“Si Padre, a Damián tenemos que
desaparecerlo, si no lo hacemos nosotros, lo harán ellos! Mataron a los
coroneles Nemesio Sánchez, Sulpicio Gutiérrez, Mónico
Gómez, Francisco Pérez, al comandante Domingo Perozo, al General Juan Bautista Salazar, conduciéndolos a una trampa mortal, si
así fue con ellos, a mi hijo con mayor razón. Nos quedamos solos, Padre, sin los
liberales que recorrieron los caminos en busca de un mejor destino para nuestro
pueblo.”
“Me deje llevar por mi deseo de revancha que
sobrepasaron la prudencia, hasta la muerte de Federico fue mi culpa, Ud. sabe
que el expuso su vida en la campaña de Andrade por garantizar nuestra
seguridad, no hice caso a las visiones que experimente entonces, ni la que tuve
cuando Cipriano entro en mi casa acompañado por el ángel de la muerte.”
Era el ocaso del siglo XIX y el fin de la era
de oro para el protagónico medio rural del país, el mundo tricolor de
amarillos, rojos y azules conocido por Bartola desaparecerían para siempre. Bartola queda
sin los apoyos fundamentales de los militares siquisiqueños compañeros de armas
y amigos de su esposo, caídos en la batalla ocurrida en Barquisimeto, sus
muertes la dejan desprotegida desde el punto de vista militar ya lo estaba en
el campo político. Siquisique quedaría sin la poderosa élite militar
protagonista de tantas luchas heroicas del siglo XIX.
Entraría el siglo XX con el nombramiento en
1900 de Andrés Álvarez para el cargo de Jefe Civil de Carora, familia conectada
con los rieristas y acérrimos enemigos de los indígenas Castro desde los
inicios del siglo XIX debido a las disputas territoriales que ocasionaron la
humillante expulsión del fraile Ildefonso Aguinagalde. Luego en 1907 estando Roberto Riera como máxima
autoridad de Carora, los liberales protagonizarían un último alzamiento, las
banderas amarillas ondearían fugazmente en la escena política, renaciendo las esperanzas
en sus seguidores, pero serían aplastados definitivamente junto al movimiento
político de La Propaganda, no resurgirían nunca más. Los Rieras detentarían el poder político por largo tiempo, ejerciendo una gran influencia en la Carora de Castro y luego en la de Gómez.
Bartola se da cuenta que sus hijos estaban
irremediablemente condenados a no regresar a su pueblo natal a pesar de que su enemigo, el General, Ángel
Montañez había perdido su poder político, pero el asesinato de José María Riera por parte de Rafael Aranguren, ultimado
posteriormente por un Riera y el recién fracasado golpe de estado de los
liberales habían colocado un punto final a sus esperanzas.
A partir de entonces utilizaría los dos poderes
que le quedaban para encubrir a 5 de sus hijos, los tres varones en las
montañas y las dos mujeres en caseríos cercanos, literalmente movería cielo y
tierra.
El oro de la extinta Propaganda de quien era
depositaria, recolectado en las campañas realizadas para obtener fondos, le
permitirían mantener estos cuantiosos gastos, sus dueños entre los cuales figuraba
Federico Carmona Oliveros, estaban muertos y los propósitos que eran propiciar
la causa liberal ya no tenían vigencia, había quedado libre de administrarlo
según su parecer, así que los usaría de manera discreta, para no despertar
sospechas, en asegurarles la vida a sus hijos. Al primero en ayudar sería a su
hijo mayor Goyo, el cual se residenciaría definitivamente en la prospera región
cafetalera donde estaba asilado, adquiriría una finca en Los Planes perteneciente
al caserío San Pedro, en plena montaña próxima a Aguada Grande, con el vivirían
temporalmente sus otros dos hijos, Damián y Cosme, hasta su independencia
económica. Allí existe otro secreto de los que rodeo a Bartola, una
litografía de la virgen morena de Cataluña, de las llamadas vírgenes negras,
oculta misteriosamente en este caserío, desconociéndose como llego allí, según
una tradición debe ser cuidada por un descendiente Castro, por esta esta imagen hoy día se conoce este pueblito como San Pedro de Monserrat.
El
año de 1910 fue decisivo debido a la muerte del General Montañez, Damián finalmente
saldría de las montanas para llevar una vida más pública en un prospero caserío cercano. Los sucesos que
lo llevaron a huir de Parapara, al ser considerado culpable de asesinar al
autor material del crimen de su padre, coincidirían con los inicio de la
emigración del interior rural, oleada indetenible hasta transformar al país de
agrícola a industrial.
Su pariente y vecino Santiago Nieto, conocedor de la zona, le avisa de la venta de El Toronal, una
finca que se había visto obligado a vender como pago de una deuda,
por lo que conocía la conveniencia de su adquisición debido a estar rodeada de
posesiones que pertenecían al grupo de
confianza de Río Tocuyo, como eran por el naciente otra propiedad del mismo Santiago
Nieto, por el poniente los herederos del compadre Juan Salazar y su pariente Manuel
Perozo; por el norte su hermano menor Cosme Perozo, quien ya era dueño de
tierras en esta zona. Además de ser un lugar perfecto para evitar ser
sorprendido por algún enemigo que se acercara, pues poseía una visual de la
carretera de La Unión al estar enclavada en la cima de una loma que se asomaba
a este camino, único acceso que comunicaba Barquisimeto con Aguada Grande y Siquisique.
En
vista de estas observaciones de su pariente, se dirige inmediatamente al lugar para
hacer negocio con el vendedor, un hombre de rectos principios que le recordaba
a su padre, al cruzarse sus miradas el afecto fue mutuo, de pronto se encontró
atrapado en un laberinto inesperado cuando aquel distinguido hacendado le
presentó a su familia, su desasosiego fue intenso al conocer a su segunda hija
quien contaba con 15 años de edad, embargándolo una emoción igual a la experimentada
con su primer amor dejado tiempo atrás en la añorada Parapara, aquel dolor que
lo había acompañado por tantos años comenzó a desvanecerse, ese día el hado lo enfrentaba
con una decisión postergada indefinidamente, mintiéndose a sí mismo, pero había
llegado la hora de abrirle el camino al futuro, sus hermanos habían superado el
terrible trauma de la tragedia vivida, estaban casados conformado nuevos hogares
con hijos, todos menos él, repentinamente un alivio de poder dejar atrás el pasado
se apoderó de su atormentado espíritu.
Como
un relámpago que ilumina el oscuro entorno, allí estaba la realidad que, a
pesar de haber eludido hábilmente, lo había perseguido por más de 20 años, finalmente
cae en cuenta que no había vuelta atrás. La mezcla de sentimientos eran
contradictorios, tener que desprenderse del apellido de su padre, olvidar al pueblo que lo vio nacer, renunciar al lugar donde creció, los años de correrías por los sembradíos de las fincas vecinas,
comiendo patilla arrancadas de las plantas mientras le chorreaba el jugo rojizo
entre los dedos, dejando en la tierra un reguero de frutas rotas al salir
huyendo a campo traviesa junto a su hermano menor, cruzar el río a nado con
ropa y todo, llegando mojado y jadeante a su casa por lo cual su madre los
descubría, castigándolos y cancelándole al hacendado los daños con unas
gallinas de su propiedad.
Las horas encaramado en los árboles esperando
pacientemente para ver a las muchachas cuando se desnudaban para bañarse en el río. Su despertar sexual con sus sueños húmedos, guardados en secreto
celosamente para que su hermano menor no se enterara de lo que le estaba
pasando, cosa que ni el mismo entendía. Los reclamo de Cosme al sentir como se
distanciaba en un mundo nuevo que no compartían. Su primera experiencia de
hombre con la hija, unos años mayor que él, de unos vecinos a su finca, que comenzó
jugando inocentemente sentada en sus piernas y a los padres de la muchacha no le despertaba malicia pues eran dos niños, en
esta intimidad les había revelado la existencia de las cajas de madera con los
máuseres, que desencadenaría la tragedia. No volvería a estas tierras hasta la
caída de la dictadura de Juan Vicente Gómez, estando viudo y acompañado de sus
hijas morochas.
Damián
era el tercero hijo del matrimonio de Antonio Perozo y Bartola Castro, nacido
en el año de 1876, acaecido en un peligroso momento de convulsión política
local, representando para el matrimonio una gran felicidad por ser su primer
hijo varón posterior a dos mujeres, su madre siempre lo recordaría por ser producto
del amor del hombre que la había hecho olvidar los amargos recuerdos de su
violación, del cual concebiría a su primogénito cuando contaba 18 años de edad,
cuyo nacimiento indeseado le había rogado a la Virgen de Chiquinquirá de Aregue
la ayudara a aceptar, marcando cierta diferencia con su hermano que era hijo
legitimo y deseado. Los paradigmas de la época aun prevalecían sutilmente, los hijos del matrimonio no eran de sangre
manchada, ni bastardo.
Damián
Perozo tendría con Bartola una gran afinidad, una relación muy especial, siempre
escuchaba sus consejos, la admiraba profundamente, no
en vano habían vivido juntos la tragedia del asesinato de su padre.
Una vez tomada la decisión de comprometerse mando a buscar a
su madre para comunicarle la noticia, conocía la satisfacción que le produciría, embargándola de la felicidad, por fin su hijo encontraba la paz espiritual, sin embargo esta coyuntura los obligaba a buscar
una solución definitiva a la identidad de Damián, debía asumir legalmente la de
Pancho, tal como era conocido en la zona, era necesario encubrirlo, crearle no
solo un nuevo nombre con documentos de identidad, sino una historia familiar cuidando
de no rebajarlo socialmente, su futuro suegro Teodoro Giménez no debía sospechar
la verdad, podía ser interpretado como una falta de seriedad, perjudicar su
compromiso y poner en peligro su vida.
Después
de analizar la situación en la que se encontraba debido a la cadena de
acontecimientos vividos que lo habían empujado hasta ese instante de su vida, Damián
aceptaría acudir con su madre a que su pariente
Salustiano Santeliz quien había ocupado el cargo de Presidente del Concejo
Municipal de Siquisique en 1907 y posteriormente en dos oportunidades más denotando
su gran influencia en esta región por largo tiempo, tenía control del registro
civil a través de familiares a quienes les había dado trabajo, valiéndose de esta
ayuda y de testigos falsos de su entera confianza, elaboran un documento para que
pudiera casarse por poder, en ausencia, representado en el acto civil por otra
persona, corriendo el menor riesgo posible. Este documento saldría con el
nombre como lo conocerían el resto de su vida: Francisco Castro, que en
realidad no era falso del todo pues eran su segundo nombre y su segundo apellido,
gracias al cual obtendría una nueva identidad legal.
Casarse por poder le permitía obtener este documento sin
despertar sospechas, además si era descubierto no estaría presente sino su
sustituto quien llevaría la peor parte. Al salir todo bien en su matrimonio en
Barquisimeto tendría en sus manos dos documentos, el poder que lo identificaba
y el acta de matrimonio que lo ratificaba, a partir de entonces comenzaría a registrar
propiedades a su nombre, la primera sería El Toronal clave tanto para sus
hermanos como para su madre, pues les permitiría canalizar el oro a través de los negocios de la
hacienda sin llamar la atención, para lograrlo es traído de Parapara un pariente, para
ejercer de tenedor de libros o administrador de confianza, José Antonio Gómez, encargado
de simular los ingresos con la producción de la hacienda.
Pancho salía a vender su cosecha a la casa
Blohm, el pago dado era abultado con el oro de Bartola, una vez legalizado este
ingreso, lo distribuía entre sus hermanos sin darles mayor explicación, las dos
hembras mayores estaban residenciadas en el valle de Moroturo, de paso por esta
vía, tiempo después sería conocido como el pueblo de Santa
Inés, donde se daba el cacao.
Pancho mantuvo este acuerdo con su madre,
otro secreto más entre ellos. Cuando llegaba de regreso de su misterioso viaje,
mi mama Helena contaba que les traía cacao en concha pero nunca dijo de donde
provenía, ella recuerda que las ponían a pelar la gruesa concha, por dentro
estaban las pepas de color blanco y gelatinosas de sabor exquisito, que se
tostaban para extraer el chocolate.
Francisco Castro, llegaría a ser un prospero hacendado de
La Unión, perteneciente al municipio Urdaneta, el hijo mayor de una española inmigrante
llegada al país de 10 años de edad, junto a sus padres en busca de fortuna. De
esta ficticia mujer nacerían 4 hijos, los dos varones mayores de apellido Castro, Pancho
y Goyo, sin padre conocido, lo cual no era mal visto en los españoles
peninsulares y los dos de su matrimonio, Cosme y Julianita, cuya historia fue
borrada.
Un día de 1912 llegaría Bartola a El Toronal, entraría al patio frontal con un arreo de burros cargados con materiales y acompañada de dos maestros de obras masones, quienes la ayudarían a construir el altar donde realizaría el sello místico para proteger a Damián, usando el poder espiritual desarrollado después de abandonar por completo la política a partir del siglo XX. No dejaría cabo suelto, movería todos sus contactos, políticos, económicos y espirituales a favor de su hijo Pancho.
Un día de 1912 llegaría Bartola a El Toronal, entraría al patio frontal con un arreo de burros cargados con materiales y acompañada de dos maestros de obras masones, quienes la ayudarían a construir el altar donde realizaría el sello místico para proteger a Damián, usando el poder espiritual desarrollado después de abandonar por completo la política a partir del siglo XX. No dejaría cabo suelto, movería todos sus contactos, políticos, económicos y espirituales a favor de su hijo Pancho.
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