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lunes, 22 de mayo de 2023

Roz Mystirio. Capítulo VII Entre guerras: la vida cotidiana

 

Comandante Antonio, lo mandan a buscar de su casa, la señora Bartola está dando a luz! — Indica un soldado parado firmemente en la puerta.

Era un nublado 27 de diciembre, apenas habían transcurrido seis meses del casamiento, estando Bartola embarazada de casi tres meses, era delgada por lo que su vientre había pasado desapercibido.

Antonio, un hijo natural pero era un descendiente blanco puro, lo cual subsanaba este inconveniente. Además conjugaba el poder político y militar triunfador de ese tiempo.  

—Padre, Bartola está embarazada y necesitamos casarnos rápido antes de que se note. — Le participaría Antonio al cura parroquial cuando fueron a pedir fecha para casarse.

Ante esta firme solicitud de aquel hombre llevando su uniforme militar, Juan Nepomuceno Rivero accede y acortaría los trámites del matrimonio realizándolo en apenas 10 días, contribuyendo así con el disimulo.  


 Esta boda sería una de las más celebres ocurridas en el poblado posterior a la guerra, rememoraban el de María Pinto de Cárdenas debido a que destacados personajes del pueblo, tales como Francisco Brizuela representante de la familia Santéliz Nieto la llevara al altar, de que la Señora Francisca Olivero emparentada con el General Federico Carmona Olivero, fuera la madrina, un reconocimiento implícito de pertenencia a estas familias privilegiadas.

El Cura en su despacho extrae el libro parroquial de su escritorio pasándole una mano como una caricia sobre su superficie, cuantos recuerdos se volcaban en su memoria, lo abre y busca el documento de bautizo de Bartola redactado hacía 22 años atrás, lo lee y se sonroja al ver lo despectivo del escrito, entonces decide enmendar el menosprecio reflejado allí.

Procede a extraer la pluma del tintero dispuesto a escribir el registro parroquial del recién realizado matrimonio esmerándose en plasmar el cumplimiento de todos los requisitos exigidos y evitar suspicacias que pudieran mancillar el honor de la pareja, por eso obvia el hecho del manchado origen de la novia, muy diferente a lo mostrado en el  documento de su  nacimiento en el cual había dejado plasmado ser “hija natural de Juana Bautista Castro indígena de este pueblo”, escrito sin recato alguno ni caridad, pero ahora las circunstancias sociales habían cambiado.

Estas explicitas anotaciones estaban reservadas para la alta clase social para conservar su prestigio, en ellos debía quedar especificado el cumplimiento de la norma establecida por el Santo Concilio de Trento y el Ritual Romano, de tratarse de un acto legítimo.

El sacerdote observa complacido la esmerada caligrafía, la impecable redacción del acta del matrimonio que sellaba la entrada de Bartola a la clase mantuana imperante en ese momento. Pero existe un detalle contradictorio en este documento y son los intervalos para las misas de proclama cuyos lapsos establecidos lucen cortos, denotando la activa participación en el encubrimiento del cura, un tributo al poderío militar detentado.  

En la Iglesia parroquial de Río Tocuyo a diez de junio de mil ochocientos setentidos, yo el cura rector en propiedad habiendo procedido al examen en la doctrina christiana, exploración de voluntades  i las tres proclamas  que en tres días festivos, que fueron el treinta de mayo, dos i nueve del corriente intermisa según solenmnia ordena el Santo Concilio de Trento i no habiendo resultado impedimento al mismo presencie el matrimonio que por palabras de presentes contrajeron in facie eclecsia según dispone el R.R Antonio de Jesús Perozo hijo de Ma Gregoria Perozo i Ma Bartola Castro hija de Juana Bautista Castro de esta feligresía: en el mismo día recibieron las bendiciones nupciales, se confesaron i comulgaron en la misa siendo testigos Francisco Brizuela i Francisca Olivero, lo que certifico Prv Juan Nepo Rivero”.  

Sin embargo todo este esfuerzo se podía ver perturbado por el nacimiento prematuro del hijo, por lo que no podía despertar suspicacias, ni colocar en entredicho la reputación de mujer honesta. Gracias a su nuevo estatus tenía el derecho a la doble moral, por lo cual el cura parroquial, quien evidentemente conocía el oculto embarazo, contribuiría con las apresuradas misas de proclamas, incluso la tercera se realizaría el día anterior a la boda, acorta los lapsos para anticipar el matrimonio pero además haría otra jugarreta en un nuevo documento parroquial de aquella pareja. Ya existía una amistad entre ellos y Bartola se había convertido en un personaje importante con quien se debía contar.

Ella escogería para la niña de primer nombre el de ella, María y el segundo de Agustina, encerrando un significado que era el remordimiento sentido por el placer carnal o lujuria experimentado en su concepción ocurrida a orilla del río Tocuyo, hecho que la atormentaba por ser calificado como un pecado capital. Le ruega a San Agustín su intermediación para ser perdonada.

Al ser conocedora del libro Confesiones, el manual más leído de la vida espiritual de todos los tiempos, donde se narraba la etapa en la cual este santo se había dejado arrastrar por la pasión sexual hacia una mujer con quien procrearía un hijo, al encontrar la fe se convertiría al cristianismo bautizándose, superando lo que se consideraba hedonismo o disfrute del acto sexual juzgado como inmoral. Bartola se ve reflejada en las mismas debilidades del Santo y le coloca su nombre  para obtener una indulgencia a su pecado.      

Pocos meses después, en los inicio de 1873 estando con los preparativos del bautizo de su primogénita, Antonio es enviado a sofocar una nueva revuelta que había estallado por la segunda selección  de Aquilino Juárez como Presidente del Estado Lara, situación que no admitía el General Eusebio Díaz, debido a la eterna pugna existente entre ellos y cuyo orgullo no le permitía acatar este nuevo mandato.

—Bartola tengo que salir inmediatamente a Barquisimeto, los pobladores de Siquisique se alzaron en armas comandados por el General Fernando Adames y se dirigieron a tomar la  ciudad.

—Se encontraran allá con el General Eusebio Díaz quien salió desde Duaca junto a un numeroso grupo de lugareños para deponer del cargo al General Aquilino Juárez.

Este enfrentamiento entre ellos dos no tiene fin.

Al entrar Antonio con las tropas en la ciudad nota el caos existente, soldados heridos desparramados por las calles, personas huyendo despavoridas, Adames y Eusebio Díaz habían obtenido una victoria rápida, sin poder evitarlo Aquilino Juárez quien había sido apresado, lo que generaría una situación muy delicada para el Presidente Guzmán, pues los tres hombres eran poderosos lideres liberales.

Los hombres llegados de Carora logran reagrupar a los soldados e impone el orden en la ciudad. 

—Llego una orden de Caracas. El Presidente decretó la residencia forzosa del General Adames en la capital. —Le informa el General Juan Bautista Salazar a su amigo, Antonio.

—Se deben respetar las distinciones a su rango. — Aclara el General mientras galopa a su lado.

Adames se había convertido en un militar poco confiable y ese alzamiento lo convertía en peligroso para el naciente gobierno liberal debido a su gran arrastre popular. Pero aquel decreto de ciudad por cárcel arrastraría el odio hacia el Presidente Guzmán de otro militar inconforme, se trataba de León Colina, debido a que Fernando Adames era su amigo incondicional. Tiempo después ambos se unirían para iniciar una conspiración para derrocar al gobierno que arrastraría hacia una tragedia a Antonio y Bartola.

Después de resuelto el conflicto, Antonio deja la ciudad y galopa velozmente por el polvoriento camino, viene para el bautizo de su primogénita pautado para el 13 de abril, lo angustia el hecho de no llegar a tiempo a Río Tocuyo.  Habían logrado la paz mediante un acuerdo entre los dos adversarios, permitiéndoles regresar a su casa, deteniéndose apenas para abrevar al caballo. Al llegar a la Iglesia distingue a Bartola parada al lado del cura Juan Nepomuceno bordeando la pila bautismal, al verlo ella le hace una seña para que se acomode a su lado, al pasar saluda a los padrinos Francisco Brizuela y Juana Paula Nieto quienes están con la niña en brazos vistiendo un largo faldellín blanco como era costumbre en estos actos.

En la solariega casa de la madrina se realizaría el festejo, el primero presidido por ellos como pareja, brillando el buen gusto y la moda de la época, disfrutando finalmente de la vida cotidiana, una pausa entre guerras. Bartola seguía apegada a Juana Paula y su entorno social, mayoritariamente los asistentes al agasajo.

En esta época era costumbre por parte de los hijos ilegítimos escoger de padrinos al padre biológico y así establecer un vínculo de parentesco entre ellos que era imposible por otras vías ya que el reconocimiento legal de estos hijos no existía. Este acto religioso establecía un lazo de tanto peso como el consanguíneo, explicado por la preponderancia de la institución católica en la sociedad  y así se los hacía saber el cura cuando en la ceremonia les advertía a los padrinos que este parentesco espiritual conllevaba obligaciones, que era un compromiso sagrado, quedando esto certificado, sellado por la poderosa Iglesia Católica en dichos registro. Así, Francisco Brizuela pasaría a ser un padre para Bartola al ser su padrino de bodas y un abuelo para sus hijos al ser el padrino de bautizo de varios de ellos. De igual manera sucedería  con Juana Paula, sería una abuela para sus hijos.

Esto le producía una gran satisfacción a la recién casada, finalmente era oficialmente una miembro de la familia Nieto Santéliz, la misma sensación sentía al notar como el cura rector al bautizar a su hija María Agustina con 3 meses de edad, se había interesado en no llamar la atención en el registro parroquial sobre el año de nacimiento de la niña al no hacer la aclaratoria de que había ocurrido el 27 de diciembre del año anterior, especificado en estos registros con las iníciales pp, que significaban próximo pasado, como dato curioso no se coloca en este documento, por lo que al leerlo no se evidenciaba el lapso transcurrido desde el matrimonio y el nacimiento, encubriendo que se había casado embarazada. Una sutil falta que resulta contradictorio en unos registros que habían subido de categoría al ser minuciosos.

—Hija al estar casada con un militar con acceso a las prebendas del gobierno serás valorada, tus estigmas borrados, otorgándote el derecho de ingresar a esta sociedad y sus disimulos. No permitas que esto te cambie. — Le dice Juana Bautista tomándole una mano.

Como mujer casada, se iniciaría en la actividad comercial conduciéndola por senderos inesperados, sería madre nuevamente, su hijo mayor Gregorio quien prácticamente lo había criado Juana Bautista, se vendría a vivir con ellos ya que Antonio le había manifestado su deseo de que el niño también se integrara en este hogar.

—Bartola, es hora de traer a Gregorio a nuestro hogar, que sea un miembro más de la familia. —Le expresaría Antonio tomándola por la cintura.

—Sé que será duro para Juana Bautista pero es lo mejor para el niño

Antonio y Bartola se residenciarían en Parapara cercano a Río Tocuyo, caserío en el que predominaban los Salazar emparentados con los Santéliz, quienes los asesorarían en la  cría de chivo para la producción de cueros que dejaba grandes ganancias pues se vendía hacia los mercados extranjeros a precio de oro, existiendo casas comerciales especializadas en la exportación de pieles y plumas para la elaboración de almohadas y artículos como calzados, carteras, sillas, etc. También elaboraban cocuy, un aguardiente extraído de una planta que crece en forma silvestre en esta zona y era comercializado de tal manera que llegaría a ser exportado a Curazao y el resto de las Antillas Neerlandesas.

Estos productos se trasladaban por los zigzagueantes caminos semejantes a largas cicatrices abiertas a pico por sudorosos hombres dispuestos a dejar su vida sobre la áspera tierra, veredas conocidas por diferentes nombres de acuerdo a la mercancía transportada, el más común era camino real, el cual Bartola llegaría a conocer profundamente. En estos recorridos resaltaban los 8 templos católicos formando un circuito místico de  tolerancia y perdón, donde depositaria cada una de sus 8 rosas, los secretos de su vida, cuyo significado se descifraría tiempo después.

Seguía pintando en su tiempo libre, era una artista nata lo cual había sido descubierto por su madrina, la hermana de Juan Nepomuceno, abriéndole las puertas a la expresión artística, pero en un futuro le ocasionaría un conflicto político y en secreto la pintaría un sello místico a su cuarto hijo, sería su última rosa. 

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