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sábado, 29 de julio de 2023

Roz Mystírio Capítulo XII La Propaganda

 


Transcurría el año de 1885 cuando Bartola, sentada en una silla de cuero de chivo en la entrada de su casa una calurosa tarde de verano, amparándose bajo el agradable frescor de la sombra de los árboles, medita sobre un inexplicable desasosiego que la embarga, que no lograba entender o mejor dicho que había bloqueado en su mente para no traicionar las promesas hechas a su marido, se recriminaba sentir que no hacía nada, solo labores hogareñas y que estaba perdiendo su vida, en eso es sorprendida por Antonio quien al verla pensativa le recoge unas flores del campo estregándoselas amorosamente buscando animarla, comprendía lo que le pasaba, repentinamente escuchan acercarse un galopar de caballo distinguiendo a su pariente Federico, lejos estaban de imaginar la propuesta que les plantearía ese día y cuanto cambiaría sus vidas al darle un nuevo objetivo.

Luego de bajarse y saludar a Antonio quien lo ayuda a amarrar el caballo, se acerca a la mujer besándole la mano mientras le pregunta por los niños, seguidamente se acomoda en una silla que le traen, refrescándose el rostro con el sencillo sombrero, inicia la conversación del  motivo de su visita.

—Sé que Gregorio les comunicó que he sido invitado a formar parte de La Propaganda y conocen de los conflictos que se originaron por esto. — El visitante hace una pausa mientras le sirven un café.

 

Estamos al tanto pariente de eso y que su admisión se debe a su habilidad para recoger fondos gracias a sus  contactos en las altas esferas sociales y militares en Barquisimeto. —Le responde Antonio.

—Antonio, conoces a León Colina que ahora comanda a una camarilla de godos en Carora conocidos como los Chuaos, por lo que mi participación en este movimiento político me coloca en su contra y de este grupo también ya que Bracho es amigo incondicional de ellos. —Acota tomándose el café recién traído.

—Además hay un hombre peligroso recién llegado a Carora, que se está relacionando hábilmente con ellos donde están varios enemigos míos, lo cual no me inspira confianza. —  Se pone de pie y se acerca a la mesa para colocar la taza.

Habiendo ocurrido una de las tantas reuniones de carácter social efectuadas en Carora, Federico conocería a Ángel Montañez quien estaba conversando animadamente con Bracho, León Colina, Froilán Álvarez, Graciano Riera Aguinagalde y el General Urrieta. Al acercarse  para saludar al grupo este hombre quedaría por debajo de la alta figura del recio militar por ser más bajo de estatura, lo que no toleraba debido al complejo de su pequeño tamaño, rehuyendo su mirada procede a retirarse rápidamente de su lado, despidiéndose cortésmente. Aquel elegante caballero representaba todo lo que él siempre había envidiado ser: alto, elegante, popular entre todas las clases sociales, culto, con un don de gente que le era natural, amalgama de cualidades que le hacían sentir un malestar indescriptible, que lo corroe, que lo asfixia. A partir de ese momento concibe conquistar la ciudad y el poder local para lo cual se movería rápidamente, proponiéndose desplazar a Federico, ocupar su puesto en la sociedad caroreña, era perversamente hábil y manipulador.

Federico luego de realizar una breve caminata por el corredor, escucha con atención los comentarios de Antonio:

—Estuve en Carora presentando las novedades al comandante y allí me entere de la muerte de Juan Agustín Pérez y de la asociación comercial de Ángel Montañez con su hijo.

Es evidente que dicha sociedad le permitió enterarse de los conflictos generados por tu ingreso a La Propaganda, lo que utiliza para acercarse a los godos caroreños, a los que incita, es un hombre en el cual no se puede confiar, peligroso.  — Concluye el anfitrión.

—Si Antonio, es cierto eso, pero lo peor es que  La Propaganda le fue encargada a Graciano Riera Aguinagalde, liberal sin duda, pero sospecho que está bajo la influencia de Montañez.

—Ahora que Juan Agustín está muerto, cerrando el conflicto existente con el Clan Castro, con quienes aclare la situación existente gracias a Bartola, puedo solicitarles su apoyo y a eso vine. — Dice el visitante observando a la pareja.

Procederé con un secreto plan que consiste en trasladar a Parapara el dinero recabado por La Propaganda para luego destinarlo a comprar armas clandestinamente y equipar a los carmoneros, conformando un polo de poder que equilibre el panorama político.

En el acogedor corredor se hace un silencio mientras los tres tienen el mismo pensamiento, sabían que la persona capaz de realizar esta misión además de tener valor y pasar desapercibida, debía poseer otras cualidades imprescindibles como discreción extrema, contactos con expertos en contrabando ilegal entre Coro y Curazao, por lo que Bartola resultaba ideal para ello. Entonces el rubio y alto hombre vestido como campesino continúa hablando:

—Voy a ser franco, debido a que Silveiro y tú viajan frecuentemente por esta ruta, pueden aparentar estar comprando mercancías para sus negocios y por eso no despertaran sospecha.

—Tu marido debe quedar fuera de esto, pues su participación sería muy destacada y llamaría la atención, sobretodo de León Colina que se pondría en alerta.  

—Antonio, te aseguro que Bartola no correrá peligro, además del clan de los Castro que la acompañaran, hemos hecho contactos con otras personas para su protección, quienes además le darán entrenamiento secretamente.

Antonio sospecha de lo que Federico hablaba pues en el comando de Carora se comentaba secretamente la participación de algunos militares de alto rango en una logia local, incluso Guzmán Blanco quien se sabía había fundado un templo en Caracas. Intuye que se refería a que ella sería iniciada en la masonería permitiéndole entrar en contacto con grupos clandestinos muy poderosos, pero decide callar ante la duda de la reacción de ella.

Estoy consciente de lo peligroso que es lo que les solicito, por eso lo dejo a su consideración.

Bartola quien está concentrada escuchando las explicaciones de Federico se percata de la sencilla vestimenta del hombre y de la ausencia del nombre de Gregorio, entonces pregunta extrañada:

—Qué misión tendrá Gregorio?  

El solo estará a cargo del reclutamiento de la tropa, su matrimonio con mi sobrina que es de sangre mestiza, le permite tener la confianza de los indígenas de los alrededores para esta labor. —Le aclara Federico bajando el tono de voz, casi un susurro.

—Por los momentos no debe enterarse de lo aquí conversado ni de las armas, será un secreto solo compartido entre nosotros, nadie más. —Puntualiza el interlocutor mirando fugazmente a la mujer.

Bartola y Antonio intuyen que hay algo más y recuerdan el escándalo de la participación de  Gregorio en el golpe contra Bracho realizado en Carora. Lo que no sabían que eso motivo que Aquilino Juárez se negara a responsabilizar al volátil Gregorio de aquella delicada misión al no consultar con Barquisimeto antes de actuar.

El asunto era que Gregorio había salido de Río Tocuyo con un contingente de hombres sumándose a los caroreños quienes simulando que iban a buscar una imprenta, para no levantar sospecha de sus verdaderas intenciones, se reunieron en un camino donde “coincidencialmente” estaba ubicada la casa del Jefe Civil Bracho, logrando sorprenderlo, haciéndolo prisionero en su misma residencia y destituyéndolo del cargo, lo cual originó enérgicas medidas represivas de la gobernación, sin embargo los alzados no acataron las ordenes, eran demasiado poderosos como para someterlos. Esta acción despertó equivocadamente las sospechas de las autoridades de Barquisimeto sobre Federico por la participación de su sobrino, no obstante le pudo  explicar al General Aquilino Juárez que lo sucedido se debió a desconocimiento del joven del acontecer político a nivel regional. Sin embargo quedaría marcado como no confiable para la crucial misión.

A Bartola le brillan los ojos, un fuego abrasador la consume,  Antonio quien la observa se da cuenta del entusiasmo que aquella propuesta despierta en ella y se pone de pie dirigiéndose a donde estaba sentada su esposa, colocando las manos sobre sus hombros toma una decisión señalando.

Aceptamos, es aún más grave permitirles a nuestros enemigos quedarse con todo el poder.

De esta forma inician los preparativos, el no vendrá más para evitar que descubran el plan, el cacique Silveiro Castro servirá de enlace para enviarle los mensajes en pequeñas bolsas de cuero colgadas al cuello de los perros amaestrados que usaban ellos cotidianamente. Bartola se ríe del comentario socarrón de Federico y le comenta que eso es una buena idea pero las palomas mensajeras son más rápidas. Otra vía de enlace será a través de la Iglesia de Río Tocuyo, el padre Juan G. Santéliz, ya estaba al tanto y la información la guardará como un secreto de confesión.

—Lo primero que harás serán los depósitos y hasta que no estén listo no traeremos las armas. —Explica Federico.

Usaremos diferentes tácticas y desconocidas rutas como los caminos indígenas, debemos evitar ser descubiertos pues será largo.

Federico, riotocuyense de nacimiento, le daría un gran impulso a esta confabulación política, donde participarían, además del grupo de los Castro, los Figueroa, también sus familiares blancos, los Nieto-Santeliz-Brizuela, formando el ala de los carmoneros, incondicionales, unidos por el parentesco consanguíneo de las endogamias y espirituales del compadrazgo.

—Bartola, debes visitar mañana al Señor Curiel—Culmina cruzando la vista con Antonio.

Ella percibe el cruce de miradas entre los dos hombres y piensa que algo más hay allí pero decide dejarlo así conjeturando que son cosas de hombres. Estando en paz consigo misma, resuelto todos los misterios que marcaron su nacimiento, Bartola junto a Silverio Castro y su marido Antonio armarían la mayor confabulación realizada en estas tierras, el apoyo financiero de Carmona Oliveros sería clave para proteger la esencia del movimiento liberal. Comenzaría así una etapa nueva para Bartola, de otro nivel, ya no sería como tropera en el frente de guerra o como la sanadora de los heridos en la retaguardia, este vez estaría en uno más alto, el análisis político, la conspiración, la clandestinidad, tendría incluso que viajar innumerablemente a Coro por la ruta de la sal, la conocería como la palma de su mano, los estados  de ánimo con que lo haría serían todos los imaginables que puede experimentar un ser humano: dolor, temor, alegrías, expectativas, huidas, aprendizajes. Viviría la mayor experiencia de su vida, conocería innumerables personas, secretos políticos, conflictos familiares y los poderes de la mente que le serían revelados. Lejos estaban de imaginar que una eminentísima visita sería de fatales consecuencias para estos planes.

Las últimas palabras dichas por Federico rondaban su mente, ¿Qué quiso decir con eso de recibir entrenamiento secretamente? ¿Dónde?, ¿Cuándo?, ¿Cómo la contactarían?. Últimamente en su vida siempre sucedía algo que rompía el equilibrio alcanzado, provocando un nuevo torbellino, al querer escapar de los misterios judíos paradójicamente llegaría a navegar en ellos en profundidad.

Entonces hace aquel viaje a Carora indicado por Federico, simulando que va a surtirse de sus hierbas medicinales, al llegar al sitio nota que el boticario parecía estar esperándola, le hace una invitación para una reunión en la Iglesia San Juan Bautista esa noche, le informa que debido a sus notables cualidades había generado aquel voto de confianza para convocarla a asistir, le informa que es algo secreto y no debe revelarlo a nadie. Debe llegar poco antes de medianoche, alguien la esperaría en la puerta. Consideraba que se trataba de algo relacionado con la misión encargada por Federico Carmona y acepta, su sorpresa sería mayúscula.

Bartola se desliza en la noche de aquel martes casi veraniego por una calle alumbrada tenuemente por un farol, va cubierta con una capa negra con capucha tal como le especifico el conocido hierbatero.       

Al llegar a la Iglesia ve que la puerta del templo esta discretamente entrejunta, entra y escucha tras de sí que alguien la cierra, a pesar de la penumbra nota los cambios allí existentes, el altar mayor cubierto por una cortina de paño con una letra G bordada, la presencia de un grupo ataviados igual a ella rodeando un mesón central que tiene dispuesto varios objetos que no tenían nada que ver con los usados en la misa católica, tales como una escuadra, un gran compás y una cruz con una rosa en su centro, detrás esta una persona que parecía presidir una ceremonia, al principio no lo distingue bien pero luego asombrada lo identifica.  

Hoy serás iniciada en nuestra Secreta Orden. — Explica el hombre parado detrás del mesón.

—Estas en la logia de Sefarad para celebrar tu secreto rito de iniciación y la presidiré como el venerable maestro que soy. — Dice su amigo el boticario, el Señor Curiel.

Lo primero es aclararte que las enseñanzas aquí impartidas tienen como objetivo el perfeccionamiento del individuo, desarrollar su sabiduría y discreción, que forman parte de su crecimiento personal, lo cual conduce a la humanidad al desenvolvimiento armónico como sociedad. Esto no tiene que ver con creencias religiosas o dogmas de ningún tipo. Son conocimientos que ya has comenzado a recibir sin saberlo, como el poder curativo de las hierbas medicinales. —Expone el maestro deteniéndose por un momento, entonces al fondo del salón se escucha una música conocida...

Es el Allegro de la Quinta Sinfonía de Beethoven proveniente de la pianola de la Iglesia, los asistentes comienzan a girar con paso marcial alrededor del maestro ejecutando una especie de danza circular. Bartola experimenta una extraña sensación al distinguir a varios de ellos, acaso era ese el Señor Mordehay Henríquez y ese otro el Señor Emil Maduro, pero uno la sorprendería enormemente, era el cura Domingo Vicente Oropeza, ahora entendía aquella pregunta que le disparara cuando le manifestó sus dudas sobre la masonería.

El hombre se inicia en la Masonería como piedra bruta, ayudado por sus Hermanos, comenzará a trabajarla y pulirla, intentando lograr su forma perfecta, la piedra cúbica. —Continúa el maestro.

—Al consentir, dejaras atrás la piedra tosca que eres hasta  convertirte en la ideal para encajar en el templo, como las del pórtico de esta Iglesia, que te indican que traspasas el portal de la iniciación del conocimiento que conduce a la superación, un mensaje cifrado dejado por nuestros antepasados sefarditas cuando construyeron este templo para revelar su doble papel desempeñado, católico y masón.       

—Este horario está reservado a nuestra logia, tiene la aprobación de las autoridades eclesiásticas, vendrás aquí dos veces al mes para realizar los tres primeros rituales: Aprendiz, Compañero y Maestro, se te enseñara el significado de los ocho símbolos y de la ciencia. Se te prohíbe revelar cualquier misterio de la Orden, incluso a tu esposo e hijos. Tampoco debes demostrar que reconoces a alguno de los aquí presente si te encuentras con ellos fuera de este lugar.   

Un despejado cielo estrellado cubre el firmamento cuando Bartola abandona el lugar, al salir se detiene en el marco de la puerta y pasa una mano por las cuadrangulares piedras de diferentes tamaño que sin embargo encajaban a la perfección, ella siempre le llamo la atención la marcada diferencia con las puertas de las Iglesias de Aregue y Río Tocuyo, una fría brisa la sorprende sacándola de su ensimismamiento, se arrebuja en su capa y comienza a caminar mientras repara que había otra actividad que ellos no nombraron, eran las conspiraciones políticas que también se desarrollaban secretamente allí, como la realizada en la celebración del Cantorío de Primera Misa organizada por el grupo de Los Tradicionalistas, con el fin de firmar un pacto político. ¿Acaso también tenía relación con ellos?. ¿Por eso la presencia de aquel que le pareció distinguir, Federico Carmona? ¿A esto se refería cuando le dijo que recibiría una preparación?.

Llegaba a un hospedaje frente a la plaza, en la calle Bolívar bordeada de altas maporas a todo lo largo, allí ofrecían habitaciones ventiladas y comida a toda hora, reservada para ella por los miembros de la logia. Su habitación situada en el segundo piso que se alcanzaba por una escalera de caracol, poseía todas las comodidades y un amplio ventanal del cual se divisaba la Iglesia, ideal para meditar sobre lo que estaba viviendo que la hacía sentirse diferente, liberada, con más visión para comprender los misterios de la vida.

En aquella iniciación, le fue revelado el oculto misterio del grupo de conocidos, que habían sido sus mentores en diferentes áreas, como el señor Curiel quien le enseñaría el misterio de la farmacéutica, el padre Domingo Vicente en el arte de la medicina y la política junto al señor Maduro y por último el señor Mordehay Henríquez quien jugaría un papel crucial en el contrabando de armas y su crecimiento espiritual. Ahora se daba cuenta que esos años que consideraba haber estado estancada, desempeñando solo su papel de madre y esposa, en realidad no había sido así. Nunca imagino los caminos que recorrería a partir de entonces ni en la persona en que se convertiría.

Una paloma revolotea sobre la casa de Bartola quien se cubre los ojos para evitar ser encandilada por el sol y al distinguirla ve que en una de sus rosadas patas traía adosado un rollito de papel, era un mensaje anunciando la fecha de un esperado arribo.

—Señora Bartola están llegando unas carretas cargadas con toneles de cocuy y con café, el guía es su pariente, el cacique Silveiro Castro. —Le comunica su fiel guarda espaldas, Juan de Dios. 

Al venir Silveiro ya sabía de qué se trataba. Eran las monedas de plata y oro acuñado, camuflajeadas dentro de estos cargamentos para pasar desapercibidas, simulando dirigirse a Coro, transitaban obligatoriamente por la encrucijada de Parapara donde descargarían el tesoro y sería ocultado en los depósitos subterráneos fabricados calladamente,  lugar conocido solo por Bartola y algunos de su etnia indígena, fieles y taimados. Estos fueron construidos de calicanto para protegerlos de la lluvia, por los maestros masones enviados de Coro, expertos en secreto.

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