciudad.
La situación para los azules ese día 19 junio de 1870 era muy crítica pues esperaban recibir refuerzos de un grupo de siquisiqueños dirigidos por los hermanos Mora, los cuales no llegarían debido a un error estratégico que cometerían al decidir separarse en Aregue, quedándose el General Pedro Mora para defender esta plaza, mientras su hermano continua camino hacia Carora a poner en aviso al General Bracho de la presencia de los hermanos Álvarez alzados contra los azules que vienen detrás de ellos y quienes también decidieron dividirse en dos contingentes, permaneciendo el General Antonio José Álvarez al mando de los que vencieron a los Generales Pedro Mora y Fernando Catarí al no lograr conseguir el apoyo de los locales de Aregue y Río Tocuyo pues estaban a favor de los amarillos, movimiento al cual pertenecían las indiadas encabezados por los caciques Castros.
Mientras tanto el General Froilán Álvarez sigue detrás del debilitado General José Mora lo que permitió derrotarlo en el camino, en dicho combate esta Bartola como tropera, a pesar de sentir un miedo que la hacía temblar descontroladamente, sin embargo logra sobreponerse, su formación de sanadora la ayudaría, tenía un deber que cumplir, aun a costa de su vida, si fuera necesario lo haría, contribuyendo con el decisivo triunfo de los liberales. Además de combatir como un soldado más, su principal labor consistía en atender a los heridos gracias a los conocimientos obtenidos de los libros custodiados desde la Inquisición y resguardados en las bibliotecas de las Iglesias, teniendo acceso debido a la amistad con el rebelde párroco Oropeza su mentor y apoyo espiritual desde la traumática experiencia vivida a orillas del río cuando fuera violada dos años atrás, igualmente con el cura de Río Tocuyo quienes le enseñaría latín y griego para que pudiera adentrarse en el mundo secreto del saber científico de la medicina, puestos en práctica en las innumerables guerras que le tocaron vivir en la ruta de Río Tocuyo, eje central de la historia del siglo XIX. 
Al entrar a Carora se encuentran con el contingente que viene llegando del General Enrique Díaz a quien se unen para rematar al General Pilar Bracho, muriendo ese día en el combate Salustiano Alcalá, Jefe Civil de Carora casado con Berdiana Riera Aguinagalde, familia con un tormentoso historial, cuyo tío Martín Aguinagalde gobernador de Lara fue asesinado a puñaladas en un controversial complot donde según rumores estaría un famoso sacerdote como autor intelectual y su otro tío, el padre Fray Idelfonso Aguinagalde expulsado de Carora por liberal, autor de la maldición lanzada a este pueblo y que por lo visto se cumpliría ese día.
Federico Carmona quien estaba atrincherado con sus tropas en la Casa de Gobierno resistiendo valientemente desde las alturas de los tres balcones que miran a la plaza permitiéndole un ángulo de tiro estratégico para defender el cabildo, fatídicamente es alcanzado por una bala de los liberales recién llegados, cayendo herido y no pudiendo evitar que los enemigos tomaran la plaza.
En las tropas de ocupación provenientes de Barquisimeto estaría el oficial Antonio Perozo, sería centro en la vida de Bartola, la tropera y sanadora quien también llega ese día allí, pero proveniente de Aregue, formando parte del destacamento de Froilán Álvarez, cruzando sus pasos con estos dos personajes; el joven militar guzmancista al cual conocería de vista en el campo de batalla y el herido quien se había marchado de su pueblo junto a sus padres varios años antes, muy vinculado a los Nieto, casado con una goda caroreña convirtiéndose en un próspero comerciante, cuya ambición lo llevaría a protagonizar una sucesión de eventos que marcarían el destino de los tres.
Recorre la plaza Bolívar buscando soldados heridos, sin importar si eran azules o liberales, entre los cuerpos divisa a uno que agoniza, se acerca cuando una mano suplicante se alza hasta ella y con voz trémula, apenas audible le pide ayuda, “no me deje morir sin una bendición”. Se arrodilla al lado del hombre agonizante, observa el negro agujero de una herida de bala en el pecho por donde fluye sangre incontenible, sorpresivamente lo reconoce, era uno de sus violadores, el padre de su hijo, instintivamente se aparta de él, pero una voz interior le dice que su deber cristiano, de misericordia, era darle consuelo en ese último momento de su vida, practicar la compasión divina, nuevamente se arrodilla a su lado y busca en la bolsa que llevaba donde cargaba sus hierbas medicinales, algunos instrumentos médicos y un espeso líquido con el que va marcando la cruz en la frente y en el pecho, era el aceite sagrado, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, dice mientras canaliza la energía divina a través de ella. “Invoco a la Divinidad, a tu Ángel Guardián, a la Madre María para que te tome en sus brazos". El moribundo ve que la Virgen de Chiquinquirá toma el lugar de la mujer, mientras esta se desvanece. 
El aceite utilizado por la Iglesia para realizar la unción a los enfermos y también la extremaunción a los moribundos generalmente era aceite de oliva, escaso y costoso, así que popularmente usaban otros como el de nardos, solo debía estar bendecido por un sacerdote en la misa de jueves santo, el cual sus amigos párrocos de Aregue y Río Tocuyo se lo suministraban clandestinamente por si lo necesitaba en la guerra. La tradición judía acepta que no es necesario orar dentro de una sinagoga, ni es imprescindible que un rabino dirija los rezos o que oficie en una boda o en un entierro, cualquier miembro familiarizado con la ley y capaz de realizar el ritual, puede hacerlo, lo que explicaba este proceder heredado de sus antepasados judíos sefarditas.
"Mediante esta santa unción te libre de tus pecados, te conceda la salvación, te cuide y conforte durante este trance a la vida eterna. Amén”. Bartola se queda callada, cuando el hombre en un último esfuerzo la toma por la mano, confesándole que él fue quien la mancilló y rogándole que lo perdonara para poder morir en paz. Ella contesta después de un breve instante, asciende tranquilo, ya lo hice, por eso te doy mi paz y yo me quedo en paz. Y se hizo un profundo silencio, ocurriendo una transformación en ella, un cambio de sentimientos, una liberación. La culpa del hombre y el odio de ella habían desaparecido, trasmutado. Finalmente ambos estaban en paz.
Se levanta del suelo, cuando le avisan que en la casa de la alcaldía conocida como la casa de los tres balcones habían unos heridos, se dirige allá apresuradamente, en la vía ve a los generales Enrique Díaz y Froilán Alvarez dándole instrucciones a un joven oficial, notando su gallardía, lo detalla brevemente, suficiente para marcar sus destinos, continua caminando y al entrar su sorpresa es grande cuando entre los heridos esta un hombre conocido quien yace en un charco de sangre en el suelo, un escalofrió recorre su espalda presagiando que aquella escena se repetiría en su vida, pasarían 20 años. Inmediatamente se agacha y se coloca de cuclillas para atenderlo, deteniendo la hemorragia comprimiendo la herida, El conocido recupera la conciencia, algo confuso cree estar viendo el bello cielo azul de su pueblo natal y una añoranza de Río Tocuyo se le viene encima, al enfocar mejor la vista se da cuenta que son los ojos de una mujer, reconociéndola pues compartían una parentela y un mismo pueblo natal. Ella le dice en voz baja “te estoy sacando una bala del hombro” a lo cual él responde “yo creía que solo sabias disparar y montar a caballo como un hombre” Ella sonríe discretamente y le ordena que mire fijamente el dije que cuelga de su cuello, una triqueta que usaba no solo para hipnotizar sino también por sus poderes curativos y de canalizar bendiciones. Federico entra en un estado alterado de conciencia y comienza a hablar como si estuviera en confesión, le comenta que nunca había estado de acuerdo con lo sucedido aquel día a orillas del río cuando soldados acantonados en Carora la habían deshonrado, debido a eso no les permitió entrar en “Los Cívicos”.
Bartola le contesta que eso ya había quedado atrás gracias a la Virgen de Chiquinquirá de Aregue, sus almas ya descansan en paz, en la plaza pude distinguirlos entre los muertos, a uno de ellos, aun vivo, alcance a darle la extremaunción, serán enterrados anónimamente.
El dice “Bartola yo soy un azul y sin embargo me salvas la vida” ella le aclara que la caridad cristiana no reparaba en ayudar incluso al enemigo, continua “tus parientes, sobretodo Gregorio Nieto, me pidieron que te protegiera, además mientras soñabas me confesaste que muy pronto regresaras a tus raíces liberales originales” Asombrado pregunta ¿Yo dije eso? Bartola le específica “Si, cuando te hipnotice” 
Ella se levanta, recoge sus implementos y le dice antes de despedirse: cuida esa herida, te coloque algunas hierbas medicinales para que sanes rápido. Con el correr del tiempo reiniciarían una amistad que perduraría hasta la muerte de Federico. 

Ruta seguida ese día 19 de junio de 1870 

 Casa de los tres balcones.

 Triqueta, puede ser usado como dije.


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