viernes, 27 de junio de 2014

Capitulo 10 El bautizo y la traición.

Habiendo trascurrido 9 años del asesinato del indio Reyes Vargas, estaban por suceder dos acontecimientos claves para los hechos acaecidos 59 años después que desembocarían en otro asesinato, serían el bautizo en Río Tocuyo y la traición de Cisneros en Caracas.
El incesante repique de campanas se desgajaba desde lo alto de la torre situada a un lado de la fachada de la iglesia, ubicada frente a la plaza central del pueblo, sumergida en un horizonte recortado en la lejanía por cerros grisáceos, desdibujados por el vaho del calor que brota de la tierra, proclamando al cielo de matices azules y naranjas que la misa va a empezar, el portón de madera está abierto de par en par semejando brazos extendidos que quieren cobijar cálidamente a sus invitados, a lo lejos se oyen unas pisadas y el murmullo de los que se acercan, los primeros en llegar son las hermanas Juana Paula y Rita Nieto Brizuela vestidas con amplias faldas almidonadas que al contacto con el suelo producen un tenue crujido, la blusa de talle bajo marcando sus estrechas cinturas y el montículo de sus amplias caderas, un manto de encaje cubre con respeto sus cabezas bajo el cual llevan el cabello peinado en trenzas recogidas por una peineta de carey, sus manos enguantadas según la usanza, aprisionan un pequeño y fino pañuelo entrelazado al bastón de las sombrillas que llevan abiertas, permitiendo ver sus superficies bellamente pintadas con paisajes y flores, cubriéndose del inclemente sol, zapatillas forradas de seda bordadas con un ligero tacón que al chocar contra el suelo producen un ligero sonido, esparciéndose como una orden para iniciar una competencia, batiéndose como pavos reales, mostrando quien estaba mejor ataviada, mientras cuchichean abriendo y cerrando el abanico, con un código implícito que usan como un lenguaje secreto para comunicarse entre ellas, una se inclina al oído de la otra cubriéndose la boca con el abanico para evitar ser descubierta preguntando, ud sabe porque van a bautizar a los dos hermanos juntos? el pequeño acaba de nacer y se va a enfermar! Las acompañan sus esposos, ambos con el mismo nombre e igual apellido, solo se diferenciaban por el segundo apellido, Juan José Santeliz León y Juan José Santeliz Meléndez junto a su cuñado Judas Santeliz Meléndez, todos primos, van de frac largo de amplias solapas y camisa con un sobresaliente lazo al cuello, pantalones ajustados, botas altas, un bastón colgando en sus  antebrazos, un toque de elegancia masculina. 
El comentario se debía a que no era común que un niño de pocas semanas de nacido fuera bautizado, ni que se realizaran simultáneamente el de varios hermanos y mucho menos que tuvieran los mismos padrinos, son Miguel Nieto Santeliz y María Luisa Meléndez, de la misma parentela, llegan simultáneamente con José Bernardo Salazar Leal y su esposa Cándida Rosa Nieto Santeliz, quienes tenían contactos militares y traían noticias de lo recién sucedido en Caracas. Pariente! lo saluda alzando el sombrero de copa alta, inmediatamente le dice, mientras se acicala el bigote y la perilla puntiaguda, “me avisaron que Cisneros nos traicionó y tenemos que resguardarnos”.
Las iglesias con sus innumerables actos religiosos se utilizaban como un club social donde se intercambiaba información y las recientes noticias, no había donde más.
En eso ingresa un grupo de hermanos entre los cuales vienen Miguel y Francisca Brizuela Santeliz, María Francisca y Manuela Meléndez López, María Dorotea y Agustín Meléndez Crespo con su esposa Brígida Páez Oliveros, sobrina de las hermanas María Merced y Francisca Oliveros que también se suman a la muchedumbre que comentaban la delicada situación. Como sucedió eso, compadre? Comadre, dicen que El Taita se llevo al hijo de Dionisio a vivir con él, lo confirmo y le puso zapatos! No puede ser pariente, quien ha visto a indio con zapato! Ahora son compadres!
A finales del año anterior había ocurrido una revuelta liderizada por el indio Dionisio Cisneros en los Valles del Tuy, contaba con un numeroso grupo de irregulares alzados contra Páez, por esta causa se había visto obligado a separarse del poder provisionalmente, por lo que Río Tocuyo estaba convulsionado nuevamente con la secreta esperanza de lograr un derrocamiento del dictador, pero resulta que es llamado a Caracas, el comandante caroreño Juan Agustín Espinosa, residenciado en Río Tocuyo, para ese entonces, leal a Páez, encargándosele la misión de reclutar hombres de la localidad para participar en la ofensiva que logra poner fin al movimiento insurgente, este comandante regresa victorioso a su pueblo con inmenso poder político al demostrar su lealtad, por su intervención se afianzaría nuevamente el presidente a la cabeza del gobierno, pero lo más grave fue que Cisneros aceptara sumarse a las filas del gobierno de su ahora compadre, quien astutamente le reconoce el grado de coronel, convirtiéndose en enemigo de sus antiguos partidarios, por lo que estas familias riotocuyenses quedan al descubierto, con el adversario viviendo en una de las esquina de la plaza, los conocía muy bien, situación muy peligrosa, ya no tenían a su protector el Indio Reyes Vargas, por eso el bautizo apresurado, surgía la necesidad de emigrar a nuevas tierras, también de cambiar de bando político para sobrevivir, uno de esos sería Pedro Francisco Carmona, padre de los bautizados.

Era un 3 de diciembre de 1832 día del bautizo de los hermanos Carmona, Federico de 5 semanas y Juan Antonio de un año de edad, calladamente una vez finalizada la conversación, entran a la Iglesia parroquial de Río Tocuyo, dedicada a dos santos: al apóstol Santiago y Santa Ana, lugar del acto religioso, su nave central cubierta a ambos lados con bancos de madera obscura, al fondo las velas iluminan tenuemente el altar mayor bellamente labrado, a un lado está la pila bautismal donde el cura Andrés Escorcha espera pacientemente al selecto grupo, todos unidos por lazos de sangre y religiosos, varios de estos padrinos serían los mismo de los futuros descendientes de Bartola Castro. 
Desde la puerta una niña descalza y de rasgos indígenas mira con curiosidad la bella escena que conmociona al poblado, sus negros e intensos ojos brillan desde la penumbra de un rincón cerca de la entrada, unos jóvenes que llegan retrasado entran sin ser visto y se tropiezan con ella, son Leonardo Nieto y Francisco Brizuela quienes voltean y ven a Juana Bautista, haciéndole un gesto de silencio, le preguntan en donde estaban sentadas sus madres, sin saberlo sus vidas estarían entrelazadas. 
Todavía repercutía el asesinato del indio Reyes Vargas acaecido 9 años antes y su consecuencia la persecución contra los bolivarianos iniciada por Páez, quien gobernaba como dictador. Al estar la familia Santeliz involucrada por ser el cacique de su parentela y por ende también pertenecían al entorno de los Nieto y los Carmona, quienes reclamaban venganza llevándolos a situaciones de riesgo político al ser enemigos irreconciliables de los caroreños paecistas anti-bolivarianos.



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