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miércoles, 21 de mayo de 2025

Roz Mystírio. Capítulo I

Inicio al secretismo

Carora 1885

Bartola se desliza en la oscuridad de la medianoche por la calle que conduce a la Iglesia San Juan Bautista de aquel martes casi veraniego, algunos faroles dispersos aquí y allá alumbran tenuemente su recorrido arrojando sombras danzantes que parecen advertirle sobre un misterio a punto de revelarse, un escalofrió recorre su espalda y se arrebuja en la larga capa negra con capucha que llevaba puesta y la cual le había sido entregada con las instrucciones de usarla para la cita de esa noche. Al acercarse nota que la puerta del templo esta entrejunta dejando ver una titilante luz que va y viene.

Entra y escucha tras de sí que alguien la cierra, apagando la vela que portaba mientras le susurra “Mantén silencio y presta atención a lo que se te dirá”, reconociendo la voz de Silveiro se pregunta, “¿Que hacía allí?”, entonces gira desconcertada para hablarle pero había desaparecido presuroso en la penumbra, cautelosamente continúa por el corredor central de la Iglesia cuyo fondo estaba levemente iluminado, distingue que el altar mayor está cubierto por una gran cortina de paño rojo con una dorada y gigantesca letra G bordada a cuyos pies se encuentra un grupo ataviados igual a ella parados detrás de un largo mesón con varios objetos expuestos que no tenían nada que ver con los usados en la misa católica, destacan un extraño compás, un manuscrito, un dije con un símbolo que le era familiar, otras misteriosas figuras y una cruz con una rosa.

El personaje central al verla llegar da varios golpes en el piso con un largo bastón de madera y los otros asistentes, ubicados a ambos lados comienzan a aplaudir sincrónicamente asintiendo con la cabeza, una especie de señal para comenzar la ceremonia que reviste gran solemnidad.

 —Hoy se realizará tu rito de iniciación en nuestra Secreta Orden, la logia Sefarad y yo soy el venerable maestro que la preside.

A pesar de su esfuerzo no logra identificarlo sin embargo su voz se le hace familiar e intrigada se pregunta “¿Por qué le decían aquello?”.  

Lo primero es puntualizar que las enseñanzas aquí impartidas tienen como objetivo desarrollar su sabiduría para el crecimiento de la conciencia y no tienen que ver con creencias religiosas o dogmas de ningún tipo.

Bartola detalla que el maestro toma del mesón aquel extraño compás unido a una escuadra con una letra G en su centro, mostrándoselo.

—Deberás saber identificar estos símbolos y conocer su significado, imprescindible para la seguridad de tus próximas tareas encomendadas.

El oculto ser tras su negra capucha guarda silencio y entonces de algún lugar del salón surge una melodía conocida... Era el Allegro de la Quinta Sinfonía de Beethoven que brotaba de la pianola de la Iglesia mientras la escucha medita sobre aquellas enigmáticas palabras: “La seguridad… ¿De quién o quiénes? ”.

Simultáneo los demás asistentes comienzan a girar con paso marcial alrededor del mesón ejecutando una especie de danza, desprendiéndose una  atmosfera ceremonial. Luego se hace el silencio y el maestro continúa hablando.

El aprendiz se inicia como piedra bruta, ayudado por sus Hermanos comenzará a trabajarla y pulirla hasta lograr su forma perfecta, la piedra cúbica que representa el conocimiento.

Al acostumbrarse a la penumbra cree identificar a varios de los presentes, acaso ese era el vendedor de velas y aquel el dueño de la tienda de ropa. Desconcertada finalmente reconoce al maestro, se trataba del hierbatero, pero uno la sorprendería enormemente, sería el cura de Aregue.

—Desde el instante que traspasas el umbral de este templo, bajo nuestra tutela, dejas atrás lo que eras transformándote en una pieza que encajará con las otras, tal como las del pórtico, integrándote armónicamente a nuestra organización.

El orador se detiene brevemente al observar que ella ya lo había reconocido y le revela

Este proceso, sin notarlo, lo habíamos comenzado cuando te enseñábamos el poder que albergan las hierbas medicinales y los vericuetos de la política.

Con aquella inesperada confesión tiene la certeza de quienes son y entendería la dedicación y paciencia de ellos para explicarle los temas que despertaban sus dudas, así como los cortantes silencios y las miradas furtivas cuando ella llegaba.

—Nuestros antepasados sefarditas construyeron este templo revelando crípticamente en sus formas geométricas de su fachada su doble papel desempeñado, un secreto el cual ahora tú participaras y deberás proteger también. 

Bartola al escuchar aquellas confidencias experimentaría una extraña sensación, de penetrar en algo profundo, desconocido y extraordinario.    

—Este horario está reservado para nuestra logia, con la anuencia de las autoridades eclesiásticas. Vendrás aquí dos veces al mes para realizar los tres primeros rituales: Aprendiz, Compañero y Maestro, estudiarás el significado de los ocho símbolos y de la ciencia que despertara tu conciencia.

Alargando una mano hacia ella le entrega algo, indicándole.

—Además deberás leer este manuscrito, nadie más debe hacerlo.

Bartola se lo recibe y al verlo un recuerdo asalta su mente.  

Se te prohíbe revelar cualquier misterio de la Orden, incluso a tu esposo e hijos. Tampoco puedes demostrar que reconoces a alguno de los aquí presente si te encuentras con ellos fuera de este lugar.

El maestro se acerca a ella mientras los otros permanecen detrás y solicito le comunica.

—A partir de este momento te suministraremos contactos esenciales y apoyo para las misiones secretas que se te asignaron. Contaras con nuestra ayuda.

Cuando Bartola sale del lugar, un infinito cielo azabache, salpicado de miles de resplandecientes estrellas semejando puntos blancos la arropan, extasiada lo contempla. Bajando la mirada presta atención a la superficie de piedras cuadrangulares perfectamente encajadas del marco de la puerta, recorriéndolas con sus manos siente que algo novedoso surgía dentro de ella al comprender ahora su significado. María Pinto de Cárdenas, su admirada antepasada, hacía 191 años había estado apoyada en esas mismas piedras y tal vez entonces a través de ellas podría entender sus dos historias, la diurna y la nocturna.

Aquel  marco rectangular siempre le despertó su curiosidad por la marcada diferencia con los ovalados de las puertas de las Iglesias de Aregue y Río Tocuyo, aquel secreto resguardado desde la fundación de Carora por su sociedad la maravillaban, preguntándose que los había motivado, la respuesta estaban en el manuscrito que portaba, sería un descubrimiento mas.

Una fría brisa la sorprende y sale de su ensimismamiento, acelera el paso hacia el cercano hotel donde se hospedaba mientras repara de otra actividad secreta que no mencionaron y que también se desarrollaban allí tal como la celebración del Cantorío de la Primera Misa.

¿Acaso eso tenía relación con ellos?. ¿Por eso la presencia de aquel hombre que le pareció ser el líder de la conspiración?. ¿Política y masonería estaban conectados?. El tiempo le revelaría su inquietud y el porqué de su inclusión en aquella secreta orden.

Nunca sospechó los caminos que recorrería a partir de entonces ni en la persona en que se convertiría.

Roz Mystírio. Prólogo

                          Un lugar llamado Carora

Un extravagante reptil cubierto de espinas a lo largo de su delgado cuerpo atraviesa veloz aquella fantasmagórica región semidesértica desapareciendo mágicamente en una hendidura del cuarteado y reseco suelo librándose del inclemente calor provocado por el abrasador sol que desdibujaba el horizonte salpicado de cardones y cujíes.  

Perezosamente unos chivos mordisquean las hojas de los arbustos indiferentes al árido ambiente que las rodea, inquietante desolación que no permitía vislumbrar que alguna vez allí se escribieron las páginas de una historia crucial, sepultadas en la memoria y la arena del tiempo, resguardadas por un sinnúmero de secretos que esperaban ser parteados, quizás algún día.    

Esta agreste región en un remoto tiempo daría origen a una mujer signada por una vorágine de turbulentas vivencias a veces felices, otras intensamente agrias y dolorosas.


Su infancia transcurriría dentro de un acogedor ambiente familiar, estimulando a una alegre joven cuya risa cantarina llenaba su entorno, irradiando un magnetismo imposible de ignorar.

Como todo joven era de carácter despreocupado y rebelde, hasta que un día una traumática experiencia como una oscura tormenta invernal la envolvería violentamente alejándola de su inocencia de manera dolorosa a partir del cual su vida tomaría un inesperado sendero provocando que la realidad conocida se derrumbara al revelarse una oculta verdad, la cual como un río desbordado impetuosamente buscaría su trayecto, un destino inevitable.

Su mundo estaría atrapado por una diversidad de normas que constituían las asfixiantes tradiciones de la Colonia pero las cuales no impedían que fueran trasgredidas, el pecado era practicado impunemente  reinando una doble moral, propiciando el secretismo, lo oculto, el arte de la hipocresía, de lo que nadie hablaba pero todos conocían.

Existía una condena insalvable, el franco rechazo  social de acuerdo al linaje, los nobles o puros de sangre y los de sangre manchada o descendientes fuera del matrimonio. La pureza de sangre era tan importante que si se quería perjudicar a alguien bastaba con poner en duda su árbol genealógico regando rumores anónimamente o lanzando panfletos en la plaza del pueblo sobre su origen. 

Los privilegios del poder se preservaban a través de una clara división de clases marcadas por los apellidos, encargándose de ello estaban las godarrías, influyentes grupos cívico-religiosos conformados alrededor de unas cuantas familias unidas por sus endogamias o matrimonios entre parientes quienes ejercían un dominio en esta sociedad, residenciados en localidades sumamente tradicionales en cuanto a las costumbres españolas.

Junto a la poderosa Iglesia Católica existían Centros Educativos muy avanzados, formando ambos un binomio encargado de resguardar los privilegios obtenidos por la sangre. Para tener acceso a estos Colegios debías ser noble, los manchados no gozaban de este beneficio a menos que contaras con un oculto padrino.

Bajo estas circunstancias se desenvuelve esta historia que se desplegará en tres poblados íntimamente ligados por su ascendencia, costumbres,  pecados y antagonismos donde las vicisitudes de la protagonista se mezclaran en un torbellino cada vez más complejo.

Carora, comarca con un dominante comportamiento conservador y fieles cumplidores del ceremonial católico que apuntala un gran arraigo con la tierra donde nacieron. Aun hoy, sus domingos están marcados por la misa y la salida al club social en donde comparten una agradable conversación de intrigas familiares y de conspiraciones políticas, todos conocidos y emparentados, siendo característico el típico saludo: Pariente, ¿Como esta?.

Como cualquier otro pueblo, alrededor de la plaza estaba la guarnición militar, los poderes públicos y las viviendas principales. Un ir y venir de transeúntes te envolvía, sonidos de cascos de caballos, el vociferado de los pregoneros y el aguatero con sus burros cargando el agua de manantial para los hogares. En las esquinas de la plaza se observaba a los vecinos reunidos para enterarse de las noticias traídas por los viajeros, el correo, o comentar el último escándalo de alguna familia, siendo los preferidos.  

En medio de aquella algarabía no era difícil encontrar su Iglesia adyacente, un poco hacia el fondo de la plaza. Aún hoy al acercarte percibes ciertas peculiaridades, lo primero es la forma rectangular del marco de su puerta además de estar realizado con piedras, llamando poderosamente la atención por tratarse de un raro material entre los templos locales, resaltado aún más por sus formas cubicas encajadas perfectamente, al continuar detallando observas su torre lateral rematada en forma piramidal puntiaguda todo una composición geométrica de su fachada que despierta una extraña sensación de la existencia de un susurrante enigma, uno de los más celosamente guardados por esta sociedad, remontándose a sus orígenes.   



A las afueras de la ciudad se localizaban las bulliciosas pulperías  donde se jugaba cartas, se ingería aguardiente, se hablaba de  negocios, de política y por supuesto se conspiraba. Allí se adquirían enseres locales y los traídos clandestinamente por barcos a las costas de Falcón. Un mundo al margen de la ley que conllevaría a la existencia de crímenes como el ocurrido a unos famosos hermanos contrabandistas.

Al transitar por sus calles se podían diferenciar tres clases sociales, no solo por el color de piel sino también por sus riquezas: la blanca, la india y la negra.

En los blancos existían dos categorías, los pudientes de abolengo o mantuanos y los blancos de orilla, carpinteros, herreros, talabarteros, maestros de cantería, sastres, barberos y otras labores. Dentro de los mantuanos se diferenciaban los nacidos en América de los nacidos en España quienes detentaban privilegios excepcionales.

Los indios mantenían la propiedad de sus tierras a través de los Resguardos Indígenas que desencadenaría un fatídico suceso en estas tierras.

Los negros ocupaban el extremo de la sociedad como esclavos sin paga.

En los mantuanos prevalecía una rígida sociedad estamentaria llegando a extremos como negarles la entrada a los mestizos y mulatos a la Iglesia de San Juan Bautista asignándoles la capilla de El Calvario para su uso, un fenómeno discriminatorio que abarcaba a los Santos, a los curas y las Iglesias que a pesar de su preponderante mentalidad católica no bastaba para superarla.

A la segregación racial se sumaba lo político, tan era así que las iglesias de las ciudades estaban reservadas para los curas conservadores y la de los pueblos para los liberales, despreciados por esta rancia sociedad cuya enemistad daría origen a las tragedias de los liberales hermanos Aguinagalde.

Uno asesinado a puñaladas en Barquisimeto por propiciar la abolición de la esclavitud y en el cual estaría involucrado un conocido sacerdote conservador. El otro, un párroco que por ser liberal sería expulsado de Carora humillantemente montado de espaldas en un burro y es el autor de la célebre maldición del Fraile: “Malditos sean estos godos hasta la quinta generación”.

Aregue era famoso por la presencia del irreverente cura Domingo Vicente Oropeza, por el feroz Clan de los indios Castro que le otorgaban fama de ser un pueblo peligroso y por su Iglesia en la cual se encuentra la morena Virgen de Chiquinquirá, venerada por los indígenas.   

Río Tocuyo era socialmente más tolerante, aceptaban de buen grado al mestizo aunque sutilmente quedaba algún resquemor, aquí nacería y crecería la protagonista sumergida en sus contradicciones que marcarían esta generación.

Era una época de gran galantería y romanticismo originado de los delicados modales europeos heredados.

Una sociedad preñada de numerosos mitos, leyendas y pasiones nocturnas estimuladas por el caluroso clima que llegaba a rajar el suelo y nublar la mente de sus pobladores, una especie de caldo que da sazón a los misterios de esta región y a su sociedad de cómplices.

Bartola visitaba las riberas del Río Tocuyo, un paisaje que la seducía por el tempestuoso correr de sus aguas transmitiéndole una paz inigualable, un consuelo a su soledad y donde acaecerían los hechos más relevantes de su vida.   

Mientras contemplaba hipnotizada su entretejido cauce similar a su enmarañada vida meditaba sobre los temas que la agobiaban y la herían en lo profundo de su ser. 

Perseguiría subsanar esta brecha pero esto la conduciría a través de una cadeneta de simulaciones que crecerían como una enredadera hasta cubrirla y transformarla inexorablemente en la dama invisible con un subyugante mundo de secretos, sus  rosas, esta es su historia.