Elena
nace el 12 de mayo de 1919, lo hace acompañada por su morocha Adelina, dentro de un ambiente rural donde prevalecían aun
las costumbres del siglo XIX en un país de apenas tres millones de habitantes, ocurre
en El Toronal, en la habitación de la abuela conocido como “el cuarto largo”
por su longitud, que daba al de los santos con sus velas encendidas para que
ayudaran en tan difícil trance. Para este suceso viene de la ciudad, Adelina
Meléndez madre de la parturienta pues se pensaba que iba a nacer el hijo varón
por la barriga tan grande que lucía, viaja en el transporte público que ya
existía para entonces entre Barquisimeto y Siquisique. Un
mes después ocurre la fatídica muerte del venerable José Gregorio Hernández, de 55 años de
edad como consecuencia de un accidente automovilístico en la Caracas de
tranvías y escasos automóviles que andaban a 30 Km/h.
Es
traída al mundo por su abuela Bartola quien era una comadrona muy diestra o “práctica”
de la medicina, gracias a lo cual este riesgo parto gemelar se logra sin
mayores consecuencias, llega rodeada por sus 3 hermanas mayores quienes representarían
un papel fundamental en su vida. Bartola es quien escoge su nombre por dos razones,
una pública debido a Santa Elena y la otra oculta en su significado que en
griego es la antorcha que brilla, al ser vidente, presiente su destino.
En
estas fechas se registraron los mas altos precios del café y la mayor cantidad despachada
a pesar de que ya se estaba exportando petróleo, el país era prácticamente un
monoexportador agrícola de este rubro, sin embargo su producción tenía las horas
contadas por diferentes causas, entre las que estaría la Primera Guerra
Mundial, la Gran
Depresión , luego se suma la aparición del petróleo y la masiva
producción cafetalera del Brasil, inundando los mercados internacionales a mas
bajo precio. Debido a las desacertadas políticas agrícolas oficiales ante el
valor del bolívar, una moneda muy fuerte, ubicándose su valor para enero de
1934 en 3,06 Bs./US dólar, encareciendo internacionalmente los precios de los
productos de exportación, que no pueden competir en igualdad de condiciones,
provocando la caída del cultivo de café, que disminuye los ingresos de los productores.
Durante la Segunda Guerra
Mundial cae gradualmente su producción, aumentando simultáneamente la necesidad
vertiginosa de combustible por los países en conflictos, iniciando un auge
petrolero que desplazaría al mundo agrícola por el industrializado.
La
niñez de Elena transcurre en El Toronal jugando con sus hermanas, las muñecas
de trapos confeccionadas por una costurera que laboraba en la hacienda y
pequeños utensilios de alfarería elaborados en La Unión. También poseían
muñecas de celuloide compradas en Barquisimeto. Los favoritos eran las correrías
al aire libre por la hacienda, deslizándose por el cerro de concha de café, del
subi y baja artesanal de madera que estaba en el patio frontal, de los juegos
del escondite, de cuando se encaramaban en las matas de cambur que se doblaban
con su peso, en la de mamón que era tan alto que producía vértigo, del
alfeñique que comían en El Trapiche, de las travesuras con su morocha, del sobrenombre
de su hermana menor Bolivia, el pájaro amarillo por el pelo amarillo y lo
encaramadora en los árboles que era. Recuerda que a mi tía Ana, para molestarla,
la llamaban la negra, por ser morena como la abuela Adelina Meléndez, a ella no
le gustaba, que era muy curiosa, tanto que una
vez le pregunto a una visita si
también se tiraba gases, este le explica que era un acto que lo realizaba todo
el mundo. Cuando se enteraron de la indiscreción de la niña por el comentario del
visitante, el abuelo le pidió disculpa al señor y este le contesto: Ud tiene una
niña muy avispada, a mi tía Ana le llamaron la atención y castigaron.
Mi
mama Elena me hablaba de los remedios caseros como la cataplasma caliente de
huevo revueltos con hierbabuena para los vómitos, la colocaban sobre el
estomago y ella se comía levantando el vendaje, cuando la descubrían se armaba
un revuelo pues se suponía que estaba en ayuno, también recuerda la bosta de
vaca hervida en leche, que se colaba para luego ser ingerida para que brotara
el sarampión.
Mi
mama Elena se acuerda que no les permitían maquillarse hasta no tener 15 años,
por lo que se metieron a escondidas en el cuarto de su madre a pintarse la boca
con los cosméticos de ella, cuando escucharon sus pasos venir, corrieron a
limpiarse la cara con el reverso del vestido para que no las descubriera. Otra
cosa prohibida era estar con las hermanas mayores cuando recibían los
enamorados, con el fin de que no se enteraran de las cosas de mujer. Pepita se
sentaba con ellas en el confidente a vigilarlas, mientras estaba el novio de
visita, solo se tocaban las manos cuando ella se descuidaba, sentían curiosidad
por lo que sucedía con los enamorados, que no las dejaban ver. Recuerda que sus
hermanos varones usaban pantalón corto hasta cumplir los quince años, por lo
que despectivamente les decían que era un pantalón corto. Las hembras tenían
que usar medias tobilleras.
Viajaban
a las haciendas de café en las cercanas montañas de Parupáno, a Barquisimeto
donde iban frecuentemente a visitar a los
bisabuelos Teodoro Giménez y Adelina Meléndez en la casa de Santa Rosa. Recuerda
cuando vino al matrimonio de la tía Panchita en 1925, dejándola maravillada los
tranvías traccionados a caballo que
transitaban por las calles de tierra, también presencian asombradas la caída de
granizo que se le disolvían en la mano, nunca experimentado en El Toronal.
Dos
años después ocurre la muerte de la bisabuela Adelina, época que ella y la
morocha de 8 años de edad están residenciadas definitivamente en Barquisimeto
para iniciar estudios en la escuela Leopoldo Torres, situada en la carrera 19
con calle 30 donde trabajaba de directora, la prestigiosa maestra Bolivia Tovar,
la cual tenía un defecto en la cadera por lo que caminaba ladeándose, muy amiga
de la abuela María Adelina razón de su escogencia, allí cursan primero, segundo
y tercer grado, sin saberlo habían comenzado una nueva etapa de sus vidas.
Ellas
iban al colegio en autobús que recuerda cuadrados con asientos duros, otras
veces se iban a pie, vivían con la tía Angelina, hermana menor que la abuela,
en la calle González Pacheco, junto a su hermana Ana Dolores, quien estudiaba
externa en el Inmaculada donde Roselia y María de Lourdes estaban interna, pues
no cabían todas en casa de su tía. Sus padres les mandaban desde la
hacienda alimentos con el chofer Ramón Navarro, que venía acompañado de un
obrero cuando no lo hacia su madre, llegaban con sacos de jojotos, caraotas,
racimos de cambures, carne seca, café, etc. Posterior sus padres se mudan aparte
a la casa Nº 20 en la misma González Pacheco, cerca de la tía Angelina, hoy calle
35 entre carreras 16 y 17, cerca de la
Plaza y la
Iglesia de Nuestra Señora de San Juan. La abuela pasaba
temporadas allí, cuando se iba a El Toronal quedaban a cargo de Pepita, en
quien ella delegaba su autoridad para cuidarlas y disciplinarlas. En 1929 las morochas son cambiadas al colegio Inmaculada, externa al
igual que su hermana Ana, la primogénita había culminado sus estudios,
acompañaba a su madre en la hacienda.
Las
vivencias de estos años son los de
principios de siglo durante la dictadura de Gómez, recorrían la ciudad, viendo
surgir el Barquisimeto moderno. Presencia el asfaltado de las calles, como los
autobuses y automóviles colman poco a poco las angostas calles. La casa de la
calle González Pacheco es frecuentada por los tíos, primos y amigos, entre ellos:
Ana Amalia, Etelvina, León, Ramón, etc. En 1930 se inaugura el acueducto, se
instala la electricidad, el Mercado Municipal donde hoy esta el Edificio
Nacional, el Teatro Municipal pasa a llamarse Teatro Juárez, se construye la
sede de la gobernación, la
Plaza Lara , se trae el pedestal para la estatua ecuestre del
Padre de la Patria
ubicado en la plaza Bolívar antigua plaza Miranda, igualmente se inaugura un
ala del Hospital “La Caridad ”
y la cárcel “Las Tres Torres”. Mi mama Elena recuerda la muerte del abuelo
Teodoro Giménez de 72 años de edad en 1931, ella tenía 12 años, la vistieron de
negro con manga larga, lo cual ella no quería. Su curiosidad la lleva al cementerio
cerca de la iglesia de San Juan, que lo estaban mudando, durante las exhumaciones de los
cadáveres, ella con la morocha presencian cuando sacan los cuerpos, algunos de
los cuales eran mujeres jóvenes vestidas de blanco.
Una
de las actividades favoritas, en la ciudad, era pasar por los estudios
fotográficos, al salir de clases pues les quedaba en la vía, en la esquina de
la calle 31 con la carrera 19, de moda en Barquisimeto, desarrollando el gusto
por la fotografía, no tan formal, diferentes a las realizadas a principios de
siglo, adquieren una cámara fotográfica que usaban con frecuencia, gracias al
cual se tiene un amplio registro de los acontecimientos cotidianos de sus
vidas. Eran buenas fotógrafas al tener la oportunidad de aprender en estos
estudios de donde eran clientes asiduas.
Al
culminar la primaria en 1932 viajan con su madre a El Toronal donde nacería
muerto su onceavo hermano, le decían a su hermana menor, Yolanda que por era su
culpa pues por estar saltando había caído sobre el vientre de su madre. En 1933
van a Barquisimeto donde asisten al matrimonio de su hermana mayor María de
Lourdes, quien se muda a Caracas con su marido, recuerda que la despedida fue
muy triste para ellas y sus padres. Transcurren 2 años con otros abortos de su
madre que cada vez esta peor de salud, los embarazo agravaban su hipertensión
lo que las obliga a mudarse a Barquisimeto definitivamente dejando atrás el
mundo de El Toronal. Las morochas, como todo joven, se mantienen al margen del
delicado estado de salud de su madre, continúan su alegre vida social con
primos y amigos.
En
noviembre de 1935 después de una larga agonía, el médico de cabecera que venía
a realizarle sangrías en los brazos y el drenaje de liquido de las edematizadas
piernas mediante pinchazos, no logra mejorarla, finalmente su madre muere y las
navidades de ese año, las morochas con su hermana Roselia pasan el duelo en El
Toronal con su padre, devastado ante esta pérdida. Ana Dolores se queda en
Barquisimeto trabajando en el negocio La Estrella Roja perteneciente al libanés
Mansur Yebaile, salía a pasear y visitar a sus amigas en el carro de sus padres
llevada por el chofer.
Las
morochas regresan a la ciudad en enero de 1936, están por cumplir 17 años, darían
inicio a una nueva etapa de sus vidas, sin la presencia de su madre, con su
hermana mayor María de Lourdes, quien retorna de Caracas donde estaba
residenciada con su esposo, para hacerse cargo de la familia, rol para el que
fuera preparada durante su vida.