Bartola entra en trance y ve a su madre, la
india Juana Bautista que se aleja sumergiéndose en una luz brillante donde se
encuentra un numeroso grupo de sus parientes que la esperan debajo de un árbol color
violeta, inmediatamente se da cuenta de lo que está pasando, le avisa su muerte. Súbitamente una fuerza inexplicable la arrastra por un pasaje que le permite ver
la historia de sus antepasados indígenas y finalmente comprender su misión.
Habiendo transcurrido 100 años
de fundado Río Tocuyo se conformaría un grupo, conocidos como los Castro, vivían entre Río
Tocuyo y Aregue, mescolanza de blancos y mestizos, adoptarían el nombre de los inmigrantes
españoles, la mayoría sefarditas, en el acontecer de la vida se mezclarían con ellos, iniciando una maraña de parentescos en que no se podía distinguir a los de sangre de los que no lo eran. Trabajaban unidos de manera solidaria, eran numerosos
y muy temidos por su valor, se hallaban militares de carrera, sacerdotes,
ganaderos, comerciantes, mestizos y caciques de tribus, considerándose una sola
familia, al que pertenecería la gayona madre de
Juana Bautista, abuela de Bartola, nacida a finales del siglo XVIII, cuyas
raíces se imbrican con la historia del descubrimiento y del mestizaje de la Colonia; la cual daría a luz a una hija en el convulsionado período de la Guerra de
Independencia, en el siglo XIX, iniciando el camino de esta historia cargada de
secretos. Esta hija, Juana Bautista viviría en la Venezuela de a caballo, de Simón Bolívar, de la Gran Colombia, del Indio Reyes Vargas e igualmente sería catalogada como indígena, quedando asentado en los libros de la Iglesia parroquial cuando bautizó a Bartola
en 1849.
Estos
nativos tenían una especial clasificación, estaban considerados superiores al
negro aunque inferiores al blanco, orgullosos de su sangre originaria de las
tierras americanas, incitándolos a ser puristas y excluyentes con aquellos
congéneres que no preservaban su cultura como lo eran los mestizos y con el extranjero
africano. Para los blancos, los mestizos eran
productos de relaciones prohibidas colocando en peligro su supremacía dentro de la sociedad al no ser de
raíces europeas puras, ser de sangre
manchada.
Ante esto, los mestizos recibían un trato discriminatorio proveniente de ambos grupos étnicos de donde derivaban; así que, dependiendo de sus rasgos, debían elegir entre ser indio o ser blanco, al escoger esta última clasificación siempre serían un blanco de segunda. Un ejemplo de esta época es la del famoso Indio Juan de los Reyes Vargas cuya vida cargada de conflictos debido a esta dualidad de sangre, constituye una ventana en la que podemos asomarnos para entender al difícil mundo de prejuicios característicos de la Colonia.
Ante esto, los mestizos recibían un trato discriminatorio proveniente de ambos grupos étnicos de donde derivaban; así que, dependiendo de sus rasgos, debían elegir entre ser indio o ser blanco, al escoger esta última clasificación siempre serían un blanco de segunda. Un ejemplo de esta época es la del famoso Indio Juan de los Reyes Vargas cuya vida cargada de conflictos debido a esta dualidad de sangre, constituye una ventana en la que podemos asomarnos para entender al difícil mundo de prejuicios característicos de la Colonia.
Este
héroe de la Independencia, nacido a finales del siglo
XVIII era descendiente de un español en una india de Espejo, caserío cercano a Río Tocuyo, correspondiente al Cantón
Carora que aún no era parroquia eclesiástica, guardando un paralelismo con
Bartola Castro, nieta de una india gayona, nacida simultáneamente con este
personaje, madre de Juana Bautista Castro quien como todos los mestizos sería
una nativa por el lado materno y por el
paterno, hija de blancos provenientes de los Santeliz Pinto, primeros
pobladores de Río Tocuyo.
El aspecto de Reyes Vargas era similar a la de los
habitantes autóctonos permitiéndole ser aceptado por ellos a pesar de ser hijo
de un blanco de nombre José Manuel Santeliz, nacido en las
islas Canaria, pariente de los Santeliz establecidos
aquí pues estos inmigrantes venían orientados por las cadenas migratorias de
sus familiares. La madre india de Reyes Vargas
se mudaría para Siquisique llevándose a su pequeño hijo donde crecería en el
hogar de un pardo siquisiqueño llamado Cecilio Vargas a quien se une, dándole
su apellido, además procrean otros hijos, originando tanto a Vargas de sangre
como adoptados.
La madre de Juana Bautista de rasgos indígenas, llevaba el
apellido Castro, con características similares de mezclar descendientes reales
con adoptivos e igualmente conduciría a su hija al hogar de los blancos,
los Nieto-Santeliz.
El español José Manuel Santeliz aunque no le dio su
apellido al indio Reyes Vargas, por estar casado, sin
embargo mantuvo una relación afectiva con su hijo, influenciándolo
en decisiones que marcarían el sendero seguido por la historia independentista
de nuestro país. Del mismo modo sucedió con la india madre de Juana
Bautista y su descendencia, quienes conocían el hecho de pertenecer a los Nieto
Santeliz, a pesar de no llevar su apellido eran reconocidas públicamente como miembros
de esta familia, criadas como tal e igualmente repercutieron en las posiciones políticas
asumidas por ellas.
Teniendo
el Indio Reyes Vargas vocación revolucionaria, muy común en esta región, se
incorpora en Siquisique en 1810 al ejército independentista, entre los
integrantes estaban el teniente Simón Bolívar de 27 años, el sargento José
Antonio Páez de 20 años, los caroreños José Olivero de 19 años y Pedro León
Torres de 22 años, otro indígena también oriundo de Río Tocuyo, José María
Camacaro, el quiboreño José Florencio Jiménez de 21 años, jóvenes inexpertos
comandados por el Marqués del Toro. Su objetivo militar era apoderarse de Coro para
acabar con el bastión Realista, acontece que debido a la novateria de las
tropas patriotas son derrotados y en la desordenada retirada, el Indio Reyes Vargas logra organizar la
huida a través de las accidentadas montañas de los alrededores que conocía
perfectamente, salvándolos de una masacre. Como
reconocimiento a su desempeño, el Marqués del Toro lo ascendió a Capitán de Milicias y Jefe
de la Guarnición de Siquisique, puesto de avanzada clave por su cercanía con
Coro, su misión era bloquearles el paso a los realistas a Carora
y Barquisimeto,
“Reyes Vargas era una especie de cacique temido y de influencia en la región y
lo prueba el hecho de haberle confiado el Marqués, la custodia de Siquisique”.
Quedándose acantonados en este poblado durante el resto del año, el Indio Reyes Vargas comienza a
desencantarse pues le otorgaban ascensos militares
a los oficiales
de menor jerarquía por el solo hecho de ser mantuanos, dejándolo de
lado por su sangre mestiza, manchada, menospreciado por los blancos. Por
otro lado dentro de su gente, los indígenas de la región, era un cacique respetado,
situación que utiliza
el sagaz
Andrés
Torrellas, cura doctrinero de los pueblos de San Miguel y Moroturo, además
militar y
amigo de los Santeliz, oriundo de España e identificado con la causa del rey. En
su condición de sacerdote local conocía muy bien el arrastre popular del Indio,
así que se propone conseguir
su apoyo, manipulando los resentimientos que envolvían al indio, lo convence de
pasarse a las filas españolas, logrando su deserción final, convirtiéndose
en una pieza clave para los realistas a partir de entonces.
Son claves en
esta decisión el padre y el tío de Reyes Vargas, quienes junto con el cura Torrellas, en
representación de la iglesia católica, le aseguran que su deber como
descendiente español era la de apoyar a Fernando VII.
Estando en Siquisique, pero esta vez del
lado español, le avisan del avance de Monteverde,
quien había salido de Coro un 10 de marzo de 1812, la llegada estaba calculada para el día 17 por la
duración del recorrido a caballo que era de 7 días. Ante este hecho, Reyes
Vargas decide tomar la delantera alzándose a la cabeza de 300 fusileros y 100
flecheros, todos indios bajo su mando, dos días antes del esperado arribo, capturando
sorpresivamente a los patriotas y proclamando a Fernando VII como única
autoridad. Cuando Monteverde llega con las tropas realistas, se consigue en la
entrada del pueblo a una multitud esperándolo para recibirlo con exclamaciones
de vivas, quema de pólvora y muestras de aprecio, todo preparado por Reyes
Vargas. Debido a la astuta maniobra política, el Indio es nombrado como “Capitán
urbano de los naturales” de Siquisique, concediéndole a esta localidad el
título de “Leal Villa”.
Reforzada
la expedición con los nativos locales, se inicia la
marcha hacia Carora pasando por Río Tocuyo, plaza que estaba también asegurada
por Reyes Vargas con 180 hombres de la zona, incluido los familiares
de Juana Bautista, al llegar aquí conoce un posible apoyo de Barquisimeto a
Carora, por lo que Monteverde inicia la contramarcha. Al enterarse Reyes Vargas en
Siquisique, parte a galope junto a su padre, su tío y el coreano León Cordero, alcanzándolo
en el camino de retirada “le instaron con vigor" para que regresará,
asegurándole que el comandante de la ciudad no se movilizaría por estar enfermo,
información con la que contaba por tener espías dentro de las filas patriotas, además
le garantizó tener neutralizado a los guardias en Carora por sus seguidores
mestizos, quienes abrirían las puertas del cuartel. Gracias a esto logran convencerlo
para que se devuelva, cambiando los acontecimientos de la guerra de independencia,
protagonizados en un paraje cercano a Río Tocuyo, tal vez Parapara.
Así un 23 de marzo de 1812 junto a las fuerzas realistas, entraría a Carora el
cura Andrés Torrellas montado a caballo con la sotana amarrada en la cintura dejando ver sus pantalones de hombre valeroso, su máuser
colgado al hombro, trotaba imponente junto al orgulloso Indio Reyes
Vargas, ambos eran invencibles, no había nada que hacer, la derrota de los
patriotas fue rápida y sangrienta. Se cuenta que el cura, mientras con una mano
perdonaba a los condenados en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
con la otra los ajusticiaba. De aquí se dirigieron a Barquisimeto que
estaba en ruinas debido al terremoto recién ocurrido, favoreciéndolos para
apoderarse de la ciudad, quedando expedita la caída de la Primera República, Francisco de Miranda
capitularía ante Monteverde el 25 de julio de ese año.
El
Indio Reyes Vargas es nombrado gobernador
de la "Villa de Siquisique", reconocidos sus méritos, condecorado por
orden del rey Fernando VII, los españoles eran habilidosos en relaciones
públicas, sabían de las debilidades del indio ante la lisonja, lo que tuvieron
en cuenta para mantener su fidelidad.
Durante los más de ocho años que actuó bajo la bandera de la monarquía, se
convirtió en un enemigo terrible por su gran destreza en los combates.
A
sabiendas de que la actuación del Indio Guerrillero era un fuerte obstáculo, Simón Bolívar estando en Trujillo en 1820 con motivo de un
armisticio, comisionaría personalmente a Francisco Fonseca con la misión de atraerlo
nuevamente a la causa libertadora valiéndose de sus hermanas, las Santeliz residenciadas en Río Tocuyo, quienes lograrían convencerlo.
Esta es la versión oficial para explicar una decisión tan importante tomada por
el Indio, algunos historiadores creen que hubo una entrevista, no
confirmada, entre el Libertador y Reyes Vargas. Las circunstancias así lo apuntan:
Bolívar tenía experiencia en el trato con las clases sociales populares como lo
señala el hecho de tener a su lado al Indio Camacaro, su acompañante en la
gesta independizadora por América, por esto no es de extrañar que la forma de ganárselo
sería ir a su encuentro. Por otro lado la fama que detentaba este Indio por su
valor sumado a los altos reconocimientos recibidos de los españoles, no le
permitiría aceptar menos que un dialogo personal con el Libertador.
Este pudo realizarse en un punto cercano a Río Tocuyo, territorio
bajo el dominio del Indio y su gente, garantizando la seguridad de ambos, también
controlado por los indígenas locales cuando otra secreta entrevista se realizaría 78
años después entre dos personajes, Bartola y Cipriano Castro, allí igualmente se
llegaría a otro acuerdo, cambiando el devenir político del país del siglo XIX.
Cuando Juan de los Reyes Vargas regresa a las filas patriotas, no era un
inexperto y vulgar guerrillero, era un soldado experimentado a quien seguían los habitantes del territorio occidental, extendiéndose
su influencia desde Trujillo hasta Coro, admitido con el mismo
grado de Coronel, reconocido por el Libertador, estando bajo su mando directo
además del privilegio de acceso franco a su despacho, molestando con esto
a varios de sus altos oficiales. Satisfecho se trae a los indígenas y al
cura Torrellas, quienes participarían en la
reconquista de Coro, por lo cual Bolívar lo nombra comandante militar de Carora,
permaneciendo poco tiempo pues un suceso comenzaba a gestarse.
A principios de 1822, Reyes Vargas junto al Comandante
caroreño Lorenzo Álvarez y al Coronel José Reyes González, apodado “el cojo” por haber perdido un pie en una de las tantas guerras,
combaten en desventaja en Baragua con apenas 800 hombres contra el realista Lorenzo
Morillo, quien al enterarse del triunfo de los patriotas en Carabobo se retira a Siquisique, donde pide salir del país por el puerto de Maracaibo, sería
el último encuentro por la independencia en estos territorios.
En este contexto llegaría al mundo la mestiza Juana
Bautista, miembro de los Castro e
igualmente descendiente de la rama Nieto García nietos de los Santeliz Pinto, conocería
las historias de los bisabuelos españoles Francisco García y de Andrés de
Sopena y Santelices, la de su antepasada francesa María Pinto de Cárdenas, sus
apasionantes vidas se las narraría a su hija Bartola, leona de dos mundos, al
igual que el Indio Reyes Vargas viviría intensamente la política junto al
general Federico Carmona, quienes serian silenciados por las mismas razones que al mestizo Reyes Vargas.
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