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jueves, 17 de julio de 2014

Capitulo 16 Historia del Cura Infiel.

Posterior a la violación, Bartola viviría los años más duros de su existencia, inesperadamente su madre Juana Bautista jugaría un papel fundamental, ayudándola a superar la traumática experiencia vivida a orillas del río Tocuyo, al conducirla hasta el pueblito de Aregue en cuya iglesia parroquial se hallaba el lienzo de la Virgen de Chiquinquirá, de rasgos mestizos por lo que era conocida como la Virgen India, siendo por esto muy devotos los indígenas locales.  
Tanto la iglesia como el lienzo tienen una historia que se pierde en el tiempo y se cruza con leyendas, se cuenta que una india de nombre Chiquinquirá encontró un tubo con este tapiz dentro, siendo trasladado a lo que sería el pueblo de Aregue, instalándola en una humilde capilla, coincidiendo con una vivencia de un español de la compañía Guipuzcoana el cual navegando rumbo a a Venezuela sorprendido por una tormenta, naufragando en alta mar, rogándole a la Virgen del Santo Rosario de quien era devoto que lo salve, apareciendo milagrosamente un tonel de madera al que se aferra logrando llegar a la playa, allí tiene una visión de la Virgen en un templo frecuentado por miles de devotos, interpretando esto como una solicitud de construirle tal edificación, se dedica a recorrer diferentes caminos, un día estando en Carora se tropieza con el cura de Aregue a quien le comenta la visión, ante la descripción es conducido a la capilla para que vea la imagen. El naufrago la reconoce como su salvadora, cumpliendo con su promesa, le otorga una gran suma de dinero al presbítero, que además de religioso tenía conocimientos de bellas artes y arquitectura, para realizar la obra, dirigiéndola personalmente, resultando una estructura más elaborada que la de Río Tocuyo, convertida hoy en basílica,  de su techo cuelga un pequeño barco de madera en recuerdo del milagro.  Bartola de 19 años y madre soltera con un hijo de 1 año, durante el gobierno de los azules, se residencia aquí, volcándose frenéticamente a estudiar en los libros bajo la administración del cura parroquial, empapándose además de las conspiraciones políticas comunes en esta región con fama de ser peligrosa, pues los enfrentamientos despertaban intensas pasiones en ellos.
Gracias a esto se transformaría en una guerrera con conocimientos en medicina, oportunidad obtenida por la devoción a la Virgen de Chiquinquirá de Aregue de sus parientes y madre, los indios Castro, que le permitieron conocer al párroco Domingo Vicente Oropeza Meléndez, un liberal nacido en 1832, el cual no pensaba ser cura, habiéndose casado en 1849 inesperadamente queda viudo con un hijo, como era la costumbre le pide matrimonio a su cuñada, pero ella que no sentía nada por él, lo rechazaría, ante el desplante, en un arrebato de despecho, se ordena sacerdote en 1859 convirtiéndose en el cura en propiedad de Aregue, como se denominaban en aquellos lejanos tiempos al comprar con sus fortunas el derecho de por vida de ejercer en la parroquia.
Acontece que siendo ya párroco, la cuñada cambia de opinión aceptándolo finalmente, conviviendo en concubinato, procreando varios hijos conocidos, aceptados por la comunidad quienes se hacían la vista gorda ante la situación, resulta que el sacerdote debido a su fogosidad le era infiel con otras mujeres, generándose un escándalo social al ser inadmisible tal conducta promiscua pues constituía un mal ejemplo para los hombres casados, siendo denunciado por las damas de la feligresía ante sus superiores, los cuales envían a un hermano superior quien lo interroga diplomáticamente simulando estar interesado en su comodidad, pensando así evitar el carácter belicoso conocido de este cura: “Padre, Ud. tiene quien le cocine? Quien le limpie la casa cural? Está bien atendido?” A lo que este personaje controversial ajeno a toda disciplina, dándose cuenta de las verdaderas intenciones de las preguntas, le dice: “Si su eminencia, me alimento tres veces al día, me asean la casa, lavan mi ropa diariamente, duermo muy bien todas las noches y follo tres veces por semana como Dios manda” ante tal respuesta, monseñor sale despavorido regresando a Barquisimeto recomendando a la curia no volver a importunarlo y como los Padres podían ser padres, el caso fue cerrado.
Este cura a pesar de su carácter poco benigno, nada tolerante con sus feligreses, como se esperaba de acuerdo a la investidura religiosa, sin embargo, los que llegaban a ser sus amigos contaban con su apoyo incondicional, lo que demostraría con Bartola a quien la instruye en los conocimientos no solo científicos sino también de historias sobre el cristianismos, sus mártires, en  poesía, literatura, escritos en latín y griego.
Se conoce que Domingo Vicente Oropeza ocuparía el cargo por más de 40 años hasta su muerte, aun lo era en 1898, convirtiéndose en cómplice de su pupila, para salvarle la vida al hijo de ella.
Bartola se mete de lleno en el hervidero de conspiraciones que existía en Aregue durante el gobierno de José Ruperto Monagas, donde las festividades religiosas realizadas en la Iglesia servían para camuflajear las reuniones políticas. Aquí se daban cita los líderes opositores dentro de los cuales estaban los Castros conocidos como devotos de la Virgen, familia de Juana Bautista Castro y de Bartola con los que finalmente se reconciliaría. Ella llegaría a ser patrona de las fiestas religiosas de este poblado al ser colaboradora del cura, estableciendo un lazo de amistad, cuya guía espiritual lograría superar el trauma de la concepción de su hijo.

Este corto periodo del gobierno de los Azules estuvo caracterizado por una gran inestabilidad política que favoreció el regreso de la causa liberal, estallaría otra guerra civil, una más de las tantas que devastaron al país en el siglo XIX, en cuyas tropas en 1870 llegaría Antonio Perozo, quien se convertiría en su marido, un joven militar, blanco puro que se destacaba del grupo por su altura, su complexión fornida con barba y bigote recortados delineando su rostro, no sospechaba el encuentro que tendría con su destino en la casa de los tres balcones. 


   

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