—Comandante Antonio,
lo mandan a buscar de su casa, la señora Bartola está dando a luz! — Indica
un soldado parado firmemente en la puerta.
Era un nublado 27
de diciembre, apenas habían transcurrido seis meses del casamiento, estando Bartola embarazada de
casi tres meses, era delgada por lo que su
vientre había pasado desapercibido.
Antonio, un hijo
natural pero era un descendiente blanco puro, lo cual subsanaba este
inconveniente. Además conjugaba el poder político y militar triunfador de ese
tiempo.
—Padre, Bartola está embarazada y necesitamos casarnos
rápido antes de que se note. — Le participaría Antonio al cura parroquial
cuando fueron a pedir fecha para casarse.
Ante esta firme solicitud
de aquel hombre llevando su uniforme militar, Juan Nepomuceno Rivero accede
y acortaría los trámites del matrimonio realizándolo en apenas 10 días, contribuyendo
así con el disimulo.
Esta boda sería una de las más celebres ocurridas en el poblado posterior a la guerra, rememoraban el de María Pinto de Cárdenas debido a que destacados personajes del pueblo, tales como Francisco Brizuela representante de la familia Santéliz Nieto la llevara al altar, de que la Señora Francisca Olivero emparentada con el General Federico Carmona Olivero, fuera la madrina, un reconocimiento implícito de pertenencia a estas familias privilegiadas.
El Cura en su despacho
extrae el libro parroquial de su escritorio pasándole una mano como una caricia
sobre su superficie, cuantos recuerdos se volcaban en su memoria, lo abre y busca
el documento de bautizo de Bartola redactado hacía 22 años atrás, lo lee y se sonroja
al ver lo despectivo
del escrito, entonces decide enmendar el menosprecio reflejado allí.
Procede a extraer la
pluma del tintero dispuesto a escribir el registro parroquial del recién realizado
matrimonio esmerándose en plasmar el cumplimiento de todos los requisitos
exigidos y evitar suspicacias que pudieran mancillar el honor de la pareja, por
eso obvia el hecho del manchado origen de la novia, muy diferente a lo mostrado
en el documento de su nacimiento en el cual había dejado plasmado ser “hija
natural de Juana Bautista Castro indígena de este pueblo”, escrito sin recato
alguno ni caridad, pero ahora las circunstancias sociales habían cambiado.
Estas explicitas anotaciones estaban reservadas para la
alta clase social para conservar su prestigio, en ellos debía quedar
especificado el cumplimiento de la norma establecida por el Santo Concilio de
Trento y el Ritual Romano, de tratarse de un acto legítimo.
El sacerdote observa complacido la esmerada caligrafía,
la impecable redacción del acta del matrimonio que sellaba la entrada de Bartola
a la clase mantuana imperante en ese momento. Pero existe un detalle contradictorio en este documento y son los
intervalos para las misas de proclama cuyos lapsos establecidos lucen cortos,
denotando la activa participación en el encubrimiento del cura, un tributo al poderío
militar detentado.
“En la Iglesia
parroquial de Río Tocuyo a diez de junio de mil ochocientos setentidos, yo el
cura rector en propiedad habiendo procedido al examen en la doctrina
christiana, exploración de voluntades i
las tres proclamas que en tres días
festivos, que fueron el treinta de mayo, dos i nueve del corriente intermisa
según solenmnia ordena el Santo Concilio de Trento i no habiendo resultado
impedimento al mismo presencie el matrimonio que por palabras de presentes
contrajeron in facie eclecsia según dispone el R.R Antonio de Jesús Perozo hijo
de Ma Gregoria Perozo i Ma Bartola Castro hija de Juana Bautista Castro de esta
feligresía: en el mismo día recibieron las bendiciones nupciales, se confesaron
i comulgaron en la misa siendo testigos Francisco Brizuela i Francisca Olivero,
lo que certifico Prv Juan Nepo Rivero”.
Sin embargo todo
este esfuerzo se podía ver perturbado por el nacimiento prematuro del hijo, por
lo que no podía despertar suspicacias, ni colocar en entredicho la reputación
de mujer honesta. Gracias a su nuevo estatus tenía el derecho a la doble moral,
por lo cual el cura parroquial, quien evidentemente conocía el
oculto embarazo, contribuiría
con las apresuradas misas de proclamas, incluso la tercera se realizaría el día anterior a la boda, acorta los lapsos para anticipar el
matrimonio pero además haría otra jugarreta en un nuevo documento parroquial de
aquella pareja. Ya existía una
amistad entre ellos y Bartola se había convertido en un personaje importante con quien se
debía contar.
Ella escogería para la niña de primer nombre el de ella,
María y el segundo de
Agustina, encerrando un significado que era el remordimiento
sentido por el placer carnal o lujuria experimentado en su concepción ocurrida a orilla del río Tocuyo,
hecho que la atormentaba por ser calificado como un pecado capital. Le
ruega a San Agustín su intermediación para ser perdonada.
Al ser conocedora del libro Confesiones, el
manual más leído de la vida espiritual de todos los tiempos, donde se narraba la
etapa en la cual este santo se había dejado arrastrar por la pasión sexual
hacia una mujer con quien procrearía un hijo, al encontrar la fe se convertiría
al cristianismo bautizándose, superando lo que se consideraba hedonismo o
disfrute del acto sexual juzgado como inmoral. Bartola se ve reflejada en las
mismas debilidades del Santo y le coloca su nombre para obtener una indulgencia a su pecado.
Pocos meses después, en los inicio de 1873 estando con
los preparativos del bautizo de su primogénita, Antonio
es enviado a sofocar una nueva revuelta que había estallado por la segunda selección
de Aquilino Juárez como Presidente del
Estado Lara, situación que no admitía el General Eusebio Díaz, debido
a la eterna pugna existente entre ellos y cuyo orgullo no le permitía acatar este
nuevo mandato.
—Bartola tengo que salir inmediatamente a Barquisimeto,
los pobladores de Siquisique se alzaron en armas comandados por el General
Fernando Adames y se dirigieron a tomar la
ciudad.
—Se encontraran allá con el General Eusebio Díaz quien salió desde Duaca
junto a un numeroso grupo de lugareños para deponer del cargo al General
Aquilino Juárez.
—Este enfrentamiento entre ellos dos no tiene
fin.
Al entrar Antonio con las tropas en la ciudad nota el
caos existente, soldados heridos desparramados por las calles, personas huyendo
despavoridas, Adames y Eusebio Díaz habían obtenido una victoria rápida, sin poder
evitarlo Aquilino Juárez quien había sido apresado, lo que generaría una situación
muy delicada para el Presidente Guzmán, pues los
tres hombres eran poderosos lideres liberales.
Los hombres llegados de Carora logran reagrupar a los
soldados e impone el orden en la ciudad.
—Llego una orden de Caracas. El Presidente
decretó la residencia forzosa del
General Adames en la capital. —Le informa el General Juan Bautista
Salazar a su amigo, Antonio.
—Se deben respetar
las distinciones a su rango. — Aclara el General
mientras galopa a su lado.
Adames se había convertido en un militar poco
confiable y ese alzamiento lo convertía en peligroso para el naciente gobierno
liberal debido a su gran arrastre popular. Pero aquel
decreto de ciudad por cárcel arrastraría el odio hacia el Presidente Guzmán de otro
militar inconforme, se trataba de León Colina, debido a que Fernando Adames era su amigo incondicional. Tiempo
después ambos se unirían para iniciar una conspiración para derrocar al gobierno
que arrastraría hacia una tragedia a Antonio y Bartola.
Después de
resuelto el conflicto, Antonio deja la ciudad y galopa velozmente por el
polvoriento camino, viene para el bautizo de su primogénita pautado
para el 13 de abril, lo angustia el hecho de no llegar
a tiempo a Río Tocuyo. Habían logrado la paz mediante un acuerdo
entre los dos adversarios, permitiéndoles regresar a su casa, deteniéndose
apenas para abrevar al caballo. Al llegar a la Iglesia distingue a Bartola parada
al lado del cura Juan Nepomuceno bordeando la pila bautismal, al verlo ella le
hace una seña para que se acomode a su lado, al pasar saluda a los padrinos Francisco
Brizuela y Juana Paula Nieto quienes están con la niña en brazos vistiendo un
largo faldellín blanco como era costumbre en estos actos.
En la solariega casa de la madrina se realizaría el festejo, el primero
presidido por ellos como pareja, brillando el buen gusto y la moda de la época,
disfrutando finalmente de la vida cotidiana, una pausa entre guerras. Bartola
seguía apegada a Juana Paula y su entorno social, mayoritariamente los
asistentes al agasajo.
En esta época era
costumbre por parte de los hijos ilegítimos escoger de padrinos al padre
biológico y así establecer un vínculo de parentesco entre ellos que era
imposible por otras vías ya que el reconocimiento legal de estos hijos no
existía. Este acto religioso establecía un lazo de tanto peso como el
consanguíneo, explicado por la preponderancia de la institución católica en la
sociedad y así se los hacía saber el
cura cuando en la ceremonia les advertía a los padrinos que este parentesco
espiritual conllevaba obligaciones, que era un compromiso sagrado, quedando
esto certificado, sellado por la poderosa Iglesia Católica en dichos registro. Así,
Francisco Brizuela pasaría a ser un padre para Bartola al ser su padrino de
bodas y un abuelo para sus hijos al ser el padrino de bautizo de varios de ellos. De igual manera sucedería con Juana Paula, sería una abuela para sus
hijos.
Esto le producía una gran satisfacción a la recién casada, finalmente era
oficialmente una miembro de la familia Nieto Santéliz, la misma sensación
sentía al notar como el cura rector al bautizar a su hija María Agustina con 3
meses de edad, se había interesado en no llamar la atención en el registro
parroquial sobre el año de nacimiento de la niña al no hacer la aclaratoria de
que había ocurrido el 27 de diciembre del año anterior, especificado en estos
registros con las iníciales pp, que significaban próximo pasado, como dato
curioso no se coloca en este documento, por lo que al leerlo no se evidenciaba el
lapso transcurrido desde el matrimonio y el nacimiento, encubriendo que se había
casado embarazada. Una sutil falta que resulta contradictorio en unos registros
que habían subido de categoría al ser minuciosos.
—Hija al estar casada con un militar con acceso a las prebendas del gobierno serás
valorada, tus estigmas borrados, otorgándote el derecho de ingresar a esta sociedad y
sus disimulos. No permitas que esto te cambie. — Le dice Juana
Bautista tomándole una mano.
Como mujer casada, se iniciaría en la actividad comercial conduciéndola
por senderos inesperados, sería madre nuevamente, su hijo mayor Gregorio quien
prácticamente lo había criado Juana Bautista, se vendría a vivir con ellos ya
que Antonio le había manifestado su deseo de que el niño también se integrara en
este hogar.
—Bartola, es hora de traer
a Gregorio a nuestro hogar, que sea un miembro más de la familia. —Le
expresaría Antonio tomándola por la cintura.
—Sé que será duro para
Juana Bautista pero es lo mejor para el niño
Antonio y Bartola se residenciarían en
Parapara cercano a Río Tocuyo, caserío
en el que predominaban los Salazar emparentados con los Santéliz, quienes los
asesorarían en la cría de chivo para la producción
de cueros que dejaba grandes ganancias pues se vendía hacia los mercados
extranjeros a precio de oro, existiendo casas comerciales especializadas en la exportación de pieles y plumas para la elaboración de
almohadas y artículos como calzados, carteras, sillas, etc. También elaboraban
cocuy, un aguardiente extraído de una planta que crece en forma silvestre en
esta zona y era comercializado de tal manera que llegaría a ser exportado a Curazao y el
resto de las Antillas Neerlandesas.
Estos productos se trasladaban por los zigzagueantes caminos
semejantes a largas cicatrices abiertas a pico por sudorosos hombres dispuestos a dejar su vida sobre la áspera
tierra, veredas conocidas por diferentes nombres de acuerdo a la mercancía
transportada, el más común era camino real, el cual Bartola llegaría a conocer
profundamente. En estos recorridos resaltaban los 8 templos católicos formando
un circuito místico de tolerancia y perdón,
donde depositaria cada una de sus 8 rosas, los secretos de su vida, cuyo significado
se descifraría tiempo después.
Seguía pintando en su tiempo libre, era una artista nata lo cual había
sido descubierto por su madrina, la hermana de Juan Nepomuceno, abriéndole las
puertas a la expresión artística, pero en un futuro le ocasionaría un conflicto
político y en secreto la pintaría un sello místico a su cuarto hijo, sería su
última rosa.
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