Inicio al secretismo
Carora 1885
Bartola se desliza en la oscuridad de la medianoche por la calle que conduce a la Iglesia San Juan Bautista de aquel martes casi veraniego, algunos faroles dispersos aquí y allá alumbran tenuemente su recorrido arrojando sombras danzantes que parecen advertirle sobre un misterio a punto de revelarse, un escalofrió recorre su espalda y se arrebuja en la larga capa negra con capucha que llevaba puesta y la cual le había sido entregada con las instrucciones de usarla para la cita de esa noche. Al acercarse nota que la puerta del templo esta entrejunta dejando ver una titilante luz que va y viene.
Entra y escucha tras de sí que alguien la cierra, apagando
la vela que portaba mientras le susurra “Mantén silencio y presta atención a lo
que se te dirá”, reconociendo la voz de Silveiro se pregunta, “¿Que hacía
allí?”, entonces gira desconcertada para hablarle pero había desaparecido presuroso
en la penumbra, cautelosamente continúa por el corredor central de la
Iglesia cuyo fondo estaba levemente iluminado, distingue que el altar mayor
está cubierto por una gran cortina de paño rojo con una dorada
y gigantesca letra G bordada a cuyos pies se encuentra un grupo ataviados
igual a ella parados detrás de un largo mesón con
varios objetos expuestos que no tenían nada que ver con los usados en la misa
católica, destacan un extraño compás, un manuscrito, un dije con un símbolo que
le era familiar, otras misteriosas figuras y una cruz con una rosa.
El personaje central al verla llegar da varios golpes en el piso con un largo bastón de madera y los otros asistentes, ubicados a ambos lados comienzan a aplaudir sincrónicamente asintiendo con la cabeza, una especie de señal para comenzar la ceremonia que reviste gran solemnidad.
—Hoy se
realizará tu rito de iniciación en nuestra Secreta Orden, la
logia Sefarad y yo soy el venerable maestro que la preside.
A pesar de su esfuerzo no logra identificarlo sin
embargo su voz se le hace familiar e intrigada se pregunta “¿Por qué le decían
aquello?”.
—Lo primero es puntualizar que las enseñanzas aquí impartidas tienen como
objetivo desarrollar su sabiduría para
el crecimiento de la conciencia y
no tienen que ver con creencias
religiosas o dogmas de ningún tipo.
Bartola
detalla que el maestro toma del mesón aquel extraño compás unido
a una escuadra con una letra G en su centro, mostrándoselo.
—Deberás saber identificar
estos símbolos y conocer su significado,
imprescindible para la seguridad de tus próximas tareas encomendadas.
El oculto ser tras su
negra capucha guarda silencio y entonces de algún lugar del salón surge una
melodía conocida... Era el Allegro de la Quinta Sinfonía de Beethoven que
brotaba de la pianola de la Iglesia mientras la escucha medita sobre aquellas enigmáticas
palabras: “La seguridad… ¿De quién o quiénes? ”.
Simultáneo los demás asistentes
comienzan a girar con paso marcial alrededor del mesón ejecutando una especie
de danza, desprendiéndose una atmosfera
ceremonial. Luego se hace el silencio y el maestro continúa hablando.
—El aprendiz se inicia como piedra bruta, ayudado por sus Hermanos comenzará
a trabajarla y pulirla hasta lograr su forma perfecta, la piedra cúbica que
representa el conocimiento.
Al acostumbrarse a la
penumbra cree identificar a varios de los presentes, acaso ese era el vendedor
de velas y aquel el dueño de la tienda de ropa. Desconcertada finalmente reconoce
al maestro, se trataba del hierbatero, pero uno la sorprendería enormemente,
sería el cura de Aregue.
—Desde el instante que traspasas
el umbral de este templo, bajo nuestra tutela, dejas atrás lo que eras
transformándote en una pieza que encajará con las otras, tal como las del
pórtico, integrándote armónicamente a nuestra organización.
El
orador se detiene brevemente al observar que ella ya lo había reconocido y
le revela
—Este proceso, sin notarlo, lo habíamos comenzado cuando te enseñábamos el
poder que albergan las hierbas medicinales y los vericuetos de la política.
Con aquella inesperada confesión
tiene la certeza de quienes son y entendería la dedicación y paciencia de ellos
para explicarle los temas que despertaban sus dudas, así como los cortantes silencios y las miradas
furtivas cuando ella llegaba.
—Nuestros antepasados
sefarditas construyeron este templo revelando crípticamente en sus formas
geométricas de su fachada su doble papel desempeñado, un secreto el cual ahora tú
participaras y deberás proteger también.
Bartola al escuchar
aquellas confidencias experimentaría una extraña sensación, de penetrar en algo
profundo, desconocido y extraordinario.
—Este horario está
reservado para nuestra logia, con la anuencia de las autoridades eclesiásticas.
Vendrás aquí dos veces al mes para realizar los tres primeros rituales: Aprendiz,
Compañero y Maestro, estudiarás el significado de los ocho símbolos y de la
ciencia que despertara tu conciencia.
Alargando una mano hacia
ella le entrega algo, indicándole.
—Además deberás leer este
manuscrito, nadie más debe hacerlo.
Bartola se lo recibe y al
verlo un recuerdo asalta su mente.
—Se te prohíbe revelar cualquier misterio de la Orden, incluso a tu esposo
e hijos. Tampoco puedes demostrar que reconoces a alguno de los aquí presente
si te encuentras con ellos fuera de este lugar.
El
maestro se acerca a ella mientras los otros permanecen detrás y solicito le comunica.
—A partir de este momento
te suministraremos contactos esenciales y apoyo para las misiones secretas que
se te asignaron. Contaras con nuestra ayuda.
Cuando
Bartola sale del lugar, un infinito cielo azabache, salpicado de miles de
resplandecientes estrellas semejando puntos blancos la arropan, extasiada lo
contempla. Bajando la mirada presta atención a la superficie de piedras
cuadrangulares perfectamente encajadas del marco de la puerta, recorriéndolas
con sus manos siente que algo novedoso surgía dentro de ella al comprender ahora
su significado. María Pinto de Cárdenas, su admirada antepasada, hacía 191 años
había estado apoyada en esas mismas piedras y tal vez entonces a través de
ellas podría entender sus dos historias, la diurna y la nocturna.
Aquel
marco rectangular siempre le despertó su
curiosidad por la marcada diferencia con los ovalados de las puertas de las
Iglesias de Aregue y Río Tocuyo, aquel secreto resguardado desde la fundación
de Carora por su sociedad la maravillaban, preguntándose que los había motivado,
la respuesta estaban en el manuscrito que portaba, sería un descubrimiento mas.
Una
fría brisa la sorprende y sale de su ensimismamiento, acelera el paso hacia el
cercano hotel donde se hospedaba mientras repara de otra actividad secreta que
no mencionaron y que también se desarrollaban allí tal como la celebración del Cantorío de la Primera
Misa.
¿Acaso
eso tenía relación con ellos?. ¿Por eso la presencia de aquel hombre que le
pareció ser el líder de la conspiración?. ¿Política y masonería estaban
conectados?. El tiempo le revelaría su inquietud y el porqué de su inclusión en
aquella secreta orden.
Nunca
sospechó
los caminos que recorrería a partir de entonces ni en la persona en que se
convertiría.