sábado, 13 de junio de 2015

Capitulo 32: El encubrimiento.

“Si Padre, a Damián tenemos que desaparecerlo, si no lo hacemos nosotros, lo harán ellos! Mataron a los coroneles Nemesio Sánchez, Sulpicio Gutiérrez, Mónico Gómez, Francisco Pérez, al comandante Domingo Perozo, al General Juan Bautista Salazar, conduciéndolos a una trampa mortal, si así fue con ellos, a mi hijo con mayor razón. Nos quedamos solos, Padre, sin los liberales que recorrieron los caminos en busca de un mejor destino para nuestro pueblo.”
“Me deje llevar por mi deseo de revancha que sobrepasaron la prudencia, hasta la muerte de Federico fue mi culpa, Ud. sabe que el expuso su vida en la campaña de Andrade por garantizar nuestra seguridad, no hice caso a las visiones que experimente entonces, ni la que tuve cuando Cipriano entro en mi casa acompañado por el ángel de la muerte.”
Era el ocaso del siglo XIX y el fin de la era de oro para el protagónico medio rural del país, el mundo tricolor de amarillos, rojos y azules conocido por Bartola desaparecerían para siempre. Bartola queda sin los apoyos fundamentales de los militares siquisiqueños compañeros de armas y amigos de su esposo, caídos en la batalla ocurrida en Barquisimeto, sus muertes la dejan desprotegida desde el punto de vista militar ya lo estaba en el campo político. Siquisique quedaría sin la poderosa élite militar protagonista de tantas luchas heroicas del siglo XIX.
Entraría el siglo XX con el nombramiento en 1900 de Andrés Álvarez para el cargo de Jefe Civil de Carora, familia conectada con los rieristas y acérrimos enemigos de los indígenas Castro desde los inicios del siglo XIX debido a las disputas territoriales que ocasionaron la humillante expulsión del fraile Ildefonso Aguinagalde. Luego en 1907 estando Roberto Riera como máxima autoridad de Carora, los liberales protagonizarían un último alzamiento, las banderas amarillas ondearían fugazmente en la escena política, renaciendo las esperanzas en sus seguidores, pero serían aplastados definitivamente junto al movimiento político de La Propaganda, no resurgirían nunca más. Los Rieras detentarían el poder político por largo tiempo, ejerciendo una gran influencia en la Carora de Castro y luego en la de Gómez.
Bartola se da cuenta que sus hijos estaban irremediablemente condenados a no regresar a su pueblo natal a pesar de que su enemigo, el General, Ángel Montañez había perdido su poder político, pero el asesinato de José María Riera por parte de Rafael Aranguren, ultimado posteriormente por un Riera y el recién fracasado golpe de estado de los liberales habían colocado un punto final a sus esperanzas.
A partir de entonces utilizaría los dos poderes que le quedaban para encubrir a 5 de sus hijos, los tres varones en las montañas y las dos mujeres en caseríos cercanos, literalmente movería cielo y tierra.
El oro de la extinta Propaganda de quien era depositaria, recolectado en las campañas realizadas para obtener fondos, le permitirían mantener estos cuantiosos gastos, sus dueños entre los cuales figuraba Federico Carmona Oliveros, estaban muertos y los propósitos que eran propiciar la causa liberal ya no tenían vigencia, había quedado libre de administrarlo según su parecer, así que los usaría de manera discreta, para no despertar sospechas, en asegurarles la vida a sus hijos. Al primero en ayudar sería a su hijo mayor Goyo, el cual se residenciaría definitivamente en la prospera región cafetalera donde estaba asilado, adquiriría una finca en Los Planes perteneciente al caserío San Pedro, en plena montaña próxima a Aguada Grande, con el vivirían temporalmente sus otros dos hijos, Damián y Cosme, hasta su independencia económica. Allí existe otro secreto de los que rodeo a Bartola, una litografía de la virgen morena de Cataluña, de las llamadas vírgenes negras, oculta misteriosamente en este caserío, desconociéndose como llego allí, según una tradición debe ser cuidada por un descendiente Castro, por esta esta imagen hoy día se conoce este pueblito como San Pedro de Monserrat.    
El año de 1910 fue decisivo debido a la muerte del General Montañez, Damián finalmente saldría de las montanas para llevar una vida más pública en un prospero caserío cercano. Los sucesos que lo llevaron a huir de Parapara, al ser considerado culpable de asesinar al autor material del crimen de su padre, coincidirían con los inicio de la emigración del interior rural, oleada indetenible hasta transformar al país de agrícola a industrial.
Su pariente y vecino Santiago Nieto, conocedor de la zona, le avisa de la venta de El Toronal, una finca que se había visto obligado a vender como pago de una deuda, por lo que conocía la conveniencia de su adquisición debido a estar rodeada de posesiones que pertenecían al grupo de confianza de Río Tocuyo, como eran por el naciente otra propiedad del mismo Santiago Nieto, por el poniente los herederos del compadre Juan Salazar y su pariente Manuel Perozo; por el norte su hermano menor Cosme Perozo, quien ya era dueño de tierras en esta zona. Además de ser un lugar perfecto para evitar ser sorprendido por algún enemigo que se acercara, pues poseía una visual de la carretera de La Unión al estar enclavada en la cima de una loma que se asomaba a este camino, único acceso que comunicaba Barquisimeto con Aguada Grande y Siquisique.
En vista de estas observaciones de su pariente, se dirige inmediatamente al lugar para hacer negocio con el vendedor, un hombre de rectos principios que le recordaba a su padre, al cruzarse sus miradas el afecto fue mutuo, de pronto se encontró atrapado en un laberinto inesperado cuando aquel distinguido hacendado le presentó a su familia, su desasosiego fue intenso al conocer a su segunda hija quien contaba con 15 años de edad, embargándolo una emoción igual a la experimentada con su primer amor dejado tiempo atrás en la añorada Parapara, aquel dolor que lo había acompañado por tantos años comenzó a desvanecerse, ese día el hado lo enfrentaba con una decisión postergada indefinidamente, mintiéndose a sí mismo, pero había llegado la hora de abrirle el camino al futuro, sus hermanos habían superado el terrible trauma de la tragedia vivida, estaban casados conformado nuevos hogares con hijos, todos menos él, repentinamente un alivio de poder dejar atrás el pasado se apoderó de su atormentado espíritu.  
Como un relámpago que ilumina el oscuro entorno, allí estaba la realidad que, a pesar de haber eludido hábilmente, lo había perseguido por más de 20 años, finalmente cae en cuenta que no había vuelta atrás. La mezcla de sentimientos eran contradictorios, tener que desprenderse del apellido de su padre, olvidar al pueblo que lo vio nacer, renunciar al lugar donde creció, los años de correrías por los sembradíos de las fincas vecinas, comiendo patilla arrancadas de las plantas mientras le chorreaba el jugo rojizo entre los dedos, dejando en la tierra un reguero de frutas rotas al salir huyendo a campo traviesa junto a su hermano menor, cruzar el río a nado con ropa y todo, llegando mojado y jadeante a su casa por lo cual su madre los descubría, castigándolos y cancelándole al hacendado los daños con unas gallinas de su propiedad.
Las horas encaramado en los árboles esperando pacientemente para ver a las muchachas cuando se desnudaban para bañarse en el río. Su despertar sexual con sus sueños húmedos, guardados en secreto celosamente para que su hermano menor no se enterara de lo que le estaba pasando, cosa que ni el mismo entendía. Los reclamo de Cosme al sentir como se distanciaba en un mundo nuevo que no compartían. Su primera experiencia de hombre con la hija, unos años mayor que él, de unos vecinos a su finca, que comenzó jugando inocentemente sentada en sus piernas y a los padres de la muchacha  no le despertaba malicia pues eran dos niños, en esta intimidad les había revelado la existencia de las cajas de madera con los máuseres, que desencadenaría la tragedia. No volvería a estas tierras hasta la caída de la dictadura de Juan Vicente Gómez, estando viudo y acompañado de sus hijas morochas.
Damián era el tercero hijo del matrimonio de Antonio Perozo y Bartola Castro, nacido en el año de 1876, acaecido en un peligroso momento de convulsión política local, representando para el matrimonio una gran felicidad por ser su primer hijo varón posterior a dos mujeres, su madre siempre lo recordaría por ser producto del amor del hombre que la había hecho olvidar los amargos recuerdos de su violación, del cual concebiría a su primogénito cuando contaba 18 años de edad, cuyo nacimiento indeseado le había rogado a la Virgen de Chiquinquirá de Aregue la ayudara a aceptar, marcando cierta diferencia con su hermano que era hijo legitimo y deseado. Los paradigmas de la época aun prevalecían sutilmente, los hijos del matrimonio no eran de sangre manchada, ni bastardo.
Damián Perozo tendría con Bartola una gran afinidad, una relación muy especial, siempre escuchaba sus consejos, la admiraba profundamente, no en vano habían vivido juntos la tragedia del asesinato de su padre. 
Una vez tomada la decisión de comprometerse mando a buscar a su madre para comunicarle la noticia, conocía la satisfacción que le produciría, embargándola de la felicidad, por fin su hijo encontraba la paz espiritual, sin embargo esta coyuntura los obligaba a buscar una solución definitiva a la identidad de Damián, debía asumir legalmente la de Pancho, tal como era conocido en la zona, era necesario encubrirlo, crearle no solo un nuevo nombre con documentos de identidad, sino una historia familiar cuidando de no rebajarlo socialmente, su futuro suegro Teodoro Giménez no debía sospechar la verdad, podía ser interpretado como una falta de seriedad, perjudicar su compromiso y poner en peligro su vida.
Después de analizar la situación en la que se encontraba debido a la cadena de acontecimientos vividos que lo habían empujado hasta ese instante de su vida, Damián aceptaría acudir con su madre a que su pariente Salustiano Santeliz quien había ocupado el cargo de Presidente del Concejo Municipal de Siquisique en 1907 y posteriormente en dos oportunidades más denotando su gran influencia en esta región por largo tiempo, tenía control del registro civil a través de familiares a quienes les había dado trabajo, valiéndose de esta ayuda y de testigos falsos de su entera confianza, elaboran un documento para que pudiera casarse por poder, en ausencia, representado en el acto civil por otra persona, corriendo el menor riesgo posible. Este documento saldría con el nombre como lo conocerían el resto de su vida: Francisco Castro, que en realidad no era falso del todo pues eran su segundo nombre y su segundo apellido, gracias al cual obtendría una nueva identidad legal.
Casarse por poder le permitía obtener este documento sin despertar sospechas, además si era descubierto no estaría presente sino su sustituto quien llevaría la peor parte. Al salir todo bien en su matrimonio en Barquisimeto tendría en sus manos dos documentos, el poder que lo identificaba y el acta de matrimonio que lo ratificaba, a partir de entonces comenzaría a registrar propiedades a su nombre, la primera sería El Toronal clave tanto para sus hermanos como para su madre, pues les permitiría canalizar el oro a través de los negocios de la hacienda sin llamar la atención, para lograrlo  es traído de Parapara un pariente, para ejercer de tenedor de libros o administrador de confianza, José Antonio Gómez, encargado de simular los ingresos con la producción de la hacienda.
Pancho salía a vender su cosecha a la casa Blohm, el pago dado era abultado con el oro de Bartola, una vez legalizado este ingreso, lo distribuía entre sus hermanos sin darles mayor explicación, las dos hembras mayores estaban residenciadas en el valle de Moroturo, de paso por esta vía, tiempo después sería conocido como el pueblo de Santa Inés, donde se daba el cacao.
Pancho mantuvo este acuerdo con su madre, otro secreto más entre ellos. Cuando llegaba de regreso de su misterioso viaje, mi mama Helena contaba que les traía cacao en concha pero nunca dijo de donde provenía, ella recuerda que las ponían a pelar la gruesa concha, por dentro estaban las pepas de color blanco y gelatinosas de sabor exquisito, que se tostaban para extraer el chocolate. 
Francisco Castro, llegaría a ser un prospero hacendado de La Unión, perteneciente al municipio Urdaneta, el hijo mayor de una española inmigrante llegada al país de 10 años de edad, junto a sus padres en busca de fortuna. De esta ficticia mujer nacerían 4 hijos, los dos varones mayores de apellido Castro, Pancho y Goyo, sin padre conocido, lo cual no era mal visto en los españoles peninsulares y los dos de su matrimonio, Cosme y Julianita, cuya historia fue borrada.  
Un día de 1912 llegaría Bartola a El Toronal, entraría al patio frontal con un arreo de burros cargados con materiales y acompañada de dos maestros de obras masones, quienes la ayudarían a construir el altar donde realizaría el sello místico para proteger a Damián, usando el poder espiritual desarrollado después de abandonar por completo la política a partir del siglo XX. No dejaría cabo suelto, movería todos sus contactos, políticos, económicos y espirituales a favor de su hijo Pancho. 



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