Las Trece
Rosas
fue el calificativo con el que alcanzaron notoriedad internacional un grupo de mujeres
cuyas edades estaban comprendidas entre los 18 y los 29 años tras ser fusiladas
en uno de los sucesos más sanguinarios del régimen franquista posterior a la Guerra
Civil Española. La causa de esta sentencia fue participar en la resistencia al dictador
golpista Franco a través de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), un
movimiento de izquierda a la que pertenecían solo la mitad de ellas,
perseguidas por los seguidores del gobierno portando un odio nunca antes visto contra
los disidentes, en su gran mayoría jóvenes idealistas que luchaban por
restablecer la República, entre ellos estaban estas mujeres que asumieron un
rol protagónico sin imaginar que la crueldad las alcanzaría de manera brutal
convirtiéndolas prácticamente en las primeras de su género en ser fusiladas por
sus ideas políticas con el agravante de que nueve eran menores de edad
establecida en 23 años.
Todo comenzó con el asesinato contra el comandante
de la Guardia Civil Isaac Gabaldón perpetrado por tres militantes de las JSU quienes
fueron juzgados junto a 57 revolucionarios detenidos antes de este suceso, siendo
por lo tanto inocentes del atentado, a pesar de ello fueron condenados a muerte
en un procedimiento sumarísimo, 13 eran mujeres, todos acusados de realizar acciones
ofensivas consideradas delictivas contra el "orden social y jurídico de la
nueva España" y de "adhesión a la rebelión".
Una de las apresadas era Blanca Brisac Vásquez
de 29 años, la mayor del grupo de las mujeres y la cual no militaba en ningún
movimiento político, tenía un hijo, era católica, ama de casa y sus familiares eran
de la derecha oficialista, su único
pecado fue conocer en un café que frecuentaba a un músico que pertenecía a la
resistencia. Era inocente, sin embargo se solidariza en la cárcel con las otras
rosas llegando incluso a sentir orgullo de compartir sus mismos destinos: valor
y coraje ante el opresor.
Las ejecuciones de "las Trece
Rosas" tuvieron lugar en la madrugada del 5 de agosto de 1.939 junto al muro
del cementerio de la Almudena de Madrid situado a sólo 500 metros de la prisión
de Las Ventas permitiendo a las restantes reclusas escuchar las ráfagas del
fusilamiento por su cercanía, hoy día allí existe una placa conmemorativa
debido a la última frase dirigida en una carta por una de ellas a sus
familiares: Que mi nombre no se borre de la historia. Con los opositores
la tiranía usaba castigos ejemplares con el fin de causar temor y deserción,
los delatores abundaban pues era una obligación patriótica hacerlo, suprimiendo
así la disidencia a través de la zozobra circundante en la sociedad. Este fue un
acto de venganza con el que el régimen se saltó incluso sus propias normas
formales.
Parte de estos militantes del proscrito
movimiento de la izquierda española vinieron a refugiarse a Venezuela huyendo
de los horrores de la razia política a la que fueron sometidos por defender sus
ideales democráticos, de libertad de pensamiento y de defensa de la república. Aquí
fueron acogidos por un pueblo generoso con un amplio pensamiento liberal
heredado de nuestros padres fundadores, sus descendientes sembraron sus ideas,
sus tributos artísticos, filosóficos y políticos que germinaron en este suelo
fértil contribuyendo a impulsar una generación contestataria orgullo para
Venezuela y América, época en que ser de izquierda era sinónimo de ser libre
pensador.
Hoy vemos con horror como los
descendientes de los antiguos perseguidos del fascismo ocupan actualmente el
papel de verdugos de intelectuales, artistas, periodistas y políticos en un
deseo sin precedentes de nuestra historia de acabar con la diversidad del
pensamiento, por las mismas razones que las hiciera el dictador Franco, necesidad
de acabar con el libertario poder moral que nos caracterizó como pueblo, hoy mancillado
con el vil asesinato por múltiples disparo o fusilamiento de Mónica Spear nuestra
rosa con similitudes a la rosa española Blanca Brisac, solo tenían un hijo,
eran de la misma edad y no participaban en política, su único delito fue su amor
al arte.
Mónica Spear con doble nacionalidad,
estaba residenciada en EEUU por razones de trabajo, sin embargo amaba y creía
en la gente buena de su país tal como lo expresara a su manager y otras
amistades, colaboraba en diversas fundaciones de discapacitados, madre, mujer,
reina de belleza, actriz, amiga, esposa, sin filiación política.
Su asesinato es uno mas de los cientos
de miles ocurridos en nuestro país, sin embargo aspiro que la suya ocasione, al
igual que ocurriera con las muertes de las 13 rosas españolas a pesar del irrisorio
número que representaron dentro de la gigantesca masacre española de la era
franco, un impacto devastador en nuestra conciencia y gritemos todos unidos: ya
basta. Mónica: que tu nombre no se
borre de la historia.
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