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lunes, 31 de marzo de 2014

La Divina Pastora y las Fridas Kahlo barquisimetanas.


Como es tradición en nuestra amada ciudad de los bellos crepúsculos desde hace 158 años todos los 14 de enero se efectúa la procesión de la Divina Pastora, una festividad mágico-religiosa que fusiona a una feligresía sin distingo de ningún tipo, en su transitar desde la iglesia del pueblito de Santa Rosa hacia Barquisimeto, trasladando su imagen fervorosamente en hombros. Mágica no en el sentido de lo relacionado con el ocultismo sino en la maravillosa e intensa atmosfera que le otorgó un palpitante brillo a todo lo circundante al evento, uno de las mas grandes realizados en el mundo y América, el cual los últimos años había sido desvirtuada al estar cubierta por un irreverentemente y opresivo manto rojo que mantenía encarcelado nuestro sentir.
Nutriéndome del magnetismo que irradiaba este vórtice humano tal como lo hiciera el protagonista de la película Avatar que al conectarse con el gigantesco árbol de las Almas logra renacer en un cuerpo nuevo, así mismo me encontraba retoñando espiritualmente sumergida en una cápsula del tiempo y el espacio cuando de repente a mi alrededor comienzan a surgir miles de coloridas Fridas Kahlo que me envuelven y cautivan por la armoniosa belleza que irradiaban con sus vestimentas unas de verdes, otras de rojos, mas allá una amarilla, luego una de violeta y así infinitamente.
De súbito una luz, cual relámpago del catatumbo que cruza rauda desgarrando las cavilaciones sostenidas en mi mente, me iluminan ayudándome a percatarme de la sumatoria de acontecimientos que nos llevaron a esta profunda sensación de paz pérdida desde hacia tiempo y recuperada ese día azul y blanco.
En ese instante, coincidencialmente o designios de la Divina Pastora (¿?), me tropiezo con una de las barquisimetanas que participará en un evento sin publicitar realizado en esta ciudad y el cual fue un preámbulo del fenómeno que se estaba gestando en las entrañas de la sociedad larense. Dicho acto fue un homenaje al papel de la mujer representada en la sufrida Frida Kahlo quien a pesar de ello, no se dejo apabullar y mantuvo como su lema el optimista “Viva la vida”, estaba casada con el famoso muralista mexicano Diego Rivera quien influenció en su forma de vestir inspirado en el arte indígena de los países latinoamericanos que junto a sus unidas gruesas cejas constituyeron su imagen característica por la que fuera reconocida mundialmente. Las obras de esta artista giran en torno al dolor experimentado por ella, iniciado con la poliomielitis, enfermedad que atacó a la población principalmente infantil de principios y mediados del siglo XX, padecida cuando ella contaba apenas 5 años de edad en 1.913, dejándola con una limitación motriz que menoscabaron su relación con otros niños llevándola a ser una adolescente solitaria, reflejado en varios de sus cuadros. A esto se sumaria un grave accidente acaecido en 1.925, tenía 18 años de edad, permaneciendo por largo tiempo en cama con un pronóstico sombrío causando el abandonó de su primer amor, fue intervenida quirúrgicamente en 32 oportunidades, período en que conoce al que sería su marido iniciando así el camino a la inmortalidad al superar todos los obstáculos devenidos. Su arte fue catalogado como surrealistas pero Frida afirmaba que no se inspiraba en sueños sino en su dura realidad, ella colocaría a la mujer en un lugar autóctono negado hasta entonces por la sociedad machista y resaltaría las tradiciones de nuestros pueblos de manera magistral en sus cuadros de un marcado estilo popular.
Estando meditando sobre el protagonismo de las Fridas barquisimetanas y de cómo al enfrentarse a los retos de estos turbulentos años han vencido la adversidad sin resentimientos hacia los otros, al igual que esta mujer lo hiciera, caigo en cuenta que la explicación de esta sensación de plenitud experimentada y compartida en comunión con los participantes de la procesión se debió a la despolitización observada, que nos permitió reencontrarnos con las tradicionales prácticas no solo marianas sino también con nuestras ancestrales raíces indígenas en el uso de vestimentas de variados colores, que al ser liberadas de sus rojas amarras saltaron alegre como un río represado por largo tiempo y que corrió desbordado a bañar el valle de las damas llenándolo nuevamente de multicolorida belleza, estimulado por el retorno de la libertad de expresión facilitada por nuestros actuales gobernantes locales en esta mágica peregrinación del 2.014, resultando en un afirmar: Que viva la Divina Pastora! Que viva la vida!   

 

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