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viernes, 14 de octubre de 2016

Capitulo 43 Los huevos de la pata.

La llegada de una carta a El Toronal cambiaría la vida de María Adelina radicalmente, cuyo embarazo le estaba causando hinchazón en los tobillos y le daba mucho calor, decide caminar por el fresco corredor trasero donde se ubica el área de trabajo de las mujeres en las labores domestica, a medida que se acerca ve a su cuñada Julianita a través del ventanal, se encontraba de visita con sus dos hijas mayores, Tomasa y Angélica, está hablando algo molesta con una desconocida, la cual le pasa una carta nerviosamente. Julianita abre la carta y la lee, descubre que era de parte de la amante del abuelo Pancho, María quien también estaba embarazada, casi con la misma fecha de su cuñada y le requería un dinero para el parto que se estaba acercando. Al enterarse del motivo de la correspondencia, Julianita la rompe y la arroja por encima del pretil del corredor hacia el patio trasero. La abuela le extraña esta actitud de Julianita, se retira cautelosamente llamando a las dos sobrinas para solicitarles que la ayuden a buscar unos supuestos huevos de los patos, que acababa de poner el ave, les dice que coincidencialmente el nido estaba ubicado en el patio trasero. Al acercarse al lugar donde estaban los fragmentos de papel, les pide que se lo recojan, pues por su avanzado embarazo no puede agacharse y les agradece el favor. Tomasa y Angélica sin saber lo que hacían, pues no estaban al tanto de lo que pasaba, común en esta época del secretismo, sin preguntar se los reúnen y los entregan. María Adelina entra a la casa, rehace la carta y logra leerla. Nadie imaginaba lo que estaba por suceder.
Ella espera la llegada del abuelo, pasando con él a la Sala, cerrando la puerta tras de sí, hecho que lo pone sobre aviso, le reclama airadamente, siempre había tenido sospechas de su infidelidad pero había sido negado reiterativamente, ante el descaro de él, procede a mostrarle la carta. Toma, lee, le dice, el se niega a hacerlo, entonces ella se la lee y saca la pistola que siempre tenía en un bolsillo escondido, amenazándolo de matarlo si no confiesa, el estoicamente mantiene su inocencia, ante lo cual ella le dispara varias veces al aire, el abuelo permanece en silencio ante la evidencia mostrada, entonces la abuela decide irse a casa de sus padres en Barquisimeto.       
En el pueblito de Santa Rosa da a luz a su quinta hija, allí vivían ellos y era donde se había casado, Pancho viene al nacimiento de la niña dándose cuenta del cambio de ella, quien le dice que se quedara una temporada, sin imaginar cuan larga sería la estancia, la acompañan sus hijas Roselia, Ana, y las morochas de 2 años. La mayor estaba interna en el colegio de Siquisique.
Al año siguiente en 1923 María de Lourdes es retirada del colegio de Siquisique para traerla a Barquisimeto pues María Adelina le había notificado a su marido que se quedaría a vivir en la ciudad con o sin él. Pancho permanece una temporada con ella tratando de convencerla de regresar a El Toronal alegando que esa era su fuente de ingresos, su trabajo, lo que sabía hacer y le gustaba. Ocultándole el ritual que su madre Bartola le había hecho para atarlo al lugar, su otra poderosa razón.
La madre le alega que en la ciudad las niñas tendrán mejores oportunidades de estudio, así que las dos hijas mayores, Lourdes y su hermana Roselia, son internadas en el colegio para niñas de la Inmaculada Concepción. En la hacienda habían recibido cierto grado de instrucción con una maestra particular.
Parte de las actividades favoritas de los barquisimetanos era tomarse fotografías, gracias a ellas podemos asomarnos al maravilloso mundo social de la primera mitad del siglo XX época en que sencillos acontecimientos eran una fiesta, no solo las mujeres se arreglaban para fotografiarse sino también los hombres.
A sabienda que su mujer le agradaba la vida social, tratando de complacerla, va al estudio fotográfico, sus suegros que están de su parte y deseando que se reconciliaran pues palpan la tristeza de su hija, lo aconsejan que participe, ese día se realizan varias fotografías, una de estas es con las dos niñas mayores que se irán al internado, Lourdes de 9 años y Roselia de 7 años, Pancho elegantemente trajeado para atraerla, hasta peinado moderno con bucle.
Sus suegros fueron los de la iniciativa de ir a tomarse la fotografía para la sala de la casa, le dicen a Pancho que aproveche y le proponga a su esposa hacer ellos igual. Es en esta misma fecha que los 4 se toman las que están enmarcadas en los portarretratos en forma de medallones, estaba la bisabuela Adelina viva, con el bisabuelo Teodoro canoso pero aun lozano y la abuela María Adelina algo demacrada con el abuelo Pancho, todavía sin canas, igual a la foto con dos hijas mayores, muy arreglado con paltó, corbata, leontina y botines.
Estas eran realizadas en los estudios fotográficos de la época entre los que destacaba el de Amabilis Cordero, quien aprende el oficio alrededor del año 1920, de la mano del maestro Jesús González, en 1926 era ya un conocido fotógrafo, instalado en un modesto estudio del centro de Barquisimeto, en la esquina de la carrera 19 con calle 31, donde después funcionó el cine Florida. Esta calle era muy concurrida permitiendo el contacto masivo con este estudio. Además el hecho de que Amabilis Cordero era de Duaca y que también incursionará en el cine con su  documental “Los milagros de La Divina Pastora” su primera película, que fue un éxito gracias a lo cual los barquisimetanos se aficionan a la fotografía y al cine, notándose el incremento del volumen de registros gráficos a partir de estos años. Barquisimeto será una de las ciudades de Venezuela con más cine del país.  
Estando ambos matrimonios en el estudio, Pancho invita a su esposa a fotografiarse, lo hace delante de sus suegros quienes están en el complot, ella alega no estar vestida adecuadamente. Como dato curioso ambas mujeres, madre e hija usan el mismo collar, por lo que se puede deducir que Adelina Meléndez se lo prestó a su hija para la foto, indudablemente imprevista. No es difícil imaginarse la siguiente conversación: hija no hay problema quítese esa cinta que usa ud, póngase mi collar que le queda mejor y así uds también tendrán su foto para la sala de su casa; ella debe haber exclamado una leve protesta: Mamá ud si es!, accediendo finalmente. Era un mensaje subliminal de la permanencia del matrimonio.      
De estos tiempos mi mama Elena guarda el recuerdo de la Iglesia de Santa Rosa que estaba frente a la casa cruzando la calle y a la cual visitaban frecuentemente, de los abuelos que las querían mucho y les gustaba verlas jugando juntas. Un día llega otra carta, pero esta vez viene dirigida a María Adelina ….  









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