Cinco jóvenes mujeres van corriendo
escaleras arriba, tratan de silenciar el tintineo de sus carcajadas cubriéndose
la boca con sus manos, al desembocar en la terraza del Club
Sirio-Libanes tropiezan con un caballero de porte alto, de flux oscuro, cabello
engominado, parado de espaldas observa el bello paisaje nocturno de la ciudad
que abarcaba hasta el majestuoso teatro Juárez, al girar atraído por el sonido
de los tacones y ahogadas risas de las damas, queda frente a la última de las
mujeres que viene subiendo, su vaporoso vestido color beige claro de falda
amplísima que arranca de su cintura, demarcando su finura, flota sinuosamente a
lo largo de su cuerpo, sus miradas se encuentran, se observan curiosamente, ella
detalla el bigote espeso, las negrísimas y anchas cejas resaltan sus penetrante
ojos oscuros como la noche, aquel desconocido le recuerda a Clark Gable. El
hombre prestamente estira la mano dirigiéndola hacia ella, mientras
caballerosamente dice, señoritas permítanme presentarme, me llamo Vicente
Cordido, asistente del gobernador, un fuerte y decidido apretón de mano
marcaría un destino. Un discreto perfume de caballero es reconocido por la
joven mujer, por un instante, ella siente ser la protagonista de la película "Lo
que el viento se llevó", escuetamente responde el saludo, mientras retira
firmemente su mano del cepo donde la tenía atrapada aquel hombre, dirigiéndose
a las jóvenes que perseguía, sus hermanas menores y su prima, les ordena
regresar inmediatamente al salón donde transcurría la fiesta, les recuerda que
si las descubrían allí, serían reprendidas. Subir a la terraza sin chaperonas
estaba prohibido a las solteras por ser un lugar censurado, debido al hecho de
ser donde se citaban las jóvenes parejas enamoradas para verse a solas. Helena
era responsable de ellas, sus rebeldías la hacían pasar apuros.
Este
grupo de muchachas se identificaban así misma como la Caravana Camel por andar siempre
juntas, semejantes a la fila de camellos de la propaganda de cigarrillos Camel,
debido a esta asociación eran atrevidas en desafiar la autoridad, famosas en sus
desapariciones, una de las más comunes era la de la función de matiné del cine
Rialto los domingos, al terminar la película se iban escondida al edificio La
Francia, que quedaba al cruzar, el mandato era regresar a la casa
inmediatamente pero no resistían la tentación de darse una escapada a la
fuente de soda a verse con los amigos que las esperaban allí para
conversar y tomarse un refresco, al sitio llegaba el chofer de Teodoro, conocía
sus mañas, rastreándolas con habilidades policiales las localizaba, tenía órdenes de llevarlas de vuelta.
Ese
diciembre de 1947 se celebraba el triunfo de Rómulo Gallegos, ganador de las
elecciones recién realizadas en el país. La población estaba de júbilo, más que
una navidad parecía una fiesta de carnaval, la ciudad teñida de blanco, el color
representativo del partido ganador de las novedosas elecciones, festejos por doquier.
Helena
asistía a una de esas fiestas con su hermana mayor Ana Dolores, su esposo
Teodoro Richa y la caravana Camel. Inesperadamente arriba Eligio Anzola Anzola,
gobernador del estado Lara, personaje
destacado de la política larense, protagonista de parte de la historia del país,
uno de los fundadores en la clandestinidad de Acción Democrática, participante
de la aprobación de la constitución de la Junta Revolucionaria de Gobierno en
1945, basamento legal de esas elecciones. Este líder venía acompañado de Vicente Cordido, su secretario de
gobierno, ambos se habían conocido en la UCV donde
cursaron Ciencias Políticas, en años diferentes, compartiendo un ambiente profesional
común de mucha afinidad, uno de esos era la Revista de Derecho, en la cual Eligio ejercía como director,
alternando con aquel joven recién
llegado de Yaracuy, hijo de caficultores. Ambos eran del interior del país. Esta comunión entre ellos los
llevaría a desarrollar una amistad
que duraría aun después de egresados de la universidad, a pesar de tomar caminos divergentes, uno en la
política y el otro en el ejercicio privado de su profesión. Cuando Eligio
Anzola es nombrado gobernador de su estado natal, Lara, para el periodo de 1945 a 1948, le propone a su
amigo que se desempeñe como su secretario de gobierno, lo conoce,
aquel joven profesional era brillante, graduado con excelencia, el único obstáculo era no ser militante de AD, cuya actividad le producía resquemores ante la persecución a
la que eran sometidos sus dirigentes, a pesar de esto el líder confía en su desempeño para este cargo, por lo que este personaje larense lo invita a acompañarlo, necesitaba apoyarse en
profesionales que le dieran brillo a su gestión, era una época del valor de los
méritos. Vicente decide venirse de Caracas, no imagina que aquel viaje conduciría su destino, sentenciándolo a tener una vida
accidentada, dentro de un agitado y peligroso entorno político, evadido hasta ese momento, al igual que la
vida social de su familia, muy conocidos, de la cual también huía, en la que sentía que no encajaba. Esta oferta le sirve para alejarse de ellos.
Helena,
recientemente, ese mismo año también se había mudado de Caracas, incorporándose
a la vida de un Barquisimeto efervescente, convergiendo con este personaje. Ambos
habían vivido en la Capital, sin coincidir allí, lo harían en Barquisimeto, en
aquella fiesta, cosas del destino, ninguno de los dos sabia bailar, razón por
la cual estaba en la terraza, fuera de las atenciones del público.
Parte
de ese año, Helena había conservado el cabello largo y la característica moda avispa
del New Look. El «New Look» de 1947 (sobrenombre dado por una periodista
americana), era un estilo de moda para mujer con blusas de hombros torneados,
cintura fina y falda amplia en forma de corola a veinte centímetros del suelo. Representó
la recuperación del lujo, el exceso, la elegancia clásica y la vuelta a una
imagen femenina tras la depresión de la II Guerra Mundial. Ella lo usa
durante este periodo entre su regreso de Caracas y el encuentro con Vicente, años de disfrutes, como los diferentes viajes a Cabimas donde iba a visitar a sus dos
hermanas mayores residenciadas allí, aprovechando de conocer los Andes
Merideños, incluso en el reencuentro con su morocha celebrado en el Club Ayarí a
su regreso a Barquisimeto, aun lo lleva en la primera fiesta que asiste como
integrante de una comparsa de señoritas solteras en el Country Club. Pero un
día, estando a punto de finalizar el año, siente la necesidad de hacer un
cambio de apariencia, se corta el cabello, contrario a lo sucedido al poderoso Sansón,
una fuerza brotaría de su interior para no abandonarla jamás, adopta la melena
estilo solgneé que usaría hasta el final de sus días, como una crisálida,
surgiría Helena, su nombre escrito con hache a partir de entonces, la luchadora
que no derrotaría la adversidad.
Suena
la música en el salón, ella ve venir al caballero de la terraza, señorita, sería
tan amable de concederme este baile, aunque le advierto que no lo hago muy
bien. Detalla al hombre con la luz del salón, presiente lo inevitable. Ya sabía
quién era, no se hablaba de otra cosa en aquella reunión. Mientras bailan, se
identificarían por ser jóvenes profesionales, pertenecer a la generación
emergente que rompía con los paradigmas de la era victoriana, moldeados con las
nuevas ideas de la naciente sociedad Venezolana, indiferentes a la política,
recelosos de lo social, amantes del modernismo.
El
mundo que Helena había disfrutado hasta ese momento se ve trastocado por la
presencia de este hombre, surgiendo la necesidad de formar pareja, hasta ese
momento esquivo, constituir una familia propia, cosas que no habían estado en
sus objetivos primordiales.
Estos
amores se inician a finales del año 1947 y principios de 1948. Durante este
periodo pasearían a diferentes lugares, el infaltable cine Rialto al que asistía
en compañía de la morocha y su esposo, era el lugar ideal para tomarse de las manos en la oscuridad, robarle un beso a la novia. Los paseo a El Eneal, caserío cercano a
Duaca, lugar en la que se encontraba la hacienda de caña de azúcar de los
padres de Martín Orozco, donde vivía Adelina con sus hijos. El grupo lo
conformaban su amiga Celina con su novio, su hermana Yolanda aun soltera, algunos
compañeros de trabajo, entre ellos Luis Gómez López y su enamorada, incorporándose
ellos dos a las actividades en parejas. Siempre acompañada de las chaperonas,
una costumbre para la época, en diferentes combinaciones de hermanas, amigas de
larga data y buena reputación, primas o Pepita, custodia de la virtud.
La clásica visita a El
Toronal no podía faltar, nutrirse de sus raíces, presentarlo a su padre,
Pancho Castro, esto denotaba la seriedad de estos amores, un compromiso.
Helena
lucia en todo su esplendor, se sentía completa por primera vez. Así transcurren
estos amores, según lo establecido por las normas del buen comportamiento, se
inicia el mes de febrero dando apertura a los esplendorosos carnavales de ese
año, el país disfrutaba de sus logros políticos, el inicio de la democracia representativa,
del auge económico, el modernismo vertiginoso.
Aún
no habían concluido las festividades cuando llega un anuncio, Rómulo Gallegos, quien había asumido la
Presidencia el 15 de febrero, presenta a su nuevo gabinete de gobierno, conformado
por doce ministros, entre ellos Eligio Anzola Anzola en Relaciones
Interiores. Vicente se va a Caracas y Helena se queda en Barquisimeto. Era
la primera separación. Ambos
son adultos por lo que la asumen con madurez, los novios se
escriben largas y apasionadas cartas, intercambian poemas de amor, realizan
planes de su vida futura en común. Helena no atiende a ningún otro pretendiente,
levanta un muro infranqueable a su alrededor, permanece fiel a su amado, así lo
haría el resto de su vida. Finaliza el año de 1948 cuando repentinamente surge un hecho inesperado, el presidente electo es derrocado el 24 de
noviembre, siendo sustituido por una Junta Militar; su ministro Eligio Anzola
es hecho preso y enviado a la cárcel Modelo de Caracas, luego es expulsado a
México. Vicente debe huir de Caracas pues decretan toque de queda y despliegan a los militares en casi todo el país en búsqueda de los adecos, una situación muy peligrosa para ellos. Helena inicia una etapa de amores en la
clandestinidad, debido a esto abre las compuertas a los cambios, dejaría atrás definitivamente la era victoriana
del comportamiento femenino, de forma mas abierta.
El
romanticismo rodeaba a Helena durante este periodo, las lecturas de poemarios de moda en esta generación como las escandalosas
Prosas Profanas de Rubén Darío en 1949, censuradas para la época, hoy se ven tan
ingenuas y sutiles, surgen como un revolucionario despertar de la liberación de
la mujer a la comprensión del sexo, en el cual se sumerge. Ella le
escribiría poemas a su enamorado y este a su vez le envía apasionadas cartas.
Sus amigas la ayudan a zafarse de la
vigilancia familiar para encontrarse con su amado, a escondidas, por dos
razones, una, el riesgo político que corrían y el otro “el qué dirán” como se
decía en esa época. Helena realiza dos viajes misteriosos.
El primero, a Curazao, a finales del 48 y el segundo en un paseo
donde aparece bañándose en un río en el 49. En ambas fotografías no
hay chaperonas, el fotógrafo nunca aparece con ella. En el estado Yaracuy la familia de Vicente tenía propiedades, existen parques nacionales como el Yaracuy.
En 1949 Anzola está exilado en Mexico donde
lleva una activa agenda política bajo la coordinación de Rómulo Betancourt, allí
realizan una asamblea de adecos en el exilio, mientras los enamorados están
separados, viéndose esporádicamente. Las tradiciones familiares de los hermanos Castro, con fuertes
vínculos creados a raíz de la muerte de su madre, cuya orfandad los uniría
alrededor de sus tres hermanas mayores las cuales ocupan el lugar de madre, protectoras
y guía de la unión familiar, aprovechaban
cualquier acontecimiento familiar para reunirse, uno de ellos sería otro
matrimonio más, el de Bolivia, hermana dos años menor que Helena, a celebrarse
a principios de 1949, debido a esto el grupo residenciado en Cabimas se traslada
a Barquisimeto iniciando una costumbre de fotografiarse todos los hermanos juntos
a partir de ese año. Disfrutaban un cálido día paseando con los sobrinos
nacidos para le época, eran los tres de la morocha Adelina y la hija mayor de Francisco.
A este grupo se sumaba La Nena, la más pequeña de los hermanos Castro. Hasta
ese momento la familia se componía de un total 21 miembros y estaba a punto de
crecer aún más produciendo en Helena una extraña ansiedad.
Un día, posterior al nacimiento
del primer hijo de su hermana Bolivia acaecido a finales de 1949 y del nacimiento
de la cuarta hija de la morocha en enero de 1950, súbitamente cae en
cuenta que está en un grupo separado de sus hermanos: por un lado los casados y
del otro las hermanas menores sin otra responsabilidad que los múltiples
programas propios de su edad. Ella no pertenecía a ninguno de las dos
categorías, era una mujer madura, con trabajo fijo, soltera y de cierta forma
se siente solitaria, Vicente llenaba este vacío en ella y decide actuar.
En 1950 a Helena se le presenta la
oportunidad de adquirir, con su sueldo gracias al gran poder adquisitivo de la
clase trabajadora, su primera vivienda, en el recién inaugurado urbanismo de Bararida,
pensando en formar su hogar en cuanto el panorama político se apacigüe, concreta
la compra y viaja a San Felipe con el fin de comentarle sus planes a Vicente a
quien la idea de ser mantenido por ella no le agrada, le expone que allí su amistad con Eligio Anzola era muy conocida, por lo cual le sugiere venirse a Caracas.
Pero ocurre otro suceso inesperado, el
país convulsiona nuevamente, el 13 de noviembre de 1950, posterior
al terremoto de El Tocuyo, es asesinado Delgado Chalbaud y asume el civil
Germán Suárez Flamerich, eventos que motivaron a Mamayu a regresar de Cabimas y
a Helena a buscar su destino sin darle más vuelta, la vida no esperaba, no existía
un momento ni condiciones perfectas, era o no era, así que un día sin prejuicios,
por segunda vez, rompería con las reglas en su familia, llevada por las
circunstancias excepcionales que exigían acciones sin mojigaterías.
Solicita
su traslado a Caracas, sin imaginar que coincidiría con el regreso al país de forma clandestina de Eligio Anzola, ocurrido el 3 de Junio de 1951, bajo el seudónimo de “Aguirre”
o “Tovar” suceso que desencadenarían otra secuencia de hechos inesperados.
Apenas 3 meses después del arribo de “Aguirre”, en
septiembre llega la respuesta de su solicitud, por
disposición de la Junta
de Gobierno de los Estados Unidos de Venezuela, es trasladada como Higienista
Escolar a la Unidad Sanitaria
de Caracas, efectiva a partir del 1 de octubre de 1951 nuevamente está en la
capital, allí sucederían las experiencias que su abuela Bartola había
vislumbrado el día de su nacimiento acaecido en un caserío del medio rural
venezolano, determinando su nombre por su significado: la antorcha que brilla. Su
vida, aunque nunca lo buscó, estaría ligada a los sucesos políticos acaecidos a
este líder político larense.
Las Prosas del despertar a lo profano
Romanticismo
Un extraño viaje
Unión familiar
Sobrinos y la saga Castro
Una paseo clandestino a un parque de Yaracuy
Al siguiente año
La despedida de sus hermanas
El regreso a Caracas
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