domingo, 19 de octubre de 2014

Capitulo 21 El despertar del tercer ojo.

“Bartola, que te pasa? te veo pensativa, preocupada!" Comenta Antonio quitándose las botas sentado en el borde de la cama. Su esposa, vestida con un camisón largo de lino usado para dormir, lo mira a través del espejo que sostiene con una mano, mientras se cepilla su cabello que cae sobre su espalda y piensa que bien la conocía su marido, era cierto, estaba atormentada con el rumbo tomado por Guzmán Blanco en el acontecer político.    
El gobierno, el cual había impulsado grandes avances en el país en materia de construcción de obras, vías férreas, redes de telégrafo y los inicios de la telefonía, estaba ensombrecido por la persecución a la Iglesia Católica, cada día era mas dictatorial y militarista, sumado a la gigantesca corrupción, sembraba la semilla de su propia destrucción. 
Luego de un proceso llamado de pacificación, mediante el acorralamiento o la compra de los líderes más poderosos con el fin de anularlos, con la única excepción de la poderosa Iglesia Católica, de gran influencia sobre el pueblo desde la colonia. Al no arrodillarse ante el autócrata, éste reacciona vengativamente con el cierre de claustros, seminarios, iglesias y confiscación de bienes. Otro paso fundamental para su aniquilación fue el traspaso de las funciones de los registros parroquiales hacia el estado creando el Registro Civil obligatorio, estableciendo el matrimonio civil previo al eclesiástico, introduce el concepto del divorcio rechazado por la Iglesia Católica, instala la educación pública, inicia el culto a los héroes militares de la guerra de independencia colocando sus estatuas en plazas, sustituyendo la de civiles prominentes y santos. Bartola acababa de enterarse de cómo algunas imágenes tuvieron que ser trasladadas a lugares remotos para preservarlas, como el caso del Santo Niño de La Cuchilla, llevado por las monjas Clarisas en su huida, dejado en Bailadores como un obsequio en agradecimiento por ocultarlas al ser expulsadas violentamente de su claustro por el gobierno, esto le parece imperdonable, atacar de esa manera a las mujeres de Dios. 
No concebía que el objetivo por parte de Guzmán Blanco, de acabar con el poder de los conservadores enquistados en la Iglesia, era para no cometer el error de Juan Crisóstomo Falcón, quien se había conformado con el triunfo militar sin llegar a consolidar el político, conduciéndolo a su rápido derrocamiento, sus planes eran morir ejerciendo el poder, tal como ocurrió, Bartola, no aceptaba la política llevada a esos extremos. 
Su marido le pregunta: ¿Sabes que Guzmán Blanco pertenece a las logias masónicas? Construyó un templo para ellos en Caracas. Bartola sorprendida le responde: ese culto, traído por los vecinos sefarditas? Como es posible? Y su alma inmortal? Recuerdas que la última vez que fuimos a Carora, entre al negocio del Sr Curiel buscando hierbas medicinales, cuando nos íbamos me regalo un libro sobre la Kabbala? Aun no lo he leído por temor a pecar, el padre Juan Nepomuceno me dijo que eran conocimientos apócrifos, diabólicos para acabar con la Iglesia de Cristo.
“Querida, vas a tener que destruir el cuadro del santo con el rostro de Guzmán, nos meteríamos en un problema muy serio si lo descubren! Guarda el texto de la francmasonería en un lugar visible, nos ayudaría en caso de una requisa". Ella responde: nunca lo haría, pues no es el, eres tú. Prefiero encubrir mi autoría, buscar la forma de preservarlo junto a las otras pinturas y santos.
Así comienza secretamente a desencantarse de Guzmán e inicia el ocultamiento de la colección de las imágenes sagradas de la Iglesia, incluido los cuadros, con ayuda de los curas de Aregue y Río Tocuyo, pintar santos se había convertido en un delito político, ¿Quién se lo hubiera imaginado? Agravado por pertenecer al guzmancismo, al igual que su marido, su actividad artística los exponía a ser catalogados como traidores al régimen, por algún enemigo que quisiera perjudicarlos, siempre existía alguno.  
“Antonio, eso no es lo más grave! Esta mañana se presentó mi pariente Silverio, a visitarnos e invitarnos a participar en la conspiración que está organizando el general Arce para derrocar a tu jefe, el general Juan Agustín Pérez”.
Al acercarse el final del septenio del gobierno de Guzmán, en 1876 se emprendería un proceso electoral con motivo de la supuesta sucesión del mando. Así los Generales Francisco Linares Alcántara y Hermenegildo  Zavarce, protagonistas de la Revolución de Abril y actores del sofocamiento a la rebelión de León Colina, se disputarían la presidencia de la república por el siguiente período de dos años.
Lo que el pueblo no se percataba era que ambos hombres estaban bajo las ordenes del Presidente, siéndole indiferente quien ganara, a pesar de esto la contienda se transformaría en un suceso violento, al tomar partido los grupos locales, por uno de los dos bandos, comandados por los caudillos regionales quienes poseían ejércitos particulares o montoneras, aislados en sus comarcas debido a la casi virtual ausencia de una comunicación expedita hacia el interior rural del país, el correo y el telégrafo eran destruidos en las guerras que asolaban el país.
Estos caudillos regionales seguían a nivel nacional a su líder Guzmán Blanco, sin embargo adversaban a su homologo regional por razones personales, subyacían los intereses de los grandes negocios mercantiles conseguidos a través del poder militar, siendo la verdadera razón por la que se daban estos levantamientos armados. Estas hostilidades generalmente eran a muerte a pesar de pertenecer al mismo partido político.
Carora y Río Tocuyo no escapan de esta situación, ocurriendo una confrontación sangrienta entre zavarcistas y alcantaristas locales en marzo de 1876, ambos nuevamente enfrentados por razones políticas, económicas y raciales.
El General Juan Arce, alcantarista, enemigo del General Juan Agustín Pérez, zavarcista, para ese momento Jefe Civil y Militar de Carora, inicia una confabulación política para derrocarlo de su cargo, se traslada a Río Tocuyo, poblado alcantaristas, con el objetivo de soliviantar al grupo de lugareños de los Castro, el más destacado era Silverio Castro, un cacique de sangre mestiza que ejercía una dominación en la región junto a sus familiares debido al prestigio de ser valientes y bravos, hombres muy peligrosos por lo que eran reconocidos por los indígenas como Jefes de Tribus.
En su contra estaban lo más rancio de las godarrias caroreña como eran el General Vicente Sosa y Don José Manuel Perera, otros como Antonio María y Agustín Zubillaga, Andrés María Montesdeoca, Andrés Riera Silva, Flavio Herrera. Nuevamente están caroreños y riotocuyenses en bandos opuestos.
Las cosas le eran favorables a los conspiradores pues en Barquisimeto la situación era igualmente delicada debido a que el Presidente del Estado Lara, Toribio Silva estaba pasando por una  ingobernabilidad política con fines de derrocarlo, beneficiando a Juan Arce en la conjura, puesto que el gobierno regional no podía disponer de sus fuerzas militares para sofocar una revuelta local. Sacando provecho del momento, este general quien ejercía una gran influencia sobre ellos, fácilmente los convence de atacar a Carora. Enterándose el General Juan Agustín Pérez decide anticiparse, saliendo acompañado de 10 hombres que logra reclutar, mayoritariamente caroreños, todos liberales amarillos pero igualmente eran godos, conformados por Rafael Silva Riera, Ramón Perera Montesdeoca, Julián Montesdeoca, Nicanor Pérez, Manuel Antonio Fernández, Leandro Arroyo, Juancho Álvarez Arroyo, los andinos Francisco Saavedra y Juan de Dios Aponte, van a galope fuertemente armados con máuseres y lanzas de caballería, rumbo al poblado de Aregue que era el sitio habitual de reunión de este grupo de 60 hombres, al no encontrarlos allí continúan camino hacia Río Tocuyo. En el trayecto,  debido a la desigualdad numérica de los bandos, el General Pérez decide la estrategia militar de simular una huida retirándose hacia un terreno que le era favorable, allí prepara una emboscada logrando sorprender a los Castro, dos son asesinados, otro herido, un cuarto es hecho prisionero, huyendo los demás. Los del gobierno salen ilesos.
Uno de los Castro, al caer herido del caballo cuando trataba de huir, fue lanceado por Francisco Saavedra hasta rematarlo vilmente en el suelo, presenciándolo Julián Montesdeoca quien lo instó a lavar la lanza manchada de sangre en el río, ocultando la cobardía del acto cometido. Años después Saavedra sería asesinado por Segundo Verde, entonces Jefe Civil de Carora. En este suceso sangriento estaba subyacente el odio por la disputas de las tierras en posesión de este grupo, venida de décadas antes.
Bartola, quien nominalmente pertenecía a este grupo familiar pero como su marido era un militar adscrito a las fuerzas de Guzmán Blanco, se debatía en un choque de intereses entre sus familiares de sangre, Los Castro, alzados contra un gobierno en ese momento de gran apogeo, lo que crea un conflicto en Bartola, alcantarista al igual que sus familiares maternos pero su esposo debía acatar las órdenes de sus superiores, el zavarcista Juan A. Pérez.
Esto la obliga a emigrar de Parapara, para darle tiempo al tiempo y que la situación local vuelva a calmarse, va embarazada de su tercer hijo.
Como la ruta de ataque del gobierno es desde Carora a Aregue siguiendo hacia Río Tocuyo, la única vía de escape es la contraria, hacia Siquisique y sus montañas aledañas, Antonio Perozo contaba con compañeros de armas, amigos de dinero, con grandes influencias residenciados en este lugar, dentro de los cuales estaba el General Juan Bautista Salazar de origen siquisiqueño con negocios en este poblado, les daría protección en su hacienda situada en San Pedro. Una mañana muy temprano, saldría Bartola de su casa en Parapara, va con un arreo de varios burros y caballos, lleva además de sus dos hijas a sus pinturas, una litografía, sus más apreciados libros y el corazón roto: su gran amigo el cura en propiedad de Río Tocuyo había muerto.   
Esta estadía se alargaría por casi medio año, debido a que por las elecciones se constituyeron en todo el país las juntas de inscripciones de los candidatos, efectuándose con extrema violencia hasta el de cometerse algunos crímenes por el radicalismo de ambos grupos, uno de estos asesinados sería el hijo de Julián Castro.
Bajo estas circunstancias daría a luz su hijo, bautizado en Baragua por su amigo Vicente Domingo Oropeza que se encontraba aquí, único del matrimonio que no lo haría en Río Tocuyo, escoge llamarlo Damián Francisco debido a los escritos en griego leídos por ella, sobre los Santos mártires San Cosme y San Damián, patronos de los médicos católicos, no cobradores porque ejercían la medicina gratuitamente con los pobres, al considerar el arte de la curación como un don divino. Estos dos hermanos gemelos de origen árabe, vivieron en el siglo III después de Cristo, eran médicos de la Escuela de Pérgamo del Imperio Bizantino, del mundo helénico griego y egipcio, decapitados por sus creencias religiosas, a cuyo sepulcro peregrinaban los devotos por las curaciones milagrosas realizadas.
Bartola seguía fielmente a estos dos santos católicos, cuyos nombres no eran comunes en Río Tocuyo, usándolos para sus dos hijos varones procreados en su matrimonio.
Esta estancia le serviría a Bartola para conocer estas montañas, sus caseríos, su gente, sus diferentes caminos que la atravesaban, la riqueza de su fauna silvestre, los afluentes de aguas naturales y lo escarpado de sus  laderas la convertían en sitio estratégico para esconderse, principalmente el caserío llamado San Pedro, ubicado en el Páramo de Las Rosas, donde apareció misteriosamente una litografía de una Virgen de origen checoslovaco, a finales del siglo XIX, para calmar los enfrentamientos violentos entre los Castro que se residenciaron aquí. La imagen llamada Virgen de Monserrat pudo tratarse de un obsequio anónimo de Bartola, a este remoto caserío montañoso que la acogió y también a sus hijos cuando necesitaron ocultarse, similar a la historia de Bailadores.
Posterior a la pantomima de proceso electoral, en la cual gana Linares Alcántara, Guzmán se retiraría a vivir en París, en una lujosa mansión producto de la escandalosa corrupción, desde allí gobernaría a través del telégrafo por los dos años siguientes, hasta 1879 que regresaría ante el caos del país debido a la inexperiencia de los sucesores.
El despertar de la conciencia de Bartola había comenzado, era admiradora de Guzmán desde que pasara junto a Juan Crisóstomo Falcón por Río Tocuyo, la había hecho feliz cuando nombró a Churuguara capital de Venezuela en 1875 para gobernar desde allí, creyó que por fin el interior del país tendría relevancia, el movimiento liberal era su vida, pero no estaba dispuesta a soportar la persecución realizada a la Iglesia, a los santos, saber que Guzmán era un pecador seguidor de los masones y ahora darse cuenta de lo poco que realmente le interesaba el bienestar del pueblo.
Ella le había prometido a Antonio, el día de su matrimonio, dedicarse a su familia, retirarse de la actividad política, pero esta la rondaba insistentemente. 
Joven soldado



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