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lunes, 30 de junio de 2014

Capitulo 15 Las Mascaradas.

Era una fresca mañana, el sol tímidamente se asomaba entre las colinas en el horizonte, rasante, besando con sus amarillentos rayos cada árbol de la plaza frente a la iglesia del pueblo, filtrándose entre sus ramas esparciendo sombras y luces bailarinas que lánguidamente se proyectaban sobre el suelo aun húmedo por el roció de la noche, una suave brisa arrastraba las cobrizas hojas, sobre las que cabalgaban múltiples gotas semejando cristales arrancándoles parpadeantes destellos de luz.  Un creciente grupo de personas estaban anidando en aquel bucólico ambiente, parloteantes, observándose entre sí, tocándose sus trajes, semejaban un palpitante conglomerado de abejas aprestándose para iniciar sus tareas. 



Acababa de concluir los oficios religiosos de la misa en honor a San Pedro, el sacerdote había entregado la imagen del Santo a los caballeros vestidos con paltó de levita negro, sombrero de copa alto o pumpá y el rostro untado con betún, quienes lo alzan en hombros bailándolo dentro de la iglesia, ejecutando un zapateo característico, luego salen de la Iglesia a recorrer en procesión las calles del pueblo, cantando coplas con letra alusivas al acontecer político o social.

Al salir se unen con el grupo que está afuera esperando, quienes los acompañan con una cabalgata se dirigen al pueblo donde realizaran en homenaje al santo una competencia de la descabezadura de gallo, la vara de premio, con pólvora o fuegos artificiales, amenizada con melodías interpretadas por diferentes instrumentos como los de viento, muy populares entre los cuales estaban la sinfonía de boca y las guaruras marinas, los de cuerda principalmente el cuatro y el arpa, de percusión como tambores y maracas; esta festividad finalizaba en la plaza o en algunas casas donde abundaba comidas y bebidas típicas como el aguardiente y el cocuy.

Eran épocas en las cuales durante todo el año se organizaban estas celebraciones con motivo de algún santo y alrededor de las cuales giraba la vida social en los pueblos como las de San Antonio el 13 de junio, la de San Juan el 24 de junio, San Pedro el 29 de junio, de la Virgen de Chiquinquirá de Aregue en la segunda quincena de septiembre.

La más llamativa, en el siglo XIX, eran las festividades de San Pedro pues existía una tradición conocida como Las Mascaradas, costumbre desde la colonia consistente en un ritual teatral bailable llevando disfraces que se unía a la procesión religiosa. 

Lo peculiar de esta festividad residía en que disfrazarse era de carácter obligatorio, esto se hacía cumplir mediante una ordenanza del gobierno local, con algunas excepciones para las autoridades civiles, militares y eclesiásticas, aquel que no estaba de acuerdo no le quedaba otra alternativa que esconderse en los montes o si no era castigado en el cepo donde se le ataba en la plaza a la vista de todos, formando parte de la diversión, generalmente se aceptaba de buena gana y todos preparaban su disfraz.

Bartola cumpliría con la ordenanza asistiendo vestida de emperatriz usando una careta que manipulaba con la mano tratando de eclipsar su bello rostro para evitar ser identificada pero sus intensos ojos azules, pero su personalidad chispeante la delataban.

Recorría alborozada mezclada con la procesión produciendo un leve sonido de aleteo al arrastrar su larga falda por las calles de Río Tocuyo con cuyos pobladores estaba mayoritariamente emparentada, la total ausencia de discreción de ella, permitía rápidamente descubrir quién era, el saludo habitual era: ¿Como la está pasando pariente?. Ella respondía con una risa ahogada: Muy bien gracias y usted pariente?

En algún momento del año 1866, Bartola asiste a una de estas festividades que culminaría a orillas del río bajo la sombra de los árboles, compartiendo alegremente con música interpretada por algunos presentes, entretenidas charlas filosóficas, políticas o alguna comidilla de moda con abundante asado de chivo en leña donde sobraba el aguardiente que estimulaba grandes juergas y como consecuencia los amoríos fáciles, no imaginaba que su vida cambiaría a partir de ese día.

Varios de los jóvenes amparados en la laxitud de la vigilancia de los adultos que disfrutan el momento, aprovechan para alejarse del grupo e ir hacia las solitarias riberas donde son sorprendidos por unos partidarios de los azules que son sus enemigos y se dirigían a Carora, quienes los atacan pero la rebelde joven se interpone logrando que sus primas escapen, siendo sometida y abusada en su condición de mujer, quedando embarazada con apenas 17 años, ocultando su preñez al creer tener una enfermedad mortal producto de un castigo del cielo por el pecado cometido, a pesar de haber sido perdonada y restaurada su virtud por la Iglesia por haber sido un acto involuntario, sin embargo la hacía sentirse culpable, sucia e indigna de sus parientes.

Un día los familiares de la muchacha, ante su desaparición, sospechando que algo muy grave le acontece, conocían lo sucedido ese día a orillas del río que consideraban como un daño de guerra y no un pecado de la joven, la buscan desesperados por los alrededores, era una noche de luna llena y llovía a cantaros. Bartola había huido hacia el rancho de la mujer que había sido su nodriza, estaba dando a luz atendida por la india Juana Bautista, sin saberlo su verdadera madre, allí nacería su primer hijo el 25 de mayo del año de 1867.

Lo bautizaría un 26 de julio de 1867 con apenas dos meses de edad colocándole el nombre de su hermano Gregorio Nieto, 11 años mayor que ella y a quien apreciaba por tener un trato afectivo hacia su persona, lo llamaría Gregorio Urbano, sirviendo de madrina del niño una miembro de su familia, Nicolasa Nieto, prima de Juana Paula y además su tía al ser hermana de su verdadero padre, Leonardo Nieto cuya historia conocería años después. Este bautizo se realizó a una edad relativamente temprana pues era un año muy convulsionado, los azules estaban alzados en guerra para derrocar al reciente gobierno federal. 

Estos sucesos fueron en los años que los Monagas, del partido conservador pertenecientes a la clase social dominante, para entonces habían sido derrocados por el incipiente movimiento liberal, no conformen inician una conspiración desde 1865 y durante los dos años siguientes mantienen en jaque al gobierno federalista mediante múltiples batallas que convulsionan a la sociedad en pleno, sobretodo Río Tocuyo que eran enemigos de la llamada Revolución Azul, color con el que se distinguieron y quienes finalmente logran derrocar a Juan Crisóstomo Falcón en junio de 1868, acontecimientos presenciados por Bartola quien estaba a favor de los amarillos y en contra de los azules, los cuales vencerían al naciente movimiento liberal.

En este caos político sería violada y embarazada, la que llegaría a ser una de las grandes conspiradoras de su época.

Registro parroquial de Gregorio Urbano

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