“Bartola, que te pasa? te
veo pensativa, preocupada!" Comenta Antonio quitándose las botas sentado en el
borde de la cama. Su esposa, vestida con un camisón largo de lino usado para
dormir, lo mira a través del espejo que sostiene con una mano, mientras se
cepilla su cabello que cae sobre su espalda y piensa que bien la conocía su marido, era cierto, estaba
atormentada con el rumbo tomado por Guzmán Blanco en el acontecer político.
El gobierno, el cual había impulsado grandes avances en el país en materia de construcción de obras, vías
férreas, redes de telégrafo y los inicios de la telefonía, estaba ensombrecido por
la persecución a la Iglesia Católica, cada día era mas dictatorial y militarista, sumado a la gigantesca corrupción, sembraba la semilla de su propia destrucción.
No concebía que el objetivo por parte de Guzmán Blanco, de acabar con el poder de los conservadores enquistados en la
Iglesia, era
para no cometer el error de Juan Crisóstomo Falcón, quien se había conformado
con el triunfo militar sin llegar a consolidar el político, conduciéndolo a su
rápido derrocamiento, sus planes eran morir ejerciendo el poder, tal como
ocurrió, Bartola, no aceptaba la política llevada a esos extremos.
Luego de un proceso llamado de pacificación, mediante el acorralamiento o
la compra de los líderes más poderosos con el fin de anularlos, con la única
excepción de la poderosa Iglesia Católica, de gran influencia sobre el pueblo desde
la colonia. Al no arrodillarse ante el autócrata, éste reacciona vengativamente
con el cierre de claustros, seminarios, iglesias y confiscación de bienes. Otro
paso fundamental para su aniquilación fue el traspaso de las funciones de los
registros parroquiales hacia el estado creando el Registro Civil obligatorio,
estableciendo el matrimonio civil previo al eclesiástico, introduce el concepto
del divorcio rechazado por la Iglesia Católica, instala la educación pública, inicia
el culto a los héroes militares de la guerra de independencia colocando sus estatuas
en plazas, sustituyendo la de civiles prominentes y santos. Bartola acababa de enterarse de cómo algunas
imágenes tuvieron que ser trasladadas a lugares remotos para preservarlas, como
el caso del Santo Niño de La Cuchilla, llevado por las monjas Clarisas en su
huida, dejado en Bailadores como un obsequio en agradecimiento por ocultarlas al
ser expulsadas violentamente de su claustro por el gobierno, esto le parece
imperdonable, atacar de esa manera a las mujeres de Dios.
Su marido le pregunta: ¿Sabes que Guzmán Blanco pertenece
a las logias masónicas? Construyó un templo para ellos en Caracas. Bartola
sorprendida le responde: ese culto, traído por los vecinos sefarditas? Como es
posible? Y su alma inmortal? Recuerdas que la última vez que fuimos a Carora, entre
al negocio del Sr Curiel buscando hierbas medicinales, cuando nos
íbamos me regalo un libro sobre la Kabbala? Aun no lo he leído por temor a pecar, el
padre Juan Nepomuceno me dijo que eran conocimientos apócrifos, diabólicos para
acabar con la Iglesia de Cristo.
“Querida, vas a tener que destruir el cuadro del santo
con el rostro de Guzmán, nos meteríamos en un problema muy serio si lo
descubren! Guarda el texto de la francmasonería en un lugar visible, nos
ayudaría en caso de una requisa". Ella responde: nunca lo haría, pues no es
el, eres tú. Prefiero encubrir mi autoría, buscar la forma de preservarlo junto
a las otras pinturas y santos.
Así comienza secretamente a desencantarse de Guzmán e
inicia el ocultamiento de la colección de las imágenes sagradas de la Iglesia,
incluido los cuadros, con ayuda de los curas de Aregue y Río Tocuyo, pintar
santos se había convertido en un delito político, ¿Quién se lo hubiera imaginado?
Agravado por pertenecer al guzmancismo, al igual que su marido, su actividad artística
los exponía a ser catalogados como traidores al régimen, por algún enemigo que
quisiera perjudicarlos, siempre existía alguno.
“Antonio, eso no es lo más grave! Esta mañana se presentó
mi pariente Silverio, a visitarnos e invitarnos a participar en la conspiración
que está organizando el general Arce para derrocar a tu jefe, el general Juan
Agustín Pérez”.
Al acercarse el final
del septenio del gobierno de Guzmán, en 1876 se emprendería un proceso
electoral con motivo de la supuesta sucesión del mando. Así los Generales Francisco
Linares Alcántara y Hermenegildo
Zavarce, protagonistas de la Revolución de Abril y actores del
sofocamiento a la rebelión de León Colina, se disputarían la presidencia de la
república por el siguiente período de
dos años.
Lo que el pueblo no se percataba era que
ambos hombres estaban bajo las ordenes del Presidente, siéndole indiferente quien ganara, a pesar de esto la contienda se
transformaría en un suceso violento, al tomar partido los grupos locales, por uno de los dos bandos, comandados por los caudillos regionales
quienes poseían ejércitos particulares o montoneras, aislados en sus
comarcas debido a la casi virtual ausencia de una comunicación expedita hacia
el interior rural del país, el correo y el telégrafo eran destruidos en las
guerras que asolaban el país.
Estos caudillos regionales seguían a nivel nacional
a su líder Guzmán Blanco, sin embargo adversaban a su homologo regional por
razones personales, subyacían los intereses de los grandes negocios mercantiles
conseguidos a través del poder militar, siendo la verdadera razón por la que se
daban estos levantamientos armados. Estas hostilidades
generalmente eran a muerte a pesar de pertenecer al mismo partido político.
Carora y Río Tocuyo no escapan de esta situación,
ocurriendo una confrontación sangrienta entre zavarcistas y alcantaristas
locales en marzo de 1876, ambos nuevamente enfrentados por razones políticas,
económicas y raciales.
El General Juan Arce, alcantarista, enemigo del
General Juan Agustín Pérez, zavarcista, para ese momento Jefe Civil y Militar
de Carora, inicia una confabulación política para derrocarlo de su cargo, se traslada
a Río Tocuyo, poblado alcantaristas, con el objetivo de soliviantar al grupo de
lugareños de los Castro, el más destacado era Silverio Castro, un cacique de
sangre mestiza que ejercía una dominación en la región junto a sus familiares debido
al prestigio de ser valientes y bravos, hombres muy peligrosos por lo que eran
reconocidos por los indígenas como Jefes de Tribus.
En su contra estaban lo más rancio de las godarrias
caroreña como eran el General Vicente Sosa y Don José Manuel Perera, otros como
Antonio María y Agustín Zubillaga, Andrés María Montesdeoca, Andrés Riera
Silva, Flavio Herrera. Nuevamente están caroreños y riotocuyenses en bandos
opuestos.
Las cosas le eran favorables a los conspiradores
pues en Barquisimeto la situación era igualmente delicada debido a que el
Presidente del Estado Lara, Toribio Silva estaba pasando por una ingobernabilidad política con fines de derrocarlo,
beneficiando a Juan Arce en la conjura, puesto que el gobierno regional no
podía disponer de sus fuerzas militares para sofocar una revuelta local. Sacando
provecho del momento, este general quien ejercía una gran influencia sobre
ellos, fácilmente los convence de atacar a Carora. Enterándose el General Juan
Agustín Pérez decide anticiparse, saliendo acompañado de 10 hombres que logra
reclutar, mayoritariamente caroreños, todos liberales amarillos pero igualmente
eran godos, conformados por Rafael Silva Riera, Ramón Perera Montesdeoca,
Julián Montesdeoca, Nicanor Pérez, Manuel Antonio Fernández, Leandro Arroyo,
Juancho Álvarez Arroyo, los andinos Francisco Saavedra y Juan de Dios Aponte, van
a galope fuertemente armados con máuseres y lanzas de caballería, rumbo al
poblado de Aregue que era el sitio habitual de reunión de este grupo de 60
hombres, al no encontrarlos allí continúan camino hacia Río Tocuyo. En el trayecto,
debido a la desigualdad numérica de los bandos,
el General Pérez decide la estrategia militar de simular una huida retirándose
hacia un terreno que le era favorable, allí prepara una emboscada logrando
sorprender a los Castro, dos son asesinados, otro herido, un cuarto es hecho
prisionero, huyendo los demás. Los del gobierno salen ilesos.
Uno de los Castro, al
caer herido del caballo cuando trataba de huir, fue lanceado por Francisco
Saavedra hasta rematarlo vilmente en el suelo, presenciándolo Julián
Montesdeoca quien lo instó a lavar la lanza manchada de sangre en el río, ocultando
la cobardía del acto cometido. Años después Saavedra sería asesinado por
Segundo Verde, entonces Jefe Civil de Carora. En este suceso sangriento estaba
subyacente el odio por la disputas de las tierras en posesión de este grupo,
venida de décadas antes.
Bartola, quien
nominalmente pertenecía a este grupo familiar pero como su marido era un
militar adscrito a las fuerzas de Guzmán Blanco, se debatía en un choque de
intereses entre sus familiares de sangre, Los Castro, alzados contra un gobierno en ese
momento de gran apogeo, lo que crea un conflicto en Bartola, alcantarista al
igual que sus familiares maternos pero su esposo debía acatar las órdenes de
sus superiores, el zavarcista Juan A. Pérez.
Esto la obliga a
emigrar de Parapara, para darle tiempo al
tiempo y que la situación local vuelva a calmarse, va embarazada de su tercer hijo.
Como la ruta de ataque
del gobierno es desde Carora a Aregue siguiendo hacia Río Tocuyo, la única
vía de escape es la contraria, hacia Siquisique y sus montañas aledañas, Antonio Perozo contaba con compañeros de armas, amigos de dinero, con
grandes influencias residenciados en este lugar, dentro de los cuales estaba el
General Juan Bautista Salazar de origen siquisiqueño con negocios en este
poblado, les daría protección en su hacienda situada en San Pedro. Una mañana
muy temprano, saldría Bartola de su casa en Parapara, va con un arreo de varios
burros y caballos, lleva además de sus dos hijas a sus pinturas, una
litografía, sus más apreciados libros y el corazón roto: su gran amigo el cura
en propiedad de Río Tocuyo había muerto.
Esta estadía se
alargaría por casi medio año, debido a que por las elecciones se constituyeron
en todo el país las juntas de inscripciones de los candidatos, efectuándose con
extrema violencia hasta el de cometerse algunos crímenes por el
radicalismo de ambos grupos, uno de estos asesinados sería el hijo de Julián
Castro.
Bajo estas
circunstancias daría a luz su hijo, bautizado en Baragua por su amigo Vicente
Domingo Oropeza que se encontraba aquí, único del matrimonio que no lo haría en
Río Tocuyo, escoge llamarlo Damián Francisco debido a los escritos en griego
leídos por ella, sobre los Santos mártires San Cosme y San Damián, patronos de
los médicos católicos, no cobradores porque ejercían la medicina gratuitamente
con los pobres, al considerar el arte de la curación como un don divino. Estos
dos hermanos gemelos de origen árabe, vivieron en el siglo III después de Cristo,
eran médicos de la Escuela de Pérgamo del Imperio Bizantino, del mundo helénico
griego y egipcio, decapitados por sus creencias religiosas, a cuyo sepulcro
peregrinaban los devotos por las curaciones milagrosas realizadas.
Bartola seguía
fielmente a estos dos santos católicos, cuyos nombres no eran comunes en Río
Tocuyo, usándolos para sus dos hijos varones procreados en su matrimonio.
Esta estancia le
serviría a Bartola para conocer estas montañas, sus caseríos, su gente, sus
diferentes caminos que la atravesaban, la riqueza de su fauna
silvestre, los afluentes de aguas naturales y lo escarpado de sus laderas la convertían en sitio estratégico
para esconderse, principalmente el caserío llamado San Pedro, ubicado en el Páramo de Las Rosas, donde apareció misteriosamente una litografía de una
Virgen de origen checoslovaco, a finales del siglo XIX, para calmar los
enfrentamientos violentos entre los Castro que se residenciaron aquí. La imagen
llamada Virgen de Monserrat pudo tratarse de un obsequio anónimo de Bartola, a
este remoto caserío montañoso que la acogió y también a sus
hijos cuando necesitaron ocultarse, similar a la historia de Bailadores.
Posterior a la pantomima de proceso electoral, en la cual
gana Linares Alcántara, Guzmán se retiraría a vivir en París, en una lujosa
mansión producto de la escandalosa corrupción, desde allí gobernaría a través
del telégrafo por los dos años siguientes, hasta 1879 que regresaría ante el
caos del país debido a la inexperiencia de los sucesores.
El despertar de la conciencia de Bartola había comenzado,
era admiradora de Guzmán desde que pasara junto a Juan Crisóstomo Falcón por Río
Tocuyo, la había hecho feliz cuando nombró a Churuguara capital de Venezuela en
1875 para gobernar desde allí, creyó que por fin el interior del país tendría
relevancia, el movimiento liberal era su vida, pero no estaba dispuesta a soportar
la persecución realizada a la Iglesia, a los santos, saber que Guzmán era un
pecador seguidor de los masones y ahora darse cuenta de lo poco que realmente
le interesaba el bienestar del pueblo.
Ella le había prometido a Antonio, el día de su
matrimonio, dedicarse a su familia, retirarse de la actividad política, pero
esta la rondaba insistentemente.
Joven soldado
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