La
población civil concurrimos en total desventaja a un macabro juego de poder de
un gobierno hipertrofiado que además de intentar someternos a través de la
violencia de sus grupos paramilitares, utilizan despiadadamente la censura para
coartar el papel fundamental de la libertad de expresión, nave donde viajan las
valiosas ideas del sentir democrático, antídoto para el tóxico proyecto
totalitario que nutre a la parasitaria élite de boliburgueses nacionales y
extranjeros que aspiran quedarse con nuestras riquezas.
Ante
esta situación recuerdo las inmortales frases lanzadas en el acto inaugural del
año académico en 1.936 celebrado en el Aula Magna de la Universidad de
Salamanca España durante la dictadura genocida del golpista militar Franco; asisten
en pleno las autoridades académicas, estudiantes e invitados especiales entre
los que se encontraba el oficialista general Millán representante del régimen acompañado
de un numeroso grupo de falangistas fanáticos uniformados con camisas azules su
color distintivo, los cuales escuchan al orador Miguel de Unamuno rector en
cuestión de la prestigiosa universidad, hasta ese momento seguidor del gobierno, quien parado en el podio daba su
discurso en el que expresaba su opinión de no estar de acuerdo con la
intolerancia y los fusilamientos de opositores, anunciando su separación de las
filas del gobierno por esta razón.
Sorprendido
por la rebelión del famoso filósofo, sucedería el siguiente dialogo:
El
militar Millán rodeado por sus focas, grita: ¡Muera la inteligencia!El civil Unamuno en solitario le responde cuatriboleadamente: “Este es el templo de la inteligencia y aquí soy su sumo sacerdote!. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta pero no convenceréis, porque para convencer hay que persuadir”.
En Venezuela al
controlar la tijera verde oliva de cadivi empleada monopólicamente para negar
el papel del bueno a la prensa escrita sin considerar el derecho que poseemos
los ciudadanos originarios de estas tierras de estar informados podrán vencernos
sin ningún mérito pero jamás convencernos y como consecuencia nuestra brava
sangre indígena heredada de Ayamanes, Jirajaras, Caribes, Gayones y otros, no
se doblegará hasta lograr nuevamente la libertad, justicia y equidad que
conquistamos el 24 de junio de 1.821.
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