Un enceguecedor disco ambarino se enseñorea en el firmamento mientras un extravagante reptil cubierto de espinas a lo largo de su delgado cuerpo atraviesa veloz el reseco suelo surcado por miríadas de grietas que delimitan innumerables mosaicos terrosos otorgándole un extraño aspecto cuarteado al paisaje, el lagartijo desaparece mágicamente al deslizarse en una de aquellas hendiduras librándose del inclemente calor que se desprendía, un ardiente vaho que desdibujaba los cardones y cujíes provocando un fenómeno ilusorio de movimiento como si se tratara de una sinuosa danza, armonizada por el son del lamento del viento que elevaba intermitentemente una alucinante polvareda amarillenta que arropaba el árido horizonte. Unos chivos que recorren perezosamente la fantasmagórica región semidesértica encuentran unos arbustos y, cual bailarinas estilizadas, se yerguen en sus patas traseras hasta alcanzar algunas hojas que mordisquean indiferentes ante el sol abrasador y seco ambiente que las rodea, una inquietante desolación la cual no permitía vislumbrar que alguna vez allí ocurrieron numerosas guerras que escribieron las páginas de una historia crucial, sepultadas en la memoria y la arena del tiempo, resguardadas por leyendas y tradiciones, preñadas de dolorosos secretos que esperaban ser parteados, quizás algún día.
Solo
entonces la oculta historia se desbordaría impetuosamente, como un seco río que
busca su cauce, un destino inevitable, finalmente se despojaría de la hojarasca
de los misterios cifrados, saliendo de su
estado de hibernación en la que yacía por años. Su naciente estaría en
esta agreste región, aguerrida, tumultuosa cuyos pobladores eran apasionados, lugar
donde se daría principio a la vida de una
niña signada por una vorágine de intrigas, pasiones y tragedias, intensamente
reales y agrias, sumándose al interés por la política y las conspiraciones, al
igual que a la mayoría de sus habitantes, pero de forma sin igual, de entrega
total.
Su
infancia, a pesar de lo agitado del acontecer que la rodeaba, se deslizaría en
un cálido ambiente familiar que le brindaba protección, estimulando a surgir a una
alegre joven cuya risa cantarina llenaba su entorno, irradiando un magnetismo abrasador
imposible de ignorar. Como todo joven era de carácter despreocupado y rebelde,
hasta que un día una traumática experiencia, semejante a una oscura tormenta invernal,
la envolvería, alejándola de su inocencia por siempre, violentamente llegaría a
ser mujer, experimentado de una dolorosa manera a partir de la cual se iniciaría una
vida cargada de enigmas.
Aquel doloroso amanecer su espíritu se separaría en dos y uno de ellos adoptaría
la de guerrera indomable. Inesperadamente,
este sendero la llevaría a enterarse de hechos ocurridos en su clandestino nacimiento
que encubrían una realidad diferente a la conocida hasta entonces, sería el
primer secreto develado, después vendrían otros, su
frágil mundo interior se derrumbaría al conocer estas verdades, devastadora
para ella, ya que había sido criada dentro del grupo social conocido como los
mantuanos que alardeaban de un
linaje que se podía rastrear hasta el primer antepasado en
arribar a dichas tierras, fundamental en estos remotos tiempos en el cual se
desarrolla esta historia, tanto era así que si se quería perjudicar a alguien
se ponía en duda el árbol genealógico al que se pertenecía a través de rumores
o de panfletos lanzados anónimamente en la plaza del pueblo. Sin embargo esta
revelación la ayudarían a
encontrarse consigo mismo y con su destino, arrastrándola inexorablemente por las
conspiraciones que protagonizaría y que atesoraría férreamente, un subyugante mundo
de secretos en el que transcurrió su vida, un jardín de rosas que revelaremos a
través de esta ventana, brillando tan intensamente como nunca antes.
Su deslustrado nacimiento la marcaba, tal como una res al que se le clava un hierro candente
en su cuerpo, ubicándola al margen de lo establecido por las duras normas del siglo XIX, impidiéndole
ocupar un lugar relevante en la sociedad en la cual había nacido, causándole
confusión ya que había sido alimentada con el engaño de creer tener derechos de
sangre, originando en su indómito espíritu una necesidad de subsanarlo,
empujándola a buscar diversas rutas para compensar su falta. Con el correr de
los acontecimientos lo lograría, pero esto la conduciría a través de una cadena
de simulaciones que irremediablemente crecerían como una enredadera enroscándose
en la savia de su existencia, absorbiéndola hasta cubrirla con una bruma y transformarla inexorablemente en la dama invisible.
Esta era una época muy dura ya que imperaban
las férreas tradiciones de la Colonia permaneciendo la sociedad atrapada en
ellas, no obstante esto no impedía que fueran trasgredidas, reinando una doble moral típica de la época
victoriana, llamada así por la Reina Victoria de Inglaterra, hechos que son imprescindible conocer para poder entender las
motivaciones de esta mujer, que a veces resultaran chocante.
Eran tiempos del secretismo,
de lo oculto, del arte de la hipocresía, de lo que nadie hablaba pero todos
conocían, tal como los dos relatos de la antepasada que dio origen al linaje de
dónde provenía, la famosa María Pinto de Cárdenas. Por un lado la historia censurada,
la de los escándalos, narrada en la oscuridad de la noche por la servidumbre en
la cocina, mientras en el elegante salón iluminado con candelabros se detallaba
la otra historia, la epopeya de su primer matrimonio con un rico español.
Pecar era un arte practicado por esta pudiente
sociedad, un privilegio otorgado por su inmenso poder que les permitía comprar
indulgencias a la Iglesia, incluso anticipadamente, una especie de fondo de
ahorros para poder hacerlo sin riesgo de la condena eterna. Esto consistía en cumplir
penitencias de diferentes categorías de acuerdo a la falta cometida, desde
colocarle los nombres de los santos a sus hijos, trabajos comunitarios en las
capellanías o en la organización de las fiestas patronales, o dando
colaboraciones en dinero para cubrir los gastos de misas especiales, de esta
manera sus faltas eran perdonadas, por
supuesto era imprescindible aparentar cumplir las reglas de buena
conducta, aunque fuera brevemente.
Existían sanciones con diferentes bemoles
de acuerdo a la pureza de sangre, la más importante era la aceptación social. No tenía el mismo significado un embarazo
sin casarse de una española peninsular o de una rica mantuana que de una blanca
de orilla o una indígena. Y esto incluía a los hijos provenientes de estos
deslices, unos eran recibidos socialmente con igualdad de derechos y los otro
no. En esto jugaba un papel sumamente importante, los bienes materiales
de la cual derivaba el poder que era necesario preservar a través de una clara
división de clases marcada por los apellidos, encargándose de ello estaban las
godarrías o hermandades religiosas, influyentes grupos cívico-religiosos conformados
alrededor de unas cuantas familias unidas por sus endogamias o matrimonios entre
parientes cercanos con intereses
comunes quienes ejercían un dominio en esta sociedad, residenciados
en localidades sumamente tradicionales en cuanto a las costumbres españolas.
Una
de las características de estas poblaciones a resaltar era la existencia de centros
de enseñanzas muy avanzados que junto a la religión, formaban un binomio encargado
de resguardar sus derechos de sangre. Los habitantes de estos lugares se distinguían por estar marcados con un fervoroso catolicismo de masas y por gozar de una gran educación,
destacándolos del resto del país. Esto se explicaba por contar con bibliotecas,
extraordinariamente surtidas, bajo el monopolio y resguardo de la Iglesia desde
la Inquisición.
Aun
antes de existir el telégrafo y el ferrocarril estas cultas sociedades
mantenían fluidas conexiones no solo entre sus parroquias eclesiásticas sino con
el mundo exterior gracias a la difusión del conocimiento universal realizado a
través del correo postal a caballo o mula. De
tal forma que sus hijos tenían acceso a los
mejores institutos del país entre los que se encontraban los famosos colegios
bajo la guía de Dominicos y Franciscanos con sus recintos repletos con los últimos conocimientos en
matemáticas, anatomía, geografía, filosofía, donde se enseñaba griego, francés
y latín permitiendo que los bachilleres de entonces se graduaran
poliglotas.
Pero existía un detalle, para tener acceso a estos privilegios debías ser de
sangre noble demostrable por su árbol genealógico, era impensable que una
persona de sangre manchada tuviera acceso a ellos, a menos que contaras con un
padrino, como sucedió con la dama invisible.
Bajo estas circunstancias se desenvuelve esta historia que se desplegara
en tres poblados íntimamente ligados por la sangre, las costumbres, sus pecados,
y también por sus antagonismos, además por las vicisitudes de la protagonista que
causarían un volcán de pasiones, odios y envidias.
Carora,
capital del entonces Cantón, como se denominaba en esa época las divisiones
políticos-territoriales, era un lugar donde prevalecían las endogamias, un comportamiento social conservador
y cumplidores del ceremonial católico, un legado que apuntalaba su colectividad
al mantener férreamente las tradiciones heredadas, desarrollando un gran
arraigo con la tierra donde nacieron. Aun hoy, sus
domingos están marcados por la misa y la salida al club social en el cual los
asistentes, mayormente descendientes de europeos, comparten una agradable
conversación de intrigas familiares y de conspiraciones políticas, donde todos
se conocen y están emparentados, siendo característico el típico saludo, Pariente,
¿Como esta?.
Como
cualquier otro pueblo, al dirigirte a la plaza en cuyo alrededor estaban los
poderes públicos, la guarnición
militar y las viviendas principales, te envolvía los sonidos de cascos de caballos, el vociferado
de los pregoneros recorriendo las callecitas de tierra ofreciendo los productos
que traían los vendedores ambulantes en sus carretas llenas de mercancías: ¡velas,
escobas, plumeros!. Cruzándose con este remolino, pasaba el aguatero,
trasladando el agua del río en toneles de madera cargados en arreos de burros,
repartiéndola de casa en casa por la mañana y en la tarde, para el consumo
luego de ser filtrada en el tinajero. Sumándose a este ir y venir, propio de la
actividad diaria, en las esquinas de la
plaza se reunían los vecinos a enterarse de las noticias traídas por los viajeros o llegadas en
el correo, o comentar el último acontecimiento
familiar, los preferidos.
En
medio de aquella algarabía, no era difícil encontrar su
Iglesia que aun hoy esta adyacente y un poco hacia el fondo de la plaza, pero entonces
al acercarte percibes
la existencia de ciertas peculiaridades, lo primero que
notas es el marco de piedra de su puerta que llama poderosamente la atención por
tratarse de un raro material entre los templos locales, resaltado aún más por su
disposición en secciones de formas cubicas y triangulares perfectamente simétricas,
recubierto de pizarra sin ningún ornamento, al seguir detallando observas una torre lateral rematada
en forma piramidal puntiaguda, todo una composición geométrica que despierta
una extraña sensación de un misterio que te susurra algo al oído.
Este diseño y materiales usados son característico
de los edificios herrerianos españoles, que delata no solo su fecha de construcción
sino también la existencia de maestros venidos de otras tierras quienes trajeron
la fórmula del calicanto usado en su estructura que sumado a las formas
geométricas no dejaba duda del origen de sus constructores con su implícito
mensaje, uno de los tantos enigmas férreamente guardado en esta tierra.
A las
afueras de la ciudad se localizaban las bulliciosas pulperías de campo donde se jugaba cartas, bebían
aguardiente, hablaban de negocios, de
política y por supuesto se conspiraba. En estos locales se adquirían enseres
artesanales y europeos traídos de contrabando por barcos llegados a las costas
de Falcón. Un mundo al margen de la ley que conllevaba la existencia de más
secretos y hasta crímenes.
Una época
caracterizada por la existencia de numerosos mitos y leyendas estimuladas por
el caluroso clima que llegaba a rajar el suelo y nublar la mente de sus
pobladores, una especie de caldo que da sazón a esta región. A esto contribuía la
existencia en algunas calles con faroles de vidrio con una vela de grasa en su interior que un farolero encendía al caer
la noche, surgiendo una tenue luz que proyectaba danzantes sombras fantasmagóricas
a su alrededor, despertando los temores de los transeúntes, bordando de
supersticiones de fantasmas y duendes, de pasiones nocturnas, de cuando el
diablo andaba suelto tentando la moral y buenas costumbres de los fieles
católicos, originando numerosas historias, la más famosas es la del diablo de
Carora.
De este
último se conocen dos versiones, la primera es la de Doña Inés de Hinojosa y su amante Jorge Voto, el
cual disfrazado de monje asesina una madrugada al marido de ella, amparados por
la oscuridad de la noche y ayuda del cura, quien les facilita la huida. La otra
historia es la de los hermanos Buenaventura, Enrique y Gabriel Hernández Pavón
acusados de ser contrabandistas, al ser perseguidos acuden a asilarse en el
convento de San Francisco, asaltado por la muchedumbre enloquecida quienes a
pesar de las protestas del prior ante la violación del sagrado recinto, fueron
sacados a la fuerza, llevados a la plaza donde serían fusilados con arcabuces
junto a una de sus hermanas que los acompañaba, ese día mueren nueve personas
en total. Al regresar la cordura, los participantes del sangriento suceso se
dan cuenta de lo grave de su proceder, no solo de haber violentado una iglesia
sino el haber matado a una mujer inocente, estremeciendo la bucólica paz
del pueblo y para cubrir
sus pecados culpaban al diablo de su proceder diciendo que andaba suelto. ¡Ah,
diablo!
Esta pudiente sociedad no escatimaba en desembolsos,
principalmente realizado por las damas tanto para fiestas como para cubrir ostentosos
gastos de la Iglesia, tal como la música y coristas para ciertas misas. Al ser esto de conocimiento de los esposos originaba
airados reclamos al cura por estimular estos consumos. Se conoce que los
vecinos de la ciudad pagaron la construcción de la acera de la Iglesia de
Carora a petición del cura
párroco Dr. Maximiano Hurtado, para acabar con los barriales formados en la
época de lluvia. Solo las calles principales eran empedradas con aceras, la gran mayoría eran
de tierra, al llover se dificultaba el transitar, sobre todo las damas con sus
largos vestidos, los cuales era imprescindible lucir pulcramente en el templo.
Era evidente que entre el cura y las damas existía una sociedad de cómplices, de
la que sacaba provecho el cura, los gastos que cubrían eran para obtener
indulgencias a pecados cometidos, pero ¿Quiénes eran los pecadores, ellos o
ellas o ambos? y ¿De cuál pecado se trataba?
Los mantuanos, clase predominante, tomaban
en cuenta la raza, dividiéndola en: blanca, india o negra. Los blancos a su vez
en tres clases sociales: los nacidos en Europa, únicos con derechos a ostentar
cargos políticos; los nacidos en América, herederos de los anteriores y por
último los pobres considerados blancos de orilla, carpinteros, herreros,
talabarteros, maestros de cantería, sastres, barberos y otros.
Los indios eran empleados para sembrar la tierra y criar
ganado pero no eran esclavos, pagándoles por su trabajo aunque en menor
cuantía, gozaban del beneficio de la propiedad de sus
tierras al
estar protegidos por las Leyes de Indias a
través de los Resguardos Indígenas, hecho que desencadenaría un suceso fatídico.
Los negros ocupaban el extremo de la
sociedad como esclavos sin
reconocimientos y totalmente menospreciados tanto por los blancos como por los
indígenas. Sin embargo se les proporcionaba un pedazo de tierra para la
construcción de sus hogares y cultivos para su manutención.
Desde el mismo momento de la colonización se
iniciaría, primero el mestizaje con los indios, posteriormente al ser
introducido el negro al país surgiría el mulato, luego vendría la cruza entre
ellos surgiendo los pardos, predominando en la población venezolana actual.
Los blancos españoles con sus descendientes
eran la clase dominante, dueños de las inmensas tierras, del poder político y
miembros de las pudientes cofradías. Cuando emerge la burguesía
comercial, blancos sin abolengo que habían prosperado con los negocios
derivados de la guerra, se integrarían a los ricos de cuna por la necesidad de
proteger sus prebendas, manteniendo
el poder hegemónico a través del partido conservador.
En ellos prevalecía
una rígida sociedad estamentaria llegando a extremos como en Carora de reservar
la capilla de El Calvario para los mestizos y mulatos, negándoles la entrada a la
iglesia de San Juan Bautista donde era reverenciado San Jorge, su patrono
considerado de abolengo, un fenómeno discriminatorio que alcanzaba hasta los
Santos y las Iglesias, a pesar de su preponderante mentalidad católica, sin
embargo esto no bastaba para superar la segregación, al igual que al clero. Dominando
en las ciudades los conservadores y en los pueblos doctrineros los liberales,
el mejor representante era el cura de Aregue, Domingo Vicente Oropeza, mal
visto por la rancia sociedad y en cuya Iglesia se encuentra la Virgen de
Chiquinquirá, venerada por los indígenas de la zona por ser la Virgen morena o
india, lugar donde se desarrollará parte fundamental del acontecer de la
historia de Bartola y de su amistad con este cura, clave para ella.
Esta
división daría origen a las tragedias de los hermanos Aguinagalde, de ideas tolerantes
que contrariaban los intereses de las acaudaladas cofradías conservadoras, Martín
asesinado por propiciar la abolición de la esclavitud y el fraile Ildefonso
expulsado de Carora por defender a los indios Castro de la expropiación de sus
tierras protegidas por los Resguardos Indígenas y quien sería el autor de la
maldición del Fraile: “Malditos sean estos godos hasta la quinta generación”. Desde
entonces se dice que toda tragedia que afecte a una de estas familias ¡Es la
maldición del Fraile!.
Los habitantes del pueblo doctrinero de Río
Tocuyo eran menos clasista,
mantenían una relación horizontal entre sus
pobladores permitiendo una vida algo más relajada, por eso en ellos
prosperaron militares descendientes de indios con una gran influencia en el
país. Aquí los mantuanos aceptaban de mejor grado al mestizo, pero sutilmente
siempre quedaba algún resquemor en lo más profundo de su ser.
Bartola
crece sumergida en esta sociedad impregnada
de paradigmas donde
el acontecer
cotidiano se centraba alrededor del ceremonial religioso copando
casi todo el calendario anual con sus contradicciones entre caridad
cristiana y exclusión social en la cual preservar las buenas costumbres y las obligaciones religiosas junto a la pureza de sangre marcarían esta
generación.
Un mundo de secretos donde era necesario guardar las apariencias, no obstante su documento de nacimiento conocido como registro parroquial la descubría públicamente, proclamando un nacimiento con un turbio origen que la atormentaba, que era necesario ocultar, llevándola a visitar las riberas del Río Tocuyo, paraje que la seducía por su cautivadora belleza, transmitiéndole una paz el tempestuoso correr de sus aguas, sintiendo consuelo a su soledad.
Mientras contemplaba hipnotizada su
entretejido cauce, similar a su enmarañada vida, meditaba sobre los temas que
la agobiaban, de ser una Nieto sin derecho al apellido al ser hija natural, sin
padres casados bajo el ritual católico, que la mujer a quien había visto como
de la servidumbre era su madre y que además era indígena, manchándola con su
sangre. Revelación que le permitió entender el por qué algunos hombres de su
familia le susurraban al oído palabras que no eran apropiadas para una señorita
de su clase y que le despertaban sentimientos contradictorios, el halago a su
belleza que le agradaba pero por otro se percataba que a sus primas no se las
decían por ser consideradas una falta de respeto, lo que la incomodaba
sintiendo que algo la hacía culpable, vejándola en lo profundo de su ser.
Parte de su vida perseguiría subsanar la
brecha de su doble desprestigiado origen, obtener una cabida plena en su familia, deseaba
no tener que ocultar sus verdades, sin embargo, contradictoriamente se convertiría
en una mujer llena de misterios y
mentiras, forzada por la época que le toco vivir y determinadas circunstancias.
Era inteligente, sagaz y ambiciosa, cualidades con las que lograría sus propósitos, no sospechaba la vorágine que estaba por venir, esta es su historia.
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