“Compadre, dígame que sucedió aquí? Cualquier soldado
sabe que podían haber ganado la batalla con solo dispara el cañón” Por qué no
lo hicieron? le pregunta Juan Vicente Gómez a Cipriano Castro, mientras Eleazar
López Contreras observa a los dos hombres conversando, igualmente le había extrañado
lo sucedido, así lo anotaría en su diario.
Caía la noche del 27 de agosto en Parapara de
Río Tocuyo, Castro junto a sus más cercanos seguidores donde se encontraba
Gómez, celebran el triunfo obtenido en aquel breve encuentro de apenas 20 minutos
con la poderosa caballería de Barquisimeto, Torres Aular se había rendido
prácticamente sin disparar el moderno armamento que llevaban, resultaba muy sospechoso.
“Se rindieron al ver que somos el futuro
gobierno, compadre! Gómez, que era resabiado le riposta: “Dicen que aquí vive
una bella mujer que es la que manda en este pueblo, es la chaman con poderes
curativos que, además tiene contactos políticos y militares claves, la persona
más influyente de los alrededores. ¿Ud se entrevistó con ella en la secreta
reunión a la cual fue invitado aquí? Castro mira al rostro de Gómez y le dice:
“No compadre, nunca olvidaría a una mujer como la que ud dice”.
El secreto, no solo era fundamental para
Bartola quien necesitaba resguardarse de los enemigos de La Propaganda aun vigentes
pero igualmente lo era para Cipriano Castro, su arrastre popular se basaba en el poder de su imagen caudillista y no
convenía una figura femenina tras su triunfo, peligraría el respeto de los andinos
que lo seguían, por lo demás había empeñado su palabra a los indios Castro.
Al día siguiente Castro saldría para Siquisique
en busca de su amigo el General Diego Colina quien le daría su apoyo, llegando como
a las 10 de la mañana se dirige a la plaza, al no encontrar a nadie con quien
entenderse, al estar los habitantes escondidos, enfurecido macheteó el portón
de la casa donde quedaba la guarnición de la tropa comandada por el general
Antonio Álvarez, Jefe militar del gobierno, tumbándola y entrando por
la fuerza. Mientras tanto, los demás alzados saqueaban todo a su paso, sin dejar
pulpería servible pues lo que no pudieron robar lo regaban con bleque, veneno
que se conseguía en abundancia ya que se utilizaba para matar gusanos en los
campos, el objetivo era causar escasez de alimentos para someter al pueblo, técnicas
comunes de presión usada por los militares desde entonces hasta hoy día.
Los planes eran quedarse esa noche en
Siquisique pues acamparon en varios lugares montando decenas de fogatas con las
maderas arrancadas de los solares de las casas que destruyeron, destellando como
luciérnagas al atardecer de aquel 28 de agosto de 1899, en ellas cocinaban
marranos, aves de corral e incluso hasta unos loros papagayos que por escandalosos
habían sido descubiertos, cuando sorpresivamente, a eso de las 3 de la tarde, empezaron
a oírse disparos a lo lejos causando desasosiego.
Cipriano Castro acababa de ser informado de que
el General Diego Colina había sido derrotado por el General Gregorio Segundo
Riera, por lo que al escuchar cómo se va arreciando la plomazón, se alarma al
pensar que podía tratarse de las tropas enemigas, puesto que había dejado del
otro lado del río, custodiado por un pequeño número de soldados, los pertrechos
con el poderoso cañón alemán recién obtenidos, por la fuerte crecida que
encontraron, ante la situación de riesgo da la orden de marcharse rápidamente
sin que sus soldados hubieran comido.
Al anochecer llegan a las riberas que aún
estaba crecido, las canoas existentes no fueron suficientes para evacuar al
personal, debiendo la mayoría cruzar a nado, ahogándose unos cuantos junto a varias
mujeres troperas que formaban parte de sus filas, nuevamente el majestuoso río
se teñía de sangre, los cadáveres de soldados y animales eran arrastrados por
el turbulento cauce, era una escena dantesca. Finalmente alcanzan la otra orilla
acampando en los caseríos la
Aduana y Agua Viva, prosiguiendo la marcha al día siguiente
con el armamento rescatado, por la vía de Matatere menos conocida, despoblada y árida,
que conducía hacia Barquisimeto sin peligro de ser perseguidos por el General
Gregorio Segundo Riera quien se suponía venía tras sus pasos.
Siquisique
era un caos, una nube de humo cubría su cielo nocturno, sus pobladores corrían desesperados
entre los escombros buscando lo que aun pudieran salvar, ante aquel desastre acudirían a la casa parroquial del Padre Salas
a pedirle alojo y protección, allí durmieron en el suelo bajo la zozobra que causaba la tirería
graneada que se oía. Cuando llego el amanecer nadie quería irse para su casa al
saber que no tenían que comer pues el saqueo y el incendio los había dejado sin
nada, oraban desconsolados en el templo cuando, al tercer día
llego el ejército del Gobierno donde venía el General Siquisiqueño Abelardo
Gutiérrez, a quien le suplicaron les prestara auxilio, pero este contestó con
tristeza: “siento mucho no poder ayudarles, porque vengo preso”.
La causa de la prisión del general era por la pérdida del
gobierno en Parapara de Río Tocuyo, fue tan inexplicable la derrota que los
oficialistas lo detuvieron para abrirle juicio, luego cuando Crespo finalmente cayó,
el general Gutiérrez fue liberado, uniéndose al nuevo gobierno de Castro.
El General Castro abandonaría el plan original de
llegar a Caracas por mar partiendo del puerto de la Vela de Coro, ya no era
necesaria esta travesía incierta pues la capital del estado Lara estaba asegurada
gracias a la confabulación existente, los rifles de repetición en su poder y
los hombres que se le habían sumado en su camino.
Así que en los inicio de noviembre
entra a Barquisimeto seguido por su tropa, lo menos que semejaba era un ejército
disciplinado, muy pocos usaban uniformes, vestían según la región de donde procedían,
unos con ponchos si eran andinos, los otros, campesinos locales, de pantalón y
camisa caqui con sus machetes de faena, llevaban sus mujeres, niños, carretas
con enseres y animales como gallinas, en una desordenada caravana que semejaba ser
de inmigrantes famélicos, sin embargo, el general Torres Aular a pesar de tener acampado unos 2000
hombres no opuso resistencia al avance del caudillo andino, a quien respetó, el General Montañez en
cambio salió huyendo a la ciudad de El Tocuyo para esconderse,
terminando así su vida política.
Los hechos ocurridos
en Lara fueron decisivos,
cubriéndolo de un aura invencible, sumando voluntarios por centenares a su
paso, permitiendole que posteriormente venciera a las tropas gubernamentales en
Tocuyito, Estado Carabobo, la antesala a la Casa Amarilla.
Esta campaña
militar duraría 5 meses, desde su salida de Táchira en mayo con 60 hombres
hasta la entrada victoriosa a Caracas en octubre, toma facilitada por los
hombres del Mocho Hernández, preso por alzarse contra el presidente Andrade por
el fraude electoral, quien desde la cárcel apoyaría a Castro, el cual lo libera
de La Rotunda, dándole un cargo en su gobierno.
Pero a los
poco días sucede un descontento popular por permitir Castro el ingreso de los
conservadores al nuevo gobierno, considerando que era una traición a los
liberales, el Mocho se uniría a los enemigos del andino, provocando una cadena
de acontecimientos que terminarían en una nueva tragedia que acabaría con las
esperanzas de Bartola definitivamente.
El caudillo enfrentaría graves
problemas como el bloqueo de las potencias extranjeras, pero la más peligrosa fue
la confabulación de godos y liberales los cuales se unen para acabarlo, liderizados
por su enemigo el Mocho Hernández y Gregorio Segundo Riera, representando un
problema para el naciente gobierno. Se alzarían desde la poderosa ciudad de Coro
apoyados por lugareños coreanos, siquisiqueños y caroreños, entre ellos su anfitrión el
conocido José María Riera, quienes logran tomar a Barquisimeto.
Ante esta situación es designado el
General Jacinto Fabricio Lara, acantonado en Siquisique, quien un 5 de
diciembre 1899, sale rumbo a la capital del estado Lara para sofocar la
revuelta de los Nacionalistas, arribando entre el 23 y 24 de ese mes, allí se
realizaría el combate de Barquisimeto donde pierden la vida, el General Juan
Bautista Salazar, compadre de Bartola y otros militares compañeros del comandante
Antonio, en circunstancia obscura pues a pesar de haber llegado a tiempo el
general Jacinto Fabricio Lara, no brindó el apoyo oportuno para evitar estas
muertes. Finalmente el Mocho es
apresado y enviado al castillo de San Carlos en los inicios del siglo XX.
Los liberales serían desplazados por los godos al unirse a
Castro, conformarían una fuerza política que obtuvo el poder de la nueva
Dictadura, encabezados en Carora por Pablo Riera, quien instaló una dominación
a través de sus familiares consanguíneos, los rieristas, a quienes les
entregaba en exclusiva las prebendas económicas, despertando las envidias
dentro de los que quedaban por fuera. Nuevamente las disputas económicas toman
protagonismo en un escenario político violento.
Bartola queda sola sin los apoyos
fundamentales de los militares siquisiqueños compañeros de armas y amigos de su
esposo que la protegían, todos caídos en una lucha que fue desigual y desventajosa
para estos hombres que según rumores era por ordenes de Castro. Ella vería como
acababan definitivamente con los liberales, quienes después de ser utilizados
por el sagaz andino, fueron eliminados uno a uno al ser un obstáculo a su
poder, cayendo ante un líder que solo le interesaba atornillarse en el poder. La historia demostró el grave error de cálculo al creer que Cipriano
Castro era la solución para llenar el vacío dejado por la muerte de Crespo. Resultaría
lo contrario, los destruiría políticamente al dividirlos en varias corrientes y
a diferencia de Guzmán Blanco que los redujo mediante la compra de conciencia, este
hombre iría eliminándolos físicamente al enviarlos a guerras que se sabían perdidas
de antemano.
A pesar de la muerte de su compadre el General Juan Bautista Salazar, Bartola continuaría con sus planes de
traer a sus hijos de regreso pero sucedería un trágico hecho que daría al traste con los proyectos. Todo se iniciaría con
la inestabilidad política de José María Riera, de gran ascendencia dentro de
los caroreños, quien de mochista cuando Andrade se había sumado al bando de
Castro conformando parte de este poderoso grupo económico, pero resultaría que luego nuevamente
se pasaría a las filas del Mocho, iniciando unos sucesos con un final
inesperado.
Las intenciones del Mocho eran de derrocar a
Castro, proyecto al que se une José María Riera, el más destacado líder de la
oligarquía caroreña y además su Jefe. En vista de esto sus enemigos quienes deseaban quedarse con el manejo de la cosa pública, se aprovechan
de esta situación para salir en su persecución, alcanzándolo en el sitio
conocido como el “Pozo de las Zábilas”, cerca del poblado de Burere al oeste de
Carora, donde ocurre una refriega, hiriéndolo mortalmente de un balazo en la
ingle, al intentar montar en el caballo en el momento de la fuga, llega un
piquete donde venía el General Rafael Aranguren, amigo y lugarteniente del
fallecido General Federico Carmona.
Aranguren, traía ordenes expresa de Castro de
eliminar a todos los mochistas, pero además también tenía razones personales
para guardarle rencor por ser carmonero, igualmente por el asesinato de Antonio
Perozo y el acaparamiento de los rierista en la economía local, en los cuales
se habían visto perjudicado sus familiares siquisiqueños que mantenían negocios
con Carora, así que a encontrarlo a pesar de que prácticamente agonizaba
desangrado, lo remató a balazos un 17 de abril del año de 1900.
Debido a esto se desatarían nuevamente los
nudos del odio, arrastrando consigo viejas deudas, que no caducaban, las
banderas de la venganza resurgen en este grupo unidos por rencores desde la
época del indio Reyes Vargas renovadas con Federico Carmona y su gente.
Bartola esta de rodillas ante la Virgen de
Chiquinquirá en el altar de la iglesia de Aregue, solloza desconsoladamente cuando
es escuchada por el cura Domingo Vicente Oropeza quien sale de la sacristía alarmado,
al ver a su amiga y pupila, le pregunta: “hija ¿Qué sucede? No la había visto
así desde la muerte de su marido” Ella lo abraza y le responde: “Padre no tengo
perdón de Dios, he pecado de soberbia, creía que podía cambiar el destino y me
equivoque” Por mi culpa han muerto
todos, ayer el General Rafael Aranguren, quien se encontraba en Siquisique
donde sus familiares, mientras estaba en un botiquín fue asesinado por Medardo
Oropeza Riera, sobrino de José M. Riera, a su vez este hombre fue asesinado en
el camino por las tropas que lo conducían preso a Barquisimeto. Los Rieras han
jurado venganza contra los carmoneros a quien culpan, mis hijos han sido
condenados! Padre ¿Cómo le digo a Damián que no puede regresar nunca a su amada
tierra?
Solo
queda un camino, padre y lo necesito para llevarlo a cabo, debo borrar su rastro, desaparecerlo!
Hija, que locura estas pensando hacer?