Entradas populares

miércoles, 18 de junio de 2014

EL TORONAL 1926 Parte III Los emigrantes.

Estos éxodos se realizaban en los grandes trasatlánticos a vapor capaces de cruzar el océano rumbo a Venezuela en una semana máximo 15 días, constituyéndose esos viajes en un rentable negocio para los capitanes de navíos y los terratenientes venezolanos quienes pagaban el precio del pasaje y demás gastos del viaje al inmigrante a cambio de que firmaran una "contrata de trabajo”, quedando durante años obligados a  devolver con su servicio todo el dinero que les habían anticipado para el viaje, aunque esta forma de financiamiento les brindaba la única oportunidad de realizar un viaje que era inalcanzable por los métodos tradicionales, la mayoría no podían hacer frente a las deudas acumuladas pese a laborar dieciocho horas diarias, después de cuatro o cinco años seguían debiendo el doble o el triple de lo que les había costado el pasaje, ante ello su única salida era la huida hacia otros pueblos aledaños. 
La fecha en la cual arribarían a Venezuela según fue el año de 1859, no entraron por Coro, el puerto del país generalmente usado para el ingreso de los isleños llegados clandestinamente y del contrabando ilegal que transitaban por el Camino Real o Ruta de la Sal, Bartola hacia énfasis que ellos lo hicieron por el puerto legal de La Guaira, localizado cerca de la Caracas de techos rojos, de la Venezuela de los cultivos de café y cacao donde los primeros en llegar se quedaron en el litoral central; otros subieron por el camino de los españoles que serpenteaba por el cerro de El Ávila cruzándolo para poblar el Valle de Caracas y sus alrededores ocupando la casi totalidad de las tierras, posteriormente las oleadas de viajeros se vieron obligados a trasladarse al interior del país en busca de oportunidades, así las regiones más alejadas comenzaron a ser atractivas. 
Dentro de estas provincias, el estado Lara por su agricultura de plantaciones de caña de azúcar, de café y las famosas ganaderías de Carora y El Tocuyo fue muy buscados, por lo que sus padres se vendrían recorriendo caminos hasta llegar finalmente a Río Tocuyo, un poblado cercano a Carora, conocido por sus fértiles tierras, donde se establecerían trayendo sus costumbres y sus prácticas en el ramo ganadero, vitícola, sus tejidos, comidas típicas y la religión católica que distinguiría a Carora como ciudad levítica. En el territorio larense vemos hoy día la huella dejada por estos isleños, una parte importante de la producción de tomates, cebollas, papas y vinos de la zona es cosechada por sus descendientes quienes se integraron rápidamente a la región, relacionándose con un entorno social que les era familiar, estableciendo un fuerte sentido de pertenencia y asumiendo la nacionalidad Venezolana con tanta pasión que los llevaría a participar en las guerras civiles que conmocionaban al país del siglo XIX, que se desarrollaron en la ruta que pasaba por Río Tocuyo, escenario de los más importantes acontecimientos acaecidos en dicho siglo, de lo cual Bartola fue testigo y protagonista, contándolo como un abanico multicolor de rojos, amarillos y azules, colores políticos que confundían de tantos enredos e intrigas.
Cada vez que Mamatola terminaba su narrativa, sentía que había cumplido con el cometido de que en sus nietas quedara grabada la ascendencia de blanco español puro, que su padre no era de sangre manchada, que internalizaran que no tenían raíces indígenas. Pero esto eran solo verdades a medias que no le pertenecían, eran mentiras verdaderas o quizás no?. Incertidumbres que en la mente acuciosa de su nieta mayor de 12 años, la incitaban a preguntar: ¿Por qué esos familiares que nombras no vienen a visitarnos? ¿Por qué nunca dices el nombre de tu madre? y las más difíciles de todas, ¿Por qué nunca vamos a visitarte a Río Tocuyo?,  ¿abuela, se puede ser católica y espiritista sin pecar?. Esto obligaba a Bartola a seguir improvisando una mentira más que poco a poco dejaba rendijas por donde se vislumbraba la verdad.
Las otras niñas no estaban interesadas en estas dudas, solo querían saber sobre las fiestas y que les enseñara a bailar, especialmente las morochas de 7 años, quienes la admiraban por su figura estilizada y sus vestidos, querían parecerse a ella. La morocha Elena, era atraída además por los libros de medicina que siempre llevaba, ella le había puesto el nombre por su significado, quizás vislumbrando su futuro, pues rompería los paradigmas de su época al dar el gran salto cuántico de la Venezuela rural a la moderna e industrial, sería artífice de la liberación de la mujer en su familia, no solo en lo social sino en lo educativo e independencia económica del hombre, abriéndoles la ruta a la educación superior y al igual que su abuela viviría experiencias muy duras que sobrellevaría gracias a la personalidad heredada de Bartola, logrando dejar atrás las decepciones. Dejaría de llamarse Elena para ser Helena, la antorcha que brilla, tal como lo presintió ella.
Suena el teléfono, buenas tarde amiga, es la historiadora de Río Tocuyo quien me llama para darme dos noticias, la primera que la fecha de la llegada procedente de España a ese poblado, según la narrativa de Bartola, mi bisabuela, era falsa, y la segunda que había encontrado el registro parroquial de ella con dos sorpresas. Así comienza a develarse esta intrigante historia… 


No hay comentarios:

Publicar un comentario