martes, 29 de julio de 2014

Capitulo 12 Pasiones en el Río Tocuyo.

Una inmensa y pálida luna llena se refleja sobre el paisaje agreste rodeado por un abrumador silencio, alterado solamente por los gemidos de una solitaria mujer que esta pariendo en las riberas del río Tocuyo donde había conocido la pasión del amor verdadero, gracias al sangriento suceso acecido en Caracas, es un 24 de marzo de 1849 y el incesante tintineo del agua corriendo arrullaría aquella recién llegada al mundo del siglo XIX.
Fatigada por el parto, se recuesta brevemente mientras presencia el amanecer, anunciado por el canto del gallo y de los pájaros, a lo lejos se escuchan los jornaleros iniciando sus labores de campo, la madre cansada y feliz aprovecha los primeros rayos del sol que se asoman tímidamente en el horizonte imprimiendo un refulgente matiz dorado al mundo de penumbras que poco a poco desaparece, iluminando suavemente a su pequeña permitiéndole observarla detalladamente, repentinamente se alarma al darse cuenta de algo que interpreta como una señal, un mal presagio que la cubre.
Era de piel blanca y ojos que semejaban un trozo de cielo, inesperadamente como un relámpago que desgarra la oscuridad, cae en cuenta del parecido con los de aquella mujer, María Bartola Nieto, que le susurraría secretamente al oído ser su abuela, a la cual había cuidado amorosamente hasta su muerte, decide darle el mismo nombre a la niña, al entender el por qué de esa afirmación y cuyos rasgos de la recién nacida dividirían su vida entre dos mundos, el indígena y el europeo, sin llegar a pertenecer totalmente a ninguno de ellos, llevándola a vivir una vida signada por secretos y silencios que marcarían el destino de sus descendientes.
María Bartola Castro, llegaría al mundo bajo el manto rojo del gobierno conservador de los Monagas, en un ambiente de confabulaciones políticas a favor del liberalismo amarillo, en contra de los godos autores del vil asesinato del indio Reyes Vargas y del sangriento fusilamiento del congreso repudiado en Río Tocuyo, su pueblo natal, apenas habían transcurrido 28 años de la Batalla de Carabobo.
Los primeros meses de nacida transcurrirían confinada en su casa como ocurría con todos los niños de la época con el fin de evitarles enfermedades contagiosas, un día su madre temiendo estar en pecado, no deseando postergar mas el bautizo, decide efectuarlo, es un 5 de enero de 1850, se aparece sorpresivamente en la Iglesia con la chiquilla en brazos, pidiéndole al sacerdote santificarla, lo que se cumple en una escueta ceremonia muy diferente de aquella otra que Juana Bautista había visto a escondidas 17 años atrás.
Acude sola, sus parientes indígenas de la rama materna no se sentían a gusto representando a una niña de rasgos españoles y sus parientes paternos blancos no conocían su existencia debido a la doble clandestinidad de su concepción, así que cuando el cura en propiedad Juan Nepomuceno Rivero le pregunta por los padrinos, ella le confiesa parte de su dilema y ante esta situación es llamada para ocupar este puesto la hermana del cura, Rosalía Rivero quien al ver el parecido de la pequeña con los Nieto-Santeliz se percata de lo sucedido.
Al terminar la ceremonia Rosalía recoge su sombrilla y se dirige por las polvorientas calles del pueblo hasta el hogar de Juana Paula Nieto Brizuela con el propósito de revelarle la existencia de la niña, quien al enterarse del bautizo recién acaecido en la iglesia parroquial se da cuenta del porque de la abrupta desaparición de Juana Bautista de su casa, ocurrido hacia más de un año, cuestión que nunca llego a entender pues había sido criada amorosamente junto a sus hijas, ahora con esta información cree descifrar el misterio, conjeturando que de alguna manera alguien de su familia está involucrado.
Para estos tiempos la familia de Juana Paula Nieto y Juan José Santeliz poseía una numerosa descendencia, dos de ellas eran Ana Santiaga y Juana del Carmen Santeliz Nieto, casadas con personajes del acontecer de la sociedad, ejes de esta historia, la primera con Leonardo Nieto Meléndez nieto de José Joaquín Nieto García al igual que lo era su suegra Juana Paula. La segunda con Francisco Brizuela también pariente al ser primo en primer grado de esta mujer. Francisco y Leonardo, primos con algunos pocos años de diferencia con una relación campechana entre sí, conocían ambos a la joven Juana Bautista, manteniendo un subterráneo triangulo amoroso entre ellos, donde uno la amaba y el otro le tenía solo afecto fraternal, pero la pasión de la mestiza sería para el que no la amaba, conflicto que daría inicio a esta historia.
Inmediatamente la dama le solicita a la piadosa hermana del sacerdote que la acompañe para ir al lugar donde vivía Juana Bautista, al llegar la somete a un ineludible interrogatorio pues además de ser su parienta, poseía una gran autoridad, no quedándole otra opción que confesarle el nombre del padre de la niña, siendo acogida por esta noble mujer como una más de la familia para darle educación y un lugar en el grupo social al que pertenecía. Juana Paula era una especie de amorosa matrona y guía espiritual de todos sus parientes quienes abarcaban la casi totalidad del poblado, intermediaba en los conflictos entre los matrimonios, aconsejaba a los jóvenes y propiciaba la unidad de la familia.
Aquella niña a partir de ese momento fué amparada por esta dama y el entorno de sus más allegados donde estaban sus hijas, yernos y primos pertenecientes a los Nieto-Brizuela-Santeliz, durante un tiempo desconoce su enmarañado origen, típico de estos tiempos y de otros también.
Juana Paula sería madrina de bautizo de dos de los hijos de Bartola representando el rol de madre hasta su muerte. Ocupando el lugar de su padre estaría Francisco Brizuela casado con una de las hijas de Juana Paula, llegando a ser padrino de su boda y además bautizaría a tres de sus hijos; también era padrino de uno de los Carmona Olivero junto a sus tío Miguel Brizuela Santeliz y Rita Nieto Brizuela, hermana de Juana Paula y primos en primer grado entre sí, quienes bautizarían a varios de estos niños.
Francisco comprendía el sentimiento de abandono de Bartola, igualmente no tenía un padre por ser hijo ilegitimo, pero su origen blanco puro marca una diferencia que lo protege de la discriminación, decide asumir este papel por amistad, sin embargo en el fondo de su corazón cree que realmente lo era o mejor lo deseaba.
Otra muy cercana era María Nicolasa Nieto Meléndez prima en primer grado de Juana Paula, hermana de Leonardo Nieto Meléndez casado con otra hija de Juana Paula, del cual se rumoraba secretamente era el verdadero padre de Bartola, razón por la cual estaba un poco distanciado de la familia, enviaría a su hermana a representarlo en el bautizo del hijo mayor de Bartola, como la madrina.
Los Santeliz también jugarían un papel en sus vidas, por un lado estaba Judas padrino de bautizo de un niño Carmona Oliveros y quien era primo de Manuela Santeliz Salazar, ambos bisnietos de Juan Carlos Santeliz Pinto. Manuela fue madrina de bautizo de los dos últimos hijos de Bartola, su escogencia se debe además de ser una pariente, a que los Salazar estaban emparentados con el General Juan Bautista Salazar, padrino de bautizo de su última hija Julianita, amigo y compañero de armas de su marido, Antonio Perozo.
Los Salazar tenían un nexo con los Carmona Olivero evidenciado por la selección de Pedro Salazar para ser padrino de uno de estos hermanos, dicho personaje estaba casado con María Chiquinquirá Pérez, ligada consanguíneamente con los Oliveros Pérez de donde descendía la madre de Federico y también conectado con  Juana Paula, pues su hijo Sinforiano Salazar Pérez se casaría con otra hija de esta mujer. Conocemos así como los Salazar estaban vinculados a los Nieto y los Carmona.
Tenemos un círculo conectado a Juana Paula, eje central de la familia Nieto-Santeliz, descendientes de María Pinto de Cárdenas que rodearían la vida de Bartola y compartiendo nexos con los Carmona Oliveros formando una red social estrecha, quienes nombran a una de sus hijas como Rita, por su amistad con la alegre y muy social dama Rita Nieto Brizuela hermana de Juana Paula.

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