Hijo, hoy tomaras un sendero del cual no
podrás regresar, cuando este ritual culmine, un bautizo celestial donde
asumirás un nuevo nombre, será indisoluble, un pacto sellado entre los siete
arcángeles bajo la bendición de la Virgen y nosotros dos. No es lo mismo el documento que te estoy entregando para casarte por poder en ausencia pues es un acto
terrenal que se puede anular o corregir, pero los del mundo espiritual, no!
Le explica cariñosamente mientras le
pasa dulcemente una mano por el rostro, no puedes arrepentirte ni revelar el secreto, de
eso dependerá tu vida, nunca podrás separarte de esta casa donde abriré un
portal a poderes infinitos que te resguardaran del mal y harán invisible a Damián quien desaparecerá para siempre,
aquí serás Pancho Castro, si alguien del que dudes o desconozcas sus
intenciones, viene a ti solo tienes que colocarlo en el centro de la estrella y su luz lo envolverá dejándolo anulado para dañarte. Igual cuando
necesites salud, paz o protección colócate dentro de el.
Damián oriundo del poblado de Parapara de Río Tocuyo, nacido en 1876 en pleno periodo de Guzmán Blanco, cuando sale de su hogar con 14 años de edad rumbo al caserío Los Planes, lugar que conocían desde la época en que su madre también se escondiera, ideal por estar situado en plena serranías de Parupáno del hoy Municipio Urdaneta, iba huyendo de la tragedia de la muerte de su padre junto a su mentor, su hermano mayor, Gregorio de 20 años, conocido como Goyo. Estaba ya radicado aquí Teodoro Giménez, el que sería su suegro a quien conocería años después.
Damián oriundo del poblado de Parapara de Río Tocuyo, nacido en 1876 en pleno periodo de Guzmán Blanco, cuando sale de su hogar con 14 años de edad rumbo al caserío Los Planes, lugar que conocían desde la época en que su madre también se escondiera, ideal por estar situado en plena serranías de Parupáno del hoy Municipio Urdaneta, iba huyendo de la tragedia de la muerte de su padre junto a su mentor, su hermano mayor, Gregorio de 20 años, conocido como Goyo. Estaba ya radicado aquí Teodoro Giménez, el que sería su suegro a quien conocería años después.
Los Planes perteneciente al caserío
San Pedro, situado entre el caserío La
Unión y el poblado de Aguada Grande, zona productora
de caña de azúcar y de café, uno de los primeros lugares que se dio este
cultivo en Venezuela, donde transcurren sus primeros años de
juventud, al principio como todo adolescente quien sufre de una experiencia
traumática es un joven rebelde, dedicado a las parrandas, a vivir los años
locos con el dinero y las armas que le suministraba su madre, sucede que un día
estando en Aguada Grande donde se celebraba una festividad, el joven Pancho pasado
de tragos y alterado con un presente que lo molesto, saca el arma comenzando a
disparar al aire acabando con la fiesta, fue un escándalo. Durante este periodo su madre lo visitaba
frecuentemente para guiarlo y mantenerlo bajo su control. Ella lo aconseja, le
recuerda lo grave de llamar la atención hacia su persona pues esto puede poner
en peligro su vida y la de su hermano, el apenado por lo sucedido promete no
volver nunca más a beber, ni armar peleas, cosa que cumplió llegando la
madurez. En estas serranías aprende todo sobre el cultivo y el negocio del café, era un hombre alto, de contextura delgada, de piel
blanca, pelo y ojos castaños, nariz aguileña, de grueso bigote. .
Un día teniendo 22 años, junto a su
hermano Cosme Perozo que también se había venido de Parapara para acompañarlo, pues
eran muy unidos, con un fuerte deseo de superación, alrededor del año 1898, consiguen
una casa en el caserío La Unión
y se dedican al mercadeo del café con la casa Blohm, firma comercial que había abierto sus
puertas en Barquisimeto 8 años antes como agentes navieros de los puertos
venezolanos, cuyo ramo principal era la importación y la exportación de
diferentes rubros agrícolas y alimentarios. Su madre le consigue unas cartas de
recomendación de sus amigos militares y políticos de Barquisimeto, antiguos
miembros de La Propaganda, dirigidas a la casa Blohm, quienes mantenían vínculos con los políticos locales, llegando incluso a influenciar en las tomas
de decisiones gubernamentales tales como remociones de cargos públicos. Pancho
era letrado debido a la educación recibida en su hogar, para la época estos
conocimientos representaban la diferencia que permitía obtener el éxito a quien
los poseía. Gracias a esta formación logro iniciarse en la actividad comercial.
La inauguración, primero de la
casa Blohm y posterior del ferrocarril Bolívar un año después en 1891, impulsan
el potencial de la ciudad como centro comercial de la región centro-occidental Venezolano, desplazando a la
ciudad de Coro, dándole un nuevo giro a la vida del comerciante Pancho Castro,
como lo conocían en esta zona.
En una visita de Bartola al
nuevo negocio de Pancho, acompañada por su hija Julianita de 18 años de edad, la cual iniciaría
una unión libre con un miembro de la familia Santeliz, vecinos de la comunidad,
de la cual nacería su sobrina Tomasa en 1902.
A finales de 1910 coinciden varios
acontecimientos, la hacienda El Toronal
es puesta en venta, Pancho se entera y usando a su pariente
Santiago Nieto como intermediario quien había sido su dueño, deseoso de entrar como productor de
café para expandir sus negocios con la casa Blohm y teniendo mayor tranquilidad
por el fallecimiento de Ángel Montañez, hecho que bajaba la presión sobre las
amenazas de muerte a su persona.
La ubicación estratégica de esta
hacienda, en un alto de una loma que permitía ver la carretera de entrada al
caserío La Unión donde tenía su negocio muy cerca, la convertía en muy
apetecible, como además estaba rodeada de otras propiedades de familiares de
confianza que conformaban un anillo de seguridad, la convertía en ideal para
sus propósitos de blindarse para obtener mayores garantías de vida, por lo que decide
concretar la compra, al principio fue de palabra que valía igual a un documento.
Se sabe que María Estanisla Meléndez, hermana de Adelina, esposa del dueño y futura
suegra de Pancho, quien vivía en La Unión y lo conocía, durante la negociación le decía
a su cuñado, Teodoro Giménez: “póngale cuidado a Pancho porque es letrado y se
sabe las 4 reglas”, estas eran sumar, restar, dividir y multiplicar, cualidades
que constituían una carta de presentación. En estas reuniones de negociación, Pancho
de 34 años y María Adelina de 15 años se conocieron, entablando múltiples conversaciones
durante los trámites de entrega de la administración de El Toronal, establecen un lazo afectivo que sería permanente, incluso luego de su separación por la
mudanza de la familia Giménez a Barquisimeto, continuando sus amores por
correspondencia durante 3 años, periodo en que la visitaba cuando iba de
negocios a la ciudad, llegando al compromiso matrimonial lo que cambiaría el
destino de Damián y Pancho.
Durante este lapso, Pancho se
queda viviendo en El Toronal, transformando aquella hacienda de simple
productora de caña de azúcar y café, en procesadora de estos dos rubros. Instala
un trapiche para la molienda de la caña y fabricación de papelón, al unísono
lleva a cabo su aspiración de montar su propia trilladora de café lo cual le
permitía vender el producto sin necesidad de acudir a la trilladora de Siquisique,
obteniendo mayores ganancias. En este lapso se relaciona con una lugareña llamada
María Narcisa González, residente de la zona, con la que establece una unión
libre concibiendo varios hijos, en uno de estos embarazos ocurre la historia de
los huevos de patos en donde es descubierto por su ya esposa María Adelina.
Bartola envía a diferentes familias,
entre las cuales estaba Elodia y su hermano Julio Suárez, también a Pablo
Medina, los Matutes, los Gómez, todos de su máxima confianza para trabajar con
su hijo en la hacienda y darle protección. Ella era una autoridad en este
caserío, todos los conflictos familiares y sentimentales se le consultaban, los
bautizos eran organizados por ella quien mandaba buscar al cura de Aguada
Grande y los celebraba con el. No sucedía nada sin que ella lo supiera ni
se realizaba ningún festejo sino se contaba con su aprobación y presencia. Era
el eje del caserío El Turagual prácticamente quien le da vida y cuerpo social,
costumbre que heredamos sus descendientes.
Pancho Castro estaba residenciado en
El Toronal cuando ocurre la plaga de langostas en 1912, la sierra de Parupáno poseía una vegetación tan exuberante que estimula su
expansión, cuentan los lugareños que eran tantas que “el cielo se
oscureció como la noche, acabando con el café, la
vegetación, los frutos menores y mayores”. Después de estos eventos relatan los escritos de la época
que la gente se desanimo ante tanta inclemencia empezando la emigración para
distintos puntos de la república. Según explicaba Pancho, El Toronal no fue
afectado gracias a los rezos y ofrendas a los espíritus realizados por Bartola pero en realidad se
debió a los aportes económicos que ella hacía
para cubrir el déficit. Bartola
canalizaba el oro que le había quedado de La Propaganda a través de El Toronal
cuyos negocios le permitían camuflajear su origen, para esto había llevado de
Parapara un administrador quien era un pariente de su confianza, José Antonio
Gómez sería el tenedor de los libros de su hijo, cuya misión era simular los
ingresos que no se justificaban con la producción de la hacienda. Su hijo Damián
se encargaría de distribuir este oro a sus hermanas mayores escondidas en el
valle de Moroturo, después conocido como Santa Inés, zona productora de cacao,
entre otras cosas. La dinámica consistía en que Pancho salía a vender su
cosecha a la casa Blohm en Barquisimeto, con el pago que obtenía, abultándolo
con el oro que le daba Bartola, pasaba a dejarles a ellas su aporte. Pancho
nunca dijo de donde realmente venía el oro, era un acuerdo con su madre, otro
secreto más. Cuando llegaba de regreso, mi mama Helena contaba que les traía las
grandes frutas de cacao en concha pero tampoco les decía de donde eran, ella
recuerda que le quitaban la gruesa concha dejando desnudas las pepas gelatinosas
y de color blanco de sabor exquisito, que luego se tostaban para extraer el
chocolate.
Cuando finalmente aquel año de 1913
por primera vez se da cuenta que existía una realidad que lo había perseguido
por más de 20 años, eludiéndola hasta ese momento con diversas excusas, las
cuales ya no cabían en su vida por lo que toma una decisión vital. La mezcla de
sentimientos eran contradictorios, por un lado alivio y por otro un gran dolor
ante la despedida inminente de sus orígenes. Después de analizar el problema al
que había llegado a través de esta cadena de acontecimientos, se percata que no
existía otra salida. Durante aquellos años había logrado sortear las
situaciones que lo obligaran a la necesidad de demostrar legalmente quien era,
las propiedades que había adquirido estaban a nombre de parientes de confianza
y de su hermano menor que figuraban como los dueños, quienes no tenían el
problema de identidad que lo limitaban para los actos jurídicos. Por el mismo
motivo no se había casado para no tener que identificarse legalmente, a pesar
de que su madre una ferviente católica los había educado bajo los cánones del
sagrado vínculo matrimonial, un ideal inculcado por ella, grabándolo en la
mente de sus hijos, era también su meta, se decía a si mismo que lo haría cuando
todo volviera a la normalidad y así poco a poco transcurría el tiempo alargando
el plazo para tomar una decisión que ya su madre Bartola le había planteado,
pero la vida estaba por jugarle una mala pasada, empujándolo a desaparecer
definitivamente como Damián Perozo.
Abre los ojos ante el intenso olor a
rosas que lo envuelve, algo extraordinario sucede en aquella sala donde Bartola
está llevando a cabo el conjuro, el rostro de ella cambiaba de colores con cada
extraña palabra que pronunciaba, el techo que cubría sus cabezas ya no estaba, había sido sustituido por un agujero que giraba vertiginosamente desembocando
en una luz por donde se asomaban decenas de espíritus, algunos conocidos de
Pancho, otros no, todos lo bendecían. El árbol pintado en el fondo se había convertido
en real, gigantesco, parece llamarlo, se acerca viendo en sus raíces hundidas en la tierra, su
pasado en Parapara, en la copa elevada al
cielo, su vida futura con su descendencia ramificándose infinitamente. Una voz
brota de algún lado no precisado y le dice, de ahora en adelante serás Pancho, no
tendrás enemigos que te pueda encontrar, vivirás en paz.
El abuelo Pancho se acostaba temprano en las noches, antes de dormir se tomaba una copa de brandy con un
huevo crudo, era un hombre metódico, sagaz en los negocios, muy prospero y feliz. Bartola había depositado sus anhelos de un futuro sin manchas en este
hijo nacido de la luz pero también le había dejado la pesada carga del secreto.
Diferentes círculos mágicos.